El fútbol local se encuentra en un conflicto que presenta, al parecer, un final cercano. La Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales (MUFP) decidió parar la actividad oficial de primera y segunda división el pasado 7 de setiembre, tras la negativa de los clubes -reunidos en el Consejo de Liga de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF)- a la aprobación de un nuevo estatuto del futbolista profesional, que comprendía un aumento del salario mínimo para los jugadores de la segunda categoría. Hoy las partes parecen haber llegado a un acuerdo, que permitiría retomar la actividad a partir del 5 de octubre.

Esta no es la primera vez que la pelota deja de rodar en Uruguay por conflictos laborales. Desde los albores de nuestro fútbol, a principios del siglo XX, se puede rastrear reivindicaciones, reclamos y plataformas que los jugadores han llevado adelante. Aunque el campo de juego suele ser bien distinto a los de antaño, y la mayoría de los partidos ahora dura más de 90 minutos, el fútbol uruguayo, tal y como lo conocemos, nació a partir de un conflicto.

Cuero y tierra

El cisma ocurrido entre 1922 y 1925 fue casi fundacional para el fútbol local. Durante esos años la AUF sufrió una fractura que derivó en una institución disidente, la Federación Uruguaya de Fútbol (FUF), impulsada por clubes como Central (actualmente Central Español) y Peñarol. “Es el quiebre más grande desde el inicio de la práctica del deporte en nuestro país”, indica en diálogo con Sala de Redacción Agustín Montemuiño, autor de Pasiones desafiliadas, un libro que repasa la historia de los clubes que quedaron fuera del profesionalismo a lo largo de la historia. En medio de ese período, Uruguay consiguió el oro en los Juegos Olímpicos de París en 1924, con un equipo compuesto solo con futbolistas pertenecientes a AUF y que excluyó a los que disputaban la FUF. “Este logro inclina la balanza en favor de la AUF, que tiempo después, con la intervención del Presidente de la República, José Serrato, sería reunificada”, explica Montemuiño.

Paradójicamente, en el año en que la selección uruguaya ganaba el primer mundial de fútbol, nacía lo que fue el primer intento de los futbolistas por organizarse: la Sociedad Protectora de Jugadores, presidida por José “El Ñato” Pedreira, que fue futbolista de Sud América y Wanderers. “Hasta ese momento lo que existía era un profesionalismo marrón: pagos que se realizaban en negro a algunos futbolistas, que muchas veces se percibían con especias, e incluso con electrodomésticos”, puntualiza el investigador.

Este movimiento no fue en vano, ya que en 1938 nació la Agrupación de Jugadores Uruguayos Profesionales (AJUP), presidida nada más y nada menos que por José Nasazzi, que en ese momento llevaba casi un año retirado de la actividad, tras haber sido campeón olímpico y del mundo con Uruguay. La plataforma impulsada por “El Mariscal” pedía libertad de acción para futbolistas que hubieran disputado menos de ocho partidos en la temporada, y que el 20% de los pases fuera por montos superiores a los dos mil pesos.

Montemuiño ubica en ese encuentro de futbolistas “el nacimiento del profesionalismo como tal”. Pero ese nacimiento “fue dramático”, pues muchos equipos que eran de primera división en el amateurismo terminaron por desaparecer, como Reformers, Uruguay Onward o Lito. Otros optaron por fusionarse para subsistir. Así nació, por ejemplo, River Plate, fundado en 1932 como una solución para que Capurro y Olimpia pudieran competir en el profesionalismo.

Punto y aparte

En 1946 se fundó la Mutual de Futbolistas Profesionales (MUFP), presidida por Enrique Castro, campeón de América con Uruguay en 1942, y con figuras destacadas como Schubert Gambetta, Jose Santamaría, o el propio Obdulio Varela. El histórico capitán del Maracanazo fue la pieza clave de la huelga más larga de la historia de nuestro fútbol: la de 1948.

Parte del acta fundacional de la MUFP.

“El Negro Jefe” fue el abanderado de una huelga histórica: duró casi ocho meses y dejó el campeonato uruguayo inconcluso. La huelga estalló el 14 de octubre de 1948, tras un cúmulo de tensiones y condiciones de un profesionalismo que “dejaba mucho que desear: no se recibía sustento, había atrasos salariales, no se pedía consentimiento del jugador para pasar de un club a otro”, explica Montemuiño. “El propio Obdulio había sufrido los efectos de las condiciones de ese momento: su traspaso del Club Deportivo Juventud a Wanderers había sido sin su consentimiento”, puntualiza. El liderazgo de Varela fue notorio, y la huelga fue ampliamente apoyada por la prensa y la opinión pública.

