Las calles del barrio montevideano Peñarol fueron el escenario de los primeros juegos y entonadas de Gerardo Dorado, más conocido como El Alemán. Músico, compositor y cantante uruguayo que, si bien de niño no estudió música, entre juegos ya sentía la pasión por ella.

-¿Por qué El Alemán como seudónimo?

-Mis abuelos, que son alemanes, vivieron también en Peñarol y nosotros crecimos ahí, para el barrio éramos todos “los alemanes”. Tengo cuatro hermanas mayores y a ellas les decían “las alemanas”; son altas y medio rubias, y yo era el alemancito. Además, tengo el mismo nombre que mi padre, entonces, para diferenciar me empezaron a llamar más por el apodo, y quedó así: El Alemán.

¿Cuándo empezaste a cantar?

-En el barrio hicimos una murga para participar del corso vecinal, se llamó “Tiranos Temblad”. Más o menos yo tenía 15 años y esa fue la primera vez. Después me llamaron de La Peñarola, que es la murga de mi barrio, y participamos del concurso de carnaval. A los 17 años me fui para Falta y Resto, donde estuve dos años; después, en 2001, me convocaron de Los Fatales.

-¿Qué diferencias hay entre la música tropical, en una banda como Los Fatales, y la música popular?

-Para mí no hay tanta diferencia, puede ser que difiera en lo que se dice en una y otra, pero yo aprendí muchísimo de la música tropical y de Los Fatales. Había un montón de músicos salados ahí, y yo iba con el preconcepto de que en la música tropical había menos músicos, o que era de menor calidad. Me pasaba que cuando íbamos de gira, por ejemplo, los músicos que tocaban los vientos se levantaban de mañana a estudiar, agarraban las partituras y le daban, había mucho compromiso.

¿Aún existe ese prejuicio sobre la música tropical?

-Sí, claro. Siempre hay alguien que te mira por encima para señalarte y decirte que lo que vos estás haciendo no está tan bueno o no es tan profesional. En todos los géneros hay buenas y malas músicas, y buenos y malos músicos. Es difícil juzgar a la persona que creció en un ambiente en el que la música que siempre lo rodeó es esa, y la siente como algo que realmente es su influencia. Uno no puede pararse desde un lugar y decir que eso no vale.

¿Qué representa el carnaval para vos?

-Aunque el carnaval va cambiando, el espíritu siempre está, se va enriqueciendo. Este año, cuando fui a ver a Metele que son Pasteles al Teatro de Verano, en un momento -en el cuplé Vamos a la Plaza– toda la gente se pone de pie, en apoyo a lo que dice el cuplé. La gente se levanta a defender esas cosas como cultura popular bien arraigada, bien nuestra. Cuando vos tenés un contingente de personas que están tan mimetizadas y están defendiendo una forma de cultura, me parece que está yendo por buen camino. Eso fue lo que yo me llevé este año del carnaval. El carnaval está más vivo que nunca y estos momentos políticos son fundamentales en la murga.

En los últimos años no fuiste voz en ninguna murga, ¿por qué?

-El último año en que salí fue 2016, después ensayé en 2017 con Don Timoteo, pero en diciembre decidí bajarme porque estaba un poco agotado de eso y no estaba tan comprometido con la propuesta. Cada vez que va a arrancar carnaval uno tiene en cuenta que está haciendo su camino con la banda [con la que canta como solista]. Para nosotros es muy importante estar tocando y haciendo cosas en verano y el carnaval te consume prácticamente todo el tiempo. Si salís en carnaval es muy difícil hacer otras cosas, porque dejás a la gente tirada y para mi no está bueno comprometerse con un proyecto y después irse porque tenés que ir a tocar. Últimamente tenía la necesidad de salir en alguna murga “autogestionada”, por decirlo de alguna manera. Me parece que es lo que me estaba llamando más la atención y tengo ganas de hacerlo, pero no creo que sea para el próximo carnaval, por todo lo que está pasando ahora [con la emergencia sanitaria y las medidas de distanciamiento físico]. Con la banda no estamos tocando y eso hizo que nos atrasemos bastante. Estábamos tocando mucho los fines de semana y van a quedar pocos meses en el año para eso, y creo que tenemos que darle prioridad.

-Tus canciones tienen mucha crítica social y carga ideológica. ¿Para vos cantar es una manera de militar?

