En marzo el dólar promedió en 37,5 pesos -el valor más bajo en meses- y la Federación Rural (FR) difundió en la red social X un informe sobre “el campo y el eterno retorno del atraso cambiario” donde señalan que “el dólar debería valer $58”. Durante la pandemia, la divisa cotizó a más de $43 y luego, con el inicio de la fase contractiva del Banco Central del Uruguay (BCU) caracterizada por una política monetaria restrictiva y un incremento de las tasas de interés, la tendencia fue a la baja: hoy vale 39,108 pesos, según la cotización del ente.
Además, durante el discurso de apertura de la Expo Rural Melilla 2024, el presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), Pedro Cortabarria, cuestionó al gobierno respecto al valor del dólar y su “descenso abrupto” en los últimos meses. “El valor del dólar viene erosionando todos los indicadores de resultados económicos de las empresas”, enfatizó.
Cabe destacar que no es la primera vez que señalan la tendencia bajista del dólar. En el 2023 el Consejo Directivo de la FR también trasladó su preocupación por el tipo de cambio al presidente del BCU, Diego Labat. Según informó Tardáguila Agromercados, medio especializado en análisis de mercados agropecuarios, los productores deberían producir un 25% más para cubrir los costos del 2022 como consecuencia del precio del dólar.
Los reclamos del agro
En la publicación la FR señaló que, debido a esta disparidad, se requiere incrementar la producción para hacer frente a los impuestos y los gastos operativos en moneda nacional en un sector golpeado por la peor sequía en siete décadas, que resultó en una pérdida de 1.883 millones de dólares en el 2023.
El presidente de la FR, el Ing. Agr. Jorge Andrés Rodríguez, comentó a El Observador que el objetivo es visibilizar una “realidad que está golpeando muy duro al sector productivo”. Agregó que persiste una “erosión constante y muy perjudicial del valor del dólar, que “preocupa muchísimo” y “debería preocuparle a todos”. “Parece que estamos contentos con el tema de contener la inflación y que eso alcanza, pero nadie se preocupa por el esfuerzo productivo desmedido que hay que hacer”, explicó.
Por otro lado Labat afirmó ante representantes de empresas en un evento organizado por Somos Uruguay, que reducir la inflación “es el objetivo central que tiene el BCU”, y en eso basó su discurso. “La mejor contribución que el BCU puede hacer a la sociedad es tener una inflación baja. Hay muchas razones, pero una implica evitar muchos efectos redistributivos que la sociedad tiene cuando se tiene una inflación alta. Perjudica el funcionamiento micro de la economía, porque [los empresarios] toman decisiones que no son las óptimas. En 2020 resolvimos que el único objetivo del BCU era bajar la inflación para ir hacia un peso uruguayo de calidad”, afirmó.
Con lo anterior Labat refiere al plan o paquete de medidas de esta gestión del BCU titulado “Hacia una moneda de calidad”, y de hecho el último informe sobre las estimaciones del Índice de Precios al Consumo (IPC) para mayo de 2024 que publicó el Instituto Nacional de Estadística (INE) demostró que, si bien la inflación subió respecto a meses anteriores y se ubicó en el 4,10% en el año móvil, completó doce meses en el rango meta, de 3% a 6%.
El protagonista: el atraso cambiario
María Laura Rodríguez, responsable de la asesoría económica de la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU), dijo a Sala de Redacción que “atraso cambiario” es una expresión utilizada para hablar del encarecimiento relativo del país, e hizo hincapié en “relativo” porque es un evento multifactorial. “No depende solo de que el dólar caiga, sino que hay que mirar al dólar frente al resto de los precios de la economía y cómo estamos en relación a los precios de las economías con las que comerciamos o competimos.“, agregó.
Al ser una situación de desequilibrio económico, lo ideal es que sea una temporal en lugar de persistente y se espera que se regule con el tiempo. Además, el encarecimiento relativo del país significa una pérdida de competitividad; implica, como consecuencia, dificultades para que las empresas uruguayas vendan sus productos en el mercado internacional, según la asesora de la UEU. “Ahí el efecto depende del sector y la composición de sus costos. Aquellos que tienen mayores costos operativos en pesos, como ser tarifas de combustible, energía y salarios, tendrán mayores dificultades porque por cada exportación realizada dispondrán de menos pesos para poder hacer frente a sus obligaciones. Esto implica reducir los niveles de actividad, la contratación de personal o dejar sin efecto posibles inversiones”, afirmó.
Rodríguez explicó que la caída del dólar puede ser una buena noticia para el consumo interno por aumentar la posibilidad de adquirir bienes importados o gastar en el exterior con mayor facilidad, pero opinó que el auténtico crecimiento de Uruguay está en “la exportación, el turismo y ser atractivo para las inversiones extranjeras”. Por ende, “mientras el país siga en esta situación, perderá competitividad y capacidad de crecimiento. La suba del dólar sería, por lo tanto, equivalente a recuperar el equilibrio macroeconómico y la economía sería más saludable”, explicó.
