En 1968 el entonces presidente Jorge Pacheco Areco dio luz verde a las controvertidas medidas prontas de seguridad, las que implicaron la suspensión de algunas garantías constitucionales en el país. A partir de ese momento, varios referentes de la cultura fueron amenazados y censurados por sus canciones de protesta. Este suceso no solo tuvo un impacto en la sociedad, sino que también dejó una profunda huella en el ámbito cultural del país. Esta medida se intensificó hasta culminar en el golpe de Estado de 1973, lo que forzó a numerosos artistas uruguayos a abandonar el país en busca de nuevos horizontes.
Élida Gencarelli, una de las pianistas más destacadas de nuestro país, y Juan José Rodríguez, un virtuoso del violín y la viola, eran miembros destacados de la Camerata de Tango. Su música, a pesar de las adversidades, trascendió las fronteras y se convirtió en un testimonio de resistencia en un período complejo en la historia uruguaya.
La Camerata de Tango también era conocida como Camerata Punta del Este por incorporar géneros como el jazz, bossa nova y candombe. Además de Gencarelli y Rodríguez el conjunto musical estaba compuesto por destacados artistas como Carlos Vinitzki, Daniel Lasca, Dari Retamoso, Federico García Vigil, Fernando Rodríguez, Manolo Guardia, Martín Muguerza, Miguel Posse, Moisés Lasca, Naná Caymmi, Nelson Gobea y Vinicio Ascone.
En diálogo con Sala de Redacción, Rodríguez contó que la Camerata Punta del Este se estableció en 1969 con la intención de “crear una nueva forma de hacer tango”. Estaban decididos a innovar y reinventar el tango, buscando introducir una nueva perspectiva en este género musical del 4×4. Uno de los pilares esenciales del proyecto era “sacar” el bandoneón, como parte de su búsqueda por una nueva expresión artística.
Explicó que la idea era formar “inicialmente un cuarteto típico compuesto por dos violines, una viola y un chelo”, y luego evolucionó hacia “un quinteto que incluía un bajo y un piano”. En ese momento, Manolo Guardia, Federico García Vigil y Moisés Lasca, ya tenían experiencia en el género del tango. A pesar de “tener pocas incursiones personales en este género, todos éramos miembros de la Orquesta Sinfónica del SODRE y teníamos empleo a tiempo completo”, lo que “limitaba la disponibilidad para tocar en eventos nocturnos, una característica común entre los músicos de tango” .
A partir de ese momento, comenzaron a considerar la posibilidad del exilio. “México estaba ofreciendo asilo y muchos uruguayos optaron por trasladarse allí. Fue entonces cuando decidimos que los miembros restantes de la Camerata también nos iríamos”, señaló Rodríguez.
“Concursamos para integrar la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) que recién empezaba en su Sala Nezahualcóyotl. Hicimos centenares de conciertos porque además, donde más nos gustaba tocar era a nivel estudiantil, entonces nos conocíamos todas las prepas [bachillerato] de todo el país y hacíamos cadenas de conciertos. A pesar de la amplitud que tiene México llegamos a conocerlo mejor que Uruguay. Recorrimos todo el país, especialmente actuando en preparatorias y universidades en zonas rurales. Fue una experiencia maravillosa, conectando con una audiencia joven”, compartió.
En relación a las Jornadas de la Cultura Uruguaya en el Exilio, celebradas en México, Rodríguez relató que “una de las cosas que nunca nos perdonaron [los militares] es que nos organizáramos en el extranjero para continuar luchando contra la dictadura”. Organizaron estas jornadas culturales en el exilio en diversos países, incluyendo Italia, Costa Rica, Ecuador, Panamá y México, con la participación de artistas de diversas disciplinas. No se limitó únicamente a músicos, sino que también involucraron a artistas plásticos, escritores y otros creativos. Aunque no abordaban explícitamente la política, ésta estaba implícita en su denuncia de lo que estaba ocurriendo en Uruguay. “Estas actividades tuvieron un impacto significativo y trascendieron las fronteras políticas”, resumió el artista.
Un gracias permanente a México
La pianista Élida Gencarelli contó a Sala de Redacción que en el año 1969, durante el apogeo de la Camerata, obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Música Fryderyk Chopin en Varsovia, Polonia, lo que la llevó a “perder de vista y de oído” al grupo durante tres años. Al regresar a Uruguay desde Polonia en 1972, Gencarelli se encontró con una situación “sumamente difícil y caótica”, marcada por el hecho de que algunos de sus compañeros ya habían sido detenidos. A pesar de que la música popular sufrió durante el periodo dictatorial, Gencarelli también destacó que la música académica no estuvo exenta de desafíos. “Cuando volví a Uruguay, me cuestioné qué iba hacer en un país donde la situación era tan difícil. Me pregunté por qué no me había quedado en Polonia. Decidí intentar nuevamente con la orquesta sinfónica del SODRE, pero me rechazaron debido a mi experiencia de estudio en un país comunista”, relató
A pesar de que Gencarelli no fue integrante fundadora de la Camerata Punta del Este, su incorporación al conjunto musical se materializó más tarde cuando el grupo regresó del exilio en 1984 y necesitaba una pianista. Recordó que en aquel momento todos los miembros de la Camerata, a excepción de Manolo Guardia, se habían conocido mientras trabajaban en el Estudio Auditorio, que hoy se conoce como SODRE. Su maestro, Hugo Balzo del Buono, desempeñó un papel fundamental en el respaldo y el apoyo a la Camerata, alentándolos constantemente: “Él siempre elogiaba al grupo, decía que sonaban increíble y nos instaba a asistir a sus presentaciones”.
Gencarelli destacó el trabajo de Manolo Guardia en sus composiciones y arreglos, resaltando “su enfoque innovador”. Guardia “no se conformaba con seguir el estilo tradicional del tango con el 4×4 que todos tocaban”. Este enfoque distintivo “fue una de las razones por las cuales el grupo tuvo tanto éxito”, sin embargo, la artista enfatizó que esto no significaba sacrificar “su estilo personal como pianista clásica”. En sus palabras, los arreglos eran ejecutados con la precisión y la profundidad que se esperaría. “Era todo como si estuvieras tocando una sonata de Ludwig van Beethoven”, subrayó.
Asimismo destacó la relevancia de México en la vida de los miembros de la Camerata Punta del Este. “Siempre hubo un agradecimiento constante hacia México porque este país les proporcionó la oportunidad de vivir en paz”, enfatizó. En este contexto, compartió su sorpresa durante la segunda gira por México en 1994 junto al grupo, porque “los locales se llenaban, la gente recordaba los conciertos de años anteriores y era emocionante porque conocían todas las canciones y las pedían. Era una experiencia similar a lo que sucedía con Mario Benedetti en Ciudad de México durante las presentaciones de sus libros, generaban un gran entusiasmo y multitudes”, finalizó.