El conflicto tuvo sus particularidades. Los jugadores optaron por realizar distintos encuentros amistosos para solventarse económicamente mientras se extendía el paro. Esos partidos se jugaron con equipos con nombres y camisetas ficticios, porque las denominaciones e indumentarias oficiales les estaban vedadas, al igual que los escenarios.  Se destacó el partido disputado entre “Uruguayos” y “Extranjeros” en la cancha del extinto For Ever, sobre avenida Lezica, que aglutinó 9000 almas en las tribunas, y varios jugadores que serían campeones del mundo dos años más tarde: Roque Gastón Máspoli, Eusebio Tejera, Schubert Gambetta, Juan Alberto Schiaffino, Ernesto Vidal y, por supuesto, Obdulio Varela.

El conflicto se extendió hasta el 4 de mayo de 1949, día en el que la Mutual levantó el paro tras conseguir una serie de reivindicaciones, entre las que destacaron la obligación de los clubes a ofrecer contrato o libertad de acción a futbolistas menores de 21 años, la necesidad de contar con el consentimiento del jugador para ventas o préstamos y que el 10% del monto total correspondiente a transferencias fuera para el deportista.

Recorte de noticia que anunciaba el fin de la huelga del 48’.

Tiempos violentos

La huelga de 1971 fue corta en relación a su antecesora pero también tuvo sus vicisitudes. La Mutual inició el conflicto a principios de octubre de ese año con el paro de algunos minutos durante los partidos. El 5 de noviembre el gremio paró definitivamente la actividad a causa de numerosos atrasos salariales. “Lo más destacado de esta huelga fue el partido entre Agremiados Argentinos y la Mutual, en Paso de la Arena”, recuerda Montemuiño, en referencia al partido disputado en la canchita ubicada en Luis Batlle Berres y Tomkinson, donde jugaron figuras como Alfredo Lamas, Enrique Maneiro y Luis Cubilla por los locales, y por los albicelestes, destacados jugadores como Alfio Basile, Carlos Bianchi o “Pato” Pastoriza, que ante la negativa de la AUF a prestar escenarios oficiales, dijo al periódico argentino El Gráfico: “Vamos a jugar aunque sea en el medio de la 18 de Julio”. 

El conflicto se vivía en los dos lados del Río de la Plata y se solucionó casi al mismo tiempo. Los agremiados argentinos levantaron la lucha que llevaban en la vecina orilla el 22 de noviembre, prácticamente al unísono con la mutual uruguaya, que incluso llegó a recibir amenazas de intervención y presiones para retomar la actividad por parte del entonces presidente Jorge Pacheco Areco.

Dos décadas más tarde, en 1992, la disputa se disparó por una cuestión que aún persiste: la violencia en el fútbol. El detonante fue la muerte de Wellington Castro, un hincha y ex jugador que se encontraba en las afueras de La Bombonera, escenario donde oficia de local Basáñez. El 19 de septiembre, en una serie de incidentes contra Villa Teresa, Castro fue embestido por un caballo de Coraceros. La AUF impuso una sanción severa a ambos clubes: un año de suspensión. La Mutual decidió parar la competencia oficial el 8 de octubre, en apoyo a clubes y jugadores, alegando que no eran responsables de los incidentes fuera del estadio. “El conflicto está inmerso en un contexto político complejo: el ascenso de Hugo Batalla como presidente de la AUF, que venía de salida en el Frente Amplio; la designación de Luis Cubilla, reconocido pachequista, como DT de la Selección. No eran hechos menores en ese momento”, contextualiza Montemuiño, y agrega que “la política siempre estuvo permeando de alguna manera los conflictos”.

El ascenso del reconocido empresario Francisco “Paco” Casal era parte del contexto, aunque para el investigador “no fue un actor tan principal como se lo quiso hacer ver por parte de la prensa”. En ese sentido, se recuerda una declaración del entonces dirigente de Nacional, Óscar Magurno,  que señaló que la huelga “era financiada” y apuntó indirectamente a Casal. El conflicto se levantó tras la mediación del sacerdote Ernesto Popelka, que había sido jugador de clubes como Danubio y Nacional. “Basañez resultó el más perjudicado al final porque tuvo una quita de puntos importante que le impidió ascender en ese momento”, puntualiza el autor de Pasiones desafiliadas.