En línea con lo anterior, Rodríguez explicó que si bien el recorte de tasas de la fase contractiva del BCU “es una buena noticia”, por el hecho de ser el principal instrumento del BCU para controlar la economía, desde la Unión de Exportadores esperaban “bajas más rápidas y pronunciadas para evitar un mayor deterioro del tipo de cambio”. “Cuando tenemos tasas de referencia altas, hay un incentivo mayor a realizar colocaciones en títulos en pesos y a cambiar la composición de los portafolios en detrimento del dólar”, dijo. “La última rebaja es una buena noticia, una señal en el sentido correcto, aunque consideramos que se podría haber tomado la decisión antes y hubiera ayudado a contener la caída del dólar de los últimos meses”, resumió.
Anibal Peluffo, economista y director de proyectos en Fundación Friedrich Ebert en Uruguay (FESUR), coincidió con Rodríguez respecto a las consecuencias de un dólar barato para los productores y explicó a Sala de Redacción que “los exportadores quieren un dólar más alto porque equivale a una economía más competitiva”: “Por cada pedazo de carne entran más pesos, y esos pesos son sueldos y son empleados. Cuando se mantiene muy bajo el dólar afecta la actividad económica. Por eso también se ve el reclamo, por ejemplo, desde el Frente Amplio porque el costo de bajar la inflación está siendo que no se generan suficientes empleos”.
Por otro lado, Peluffo explicó que el país tiene la inflación más baja en cinco décadas y opinó que “pareciera que el gobierno no quiere renunciar a eso porque es un logro a costa de que el dólar esté bajo”. La baja inflación es beneficiosa para la población y las empresas porque, en palabras del economista, “el sueldo rinde más o al menos no se deteriora tanto” y “los costos evolucionan de manera predecible, facilitando la planificación”. “Los trabajadores ven que tras sus aumentos salariales cuentan con un mayor poder adquisitivo, y están seguros de que los precios no subirán significativamente de un año a otro”, finalizó.
¿Qué ocurre con los productores?
Desde 1989 en San Jacinto (Canelones), Milton Franco “Negocios Rurales” hace ventas y arrendamientos de campos, remates (ovinos, ganados, equinos y cerdos) y negocios rurales. Milton dijo a Sala de Redacción que “los productores son los verdaderos creadores de la riqueza nacional” y agregó: “Yo he nacido y crecido en el ámbito rural, como un eslabón necesario en lo que es la comercialización de todos los bienes y productos que pueda crear un productor”.
Explicó que los problemas de la producción dependen del tipo de producción. Por ejemplo, en la agricultura, los granos son respaldados por seguros que permiten mantenerse más allá de las inclemencias climáticas. Sobre el atraso cambiario, no cree que deba haber un dólar alto, sino que con “el dólar valiendo lo que tiene que valer, el Uruguay productivo sería muchísimo más rentable”.
Sin embargo, recalcó que el hecho de que el dólar esté barato o caro no es el principal problema. Los principales, a su criterio, son las tasas de interés altas en pesos y los impuestos destinados a la seguridad social. Estas tasas de interés altas actúan como incentivo para mantener el dinero en pesos en lugar de cambiarlo por dólares, lo que contribuye a mantener el valor del dólar relativamente bajo. Con relación a los impuestos, Milton explicó que las AFAPS invierten en bonos denominados en pesos uruguayos en lugar de invertir en dólares estadounidenses, por ende, esto ejerce presión para mantener el dólar bajo en comparación con lo que debería ser. Además, mencionó que muchos productores rurales necesitan vender dólares a precios bajos para cumplir con sus obligaciones en moneda nacional, lo que genera dificultades financieras adicionales.
Por último, dijo que el Estado no solo debe decidir entre “el país de la producción nacional generando riquezas desde adentro hacia afuera” o “a los importadores multi ricos porque el dólar está barato”, sino que su papel en la gestión del cambio debería ser lo suficiente “leal con los empresarios nacionales” para permitir que el dólar “valga lo que tenga que valer” sin interferencias de bonos generados a tasas de moneda nacional altas.
Efectos colaterales en la producción industrial
En mayo, Fábricas Nacionales de Cervezas (FNC), que tiene más del 70% del mercado de cervezas en Uruguay, decidió cerrar la planta de Minas y trasladar la producción a la planta de Montevideo. Según el presidente de la Federación de Obreros y Empleados de la Bebida (FOEB), Fernando Ferreira, el cierre afectó a 150 trabajadores.
En un comunicado al respecto, FNC señaló que cada una de las plantas estaba operando al 50% de su capacidad. “Estamos ante una situación insostenible” debido a “cuatro factores principales: la creciente importación de latas de bajo costo que llegan a valores imposibles de igualar con las condiciones vigentes en Uruguay para la industria nacional, los altos costos de producción de Uruguay en comparación con otros países de la región, la menor escala de producción local y baja productividad, y la presión fiscal que es especialmente distorsiva en cervezas retornables”, afirmó la empresa.
