“Mayo de la memoria es un buen momento para cuestionar a la misma memoria. ¿Qué es lo que recordamos?, ¿quiénes son los sujetos protagónicos?, ¿qué género tienen? Es importante darle una mirada feminista a estos trabajos”, reflexionó la doctora en Ciencia Política Ana Laura de Giorgi. La politóloga escribió el primer tomo de la Colección Feminista Guyunusa, lanzado a mediados de diciembre de 2020, que es un éxito en todas las librerías: lleva más de 1.400 ejemplares vendidos y ya cuenta con una tercera edición. Historia de un amor no correspondido: feminismo e izquierda en los 80 atraviesa la dictadura uruguaya para llegar a la recuperación democrática. El libro, producto de la tesis de doctorado de la autora, se centra en el rol de la mujer feminista en esos años. Entrevistada por Sala de Redacción, de Giorgi habló sobre el proceso de investigación y destacó la importancia de que los relatos del feminismo queden escritos para lograr que perduren en el tiempo.

-El libro tiene un título fuerte… ¿Por qué “un amor no correspondido”?

-La respuesta está completa en el libro, pero no es una idea que se me ocurrió a mí, yo solo la puse en el título porque es impactante. Surge en la campaña electoral de las elecciones nacionales de 2009, yo estaba haciendo observación etnográfica, fui a un encuentro del Frente Amplio (FA) donde iban a participar las feministas “viejas”. Una de ellas levantó la mano y dijo: “Nosotras, las feministas, tenemos un problema con el FA, tenemos un amor no correspondido, lo queremos mucho más de lo que nos quiere a nosotras”. Lo peor de esta anécdota es la respuesta que recibe de parte de la mesa del FA: “Eso que dijo es verdad, por supuesto que es así, el FA quiere poco a las feministas, pero menos las van a querer afuera”. Una respuesta terrible, de amor asimétrico. 

-¿Por qué elegís la década de los ochenta?

-Es una década que en nuestro país ahora está un poco más estudiada, pero con muchos pendientes. Las miradas son muy ortodoxas. Los ochenta son el momento de la salida de la dictadura y el pasaje a la democracia, la agenda pública estuvo captada por eso, los medios de comunicación y los estudios académicos hicieron mucho hincapié, ¿pero los ochenta son solo eso? Pasan muchísimas más cosas y es una pena que no se haya podido estudiarla más, fue una época súper rica para la discusión de los sentidos de la democracia. En los noventa se cristaliza el concepto de la democracia como un procedimiento, como “elecciones libres y transparentes”, sin embargo, en los ochenta se dan debates sobre igualdad, el feminismo hace una intervención increíble y en el sur se piensa cómo será la vida post dictadura. Salimos del autoritarismo, ¿pero nuestra vida cotidiana va a seguir regida por él? A muchas les paso que sí, porque continuaron con maridos, padres, hijos, hermanos autoritarios, de ahí la consigna: democracia no solo en el país sino también en la casa. Los ochenta tienen un montón de novedades conceptuales y políticas que quedaron opacadas por el problema transicional y quedan pendiente de estudios.

-¿Qué papel jugó la cárcel en la emancipación de las mujeres?

Una de las cosas que trabajo en el libro es que son muy pocas las mujeres que se declaran feministas en aquella época, tienen una fuerza enorme, pero enunciarse de esa forma no fue algo común. Algunas hicieron un proceso de un devenir feminista, pero fueron procesos muy duros, en un sentido de reconocerse feministas y reconocer las opresiones de género, que el castigo que recibían no era únicamente por ser partícipes de un proyecto revolucionario, sino también por haber desobedecido el orden de género. Quienes visualizaron el proceso vieron la dimensión patriarcal de la dictadura, la mayoría no lo conceptualizó de esa manera en aquel momento, pero con el correr de los años lo entendieron mucho más y hoy está más clara la situación del doble castigo. No obstante, de ninguna manera se puede afirmar que la cárcel conduce a un proceso de devenir feminista, sí a una vulnerabilización absoluta hacia la mujer, que puede despertar cierta conciencia del lugar subordinado que ocupaban.

-En el libro se habla de la revolución de las amas de casa incidiendo en la política. ¿Qué significan esos relatos?

