En un rincón de la oficina de Ombijam, a pasos de la avenida 18 de Julio, hay un pizarrón de marcos rojos en el que se leen tres preguntas escritas con marcador azul: “¿cómo puedo ser útil hoy?”, “¿qué puedo hacer por ti?”, “¿qué (puedes / quieres) hacer tú?”. Al salir de ese rincón y atravesar brevemente la cocina, en el área principal de la oficina, Pamela Martínez, fundadora de esta organización sin fines de lucro, relató a Sala de Redacción que le llegó, después de más de año y medio de lucha, una primera comunicación de parte del gobierno. “Lo veo como algo positivo y que surge de manifestarnos”, dijo. Ombijam comenzó a funcionar en 2014 con un programa llamado Yoga y valores en cárceles. En un principio, aunque tuvo gran acogida por parte de la Unidad N°6, no tenían mucha expectativa de que funcionara. Contra todo pronóstico resultó, y hasta principios del año pasado tuvieron talleres de manera ininterrumpida.

Primero les pararon la construcción de la escuela y un año después, cuando pensaban que podían volver a la unidad con el programa de yoga, les dijeron “no, no, ustedes no entran más”. El miércoles 3 de noviembre realizaron una movilización frente a Torre Ejecutiva pidiendo explicaciones. “Yo creo que está bueno que de a poco cada persona que forma parte de Ombijam está animándose a hablar”, dijo Martínez.

El primer paso había sido limpiar el baldío. Se armaron cuadrillas de personas privadas de libertad que creen en el proyecto y se dispuso de maquinaria. Algunos emprendimientos próximos a la zona se mudaron para contar con todo el terreno. Después: excavar. Hacer estudio de suelo. Rellenar. Nivelar. Y cuando estaba todo pronto para construir la Escuela de Educación Emocional, no se pudo. O mejor dicho, no los dejaron.

A mediados de octubre, compartieron por redes un comunicado con una serie de puntos sobre la situación que atraviesa la organización desde principios de 2020: “cada vez que solicitamos una explicación, la respuesta es ‘la orden viene de arriba’ o un vacío total”. El “de arriba” es Santiago González, actual director del departamento de Convivencia y Seguridad del Ministerio del Interior. Los puntos del comunicado abarcaban desde el bloqueo de tres convenios -uno con el Ministerio del Interior, uno con Sembrando y el tercero con la Dirección Nacional de Apoyo al Liberado (Dinali)-, la prohibición del ingreso a la Unidad N°6, la interrupción de la construcción de la Escuela de Educación Emocional -que cuenta con una inversión privada de más de 100 mil dólares- y la petición a privados de libertad de no usar el nombre de la organización. También hubo personas del equipo que fueron contactadas por Santiago González a las que pidió que dejaran de trabajar en Ombijam para colaborar directamente con él.

González declaró a Caras y Caretas que Martínez fue contratada en la administración anterior como cabo y como aspiraba a un cargo mayor, se sintió molesta con las autoridades anteriores. Además, manifestó que se detectó la venta de bolsas de portland y tablas de encofrado que habían sido donadas para las tareas de la organización en la Unidad N°6, por lo que comenzó una investigación que, en este momento, está en sumario; el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) elevó los antecedentes a la Justicia y se está llevando adelante una denuncia penal. Sin embargo, cuando Sala de Redacción intentó comunicarse con el director, no obtuvo respuesta.

Convivir conviviendo

El proyecto de Ombijam trabaja en el escenario de privación de libertad pero también acompaña a los individuos una vez que salen. La organización se focaliza en dos áreas que consideran fundamentales: por un lado, las clases de yoga y educación emocional, y por otro, un abordaje integral para quienes son liberados y sus familias. El acompañamiento, una vez fuera, incluye una serie de actividades.

Lo primero es una entrevista. Allí se explica la metodología de trabajo y se evalúa la situación particular de cada persona. “No es que llegás, tomá, leete esto y lo tenés que cumplir”, contó la fundadora, sino que se ve si tiene dónde quedarse, si tiene familia, si estudia, “tenés que ver muchos detalles que te van hablando de la persona”. A partir de la entrevista, trabajan en base a un círculo abierto, en el que pueden irse incorporando nuevos elementos. En tema adicciones, tienen desde talleres hasta operadores terapéuticos, gracias a un convenio con el instituto Ser Libre. Hay atención psicológica, herramientas de orientación, becas de estudio. También tienen un convenio con la Red de Alimentos Compartidos (Redalco); todos los lunes un grupo de personas va a trabajar ahí y se llevan frutas y verduras ese día para sus hogares. La parte de recreación, al igual que el taller de costura y una rueda de lectura y cine consciente, han tenido que frenar por la covid-19, pero se cuenta con entradas para ir al cine, convenios con restaurantes y con Agencia Central. “Hacemos picnics. Todo eso es en familia”, dijo Martínez, y agregó que “esas cosas están buenísimas porque te enseñan a convivir conviviendo”.

