La selección uruguaya femenina de fútbol participó por primera vez en un torneo internacional en 1998 en Mar del Plata, Argentina, al debutar en el Campeonato Sudamericano Femenino -actualmente llamado Copa América Femenina-. Eso fue un año después de que se jugara el primer Campeonato Uruguayo de Fútbol Femenino, organizado por el Consejo de Fútbol Femenino de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), que se había creado en 1996. Estos hechos suscitaron el inicio de una época que marca un antes y un después en el fútbol femenino del país.

Aquel primer Sudamericano que se jugó en Argentina es poco nombrado y recordado, pero significó un paso importante para las mujeres en el fútbol: fue el primer equipo que se congregó para representar al país fuera del territorio y salirse del juego local. Rossana Soria, exdelantera, fue parte de esa delegación. Nació el 7 de mayo de 1978 en Montevideo; comenzó a gustarle el fútbol porque acompañaba a su hermano menor al baby fútbol y al inicio de la adolescencia tuvo sus primeros toques de pelota sobre césped en Villa Teresa, con un cuadro de amigas. Un partido contra Liverpool la llevó a introducirse al fútbol oficial de la AUF. Luego pasó por Nacional, cuadro en el que tuvo un rol protagónico en la obtención de dos campeonatos uruguayos, Wanderers y River Plate, en los que también supo ganar dos campeonatos; estas conquistas le permitieron competir en la Copa Libertadores de 2010 y en la de 2011, cuando volvió al club tricolor; también jugó en Fénix y Basáñez. 

Soria recibió a Sala de Redacción en su lugar de trabajo, autorizada por su supervisor, amante del fútbol; al pedirle un objeto importante de su carrera futbolística, la máxima goleadora de Nacional, con 93 goles, trajo una de las camisetas de la selección uruguaya que vistió en diferentes partidos y que considera una pieza importante para su vida, una reliquia.      

-¿Cómo fueron tus inicios como jugadora?

-Fue entrando en los 11, 12 años; acompañaba a mi hermano al baby fútbol y me empezó a gustar. No era como ahora que juegan nenas y varones, mixtos: era un tabú que las niñas jugaran al fútbol. A los 13 años empecé jugando en Villa Teresa, era un cuadro de amigas que nos juntábamos y jugábamos campeonatos de fútbol nueve. Un día fuimos a jugar, a la cancha de Isidro Fynn (Montevideo) un partido contra Liverpool; yo era golera y se ve que atajé bien porque terminó el partido, la delegada de Liverpool me comentó que iba a empezar un campeonato oficial por la AUF y me preguntó si quería jugar en Liverpool. Le dije que sí, pero que iba de golera… aparte me quedaba cerca, era del barrio. Se fueron dando los partidos. No es como ahora que es más competitivo y hay más jugadoras, en aquel entonces eran pocas; un día no iban, otro día no iban y llegamos a un partido contra Danubio en la cancha de Liverpool, éramos tres goleras y no teníamos jugadoras de cancha para llegar a 11, entonces viene el técnico y me pregunta si me animaba a jugar en la cancha. Le dije que sí, con tal de jugar; jugué ese partido, hice tres goles y no salí nunca más de la cancha. Después, toda la carrera jugué de delantera.

-¿Cómo siguió tu carrera?

-En 1996 empecé en Liverpool con el carnet 14 de fichaje como una de las primeras jugadoras y jugué el torneo presentación que hizo AUF antes del campeonato de fútbol 11, jugué un año y medio; dejé de jugar por problemas con la dirigencia porque en aquel entonces no pagaban nada pero podían decidir dónde jugar y dónde no. Mi sueño era jugar en Nacional, todo el mundo sabe que soy hincha, me quería ir de Liverpool, porque no podía jugar en otro cuadro más que en Liverpool.

-¿Cómo llegaste a Nacional?