-Eso fue súper interesante, son aquellas que están encerradas en el país y hacen una actividad de resistencia. Se conocía poco de la ayuda y la solidaridad a las personas presas a través de la organización de paquetes, vestimenta, las visitas a la cárcel, las cartas, la comida, etcétera. Pero la cola de las visitas estaba compuesta por mujeres, es un dato. Por otro lado, [estaban en] las reuniones, los pasajes de información, la puerta de la escuela, la parroquia. Son las mujeres en lugares muy tradicionales ante el orden de género, pero pasan otras cosas, la frontera de lo público y lo privado se empieza a borronear. A través de una figura supuestamente inofensiva se empieza a tallar una resistencia, con tal sigilo que es imperceptible, muchas veces hasta para sus propios esposos. Las amas de casa se empiezan a juntar, a organizar, a agremiar en organizaciones específicas, se da un proceso de concienciación de las condiciones de participación. 

-Si se compara con los libros sobre feminismo que se encuentran a la venta, el tuyo es muy económico, ¿por qué?

-Sí, es el más económico. Este libro inaugura una colección que se llama Colección feminista Guyunusa, para honrar la memoria de la charrúa que fue llevada al zoológico vivo, sobreviviente de Salsipuedes. Inauguramos esta colección porque creemos que necesitamos una colección feminista de libros uruguayos, casi no hay. Siempre estamos leyendo literatura del norte o porteña, muchas veces leemos nuestro proceso histórico y político desde el otro lado del charco y se da que no son tan semejantes. Este libro recibió una financiación de la fundación Friedrich Ebert Stiftung (FES). La editorial, por su parte, hizo un proceso muy grande y renunció a una buena parte de su ganancia; yo renuncié a los derechos de autor, por lo tanto, todos hicimos un esfuerzo para que el libro tuviera un costo bajo. Los libros de feminismo por lo general andan de 600 pesos para arriba, creemos que tenemos que conocer la lucha feminista, leerla y comprender que los libros son una forma de escribir la historia y hacer memoria. El costo bajo nos permite que las personas compren el libro. La idea es que esto sea una calesita, que parte de lo que queda de este libro pueda financiar el próximo, que se estima sale a final de este año.

-¿Podés dar algún adelanto?

No puedo adelantar, es una reedición de un libro de feminismo uruguayo que está agotado.

-¿Cómo vienen las ventas del libro?

Fue un boom total, no dábamos abasto, la primera edición se agotó enseguida, la segunda se volvió a agotar, nos agarró en enero, cuando las imprentas estaban cerradas o imprimiendo almanaques. La primera edición tuvo 700 ejemplares, la segunda una cifra similar y ahora circula la tercera, para la que se realizaron 1.000 ejemplares. Estamos gestionando el ebook para que lo puedan comprar personas del exterior y también intentando hacer un proyecto de audiolibro para las personas que no pueden leer o que prefieren escucharlo.

Historia de un amor no correspondido fue seleccionado por varios clubes de lectura en los últimos meses. ¿Cómo ves a estas iniciativas?

-Están despegadas, son súper novedosas y hablan de una necesidad de leer, de ganas de restarle tiempo a esta vida que venimos teniendo por la pandemia, de encierro y mucha angustia. La lectura es un refugio, me parece que los clubes de lectura explotaron porque surgieron como compañía. Estos espacios están buenos porque permiten el encuentro de personas, específicamente mujeres, que tal vez no eran parte de un colectivo feminista o de un grupo de lectura, es gente que busca ser parte de un intercambio. Hay un montón de organizaciones feministas, pero a veces son un poco endogámicas, es difícil acercarse cuando hay dinámicas propias y puede existir timidez. Los clubes de lectura atrajeron a una heterogeneidad de personas, lo que está buenísimo, son personas distintas que comparten algunas cosas y a partir de estas instancias se da el intercambio. Permite el acercarse de una forma más sencilla, sin ningún bagaje feminista. 

-¿Qué importancia tiene para la historia del feminismo del país que estos relatos se encuentren plasmados en un libro?

-Que queden escritos. Siempre necesitamos una memoria, sin ella nos quedamos sin pasado y muchas veces si nos quedamos sin pasado nos quedamos sin futuro, necesitamos ancestros para ubicarnos en el mundo. Encontrar un linaje feminista cuando la mediación patriarcal siempre te lo va cortando, es decir, no hay un respaldo, los medios de comunicación no te lo cubren, no hay libros ni archivos. Por la importancia de ese relato [es necesario] viajar al pasado y encontrar a esa abuela política, porque eso me ubica en el presente. Después tiene una funcionalidad política, sirve para liberar la palabra, el libro no solo funcionó muy bien para reconstruir linajes, sino como un libro fuente; dicho por militantes feministas: “Estaba en una discusión y le dije que leyera tu libro, que lo mío no es un invento”. Para argumentar tenemos un libro, es terrible porque implica la idea de la palabra escrita que respalda a mi palabra y por un lado se menosprecia el discurso de la mujer, pero hay un relato que es un soporte. Tenemos que escribir porque las mujeres vivimos y sobrevivimos con la desautorización de esas palabras. 

