En agosto de 2023 se estrenó en cines rioplatenses “La Uruguaya”. Esta co-producción uruguaya y argentina, dirigida por Ana García Blaya y basada en el libro de Pedro Mairal, llegó de la mano de Orsai, el proyecto encabezado por el escritor argentino Hernán Casciari, con una propuesta diferente para abordar la producción audiovisual. La película se convirtió en el proyecto beta de Orsai Cine y tuvo la particularidad de haber sido financiada a través de un sistema de socios productores que compraron un total de 6.000 bonos a un valor de 100 dólares cada uno.
A través de este método se llegó a la suma de 600.000 dólares, mismo monto por el que la película fue posteriormente vendida a Disney. Joaquín Marques, productor general de Orsai, explica que si bien esta modalidad, definida como crowdfunding, es un fenómeno más o menos establecido que cuenta con precedentes, para ellos lo más importante de la iniciativa es el ida y vuelta con la comunidad. El principal interés de Orsai es hacer partícipe a la comunidad de los procesos creativos y de la toma de decisiones que implica, en este caso, rodar una película.
Una de las condiciones fundamentales para que su sistema funcione es que toda la información referida al film esté expuesta porque, particularmente en Orsai, “no hay rentabilidad, hay honorarios y gente que trabaja por lo que vale. No hay plusvalía”. En ese sentido, “las decisiones son fáciles de exponer porque no hay información que esconder”, afirmó Márques. Desde las herramientas de trabajo, las reuniones de producción, incluso los excel con presupuestos, están disponibles de forma total para todos los involucrados.
Para Márques, la llegada de las plataformas ha limitado lo que se tiene para contar y la forma de contarlo, por lo que “las voces independientes en la generación de contenidos están en vía de extinción, por tener una fórmula que privilegia a los celebrities y no a las historias”. Por el contrario, Orsai intenta tomar distancia de estas imposiciones y manifiesta que la forma en que ellos trabajan “es el verdadero cine independiente”.
“Sin nadie en el medio” es la premisa que impulsa y guía a la Comunidad Orsai a la hora de llevar adelante sus diversos proyectos culturales —no solo películas, sino también libros, revistas, series y obras de teatro —, lema que sintetiza y caracteriza la modalidad de trabajo que proponen y que están dispuestos a defender para seguir creando en conjunto.
¿De qué hablamos cuando hablamos de cine independiente?
Si bien las formas de realización de esta película captan la atención de los aficionados al cine e incluso de aquellos no tan involucrados con el séptimo arte, es importante no perder de vista una pregunta que resulta imprescindible para entender las intenciones de Orsai: ¿qué significa el cine independiente? Por ello, Sala de Redacción se comunicó con Diego Faraone, periodista y crítico de cine uruguayo, que nos aportó una mirada esclarecedora sobre la situación del cine, no solo en la región, si no también en nuestro país.
“La definición del cine independiente viene desde el tiempo de las producciones de John Cassavetes y ese cine norteamericano que de repente se separó, que dejó de producir desde el mainstream y que empezó a hacer un cine mucho más casero”, cuenta Faraone. El periodista entiende que no se puede hablar de la existencia de una industria cinematográfica en Latinoamérica, ni siquiera en países dónde tienen bases más sólidas en cuestiones de cine -como Brasil, Argentina, México o Chile-, por tanto, “todo el cine producido por acá es independiente”.
Al mismo tiempo, considera que existen productos que de alguna manera son “más comerciales”. Menciona como ejemplo las comedias argentinas, que no se ajustan precisamente a los parámetros del cine independiente, ese que no piensa a priori en la taquilla sino que busca reflejar ciertas inquietudes personales y autorales.
¿Qué sucede en Uruguay?
En nuestro país, la Agencia Nacional del Cine y el Audiovisual del Uruguay (ACAU) y el Fondo para el Fomento y Desarrollo de la Producción Audiovisual Nacional (FONA) son los dos medios nacionales disponibles para acceder a la financiación de una película. Si bien son los únicos fondos existentes para llegar a concretar un proyecto, para algunos ser parte de este tipo de procesos se torna limitante.