-Había un cuplé de La Mojigata que decía: “¿Es una forma de militancia cantar?”, y un personaje le respondía: “Militar es ir y fumarte una reunión de cuatro horas”. No sé si la palabra es militancia, capaz un poco, porque cuando me llaman para ir a tocar a un acto político o de alguna organización social voy a tocar de onda, y lleva tiempo ir hasta ahí. Pero capaz no es comparable con esas personas que armaron todo ese acto, que organizaron toda la movida o la gente que organiza espacios sociales, porque uno simplemente va y canta. Pero, de última, lo que estás haciendo es trabajar sin recibir remuneración, capaz eso sí tiene algo de militancia, porque aportó trabajo y tiempo.

-¿Tomar posición política o social como artista genera cierta responsabilidad?

-Sí, genera, pero también la genera no tomarla. Si no tomás una posición, igual la estás tomando. Si uno critica el funcionamiento de este sistema, lo que está haciendo es observar alrededor y decir: estamos viviendo en una sociedad que es construida y que podemos romper, transformar o reconstruir. Pero cuando uno simplemente canta que todo está bien, de última estás tomando una posición, sin querer. De las cosas que me inquietan he opinado, tal vez no sobre otras que no tanto. Todos tenemos cierta responsabilidad como adultos, pero es cierto que es mayor para los que estamos más expuestos.

-También tenés varias canciones dedicadas al fútbol, ¿qué significa ese deporte para vos?

-El fútbol, al igual que algún otro tema que toco en las canciones, tiene que ver con mi infancia. Es un deporte que es un juego, pero por todo lo que implica a veces también parece una actividad artística. El fútbol forma parte de nuestra historia, o al menos de la mía, de la gente de mi barrio, yo escribo sobre lo que tiene que ver con eso. El problema que engloba es que, como siempre, el mercado se mete en todo y en el fútbol se ha metido muchísimo. Mucha gente, y a veces con razón, dice que el fútbol es el opio de los pueblos, que las masas quedan adormecidas. Yo creo que el mercado siempre se mete y tienen que aparecer propuestas diferentes que vayan en contra de eso. Hay muchas propuestas vinculadas al fútbol que buscan otro pie. Por ejemplo, la gente de Villa Española utiliza esa herramienta para otras cosas: entran con pancartas, ahora están haciendo ollas populares. La misma persona que ves los fines de semana porque te gusta, además se compromete socialmente, es la responsabilidad de la que hablábamos antes. Al futbolista no se le reclama tanto, solo que corra atras de la pelotita y ya está, y debería ser mucho más que eso. Hay un montón de gente que hace cosas bárbaras dentro del fútbol y, en cierta medida, cuando hicimos Maestro quisimos reflejar eso, que hay jugadores y personas que también se preocupan por otras cosas y aportan desde otro lugar. 

Gerardo Dorado, “El Alemán”. Foto: página de Facebook de El Alemán.

-¿Cómo es el proceso de creación de una canción?

-He tenido alguna de esas inquietudes que uno palpa o ve caminando por la calle, ve que está sucediendo algo en el día a día, y también son sacadas de la reflexión de clases con algún profesor o profesora de esos que inspiran, que te cambian con un concepto. A veces con esos conceptos te bajan a la realidad algunas ideas trascendentes y de otros pensadores. Lo que uno hace es, justamente, un análisis sobre la realidad. Por ejemplo, Yo me la gané trabajando, una de mis canciones, nace a partir de un pegotin que vi en un auto con esa frase mientras caminaba por la calle. Además, era un auto que no era tan maravilloso ni digno de envidiar. Ahí me puse a pensar en eso, en cuando uno toma esa posición de pensar que alguien te va a estar envidiando y estar cuidándote de eso. ¿Qué pasará por esa cabeza?, ¿esa persona realmente está creída de la meritocracia, de que todo eso existe, de que todos partimos de la misma base? Como yo me la gané trabajando, vos deberías hacer lo mismo, como si fuera para todos lo mismo, las mismas condiciones. De un pegotin derivó en que uno tenga una conversación interna sobre esa concepción de la vida y terminó siendo canción.

-Durante la pandemia has cantado en vivo en las redes sociales, ¿cómo es cantar a través de una pantalla y qué diferencia tiene con cantar cara a cara?

-Hay una diferencia total, esto de tocar en vivo pero a través de una pantalla lo he hecho también en las clases, cuando cantamos o en los coros, porque así es ahora. Pero es una sensación un poco extraña. Eso de cantar en el vivo de las redes fue más extraño todavía, porque veía que había un montón de gente viendo, pero no lo sentís, porque estás en tu casa que es chiquita. Sin embargo, la cantidad de gente viendo y los mensajes que iban apareciendo estaban buenísimos, algo que cuando cantás cara a cara no sucede, no te están diciendo cosas mientras estás cantando. Hay como un acercamiento, pero a la vez no, es raro. También es difícil, porque no entiendo cómo funciona el cerebro para poder coordinar lo que cantás y estar pensando en las notas y en las letras a la vez. También pasa con la guitarra, rítmicamente y a nivel de armonía, y a la vez estar pensando en otra cosa, leyendo los mensajes que envían, entonces decis: ¡pa’, que salada la cabeza humana!

