Hipódromo de Maroñas en Montevideo, 2007. AFP PHOTO / Pablo PORCIUNCULA

En 1997 el Hipódromo Nacional de Maroñas de Montevideo debió de cerrar sus puertas por cuestiones económicas. En el año 2001 el poder ejecutivo puso en marcha un proceso licitatorio para la adjudicación, refacción y puesta en marcha del mismo. La concesión de Maroñas por 30 años, implicaba la apertura de cinco centros de entretenimiento, con salas de slots y servicio de gastronomía. En el año 2002 el estado uruguayo otorgó la concesión del hipódromo a Hípica Rioplatentese del Uruguay S.A. (HRU), sociedad que es integrada por Sociedad Argentina de Medios S.A. (del grupo SLI) y por Codere Argentina S.A. (del grupo Codere). Maroñas recibe aproximadamente 3 millones de pesos los sábados y 6 millones de pesos los domingos por apuestas de todo el país. Por lo tanto, se reciben aproximadamente 36 millones de pesos mensuales sólo en apuestas, o sea 432 millones anuales. El 60% de lo que se recibe un fin de semana ($ 5.400.000) es destinado a pagar las jugadas que realizaron los apostadores en todo el país, mientras que los restantes $ 3.600.00 son ingresos para el hipódromo. HRU no obtiene ningún tipo de lucro, ya que el dinero que ingresa es inferior al que se necesita para cubrir todos los gastos del hipódromo. Como negocio, las carreras dan pérdida. Entonces ¿dónde está el beneficio? En las salas de slots y los demás juegos del casino, además de la ganancia del servicio gastronómico de cada centro.
Pero también hay otra cantidad de dinero que circula en torno a las carreras de caballos, que se encuentra fuera de la órbita y del control de HRU y de la Dirección de Casinos del Estado: el de las apuestas clandestinas. Para jugar de esta manera ni siquiera es necesario estar en el circuito o tener dinero consigo, uno puede estar mirando las carreras por televisión tranquilamente en su casa; es más, si bien las carreras son en Montevideo, también se apuesta clandestinamente en todo el país. “Muchas veces [los clandestinos] están allí adentro, y uno los conoce, pero no hay pruebas para sacarlos. Estos tipos de apuestas siempre existieron y van a existir”, aunque si se los sorprenden in fraganti pueden ir presos, cosa que alguna vez ha sucedido, según comentó un apostador habitual. “Ni siquiera vas con plata, le decís: jugame tanto a éste, tanto al otro, y así se van manejando”. Para entrar en estas apuestas es necesario encontrar  a alguien de confianza, y en caso de perder, pagar lo más pronto posible para ganar  credibilidad y de a poco integrarse a la red. ¿Cuál es la gracia? si el boleto de un caballo vale $200, uno lo juega a $170. Si pierde, pierde $170, y si gana, gana $200.
Ese dinero no entra dentro de la pizarra de las apuestas oficiales, por lo tanto el dividendo del caballo no baja: cuanto más apuestas recibe un caballo menos va a ser lo que paga por peso apostado. Generalmente este tipo de apuestas no son de poco monto. “Mirá que muchos son tipos ricos y que la mayoría de las veces están sentados en el hipódromo. Apuestan de a $100.000 pesos por carrera”, agregó el apostador. Como forma de combatir esta modalidad, HRU estableció un sistema llamado “jugador sostenido”, modalidad de juego que tiene un límite de apuestas. El jugador especifica que desea jugar de esta manera y entonces la apuesta no aparece en pantalla, por lo tanto el dividendo del caballo no baja y el animal no figura como un competidor que haya recibido una gran cantidad de apuestas, por ende, que pueda tener alguna chance de ganar. Consultado por Sala de Redacción, uno de los representantes de agencias hípicas sostuvo que “es una realidad con la que hay que vivir y lamentablemente no podemos hacer nada”, dejando entrever la corrupción que existe dentro del turf.
Federico Correa
 

FacebookTwitter