El Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE) no tiene fines de lucro y reúne a más de 200 profesionales que investigan diferentes campos de las ciencias biológicas. Con un presupuesto básico anual de 600 mil dólares proporcionado por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), allí se diseñan y conducen proyectos de investigación científica para obtener nuevos conocimientos en las ciencias de la vida. La divulgación a nivel de escolares y liceales es considerada una tarea prioritaria a la que todos dedican buena parte del tiempo, con especial énfasis en la igualdad de género. La institución festejó los 92 años el 23 de mayo pasado.
El aniversario del IIBCE recibió por la mañana a sus primeros invitados: un grupo de alumnos de primaria del Colegio Horacio Quiroga de Montevideo. En la recorrida de los escolares una de las primeras sorpresas que descubrieron fue un enorme microscopio electrónico adquirido en 1970. El doctor Pablo Zunino, presidente del Consejo Directivo del IIBCE, contó a Sala de Redacción que ese aparato fue el primero que existió en Sudamérica a instancias del instituto y que además de haber funcionado hasta el 2008, cumplió con la misión de potenciar la introducción de nuevas tecnologías en Uruguay y la región.
En el salón de charlas los escolares rodean a María Castelló, doctora co-responsable del área de Neurociencias, a quien le ha tocado retomar su vieja pasión: la docencia. Allí, entre agua, probetas y papeles, niñas y niños se asombran con mil y una ideas de cómo construir un microscopio casero en sus casas, usando botellones o frascos.
Castelló explicó que a partir de la conmemoración del Día de las Mujeres y de las Niñas en la Ciencia, desde la Comisión de Educación y Género del IIBCE se propuso la actividad llamada “Los ojos de ella”, “que pretende motivar a más niñas para que se acerquen a la ciencia, para que vean que en nuestro país es posible ser mujer y además científica”.
Una investigación realizada por Daniel Bukstein y Néstor Gandelman sobre los 10 años del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), institución que nuclea a investigadoras como Castelló, mostró una fuerte inequidad de género en Uruguay. El 7 por ciento de las científicas que presentan proyectos son rechazadas y en el nivel más alto de decisión de las ciencias sólo hay un 35 por ciento de mujeres. Estas son dos comprobaciones estadísticas de la exclusión por género de la mujer, que se conoce como “techo de cristal”.
“Me di cuenta que sufría de discriminación por mi género a medida que pasaron los años”, agregó Castelló. La científica explicó que la discriminación constituye una lucha de poder, porque el conocimiento es un factor de dominación. “Por eso es importante lo que hacemos aquí. Investigamos y además educamos, mostrando que hay otro camino posible ante esa lógica machista de sumisión de la mujer”, concluyó.
Todos los visitantes sin importar su edad quedan fascinados con los microscopios de cartón que María y sus ayudantes ofrecen. Se trata de un invento realizado en la Universidad de Stanford por el científico hindú Manu Prakash y el norteamericano Jim Cybulski. El dispositivo buscar generalizar el acceso a las ciencias desde edades tempranas y cuesta 60 pesos uruguayos. El año próximo esta tecnología estará disponible en todas las escuelas del país gracias a las gestiones del IIBCE.
Full-Time
Estable fundó el instituto que hoy lleva su nombre en el ámbito de la Instrucción Pública Primaria de principios del siglo XX, como un laboratorio de investigación y además como un espacio institucional de producción de materiales didácticos para el apoyo a la enseñanza. Su hipótesis de trabajo era revolucionaria en América Latina: el investigador debía cristalizar su vocación para servir al país y el Estado debía proveer de las condiciones necesarias para dedicarse por entero a esa tarea.
En 1940 la Ley de Instrucción Pública recoge la iniciativa y establece el concepto de “Régimen de Dedicación Total”, por el que se buscaba “dotar de un instrumento para que el investigador se pueda concentrar y dedicar todo el potencial a su tarea, con la máxima plenitud posible y durante todo el día”, recordó a Sala de Redacción Zunino.
“Trabajamos todo el tiempo en buscar explicaciones a lo que son las necesidades del país, no solo a nivel de tecnología sino a nivel de ciencia”, aclaró Anita Aisemberg, vicepresidenta del consejo y encargada del departamento de Ecología y Biología Evolutiva del IIBCE. La investigadora explicó que conservan el espíritu original del proyecto incluso a nivel de la arquitectura del edificio para facilitar la interacción permanente entre científicos y estudiantes en diversas áreas.
“La idea de Estable fue investigar a partir de la diversidad de la ciencia. Le sumamos mucha divulgación, especialmente a nivel de escolares y liceales. Nos importa que se entienda que la ciencia no está alejada de la sociedad, que es parte de nuestro patrimonio ” aclaró Aisemberg.