Parte del informe de La República Sport sobre el conflicto del 92’.

Cambio de mando

A partir de los 2000 la cosa no fue muy distinta. “La tranquilidad y la paz duraron hasta el 2004, donde en principio se despoja a Fernando Silva como presidente de la Mutual y asciende una nueva corriente liderada por Fernando Barbosa”, expone Montemuiño. Silva fue acusado por los directivos entrantes de la Mutual por un faltante de US$315.000, denuncia que posteriormente fue archivada por la justicia. 

La cuestión de fondo eran los salarios; en este caso la fijación de mínimos para la Segunda División Profesional, caso similar al actual. La Mutual decretó un paro que duró  51 días, y se levantó el 14 de agosto de 2004. “Se logran los salarios mínimos para los jugadores y un crecimiento salarial entre 9 y 10%”, explica el escritor, e indica que este hito resulta “fundamental ya que se mantiene por estatuto hasta hoy”. 

Luego, lo más destacado llegó en el año 2017. El problema empezó hacia el interior de la Mutual, que fue enfrentada por el movimiento de jugadores profesionales “Más unidos que nunca”, que nucleaba además a los futbolistas de la Selección Uruguaya. Ese movimiento exigía al gremio una nueva asamblea de socios y discutir el cuerpo dirigencial. Además, la discusión estaba permeada por una agenda similar a la actual: los derechos de imagen y la comercialización televisiva.  

“Algunos de ese movimiento son desplazados por peleas internas, como “Bigote” López o Agustín Lucas, y toman el liderazgo muchos de quienes siguen hasta hoy, como Michael Etulain, Diego Scotti o el propio Matías Pérez”, explica Montemuiño. El investigador señala que “no es casual que Michael Etulain luego de su paso por la presidencia de la MUFP [2018-2020] terminó trabajando con Pedro Bordaberry en Montevideo City Torque”.

El conflicto se levantó tras quince días sin fútbol, el 14 de octubre. Los logros fueron trascendentales en la conducción tanto de la Mutual como de la propia AUF. Ambas fueron intervenidas (la Mutual por el Ministerio de Educación -MEC- y Cultura y la AUF por la FIFA) y se gestó un nuevo estatuto que cambió la relación de fuerzas en el Congreso: 32 votos para los clubes de la divisional A, 14 para la B, seis para la C, 11 para los jugadores, nueve para la Organización del Fútbol del Interior, uno para los árbitros, uno para los entrenadores, uno para el fútbol sala y uno para el fútbol femenino. “Los jugadores logran un hecho histórico sin precedentes: ser parte de la AUF, tener poder de decisión”, remarca Montemuiño.

Andrés Scotti y Pedro Bordaberry, de la comisión interventora de AUF, junto a autoridades de FIFA y Conmebol. Foto: AUF

Último escollo y hoy

El paro por agresiones y amenazas de muerte a jugadores y dirigentes del Club Social y Deportivo Villa Española es quizá lo último destacado en cuanto a conflictividad en el medio local, antes del paro actual. El 30 de junio de 2022 el gremio de futbolistas decidió parar la actividad. Entre otras razones, denunciaron “la existencia de un colectivo que de manera ilegítima y por medio de la violencia busca interferir en las decisiones de las diferentes organizaciones deportivas”, según un comunicado emitido entonces.

Una semana después y tras reuniones con el área de seguridad de la AUF, el Ministerio del Interior y la Secretaría Nacional de Deporte, se levantó el paro. En el medio, el MEC intervino el club, a partir de una denuncia por “apartamientos estatutarios” y “manifestaciones políticas” de las autoridades de Villa Española. Aquella dirigencia fue apartada y como interventor fue designado el abogado Leandro Iglesias. La intervención cesó el 30 de diciembre del año pasado y hoy hay en el club nuevas autoridades, gerente deportivo, director técnico y jugadores.

En relación con el conflicto actual, Montemuiño entiende que posiblemente “se solucione llegando a un nuevo estatuto, con un acuerdo en el que cedan ambas partes”, y espera que en la resolución “no intervenga ni la FIFA ni el poder político”. La Mutual fijó para el martes 3 de octubre una asamblea general extraordinaria, en la que se prevé que se levanten las medidas gremiales tras un acuerdo con la AUF por el salario de los jugadores de la B.

FacebookTwitter