La celebración previa a la gran celebración comenzó el jueves a las once de la mañana con la feria de emprendimientos LGBTIQ+ en el centro de la ciudad. Los stands ocuparon ambos lados de la Plaza Cagancha con música, remeras, pins, banderas, brillos y expresión. Ya hacia el viernes, el cierre de los stands comenzó a las cinco de la tarde para los más apurados y cerca de las diecinueve para quienes decidieron aprovechar hasta el último momento antes de dar comienzo a la esperada marcha hacia la plaza 1° de mayo.
Cada año se renueva el compromiso por la lucha de las minorías. Esta marcha tiene la particularidad de ser la primera después de la pandemia, además se conmemoran treinta años de la primera manifestación pública de este colectivo; surgió en 1993 como una manifestación de visualización y lucha, inicialmente con el nombre Orgullo Gay.
En el 2005 se instauró como Marcha por la diversidad con la creación de la Coordinadora de la Marcha por la Diversidad, una articulación de variadas organizaciones del movimiento social dentro de la ciudad de Montevideo (vale aclarar que otras coordinadoras funcionan en diferentes localidades del interior). La Coordinadora no cuenta con representación partidaria, pero sí activa en política ya que buscan la reivindicación de derechos.
Gisselle es madre de tres, dos mujeres y un hombre. Según su definición una mujer que tiene en sus manos la diversidad. A la prueba está su arte en la tela con todos los colores de la naturaleza en exposición en los stand de la Plaza Cagancha. Considera que la diversidad está en la vida y la naturaleza y no ha tenido que entender el proceso de su hija, lo considera parte de todo y ha sabido acompañar sus momentos.
Madre e hija aprenden día a día sobre la comunidad, la diversidad, la inclusión, la aceptación y la libertad. Aún no se animan a marchar pero empezaron por concurrir, apoyar y estar presentes.
Pese a que las generaciones venideras son más tolerantes, aún hay un largo camino por recorrer. Quienes han decidido participar de la previa y de exponer su arte en los stands, se involucran con esta lucha y en conversación con Sala de Redacción se repite la idea de que más allá de ser o no parte del colectivo LGBTIQ+, falta educación sobre el tema.
Una respuesta generalizada entre los entrevistados es la de comenzar con un cambio desde la educación inicial. Si bien hablamos en general de cursos y capacitaciones en identidades de género o jornadas sobre temas relacionados a políticas LGBTIQ+, la educación en primera infancia sigue siendo heteronormativa. A los niños en sus primeros años se les transmiten conocimientos de género binario -hombre y mujer- y se usan conceptos que vienen de antaño en la educación más tradicional.
Otra mirada respecto al tema educacional repetida por los entrevistados es que es necesario formar a los niños desde la naturaleza, tanto la flora y la fauna, explicarles que como también existen árboles pequeños y grandes, de diferentes colores y formas, lo mismo sucede con las personas, que las hay de diferentes razas, orientaciones y formas de concebir identidades.
Quienes participan de este día de celebración coinciden en que, si bien Uruguay es considerado un país diverso e inclusivo, la realidad puede diferir bastante de ese concepto. Se habla de una doble moral, por ejemplo, cuando se muestra para el afuera una ciudad que celebra en colores, mientras que en el día a día se lucha por puestos de trabajos y centros educativos inclusivos y un sinfín de derechos que siguen siendo pisoteados aún en el año 2022.
Hay tantas historias como personas, tantas personas como historias. Todas únicas, con momentos mejores y peores, con mayor entendimiento o un poco más de recelo, pero todas con el mismo espíritu en común; un ímpetu que atraviesa cada parte del cuerpo y un grito de esperanza que nunca cesa.
Este camino lo llevó a la libertad. La transición para llegar a ser quien es hoy le hizo entender que, a pesar de que es un proceso que nunca termina y las personas nunca dejan de cambiar y de crecer, la lucha interna de aceptación y de enfrentar el mundo con personas que pueden llegar a ser crueles y hostiles puede quedar atrás.
Decidió no marchar esta vez porque entiende que la lucha trans quedó invisibilizada y hasta cuestionada por parte del colectivo de la marcha pero considera que es un momento importante donde los espacios seguros y de libertad son necesarios. Y que para quienes deciden ser parte, es un festejo y una manera de plantarse en un mundo que a veces no quiere entender las realidades.
Todas estas historias tienen algo en común; son personas en busca de una felicidad truncada por una sociedad que no termina de permitir la libertad absoluta del otro. La reivindicación de los derechos, de la aceptación y la necesidad de dejar de tener que buscar un lugar que naturalmente es de todos y todas es algo de todos los días. El mes y la marcha por la diversidad son un recordatorio de que todo el año hay colectivos, hay minorías, hay personas luchando por obtener algo que se les arrebató: ser.
Lucía Pereira y Diego Gómez