El proceso de investigación

¿Qué te llevó a elegir este tema de tesis y cómo se convirtió en libro?

-Es mi tesis doctoral, no sé si llegué por casualidad, pero sí por inquietud. Empecé el doctorado en 2012, lejos de la nueva ola feminista, y venía de estudiar la izquierda en los años sesenta, que es mi libro anterior. Después quise trasladarme de época y llegué a los ochenta y el período de la post dictadura. Haciendo los primeros trabajos de campo me encontré no solo con los grupos de izquierda que estaban discutiendo a la propia izquierda, sino también con organizaciones, no solo de derechos humanos -que son las más conocidas-. Más bien eran cooperativas barriales, el movimiento de mujeres y los colectivos feministas, que no habían sido estudiados, no hay ningún estudio específico que antecede esta tesis. Así me encontré con esta parte importante y poco conocida, me adentré a estudiarla durante muchísimos años, casi siete, ya perdí un poco la cuenta. Tuve que hacer un enorme trabajo de campo y de buscar y descubrir archivos. Una vez que había defendido la tesis doctoral en 2019, salvé con “recomendación para publicación”, entonces comencé la búsqueda de editorial y la transformación en libro para que fuera legible por un público no académico.

-¿Cómo fue el proceso de investigación?

-Fue un proceso muy disfrutable que me transformo personalmente, un devenir feminista y sobre todo de enunciarme feminista leyendo a las feministas. Si bien una investigación es un pienso que se hace muy en solitario, sobre todo la escritura de una tesis doctoral es un proceso terrible, estás aislada durante meses, escribiendo con mil ideas en la cabeza y unos pocos que cada tanto leen, pero en solitario. Sin embargo, valga la paradoja, me sentí muy acompañada porque el feminismo de los ochenta implica leer las revistas feministas, trabajar con los archivos y descubrir archivos personales en las casas de las militantes. Yo iba a hacer una entrevista y me decían: “Tengo un montón de archivos, papeles, cartas informes”. Eran cosas que no habían sido publicadas en ningún lugar y eso habla de la memoria feminista, cómo hacemos cosas, las guardamos y luego no hay quien las escriba. Era un proyecto muy interpelante y en lo personal escribir sobre el tema era un deber feminista.

-¿Qué desafío implicaba realizar esta investigación en el marco de la Universidad de la República?

-Era un desafío, yo hice la Licenciatura y la Maestría en Ciencia Política y el doctorado en Ciencias Sociales en Argentina, venía de una formación de grado disciplinar donde se entiende lo político muy atado a las estructuras partidarias. Quería visibilizar justo eso, cómo hay política en otro lugar, cómo el movimiento feminista es un movimiento político. Para la ciencia política más tradicional esto era un sacudón, de hecho, tenemos un área de estudios de género pero todavía faltaban estudios que entendieran a las intervenciones feministas como intervenciones políticas y no anti políticas. Como investigadora fue un desafío enunciarme feminista ante esta pretensión de neutralidad que tiene el paradigma científico cuando se habla de la objetividad. Puedo tener un posicionamiento político-feminista y también hacer una tesis doctoral rigurosa, respaldada en todos los archivos que trabajé, basada en documentos y voces. Yo me pregunto: ¿cómo hacemos ciencia feminista en una ciencia que renuncia a tomar partido?

-¿Cuál era la pregunta central de la tesis?

-Las preguntas se fueron reformulando en el camino y en el proceso de investigación, pero la verdad es que parten de pre nociones que una tiene. Partí de preguntarme en qué medida la cercanía al campo de la izquierda había limitado las intervenciones feministas, en base a una idea de incompatibilidad. Luego pasé a preguntarme sobre la compatibilidad y me puse a investigar sobre qué cosas la izquierda le atribuyó al feminismo. Pero como es un amor no correspondido, el libro trata de qué cosas el feminismo no le pudo proveer a la izquierda. Hay dos ejes. La izquierda continúa siendo muy intolerante a las ideas feministas, mientras el feminismo uruguayo atribuyó mucho y se hizo desde la izquierda. 

FacebookTwitter