CON NOVEDAD EN EL FRENTE
Tres disparos se escucharon en el Café du Croissant de París. Raoul Villain tenía el arma en la mano. El político socialista Jean Jaurés cayó abatido. Era el 31 de julio de 1914 y eran las 9.30 de la noche. Así se ponía fin a un importante esfuerzo por evitar la guerra. Jaurés, líder del socialismo y del pacifismo francés, venía luchando desde hacía años contra la rivalidad franco-alemana, se oponíaa al servicio militar, y fomentaba la huelga general en caso de guerra. Eso le valió el odio de los nacionalistas que estaban a favor de un conflicto armado por defender su patria. Uno de ellos fue su asesino.
Tres días antes, Austria-Hungría había comenzado su invasión a Serbia, dando inicio a lo que tanto temía Jaurés: la Primera Guerra Mundial. Si bien el motivo de esta invasión fue un hecho concreto (el asesinato en Serbia del archiduque Francisco Fernando, heredero de la corona del imperio Austro-Húngaro), las causas del primer conflicto bélico a nivel mundial fueron muchas y complejas.
La expansión imperialista del siglo XIX fue, sin dudas, una de las más importantes. En 1914, seis potencias dominaban casi una cuarta parte de los países del mundo como colonias. Era una expansión “necesaria” debido a la enorme superproducción de estos países tras la segunda revolución industrial. Pero también tenía motivos políticos (aumentar el poder en relación a las demás potencias) e ideológicos (auge del nacionalismo, vinculado, a su vez, a la idea de imperio y de patriotismo), entre otros. Países como Gran Bretaña, Francia y Alemania, ya eran potencias capitalistas industrializadas, pero el resto de los países europeos aún basaban su economía en la agricultura y la ganadería y se encontraban separados no solo por las malas comunicaciones de la época, sino también por las diferentes lenguas, culturas y religiones. Todo esto generaba rivalidades políticas, territoriales y económicas, lo cual dividía a Europa en dos bloques: la Alemania recientemente unificada, aliada de Austria-Hungría y de Italia (“Potencias Centrales”), y a su vez rivales de Francia y Rusia, a quienes luego se sumaría Gran Bretaña (los “Aliados”).
Fue así que el asesinato del archiduque austríaco fue la chispa que encendió la guerra. Lo que parecía ser un conflicto nacionalista entre Serbia y Austria se transformó en una guerra que involucró a más de un continente. Durante los primeros días hubo manifestaciones en las calles de las principales ciudades europeas que festejaban el comienzo de la guerra. Ante la invasión austríaca, los serbios pidieron ayuda a sus aliados rusos, lo cual motivó que Alemania le declarara la guerra, a Rusia y a Francia a la vez, dando inicio al conflicto de características mundiales y marcando la que sería su fisonomía: una guerra de dos frentes, occidental y oriental. Luego se incorporaron Bélgica, Turquía, Bulgaria, Grecia, Rumania, Portugal, Japón, y Estados Unidos, que entró en la guerra en el último año, y cuya intervención fue decisiva para la victoria de los “Aliados”.
La novedad. Nunca antes la humanidad había sufrido un conflicto bélico de alcance prácticamente mundial. Aquellos que aplaudieron en las calles el comienzo de las hostilidades no imaginaaron que la guerra se extendería cuatro años, y que se cobraría alrededor de diez millones de muertos y veinte millones de heridos. Si bien el mundo ya había conocido otras guerras durante el siglo XIX, éstas se habían producido entre las potencias y sus colonias, por lo que ésta era la primera vez que se enfrentaban las potencias entre sí, y que usaban todo su poderío para destruirse mutuamente.
Fue una guerra caracterizada por el uso de trincheras, que los soldados cavaban en la tierra a lo largo de cientos de kilómetros para protegerse, y donde vivían en condiciones infrahumanas. Una vez que se producía un bombardeo incesante para “ablandar” al enemigo, lossoldados saltaban las trincheras y entraban en la “tierra de nadie”, donde se hundían en el barro, entre alambres y cadáveres, y donde sabían que probablemente, encontrarían la muerte. También luchaban contra armas desconocidas hasta entonces como los gases venenosos; el más cruel de éstos era el gas mostaza. De hecho, fue la primera guerra en la que se usó químicos, lo cual motivó que años más tarde hubiera un pacto de no utilización de armas químicas en los conflictos, aunque la propia historia demostró que eso no fue respetado.