Faraone afirma que una de las mayores dificultades para hacer cine en nuestro país es el tiempo que lleva la producción, muchas veces debido al proceso que implica ingresar a estos fondos. “Desde que se realiza el guión hasta que se concreta la fecha de estreno pueden pasar cinco o seis años; es una cosa muy tortuosa para los cineastas, tan desgastante que a veces terminan tirando la toalla”.
“Una vez que entrás a esos circuitos, en general podés lograr financiar tu proyecto, pero entrar a eso te puede llevar años. El proyecto empieza a crecer a medida que vas consiguiendo financiación y también va cambiando”, cuenta Adriana Nartallo, que junto a Daniel Amorín son realizadores de cine y dueños de Hachaytiza, una productora uruguaya de medios audiovisuales que trabaja de manera independiente desde su fundación en el año 2003.
Según Nartallo y Amorín hay otro elemento que dificulta entrar en los circuitos de financiación y es que, al ser un mercado chico y haber únicamente estos dos fondos, se apoyan como mucho cinco o seis películas por año. Por lo tanto, son muy codiciados, y puede suceder que los ganadores sean siempre los mismos. “Algunos se posicionan para ser siempre los ganadores y eso implica entrar en un tipo de competencia que tiene que ver con una lógica económica, y a nosotros nunca nos interesó”, enfatiza Daniel.
Mientras que para la pareja de realizadores uno de los aspectos más importantes cuando se trata de hacer cine es justamente trabajar por fuera de los fondos, Faraone sostiene la idea de que todo cine que se produzca en la región es independiente. A pesar de esta diferencia, coinciden en algo: dedicarse al cine en Latinoamérica -y sobre todo en Uruguay- es un trabajo muy arduo. “Ninguna película uruguaya puede aspirar a tener una gran taquilla. Puede triunfar en el exterior si tiene muchísima suerte, pero acá no va a ganar nada”, reconoce el periodista.
En relación al crowdfunding y el fenómeno de La Uruguaya, para los dueños de Hachaytiza “está buenísimo ese camino” y es una idea que vienen considerando hace años, pero desconocían la existencia de un término para definirla. De todas maneras, creen que para implementar esa forma de financiación hay que empezar a encontrar quien se acerque a tu proyecto mientras se está peleando para llevarlo a cabo. En este sentido, enfatizaron que hacer cine de forma independiente en Uruguay implica enfrentarse con la ausencia de apoyo, “no solamente de parte de las instituciones o del Estado”, sino incluso del propio entorno. El respaldo no llega “hasta que alcanzas el éxito o salís en televisión y eso es una cosa muy jodida de los uruguayos”.
¿Qué implica, entonces, hacer cine por fuera de los fondos públicos?
Menos presupuesto, aseguran Amorín y Nartallo. Aunque los criterios y condiciones de producción los determinan ellos mismos, lo que favorece a sostener la esencia del proyecto y los objetivos que lo impulsan, todas las acciones pertinentes están determinadas por la falta de dinero; esto decanta en un tipo de producción de bajo costo que impone límites desde el pienso de la película. Aunque, desde una perspectiva optimista, admiten que contar con esas limitantes “pone en juego la creatividad y lleva a pensar más qué decir y cómo decirlo”.
Por la misma línea, Faraone apunta a que “hay que salirse un poco del modelo visto en la enseñanza en las escuelas de cine de que vos necesitás seguir ciertos pasos para concretar una película, cuando a veces es simplemente salir a la calle con una buena idea y con un equipo pequeño que esté dispuesto a hacer cosas”. También manifiesta que es importante tener en cuenta la ambición que se tiene, y en relación a ello, el objetivo de llevar a cabo una película. “¿Quiero hacer una película que pueda gustar y que me guste a mí o mi objetivo es distribuir a todo el mundo? Eso también incide”, recalcó.
Sin dudas que el arte siempre trae discusiones en torno a lo que significa, y sobre todo, a qué o quiénes responde cuando se trata de crear. Estas inquietudes se ven reflejadas en la diversidad de opiniones que pueden tener actores de un mismo rubro, como el cinematográfico. Es evidente que lo económico, el monto de los presupuestos y sobre quién recae la financiación de los productos audiovisuales son temas de debate constante y parece no haber consenso sobre qué implica ser independiente en el cine, salvo por la importante distinción que convoca a todos los que se identifican así: mantenerse lejos de lo que pretende el mercado.