Entre la enorme variedad de métodos anticonceptivos femeninos que existen en el mercado están el diafragma, inyectables, parches, preservativos femeninos, implantes y el dispositivo intrauterino (DIU), pero el método de anticoncepción femenina por excelencia es la píldora. Según una encuesta nacional de comportamientos reproductivos realizada por el Fondo de Población de las Naciones Unidas en 2017, alrededor de 43% de las mujeres uruguayas que utilizan métodos anticonceptivos prefieren las pastillas combinadas (progestina y estrógeno), a pesar de sus efectos secundarios. Algunos de ellos son depresión, aumento de peso -debido a la retención de líquido-, aumento de riesgo de trombosis, o aumento de riesgo de desarrollar tumores. Grazzia Rey, docente de Facultad de Medicina de la Universidad de la República especializada en ginecología y obstetricia, explicó a Sala de Redacción que dentro de los efectos secundarios más comunes se encuentran las cefaleas -fuertes dolores de cabeza-, alteraciones o trastornos en el carácter, afectación en la libido y por ello muchas mujeres se cuestionan su uso.

La especialista entiende que “la pastilla combinada es el método con el cual la mujer está segura de lo que está haciendo. Ella toma la pastilla, es la dueña de la decisión de tomarla, no tiene que depender del método de barrera usado por el varón”, y agregó que la pastilla anticonceptiva empodera a las mujeres porque “en parte, es lo más cómodo”. Sabrina Martínez, docente y educadora sexual, dijo a Sala de Redacción que parte de los devenires históricos del movimiento feminista hicieron que en los la década del 60’ del siglo XX la píldora fuera vanguardia y agregó que “ante el acceso y la posibilidad de pensar otros métodos, otros vínculos eróticos y sexuales, ahora también estamos reedificando esas decisiones”.

El DIU compite con las pastillas anticonceptivas en cuanto a efectividad. Rey explicó que este método tiene “una mala propaganda”, lo que lleva a un desconocimiento de su alcance. Al respecto, agregó que todos los métodos, ya sean orales o de barrera, tienen un riesgo de embarazo, pero que cuando el DIU falla es en base a las instancias de control que son necesarias.

Por su parte, el Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología apoya el uso de métodos de larga duración para adolescentes como el implante subdérmico y el DIU como la opción más conveniente, debido a que en esa etapa se presenta un mayor riesgo de embarazo no deseado y los efectos secundarios de ambos métodos son muy bajos. “Los anticonceptivos reversibles de acción prolongada tienen mayor eficacia, tasas de continuación y satisfacción más elevadas en comparación con los anticonceptivos de acción corta entre las adolescentes que eligen usarlos”, señaló Rey. De todas formas, aclaró que “la entrevista con la paciente tiene que basarse en lo que ella quiere y conoce, y asesorarla de la mejor manera posible en lo que no conoce”.

¿Una cuestión de género?

Entre hormonales, no hormonales, permanentes o naturales existen entre 15 y 20 métodos anticonceptivos femeninos, pero la realidad para los hombres es muy diferente. El preservativo, la vasectomía y las inyecciones de bloqueo -aún no disponibles en Uruguay- son las opciones que existen en el mercado para los varones hasta el momento. “Creo que los laboratorios no invierten en algo que los hombres no consumirían”, declaró la ginecóloga en referencia a creación de pastillas anticonceptivas masculinas. 

Adam Watkins, profesor de biología reproductiva de la Universidad de Nottingham, expresó a BBC Mundo que las farmacéuticas “no sienten la necesidad” de invertir en una pastilla anticonceptiva masculina debido a que consideran que la pastilla femenina funciona “muy bien y de manera muy efectiva”. Acerca de esto, Rey opinó que “no se investiga porque se sabe o porque se intuye que, por la historia del machismo de años de evolución, el hombre no se va a hacer cargo de utilizar métodos hormonales para la anticoncepción”.

Acerca de la influencia del movimiento feminista a la hora de elegir un método anticonceptivo, Martínez expresó que, si bien es un movimiento muy heterogéneo y contempla muchas perspectivas distintas, las mujeres feministas son propensas a cuestionar y repensar muchas de las prácticas que llevan adelante. La educadora sexual comentó que la idea de la maternidad obligada está “siempre como un fantasma en la cabeza” y lleva a que el sistema de salud ponga en agenda temas de anticoncepción incluso antes de que haya relaciones sexuales coitales. “Esto no entra en las agendas institucionales de atención a la masculinidad”, contrastó.

A su vez, manifestó que muchas mujeres experimentan niveles de sexualidad y erotismo desconocidos luego de abandonar la ingesta de hormonas sintéticas. Al repsecto, criticó que esto siempre estuvo presente pero “oculto bajo el control, donde lo central es la sexualidad de las hembras, que es el control de la reproducción y no el derecho al placer”. Martínez aclaró que el problema no se centra en elegir un método que no oprima a las mujeres, sino que “tiene que ver con las estrategias sanitarias y la falta de educación sexual integral” para que mujeres y varones trans puedan ser entendidos como “sujetos autónomos con derecho a decisión plena sobre su cuerpo, en base a la evidencia científica”. 

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