-Un día estábamos conversando con mi padre y me dice “escuché por la radio que juegan Nacional y River en la cancha de Uruguay Montevideo, ¿vamos a verlo?”. Agarramos las bicicletas y fuimos, quedaba cerca. El técnico de Nacional de ese entonces era el papá de un compañero de mi hermano en baby fútbol, Luis Noble. Nacional estaba jugando el Apertura, pero no podía jugar, quedaban cinco o seis partidos, tenía que esperar para que terminara porque estaba retenida por Liverpool; esperé todo el Apertura, entrenando con nervios y ansiedad, por no poder jugar y llegar al domingo y tener que esperar. Nacional salió campeón invicto del Apertura; en el Clausura, el primer partido que juego es Nacional y Liverpool en la cancha de Danubio, ganamos 6 a 0, les hice cinco, y ahí descargué todo. Después salimos campeones, el primer campeón uruguayo es Nacional; antes, Rampla había sido campeón del primer torneo de preparación hecho por la AUF, en el que Nacional no estaba.

-¿Cuánto estuviste en Nacional?

-Estuve desde 1997 hasta el 2000. Gané dos uruguayos y salimos vicecampeonas del campeonato de clubes que se jugó con el interior. Me fui de Nacional por temas extrafutbolísticos y fui a jugar a Wanderers, tenía conocidos que me dijeron para ir. El primer partido me tocó contra Nacional en el Olímpico [de Rampla Juniors], les ganamos 1 a 0 e hice el gol. Era muy complicado el fútbol femenino, por ejemplo, hubo un tema en Wanderers con una final con Rampla: fuimos a jugar y la cancha estaba ocupada, nunca habían avisado, supuestamente se iba a reprogramar esa final, se jugó al otro día y nunca le avisaron a Wanderers, y como no se presentó salió campeón Rampla sin haber jugado el partido, entonces de repente te decían dos o tres que no iban a seguir. Después de Wanderers, tuve pasaje por Basáñez, porque era para seguir con el grupo de amigas y compañeras.

-¿Cómo fue la experiencia del Sudamericano de 1998?

-Como experiencia en la parte de la administración y la preparación dejó mucho que desear, tuvimos conflictos entre medio del viaje porque no es como ahora que hay apoyo, fue muy desordenado, surgió del arreglo de “vamos a presentarnos porque es obligatorio”. Cambiaron al técnico 20 días antes de viajar, vino gente nueva que no estaba acostumbrada a trabajar con mujeres y la mujer no es igual al hombre y más en la parte deportiva, ellos te trataban y te hablaban como si fueras un hombre; hubo internas con el cuerpo técnico que nunca se supieron pero que molestaban a las jugadoras, incluso hubo cruces que afectaron a todo el grupo. Fue todo así desde el arranque, siempre digo: “lo que mal empieza, mal acaba”. Teníamos jugadoras de muy alto nivel, el tema es que si no tenés la preparación… fuimos a jugar un Sudamericano practicando en una cancha de nueve con arcos de 11, íbamos a entrenar y a veces teníamos que esperar a que salieran los de baby fútbol para poder practicar. Fue una época muy dura. Como experiencia deportiva, estuvo muy buena, porque fue la primera vez que vos representás a tu país… para un deportista escuchar el himno de tu país en otro lugar defendiendo la camiseta celeste, no se paga con nada, así después el resultado deportivo no sea el esperado. Me siento orgullosa de lo que logramos, porque si nosotras hubiéramos bajado los brazos en ese momento, hoy el fútbol femenino no estaría ni en la décima parte de donde está. Igual, siento que le falta un montón de apoyo. Lamentablemente estamos en un país donde primero están los varones, segundo los varones y después, si queda algo, están las mujeres. Pero se ha ganado terreno. 

“Me siento orgullosa de lo que logramos, porque si nosotras hubiéramos bajado los brazos en ese momento, hoy el fútbol femenino no estaría ni en la décima parte de donde está. Igual, siento que le falta un montón de apoyo. Lamentablemente estamos en un país donde primero están los varones, segundo los varones y después, si queda algo, están las mujeres. Pero se ha ganado terreno”.

-¿Cómo se desarrolló el torneo? ¿Tuviste la oportunidad de jugar?

-No, porque fui la más rebelde de ese plantel. Había actitudes del cuerpo técnico que no me gustaban y no las compartía, y un día llegaron al punto de preguntarme si quería el pasaje de vuelta; les dije que sí, pero si ponía un pie en Montevideo iba a haber cosas que se iban a enterar. No convenía que me fuera, pero tampoco me iba a dejar jugar, como diciendo [te pongo] en penitencia por lo que sabes. Me costó eso. Creo que jugué medio tiempo con Argentina y nada más. Hubo muchas cosas que estaban fuera de lugar, extradeportivas.