Consecuencias. La guerra finalizó el 11 de noviembre de 1918, luego de las derrotas de los turcos y austro-húngaros, y de la huida del káiser alemán a Holanda. El conflicto fue, para Gran Bretaña y Francia, mucho más terrible que la Segunda Guerra Mundial. Francia perdió el 20% de sus hombres en edad militar, y Gran Bretaña cinco millones de soldados, prácticamente una generación. Las víctimas alemanas fueron aún más que las francesas. Francia y Gran Bretaña quedaron, además, enormemente endeudados con Estados Unidos. Suele afirmarse que en los hechos ningún país resultó victorioso, ya que los vencedores quedaron devastados material y económicamente, y los vencidos quedaron inmersos en una guerra civil, o al borde de ella. Además, la guerra modificó el mapa de Europa, ya que se disolvieron los imperios turco, austrohúngaro y alemán, y surgieron nuevos estados, como la URSS.
Por otro lado, como afirma el historiador Eric Hobsbawm, hubo otro tipo de consecuencias. “La experiencia contribuyó a brutalizar la guerra y la política, pues si en la guerra no importaban la pérdida de vidas humanas y otros costos, ¿por qué debían importar en la política? Al terminar la primera guerra mundial, la mayor parte de los que habían participado en ella odiaban sinceramente la guerra. Sin embargo, algunos veteranos que habían vivido la experiencia de la muerte y el valor sin rebelarse desarrollaron un sentimiento de indomable superioridad, especialmente con respecto a las mujeres y a los que no habían luchado, que definiría la actitud de los grupos ultraderechistas de posguerra. Adolf Hitler fue uno de aquellos hombres”.
La guerra de los treinta y un años. Hobsbawm, como muchos historiadores, considera que la primera y la segunda guerra mundial forman parte de un único conflicto que podría denominarse “la guerra de los treinta y un años”. Esto se debe a que los acuerdos alcanzados al final de la primera guerra entre los países vencedores sembraron las semillas de los problemas futuros; en definitiva, la segunda guerra mundial, que se desarrolló entre 1939 y 1945, fue consecuencia de los conflictos no resueltos de la primera.
En diálogo con Sala de Redacción, el profesor Gabriel Quirici explicó que no se puede decir que las consecuencias de la primera guerra hayan generado directamente la segunda porque hay otros factores que la explican, pero sí es cierto que durante los años 20 y 30 estaba latente el recuerdo de la primera, y que su memoria y su experiencia se convirtieron en un argumento para volver a la guerra, por ejemplo, para los nazis. Es decir, “la mala paz dejó secuelas que iban a ser justificaciones válidas para desarrollar la segunda”, dijo Quirici. Además, señaló el profesor, mientras la primera fue una guerra de imperios, la segunda tuvo un componente mucho más ideológico que nacionalista, como lo muestra la presencia de los fascismos.
Erase una vez, el hombre. Más allá de todo esto, la primera guerra mundial marcó un quiebre con respecto a la visión del mundo y a la propia visión del hombre, aspectos que fueron profundizados en la segunda guerra y en todos los conflictos de la segunda mitad del siglo XX. El mundo nunca volvió a ser el de antes de la primera guerra; el auge de la ciencia y la idea de progreso que caracterizaron al siglo XIX se derrumbaron brutalmente a partir de 1914. Según el profesor Quirici, esa idea de progreso, que era básicamente europea o norteamericana, implicaba la idea de superioridad de ciertos pueblos o razas frente a otras, y la guerra terminó devolviéndole una cachetada terrible a cada uno de los países que la sufrió, y confirmó que esa creencia era una construcción de ellos.
Por otra parte, Quirici señala que “la primera guerra es como el germinador de las violencias del siglo XX; el “Viva la muerte” que va a decir después, por ejemplo, el franquismo en la guerra civil española, es hijo de esta experiencia, sobre todo europea, de que el individuo ya no vale nada, de que se puede morir por cualquier cosa. Esa brutalización va a contrapelo de toda aquella idea de la belle epoque . Esa experiencia, ese traumatismo social de la guerra, muchas veces ha sido olvidado”.