Instituciones de investigación pública o privada de Uruguay y del exterior, organizaciones no gubernamentales y ciudadanos preocupados, son sólo algunas de las fuentes a partir de las cuales el IIBCE proyecta y desarrolla sus líneas de investigación. Un ejemplo de esta interacción natural surge a partir de la iniciativa de habitantes del balneario Arachania (Rocha), que preocupados por la desaparición de las dunas en la faja costera de arena, convocaron a investigadores del instituto para analizar el tema durante algunos fines de semana y ayudarles a desarrollar iniciativas de investigación. “Vamos al lugar, pensamos y trabajamos con los habitantes. Pero también es importante involucrar a todos los actores y generar conciencia en la toma de las decisiones finales”, concluyó Aisemberg.
Identidad
“Investigamos con una gran independencia científica”, puntualizó Zunino. El funcionamiento básico está amortizado por el MEC, del que dependen institucionalmente. Los fondos que sostienen las investigaciones provienen de rubros extrapresupuestales y habitualmente de agencias -nacionales o internacionales- de financiamiento a la investigación.
Aisemberg destacó el papel de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), la que permite financiar proyectos para la generación de nuevos conocimientos y acceder a becas de postgrado para investigadores uruguayos. Zunino por su parte sostuvo que “la multidisciplinariedad y la diversidad de los campos de investigación en los que el instituto está inmerso, enriquece y a la vez dificulta la definición precisa de sus objetivos diarios, lo que lejos de ser un obstáculo constituye un desafío motivador”.
Las extensas galerías de la edificación facilitan el acceso interactivo a los laboratorios y espacios de trabajo ocupados por los investigadores. El IIBCE, organiza su vida científica alrededor de cuatro grandes ejes: neurociencias, genética y biología molecular, ecología y biología evolutiva, y ciencias microbiológicas.
“Algunos sectores académicos o productivos nos acercan inquietudes. En el ámbito de las ciencias agrarias, hay grupos trabajando en variedades de soja, otros que investigan el desarrollo de vacunas de interés humano y de salud animal, o mecanismos de diagnóstico de enfermedades”, contó el director del instituto.
En el área de la biotecnología, el instituto persigue desde hace décadas el estudio de bacterias promotoras del crecimiento vegetal. Hace poco tiempo se incorporó un departamento de genómica -que estudia toda la base genética de los seres vivos- y además un área de bioinformática.
Cianobacterias
Mientras un grupo de investigadoras llena tubos con muestras para analizar y registra meticulosamente la información en uno de los laboratorios del instituto, Aisemberg y Zunino intentaron explicar en forma sencilla el fenómeno de las cianobacterias.
Según ambos investigadores, la aparición de este fenómeno no está asociada sólo a la contaminación con fertilizantes de los cursos de agua, sino además a efectos combinados del cambio climático como los aumentos de temperatura y precipitaciones, que en áreas de intensificación productiva generan condiciones especiales de reproducción de estas colonias. “Es cierto que alertamos de esta posibilidad hace más de una década, porque eso es lo que hacemos los investigadores”, añadió Zunino, “eso es lo que nos permite trabajar modelizaciones que se constituyan en alertas tempranas para fenómenos que afecten la vida”.
En base a estudios multidisciplinarios que el IIBCE, la Facultad de Ciencias y el Centro Universitario Regional Este (CURE) están desarrollando en coordinación con instituciones científicas del exterior, se está tratando de implementar desde el gobierno, planes de gestión sobre las cuencas hídricas del Uruguay, en especial sobre la Cuenca del Río Santa Lucía que es la más exigida desde el punto de vista productivo.
Aisemberg contó entusiasmada a Sala de Redacción sobre un proyecto que están llevando a cabo con el financiamiento de la ANII, el Fondo Clemente Estable y National Geographic. Se trata del estudio de unas arañas muy especiales que habitan en las costas sudamericanas y cuyo comportamiento difiere drásticamente del resto de los arácnidos del continente. El valor de esos ejemplares es muy especial porque en Uruguay esas arañas están directamente relacionadas con las costas de toda la hidrografía nacional, donde están muy amenazadas, en reducción y fragmentadas poblacionalmente, adquiriendo entonces valor como indicador biológico de potenciales eventos que pueden estar sucediendo en la naturaleza.
Tiempo de cambiar
Las visitas de los institutos de enseñanza en la Semana de la Ciencia y la Tecnología se sucedieron sin pausa en el IIBCE. En el laboratorio que constituye su lugar de trabajo, María Castelló aprovechó un instante para tomar distancia y disfrutar del dinamismo con que un grupo de liceales procedentes de Tacuarembó y Lavalleja, interactuaban con preparados y microscopios. Una de las chicas se recogió el pelo, acomodó sus lentes, miró hacia atrás y descubrió la mirada de la investigadora.
– ¿Qué te gustaría estudiar cuando seas grande? – interrogó Castelló
– Paleontología – respondió la chica.
– ¿Paleontología? ¿Sabés si hay muchas paleontólogas en Uruguay?
–No. No creo. Pero eso puede cambiar.