Galardones

Soria salió goleadora de campeonatos en tres oportunidades: dos veces defendiendo a Nacional, la primera en 1999 con 25 tantos convertidos compartido con la jugadora picapiedra Miriam De Cuadros y la segunda en 2000, con 13 goles también con De Cuadros; la última fue en 2008, mientras jugaba en River Plate, cuando fue la única que rompió redes en 43 ocasiones. Esto le valió ganar, en 2001 y 2009, dos Premios Charrúa, otorgados por el Círculo de Periodistas Deportivos del Uruguay a los mejores deportistas de cada disciplina.

-¿De qué manera visualizás tu progreso como futbolista?

-En Liverpool agarré experiencia en cancha de 11, que nunca había jugado. En Nacional demostré lo que jugaba y cuando llegué a River fue lo máximo, porque me sentía cómoda, tenía experiencia de juego y no jugás con los sentimientos, sino más bien con la experiencia; en cambio, en Nacional jugaba con los sentimientos. Recibí el primer Charrúa como mejor jugadora cuando ganamos el campeonato en Nacional y me dieron el segundo cuando salimos campeonas con River, que para mí, en lo deportivo, fue lo máximo. Si me das a elegir entre Wanderers y River -que es como jugar a Nacional o Peñarol-, toda la vida prefiero a River, porque fueron quienes me abrieron las puertas, me dieron la oportunidad de ganar otro Charrúa, de salir goleadora e ir a una Libertadores, y hubo mucho apoyo. De todos los equipos en los que he estado, fue el que más me apoyó.

-¿Cómo observás actualmente al fútbol femenino?

-Hace unos meses fui a ver el Sudamericano sub 17 al Estadio Charrúa. Vi una evolución en la parte del apoyo y una involución en la parte del juego, una cosa es la selección, cómo entrena, la concentración, y otra cosa son los equipos. Si tenés un tiempo de preparación de dos años en una selección y tenés a jugadoras del medio local, las preparás con otra mentalidad, pero cuando llegan a sus equipos, esa mentalidad no está, vuelven a lo mismo. No tienen competencia, sabés que las jugadoras de Nacional ganan un dinero, las jugadoras de Peñarol otro, y el resto no, esa diferencia en la competencia se siente, no te motiva; de repente hay equipos que tienen mejores jugadoras que Nacional y Peñarol y pueden estar en una selección, pero no tienen la infraestructura para prepararlas. Eso va a llevar mucho tiempo. Pasaba antes, cuando jugaba Rampla y Nacional sabías que uno salía campeón y otro vicecampeón, el resto de los equipos jugaba a ver qué pasaba; cuando se abrió el abanico de posibilidades hacia River, Wanderers, INAU [un equipo de fútbol femenino que creó la técnica Fabiana Monzillo a principio de los 2000, cuando era funcionaria del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay, INAU], el resto de los equipos cambió la cabeza, porque se repartía.

-¿Y antes? ¿Cómo podrías describirlo?

-Por ejemplo, cuando jugaba en Nacional, hubo un partido en la cancha de Liverpool -mi padre era delegado, porque era todo así, a pulmón- y el juez había anotado goles de una compañera que estaba en el banco de suplente… para que te hagas una idea de lo que era el fútbol antes. Ahora está mucho más encaminado, hay más responsabilidades de la parte administrativa y los directivos de los equipos se preocupan. En el primer campeonato uruguayo que ganó Nacional nosotras entrenábamos en un callejón, que no está más, entre la cancha de Central Español y el Polígono de Tiro, enfrente al Estadio. No tenías un vestuario, muchas veces hacíamos colectas para los boletos…

Sobre las condiciones de entrenamiento, ¿notás alguna transformación?

-No cambiaron mucho, mi sobrina estuvo jugando en Progreso y en otros equipos, me decía que pasa exactamente lo mismo, que a veces no tienen para el boleto ni dónde entrenar, que no les dan ropa. Hay cosas que todavía falta cambiar, son cosas que capaz no se ven en Nacional, Peñarol, Defensor, o Liverpool, que ahora está creciendo, pero sí se ven en otros equipos: sigue pasando lo mismo porque no hay una administración que diga “a partir de este momento los equipos tienen que hacerse responsables del lugar de entrenamiento”, etcétera.