Quirici menciona al historiador Enzo Traverso, quien sintetiza los alcances de este conflicto. “La Primera Guerra Mundial significó, desde el principio, una «guerra total» que supuso un cambio radical: el entierro del siglo XIX. A partir de entonces se entraba en una nueva era de conflictos –de revoluciones también–, pero una nueva época marcada por la violencia. La guerra apareció como una guerra total, no solamente porque se trataba de una guerra internacional, sino porque penetró en todos los aspectos de las sociedades civiles y en todas las facetas de la vida cotidiana de los seres humanos. Todos los sectores de la sociedad (economía, política, cultura…) sufrieron un profundo cambio y fueron moldeados por la experiencia de la guerra. Se transformaron las relaciones entre clases sociales, generaciones, sexos, y la guerra total apareció de inmediato como una guerra de una violencia absolutamente inimaginable incluso para los que habían decidido su inicio; cambió hasta la manera misma de hacer la guerra, y ésta se reveló como algo mucho más mortífero y violento que todas las guerras de las épocas precedentes. De hecho, una de las consecuencias fundamentales que tiñó esta guerra fue que las sociedades europeas se acostumbraron a la muerte en masa y al exterminio”.
Aquí. Si bien al comenzar el conflicto nuestro país se manifestó neutral, la colectividad francesa, italiana e inglesa realizaban una fuerte campaña periodística a favor de los “Aliados”. Con el ingreso de Estados Unidos a la guerra en 1917, hubo una presión diplomática de este país sobre los países latinoamericanos para que rompieran relaciones con Alemania y sus aliados. Una escuadra norteamericana llegó al puerto de Montevideo, y fue recibida con entusiasmo por el gobierno de la época, presidido por Feliciano Viera, quien poco después, rompió relaciones diplomáticas con Alemania.
En Uruguay, así como en los países latinoamericanos en general, las consecuencias de la guerra fueron principalmente económicas y sociales. En lo económico, se obtuvieron grandes beneficios del comercio con los países europeos debido a la enorme demanda de carne, cueros y lana y del aumento de su precio. El puerto de Montevideo fue el punto de salida de esa producción. Esta reactivación de la economía nacional permitió al batllismo realizar su política redistributiva. En lo social, hubo una gran llegada de inmigrantes que escapaban de la guerra. Así se terminó de consolidar una sociedad cosmopolita marcada por la influencia de la cultura, lengua, usos y costumbres de los inmigrantes europeos.
Ahora. Como conmemoración de los cien años de esta guerra, la biblioteca del Palacio Legislativo inauguró la primera muestra de diarios de la época con los informes editados por la prensa en aquellos años. Con el título “A un siglo de la Primera Guerra Mundial”, la muestra comenzó el lunes 28 de julio y se extendió por cinco días. En el acto inaugural hablaron el vicepresidente Danilo Astori, y los embajadores de Alemania, Francia e Inglaterra, y el Consejero de Asuntos Políticos de la Embajada de Estados Unidos.
Por otra parte, algunos dirigentes europeos también conmemoraron el centenario de la guerra en un encuentro en Lieja, Bélgica, donde comenzó la invasión alemana. El rey belga, Felipe, el presidente francés François Hollande, el príncipe Guillermo de Inglaterra, el presidente alemán Joachim Gauck y el rey Felipe de España, entre otros, participaron del encuentro el pasado lunes 28 de julio.
En general, los líderes llamaron a “aprender de las lecciones del pasado” y a promover una Europa pacificada, unificada y democrática. “Nuestros abuelos soñaron con esto. Hoy lo hemos logrado. Debemos amarla y continuar mejorándola”, afirmó el rey belga, según publica La Tercera. Algunos se refirieron a la actual crisis en Ucrania; el príncipe Guillermo afirmó que esto “nos recuerda que la inestabilidad continúa propagándose en nuestro continente”.
Por su parte, el presidente francés dijo que Europa no debe mantenerse neutral ante los conflictos actuales en medio oriente, mientras que el presidente alemán, si bien no pidió perdón, reconoció que “nada puede justificar la invasión”, admitió vergüenza por esos hechos, y agradeció la reconciliación de Bélgica, según el medio español rtve.
Cien años después de la primera guerra mundial, aún existen zonas en el mundo en estado de guerra permanente, y también hay graves conflictos puntuales, como el señalado por los dirigentes europeos. Si bien se ha especulado, en la segunda mitad del siglo XX, con la posibilidad de una tercera guerra mundial, aparentemente no hay clima para una guerra de este tipo, a pesar de los conflictos. Es una buena señal que algunos dirigentes políticos europeos declaren públicamente su rechazo a la guerra y la necesidad de aprender del pasado. Es de esperar que este espíritu pacifista y conciliador sea compartido por todos líderes poderosos del mundo.
Natalia Macedo