También se pone el foco en el bienestar integral, relacionado a temas de salud y a los síntomas físicos, mentales, emocionales. El banco laboral es por lo que la mayoría de personas se acerca a la organización, pero no todas; hay gente que aunque ya trabaja, igual se suma. También hay tutorías empresariales, que se utilizan en caso de que una persona quede en situación de calle, y se están extendiendo a internaciones por temas de adicción. Integraron, en el último año, asesoramiento jurídico, que no va más allá de lo básico: asesorar a la persona cuando se acerca con determinada problemática, a dónde ir, con quién hablar. Por último, Ombijam adoptó como tarea sensibilizar a la comunidad. “Salimos, hablamos, golpeamos puertas. Estamos dónde se nos convoque”, dijo la fundadora.

Antes de levantar paredes

La idea de la escuela comenzó hace unos cinco años y “los que crearon esto fueron las propias personas privadas de libertad”, dijo Martínez. Consiguieron una inversión privada de más de 100.000 dólares que les costó cinco años de lucha constante, de convencer a los actores de la sociedad de la importancia de esta escuela dentro de la cárcel. “Todo el mundo me preguntaba: ‘¿por qué hacerla en la cárcel?’, y para mí era muy importante que se hiciera dentro. Yo conocí, en estos siete años de trabajo, a muchas personas que quieren cambiar su vida y no tienen las herramientas”, contó la fundadora. 

En conversación con reduy.net, Martínez sostuvo que en ese mismo predio al principio pusieron un basurero: “ese fue el mensaje que nos dieron a todos en la unidad, de lo que valía ese proyecto por lo menos para este jerarca”, y agregó que actualmente lo que hay es un gallinero, “el plan de dignidad que lleva adelante Santiago González: puso un gallinero”.

“La Escuela de Educación Emocional tenía como cometido trabajar la frustración, la bronca; cuánta violencia y cuánto maltrato se podría evitar con educación emocional”, reflexionó Martínez. La currícula, de diez materias en total, estaba pensada para generar y dar herramientas que sirvan como base “para salir a la vida”. “Esto fue algo muy pensado”, dijo Martínez. A través de asignaturas como “gestión emocional” se buscaba enseñar desde el amor propio, la autoestima, el cuidado. También se incluían materias como “Restauración y mediación” para la resolución de conflictos, “Huertas orgánicas, impacto ambiental y nutrición”, “Emprendedurismo”, “Adicciones y hábitos saludables”, “Vida y anatomía”, “Estereotipos culturales y roles” y “Expresión artística”, un conglomerado de actividades que engloba danza, literatura, música, pintura. “Yoga y meditación” era la materia que continuaba el programa que llevan a cabo desde hace siete años. “Es muy difícil que si la persona se sigue lastimando pueda comprender que está mal lastimar a otra persona”, expresó Martínez. La última materia iba a ser un juego con la comunidad en el que todos y todas votarían cuál era la materia que les parecía que estaba faltándole a la escuela.

A quienes cumplieran con toda la currícula se les iba a dar una diplomatura en Pacificador social, y más adelante la organización se encargaría de que fueran contratados de forma paga en sus barrios para que transmitieran el aprendizaje. “Empezamos a darle la vuelta al paradigma: de la cárcel, empezaba a salir la solución”, explicó.

Estaban muy enamorados del proyecto, de “toda esa vida” que iba a entrar a la cárcel a través de una escuela construida de cero y no un galpón “al que le damos una lavada de cara”, pero que después se derrumbó poco a poco. “Muchos creen que el cambio comienza cuando salen; yo les digo que el cambio comienza ahí adentro. Darle herramientas a las personas es algo que nos sirve a todos, para que salgan desistiendo del delito y siendo mejores personas. La gente me dice ‘ah, pero vos estás volada, vos lo que querés es una utopía’. Yo lo estoy viviendo. Muchos de los que salen de la cárcel y continúan con el programa hoy están haciendo obras en su hogar, barrio o trabajo; no era una utopía”, concluyó.

Sugerencias

Federico González, mejor conocido como Kung Fu Ombijam, tuvo su propia experiencia con la organización y contó a Sala de Redacción que a pesar de los prejuicios que tuvo en un principio, terminó por encantarle el espacio y esperaba cada semana a Pamela Martínez para hacer yoga. “Pamela descubrió que me gustaba mucho el rap, el hip hop, un par de veces me escuchó rapeando y decidió buscar a un productor musical”, contó Kung Fu Ombijam. Así comenzó su vínculo profesional con la música.

Explicó también que el programa le modificó “muchísimo”, que lo ayudó a conocer “lo natural dentro y fuera” y a conocer las cosas por la tranquilidad y el amor “y no tanto por la ansiedad y la violencia”.

“A mí me sugiere Santiago González que le saque el Ombijam a Kung Fu”, dijo. “Me lo sugirió como también me sugirió que me sacara el buzo de Nada Crece a la Sombra”.

La importancia de la organización para Kung Fu Ombijam radica en que “te hacen valorar desde lo más natural, te hacen conocer cómo vos sos tu propio control. Encontrar un lugar donde se exprese el amor no es cualquier cosa, dentro de una cárcel un espacio así es increíble”.

FacebookTwitter