Ante este evento, la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU) expresó su profunda preocupación. La CIU manifestó que “en los últimos días hemos asistido a otras situaciones de la misma índole (Gloria Foods del Uruguay S.A, productos lácteos, y FANACIF S.A, autopartista) manifestándose en ellas una causa común, la falta de competitividad para desarrollar la actividad industrial en el Uruguay”, lo que definieron como el problema más urgente.
Peluffo explicó a Sala de Redacción que el atraso cambiario hace que los productos nacionales sean menos competitivos a nivel internacional porque por cada artículo vendido se recibe menos dinero en dólares. Además, “la producción extranjera se vuelve más competitiva porque con un dólar más barato, resulta más económico comprar productos en el exterior”. En suma, “si la competitividad es baja, los productos extranjeros resultan más atractivos porque son más baratos” mientras que “los nacionales no pueden competir en precio”, acotó Peluffo.
Según Peluffo, en el contexto actual de atraso cambiario, la baja inflación coexiste con un dólar subvaluado. Para el sector industrial exportador, esto significa que sus ingresos en dólares tienen menos valor, ya que aunque sus gastos en pesos aumentan lentamente, la devaluación del dólar reduce sus ingresos. Por lo tanto, a pesar de la baja inflación, la competitividad de la economía se ve afectada debido a la reducción del tipo de cambio real. Dijo que un escenario opuesto, con un “dólar alto y baja inflación”, sería “ideal para mejorar la competitividad, ya que las exportaciones generarían ingresos y los costos internos aumentarían lentamente”.
Al margen de lo anterior Peluffo acotó que, sin embargo, la suba del dólar podría acelerar la inflación y lo que se entiende por competitividad “abarca también otros aspectos”, al margen del precio del dólar como “la productividad, infraestructura, instituciones, capacidad de los trabajadores y facilidad para mover bienes”. En línea con lo anterior, limitar la discusión “a la competitividad de precios”, que es ”coyuntural y a corto plazo”, sería ignorar “la verdadera competitividad”, que incluye “producir eficientemente y tener un sistema productivo robusto”, algo que es ”sostenible y de largo plazo”, finalizó.
El sector inmobiliario
El sector inmobiliario también enfrenta problemas con el atraso cambiario porque la diferencia cambiaria los perjudica. El vicepresidente de la Cámara Inmobiliaria y director de Macari Negocios Inmobiliarios, Matías Medina, dijo a El Observador que “las constructoras muchas veces tienen tierras ya compradas y monitorean el tema del dólar, ya que si es favorable empiezan la obra y si no es favorable queda todo en stand by”. También agregó que con un dólar tan bajo los desarrolladores inmobiliarios tienen que “incrementar los precios” en un contexto donde “pagan todo eso en pesos pero reciben en dólares”.
Aldo Lamorte, arquitecto y director de “Lamorte & Asociados”, empresa que se desempeña en el desarrollo de emprendimientos inmobiliarios, dijo a Sala de Redacción que en el mercado inmobiliario y de la construcción “el dólar barato impacta en inmuebles caros, pues el precio de los inmuebles se negocia en dólares”. La estructura de costos de la construcción es principalmente en pesos que suben por la inflación y ajustes de salarios, y eso impulsa los precios de venta en dólares al alza.
Al igual que Peluffo, resaltó que es muy conveniente un entorno de baja inflación porque “en un entorno de estabilidad se facilita el cálculo de costos y se eliminan riesgos de desarrollo. Y también los compradores tienen un horizonte estable para proyectar su inversión”.
En cuanto a la inversión extranjera, esta es un motor clave para la construcción, uno de los sectores más importantes de la economía nacional que tiene un impacto significativo en la demanda de mano de obra. Sería muy importante mantener un entorno de seguridad jurídica y de simplificación del ingreso de capitales para proteger al sector. Por otro lado, sobre el papel del Estado para equilibrar la inversión extranjera y proteger el desarrollo local en el mercado inmobiliario, Lamorte dijo que “Tiene que entrar la mayor cantidad de inversión extranjera posible”. “La mayor y más “desequilibrada” que pueda imaginarse. ¿Cuál es el objeto de “proteger el desarrollo local?” Vale la pena recordar que el desarrollo del mercado local lo hicieron los inmigrantes, los italianos, los españoles, los judíos. El desarrollo va vinculado a la libertad de emprender, no a imponer políticas con obstáculos a nadie.”, acotó.
Por último, cree que el gobierno no debe tomar ninguna medida para apoyar a las empresas locales. La mejor política es “no meterse haciendo distinciones entre los desarrolladores nacionales y los internacionales”. “Lo mejor que le puede pasar al país es el ingreso de desarrolladores internacionales que seguramente traigan su cartera de clientes o apunten a atender sectores nuevos. Eso enriquece al país y le brinda más oportunidades. Así como no es conveniente hacer distinciones con los compradores nacionales o internacionales, tampoco hay que hacerlo con los desarrolladores. El gobierno si puede tomar medidas en cuanto a desburocratizar los trámites , permitir tiempos muy acotados y tramitaciones que no dependan de los tiempos interminables tanto de organismos estatales como de las intendencias , Montevideo cambió tres veces la forma de presentación de permisos y hay atraso de más de un año.”, finalizó.