-¿Cómo te adaptaste al distanciamiento social? ¿Surgen otras propuestas para trabajar desde casa?

-A nivel de canto no, no hay ninguna propuesta para trabajar. Yo estoy trabajando desde casa dando clases, tengo grupos de liceos y también tengo un coro. Tengo un grupo de ensamble musical con el cual me comunico vía Zoom, pero no a nivel de actuación. Todo lo de las redes es de onda, no hay ingresos por ese lado. Está bueno, de todos modos, porque el colectivo de artistas está haciendo un montón de cosas para que la gente se entretenga y para estar ahí. Yo tengo que laburar de esto otro, tengo esa suerte, hay un montón de colegas que están más complicados, porque su salida laboral que era semanal no está funcionando y se les está complicando.

-¿Tenían muchas fechas programadas para este año que se vieron afectadas?

-¡Ni me digas! Teníamos el MPU [concierto de Música Popular Uruguaya] programado y se suspendió. Lo otro que teníamos era en agosto, una presentación nuestra en el Solís. 

-Hace unas semanas con la banda sacaron el tema Cumbia pa’ quedarse en casa. ¿Cómo nació la idea, y cómo lo hicieron?

-Han salido un montón de esas propuestas de canciones y videos hechos cada uno desde su lugar. En este caso, la canción nace por toda esta inquietud de lo que está pasando y por la manera en que se va encarando. Cada uno lo grabó desde su casa, esa era la idea y el mensaje que se quería dar. Rodrigo [Galván], que es el bajista de la banda, hizo toda la edición del video.

-Recién dijiste que estás trabajando dando clases, ¿cuándo empezaste a desempeñarte en el rol de docente?

-Lo primero que hice fue un taller en un sexto de escuela al que me llevó una maestra que se llama Sandra Gonzáles. Ella me acompañó un montón en mi vida y fue la que después me llevó a trabajar en otros lugares, como [el Programa] Aulas Comunitarias. Así, como quién dice, me llevó por la carrera de la docencia. Era maestra de escuela en el barrio Peñarol, yo tenía 17 años, una cosa así. Armé un taller en ese sexto y me encantó, y después no pude parar de hacer cosas vinculadas a la educación. Ya de grande empecé a estudiar la carrera, yo había dejado el liceo, así que tuve que retomarlo y cuando terminé empecé a hacer en el Instituto de Profesores Artigas el profesorado en música. Lo arranqué en 2008, por ahí, yo seguía trabajando como tallerista en diferentes lugares y luego empecé a trabajar como docente en instituciones privadas, así que ese ha sido mi camino y sigo en eso.

-¿Qué consejos le darías a uno de tus alumnos que se quiere dedicar a la música?

-Como artista es difícil dedicarte solo a la música, yo, por ejemplo, laburo de otras cosas, por suerte vinculadas a la música, pero gracias a eso hoy estoy laburando. Hay que tener cuidado en lo que uno dice, yo no puedo vender espejitos de colores. Lo principal es que hay disciplinas que tienen dos grados de satisfacción, uno es la disciplina en sí y el otro es la exposición que aporta. En la música hay un poco de exposición, porque cada vez que hacés una cosa es para mostrarla, pero hay ciertas disciplinas que pueden llegar a gustarte por la exposición que tienen, y no tanto por la disciplina en sí. Hay que hacer conciencia realmente sobre cuánto te gusta de la disciplina y cuánto te gusta de la exposición. Las dos cosas tienen que estar jugando ahí y ver lo que realmente te moviliza a hacer algo.

-¿Cuánto hay de disciplina y de exposición en tu caso? 

-[Se ríe] A mí esta disciplina me encanta. Cuando era chico lo hacía en el barrio desesperadamente por nosotros, nos grabábamos arriba de cassettes, hacíamos esas cosas y estábamos todo el día con eso, era amor. En 2015, por ejemplo, tuve que elegir entre ir a un viaje a Brasil con el cuadro de fútbol en el que jugaba, Sudamérica, o quedarme a dar la prueba de admisión de carnaval con la murga de mi barrio, y me quede a dar la prueba de admisión. Yo amo lo que hago, pero también me gusta la exposición, por supuesto, a todos y todas nos gusta que nos reconozcan por lo que hacemos y nos digan que está bueno.

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