La Copa Libertadores Femenina comenzó el 11 de octubre en Quito y se jugó en dos estadios: el Atahualpa y el Rodrigo Paz Delgado, más conocido como “la casa blanca”. Casi tres semanas después se jugó la final, a la que llegaron Corinthians y Ferroviaria, dos equipos brasileños que se habían armado para ganarla, en ambos casos por segunda vez. Una muestra de ello es que Corinthians tuvo en su plantel a jugadoras de la selección brasileña como Erika, Tamires o Leticia Izidoro. Por su parte, Ferroviaria tenía la experiencia de haber levantado el trofeo en 2015 e iba por repetir la historia en tierras ecuatorianas. El fútbol femenino brasileño se ha desarrollado de gran forma en los últimos años, a partir del apoyo de la Federación Brasileña de Fútbol y de los clubes. Si bien -encabezada por su estrella, Marta- desde hace mucho tiempo la selección es una de las mejores del mundo, no todas las jugadoras tenían el respaldo adecuado.

La final se disputó en el estadio Atahualpa y fue un partido muy parejo, tanto así que recién a los 73 minutos Giovanna Crivelari abrió el marcador para Corinthians. Sobre el cierre llegó el gol de Juliette, que sentenció el partido e hizo que las de São Paulo fueran campeonas por segunda vez. Las “timão” ya estaban a la lista selecta de equipos campeones de la Copa Libertadores Femenina, que se disputa desde 2009, en la que también están Santos, Sao Jose, Colo Colo, Ferroviaria, Limpeño y Atlético Huila.

Con nueve tantos, la tabla de goleadoras del torneo la encabezó Nathane, de Ferroviaria.

No obstante, en los primeros días del certamen, en la ciudad se registraron enfrentamientos entre movimientos sociales liderados por organizaciones indígenas y la policía. La causa del conflicto fue un descontento social por la suba de precios, que tuvo su corolario con el decreto 883 sancionado por el gobierno de Lenin Moreno, a través del que eliminaba un subsidio a los combustibles. En protestas masivas en la capital de Ecuador, miles de personas se enfrentaron contra la policía, apoyada por las fuerzas armadas. En ese marco, Moreno activó el toque de queda en la capital, lo que generó más enfrentamientos con decenas de heridos y, en lo que respecta al campeonato internacional, que se postergaran algunos partidos.

El único equipo uruguayo que participó de la competición fue Peñarol y Lorena Graña, una de sus jugadoras, recordó a Sala de Redacción que esos días se vivieron con “nerviosismo”, debido a que no están acostumbradas a ese tipo de situaciones. También dijo que sentían “preocupación por el hecho de no poder salir del hotel, no poder salir para entrenar o lo que fuera, además de algunos familiares de las chiquilinas que se encontraban allí”. “Nosotros mirábamos por la ventana y veíamos gente pegándose entre ellos, manifestándose brutalmente”, agregó. Además, la volante señaló que la competición debió ser suspendida por esos días debido a que no se contaba con garantías mínimas de seguridad. “Varios equipos se encontraban en los hoteles del centro de Quito y lo vivieron muy de cerca. Por suerte no sucedió nada, pero no está nada bueno vivir ese momento de nerviosismo, nosotras vinimos a jugar al fútbol, nada más”, concluyó.

Debido a esta situación, la organización internacional de futbolistas Fifpro lanzó un comunicado dirigido a la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) en el que expresaron que no había garantías de seguridad para continuar con el certamen. La Conmebol decidió que la copa siguiera adelante, argumentando que se había llegado a un acuerdo entre el gobierno y las organizaciones sociales, lo que posteriormente trajo el cese de las protestas. Por lo tanto, la competencia fue suspendida únicamente el 12 y 13 de octubre, lapso en el que, debido al toque de queda, varios equipos tomaron la decisión de entrenar dentro de los hoteles donde se alojaban para no perder ritmo y mantenerse bien físicamente.

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