En mayo de 2021 la AUF publicó en sus redes sociales una placa con las diez máximas goleadoras históricas del Campeonato Uruguayo Femenino y te encontrabas entre las tres primeras, con 203 goles. ¿Cómo sentís esos logros?  ¿Tenías eso de imponerte como goleadora?

-Son como mimos que le dan a una esos reconocimientos, y está bueno que después de tantos años no me hayan alcanzado [risas]. Comúnmente el delantero lo que quiere es hacer goles… aparte tengo un hermano que jugaba al fútbol y también jugaba de nueve, y siempre era la competencia, de a ver cuántos goles hacíamos; hasta ahora me manda mensajes diciéndome que salió goleador. Yo tenía un récord en el Parque Central contra Central Español: empieza el partido y el técnico me pone de suplente porque había llegado tarde a una práctica, estaba furiosa; íbamos ganando 1 a 0 en el primer tiempo, y me va a poner Gustavo Pérez y me dice “a ver si vas a hacer algo”; hice seis goles en 35 minutos. Siempre estaba el desafío de superarme en goles. 

Placa publicada por AUF en sus redes sociales. Foto: AUF Oficial.

-¿Por qué te retiraste del fútbol?

-Dejé de jugar al fútbol porque me cansé de un montón de injusticias pero independientemente de eso, quería formar mi familia y te lleva tiempo: el trabajo, los hijos. En cambio el hombre no, tiene la posibilidad de tener a su esposa, que cuida a los niños mientras él va a entrenar, porque es su trabajo, mientras que nosotras tenemos que ir a trabajar, encargarnos de la familia, y eso afecta un montón de cosas. Hay muchas jugadoras que se quedan por el camino por esa situación, o también por lo económico. Aunque sigo jugando cuando puedo y tengo la misma intensidad que hace 25 años, no es lo mismo en lo físico, la cabeza no va con lo físico; voy a jugar una final de un fútbol 5 y me pongo nerviosa, esa adrenalina es algo que pasan los años y una sabe que lo hace por amor al deporte, que fue lo que nos llevó hasta ahora porque si no, ya hubiera sido todo.

-Todavía está el prejuicio de que a la gente no le interesa el femenino…

-El tema es la difusión, que no la hay y no hay apoyo. Hasta que eso no cambie, va a seguir costando. Nosotras jugábamos finales y te aseguro que en un partido Rampla-Nacional se llenó el [Parque] Viera, no entraba ni un alma más en esa cancha, y ¿alguien se enteró?, ¿dónde salió? En un diario, en aquel entonces Últimas Noticias, que era el que seguía el fútbol femenino, también en La República cuando había “La república de mujeres”. El día que fui al partido de Uruguay sub 17 se llenó; me encontré con mucha gente de la época nuestra, estuvo bueno porque hubo difusión y las chiquilinas se sintieron apoyadas, que es lo que cambia lo anímico del jugador, porque no es lo mismo que te diga “juega Uruguay y Chile” y van los padres, que jugar en un estadio lleno; para las gurisas habrá sido soñado. 

-¿Hay posibilidades de que vuelvas al fútbol desde otra parte?

-Sí, me gustaría ayudar en la parte de las juveniles, como para que no se pierda ese sentimiento, porque es lo que se pierde cuando vas a la selección y volves a tu equipo; en la selección tenés un lugar para entrenar, sabés que tenés agua caliente para bañarte, una merienda, tenés la ropa. Me gustaría trabajar en ese sentido, que las jugadoras sientan dónde están realmente, que sepan la historia y la identidad de esa camiseta en el fútbol femenino y lo que es el sacrificio del equipo. Tenés equipos que están despegados en la parte estructural, y tenés equipos que hacen lo que pueden; no es fácil llegar. Tuve la posibilidad de volver, me llamó el técnico de River para trabajar con las chiquilinas de inferiores, pero después no se dio porque ya tenía el cuerpo técnico armado y no coincidimos por los horarios y el trabajo, pero me había gustado la idea de poder enseñarles porque, por ejemplo, fui a la entrevista al [Parque] Saroldi y las jugadoras no sabían que River había salido campeón uruguayo… son cosas que vos tenés que sentirlas desde el vestuario, es un sentimiento.

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