El Ballet Nacional del Sodre (BSN) estrenó “El hilo rojo”, su primera obra inclusiva en el arranque del festival “Sin límites” con funciones en las salas Nelly Goitiño, Adela Reta y Hugo Balzo. Entre los bailarines, que fueron seleccionados en una audición en noviembre de 2021, se encuentra una persona no vidente, una persona con síndrome de Down, un chico con una malformación en uno de sus brazos y una persona con dislexia; todos ellos interactúan con cinco integrantes del elenco estable del BNS.

Es la primera experiencia de estas características en Uruguay, por eso, para montar “El hilo rojo” se convocó a la coreógrafa española Ingrid Molinos, directora artística de Amici Dance Theatre Company, una compañía británica integrada por artistas con discapacidades.

La maestra Lorena Fernández, parte del BNS y asistente de la coreógrafa invitada, fue quien sugirió a la directora del BNS, María Noel Riccetto, que eligiera a Molinos para esta tarea, por su vasta experiencia en el área. Fernández había comenzado en el Sodre bajo la dirección de Julio Bocca, “sobrevivió” -comentó a Sala de Redacción– al período de Igor Yebra y ahora continúa formando parte del equipo artístico junto a Riccetto. Su rol es muy parecido al del técnico de fútbol, compara: “todos los días estás ahí, y cuando mueven a otra gente te dejan allí porque ya conocés al grupo y sabés medir los resultados”.

¿Pero cómo supo del trabajo de Molinos? Fernández es española y la delata el acento que no perdió en sus nueve años viviendo en Montevideo. “Ingrid [Molinos] es catalana pero vive desde hace 25 años en Londres. Cuando la conocí, yo trabajaba en el departamento educativo del Royal Ballet. Ella ya llevaba adelante la compañía joven del Amici Dance Theatre Company”, explicó.

“Viaje creativo”

Sobre el proceso de montar una obra de estas características, reveló que se trata de “un viaje creativo” en el que la coreógrafa “manda a los bailarines tareas creativas y todo forma parte de un proceso en el que hay mucha interacción social”, ya que lo más importante es “generar vínculos entre los participantes”. “Los bailarines del BNS pueden interactuar entre ellos en el camarín, por ejemplo, pero acá lo hacemos desde el primer día, para crear un ambiente con ganas y muy positivo, así la coreógrafa puede ver qué trae cada uno y qué tienen para decir con el movimiento”, subrayó.

Según Fernández, más allá de las diferencias técnicas que están marcadas por las discapacidades o no, la verdadera falla “está en el sistema social que no ofrece programas profesionales de formación para gente discapacitada en áreas artísticas”. La maestra explicó que “los programas educativos no son inclusivos” y que “la discapacidad no es el verdadero problema: el problema es que no puedan utilizar todas las herramientas que podrían tener con una educación de formación profesional”, opinó. Debido a esto en el marco del festival “Sin límites”, que se desarrolla del lunes 18 al domingo 24 de abril, se ofrecen charlas gratuitas para abordar estas temáticas.

Sobre la obra, consideró que “es muy abstracta. No es una historia como cualquier ballet al que estamos acostumbrados porque fue creada a través de tareas en grupo, procesos creativos y la exploración que ha ido sacando el material de sus propios protagonistas para que sean parte del espectáculo”.

Una de las cosas más llamativas es que las personas con discapacidades, según observó durante los ensayos, “están más dispuestas a liberar su parte creativa” en comparación con los bailarines clásicos que están “más acostumbrados a que les digan lo que tienen que hacer”.

Fernández espera que esta experiencia marque un antes y un después en Uruguay y que se concrete la idea de llevar la obra de gira por el interior del país. “Esperamos que la gente que haya venido a verla se haya sentido movilizada como para creer que esto vale la pena”, concluyó.

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