Cuando se encuentra en forma pura, el litio es un metal blando blanquecino con un color aproximado al de la plata. Es un elemento que puede oxidarse de manera rápida tanto en el agua como en el aire y que posee una densidad menor a la del agua, lo que lo convierte en el metal más ligero.
Con los focos puestos en la electrificación de la movilidad como una alternativa en la lucha contra el cambio climático, la necesidad de mayores volúmenes de producción de carbonato de litio ha ido en ascenso. Gracias a la gran utilidad y productividad que este elemento presenta para la fabricación de artefactos que al día de hoy son indispensables para la cotidianeidad -teléfonos celulares, computadoras, baterías de autos, entre otros dispositivos-, el litio se ha convertido en lo que varios llaman “el oro del siglo XXI”.
Jujuy, provincia situada en la región del Norte Grande argentino y que limita al oeste con Chile, es una de las zonas focalizadas para la extracción de litio. Para hablar sobre la explotación de este metal en Argentina y su extractivismo, Sala de Redacción conversó con la investigadora Melisa Argento, integrante del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) e integrante del Grupo de Geopolítica y Bienes Comunes.
La explotación del “oro blanco” tiene sus inicios a fines de los años ‘90 en Catamarca, pero a partir del 2010 la imperiosa necesidad de su insumo como recurso estratégico y las agendas de transición energética han impactado sobre los territorios de lo que se conoce como “el triángulo del litio”, región conformada por Argentina, Bolivia y Chile. En Argentina, las zonas afectadas son las que se vinculan con la región atacameña (las limítrofes con la región de Atacama), en este caso las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca. Argento comentó a Sala de Redacción que “la explotación del litio y su extractivismo están directamente ligados a la protesta que el pueblo jujeño viene sosteniendo hace tiempo”.
La provincia de Jujuy avanza en la violación sistemática de derechos de las comunidades indígenas de Salinas Grandes, licitando sobre estos territorios, extrayendo litio y recursos naturales a través de multinacionales mineras, lo que provocó una respuesta inmediata por parte de las comunidades que se organizaron para manifestarse a modo de protesta. A pesar de las múltiples expresiones de disconformidad y las denuncias realizadas, el año pasado la empresa provincial ligada a los proyectos extractivos JEMSE (Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado) volvió a avanzar con la licitación de 11.000 hectáreas en el territorio de Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, y entregó capitales privados a la subsidiaria panamericana Pan American Energy Group a cambio de tan solo 3.000.000 de dólares.
Argento expresó que desde en el año 2011 en Jujuy el tema avanza a través de una cantidad considerable de proyectos, varios de estos son los causantes de las primeras resistencias que se presentaron ante la explotación del territorio nacional argentino. Denuncias realizadas en el 2012 frente a la Corte Suprema de Justicia de La Nación declaran que “el litio es una minería de agua” y que la explotación de este recurso afecta tanto a los territorios nacionales como a sus comunidades, no solo alterando el ciclo hídrico de los salares sino también provocando el desplazamiento de las actividades productivas y económicas de los habitantes de las provincias así como la eliminación de las formas de vida y costumbres ancestrales.
Las reservas mundiales
Las grandes reservas de litio se encuentran principalmente en América del Sur y América del Norte, con la posesión de dos tercios de la totalidad de las reservas mundiales en Bolivia, Argentina, Chile y Estados Unidos.
De las casi 98 millones de toneladas de litio que existen en total alrededor del mundo, más de la mitad se concentra en América Latina. El primer lugar es para Bolivia que encabeza la lista con una reserva de 21 millones de toneladas, le sigue Argentina con 20 millones y el tercer puesto lo ocupa Chile con 11 millones de toneladas. Estados Unidos ocupa el cuarto puesto con 12 millones de toneladas y le sigue Australia con 7.9 millones.
Desde un concepto y postura económica, la explotación e industrialización del litio en la región latinoamericana conlleva un desafío importante debido al impacto socioeconómico y ambiental que la extracción del metal tiene. Por otra parte, se plantea al litio como una alternativa positiva en cuanto al impacto que tiene su uso como “energía amigable”, es decir que su utilización no perjudica en gran medida al ambiente en comparación al uso de otros recursos.
Argento entiende la visión económica, pero insiste en que “el extractivismo del litio y la explotación de este metal pueden impactar de manera negativa si se lo ve desde una postura socio-ambiental, ya que no solo ha de perjudicar el ambiente como lo hace con la alteración de los ciclos naturales del agua o la explotación de las tierras, sino que este trabajo resulta propenso a afectar las formas de vida de las comunidades aledañas a las regiones donde se realizan estos procesos”. Y agregó que “así se destruyen las economías locales, se provoca el desplazamiento y empobrecimiento de las poblaciones”.