Enrique Graf (1953), es uno de los pianistas más destacados de nuestro país. Su vínculo con la música se forjó desde una temprana edad en su Montevideo natal, gracias a su entorno familiar. Su madre, empleada de OSE, fue su primera maestra y le abrió las puertas al mundo de las teclas blancas y negras del piano. Por otra parte, su padre, fue un médico de profesión, que tocaba el violín. Por aquel entonces, Graf nunca se imaginó que el piano llegaría a convertirse en su principal afición, considerándolo en un primer momento como un simple “hobby”. Su dedicación y “talento especial” lo llevó a trascender todas las expectativas y a consolidarse como un referente dentro de la música académica.

—¿Desde el comienzo, su intención era dedicarse a la música académica?

Desde bien chico; mis padres escuchaban música todo el día. Ellos compraban abonos y me incluían a mí en los conciertos, por lo que íbamos todos los sábados al SODRE. Siempre tuve esa apreciación por la música clásica y el jazz. Me aconsejaron que estudiara, que me presentara en concursos; también irme a estudiar al extranjero. Todos en el ambiente me decían “tenés que irte”. Fue un poco que lo eligieron por mí, y después cuando llegué a Estados Unidos y estaba allá solo, un poco perdido, porque no hablaba muy bien el inglés. Cuando murieron mis padres pensé “perdí a mis fans, a mis principales fanáticos”.  Ahí tomé la decisión y dije: “la verdad esto me importa, es lo que quiero hacer”.

—¿Qué factores contribuyeron a despertar su interés en el piano?

Había un piano en mi casa y mi madre tocaba; mi padre tocaba el violín y yo creo que eran músicos frustrados, les hubiera gustado ser músicos pero en aquella época no podían. Entonces mandaron a mi hermano [Jorge] a estudiar violín, y a mí, a piano, desde muy chiquitos. Yo iba a una profesora a la vuelta de casa, porque mi padre trabajaba full time y entonces empecé a ir. De chico nunca pensé que esto era lo que iba a terminar haciendo, era más bien un hobby. Pero después empecé a ganar concursos en Uruguay y todo el mundo me empezó a decir que me tenía que ir al extranjero a estudiar.

“Fue estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado”.—Enrique Graf, pianista uruguayo

  ¿Cómo se abrió la puerta para que tuviera la oportunidad de ir al extranjero y continuar sus estudios musicales?

Iba a las embajadas de Alemania, Rusia y Francia para tratar de conseguir una beca para ir a estudiar a Europa, porque en aquella época todos iban a estudiar a Europa; no muchos iban a formarse a Estados Unidos. Pero tuve la suerte de conocer a una pianista que vino de jurado al concurso “Ciudad de Montevideo” que se hacía y que era muy importante. Me pidió que le enviara una grabación y  se la dio al pianista Leon Fleisher y a los cuatro meses me llegó un telegrama que tenía una beca completa para ir a estudiar con él. Fue estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado.

—¿Hubo algún profesor que haya dejado una marca significativa en su desarrollo como pianista?

Estuve diez años estudiando con la profesora del barrio y nunca la vi poner las manos en el piano, no sé si ella tocaba. A mi me iba bien en los exámenes y nací con ese talento especial. Cuando tenía 16 años conocí a Raquel Boldorini y Manfred Gerbert. Ellos me ayudaron muchísimo y ahí empecé a entender un poco de técnica y cómo estudiar. Y después de ahí el salto a estudiar con Leon Fleisher, que fue uno de los grandes pianistas norteamericanos. Él fue el que más me marcó.

—Además de su destacada carrera como intérprete junto a las principales orquestas, también dedico gran parte de tu vida a la docencia. ¿Qué lo motivó a compartir ese conocimiento?

Me preguntaron si quería enseñar, y como yo necesitaba el dinero no lo dudé. Empecé a los 22 años a dar clases en el Peabody Institute of The Johns Hopkins University, luego en la Universidad de Charleston donde estoy radicado, y en la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh. Enseguida me encantó. He tenido alumnos realmente fabulosos, varios han tocado en Uruguay con las dos orquestas y han grabado discos.

“Nibya Mariño era mi ídola de chico, yo la admiraba tanto que yo la comparaba con los grandes pianistas que venían a Uruguay” —Enrique Graf, pianista uruguayo

Enrique Graf y la pianista uruguaya Nibya Mariño Bellini (Facebook: Enrique Graf, Pianist)

—Me gustaría que hablara acerca de la influencia que ha tenido en tu vida la pianista uruguaya Nibya Mariño Bellini

Nibya Mariño era mi ídola de chico, yo la admiraba tanto que la comparaba con los grandes pianistas que venían a Uruguay. En aquella época venían muchos más, no sé si había más plata o más público. Después por su vida personal tuvo un bajón cuando se divorció por segunda vez y la carrera de ella se vino un poco abajo. Un día mis padres me escribieron y me dijeron: fuimos a escuchar a Nibya y está tocando fabuloso como antes. Entonces la invité a mi serie [de conciertos] allá en Charleston [Carolina del Sur, Estados Unidos] y fue impresionante, nos quedamos todos de boca abierta y le mandé la grabación del recital a una compañía de discos. 

—¿Y cuál fue la reacción al escuchar la grabación de Nibya?

Se quedaron enloquecidos. Grabó dos discos de Robert Schumann [compositor del romanticismo musical alemán] y después lo eligieron como uno de los mejores discos del año. El principal crítico de Estados Unidos dijo que le daba vergüenza no saber quién era Nibya Mariño. Tuve el gran honor de tocar con ella el Concierto para dos pianos y orquesta en re menor, FP 61 de Francis Jean Marcel Poulenc [compositor francés], que tocamos en Chile, Estados Unidos  y Uruguay. Para mí fue un privilegio haber tocado con quien era mi ídola. Ella vino varias veces a Estados Unidos a tocar. Yo la ayudé a revivir su carrera y estuvo bárbaro como siguió tocando hasta los 90 años.

Francis Jean Marcel Poulenc: Concierto para dos pianos y orquesta en re menor, FP 61 (Allegro Ma Non Troppo). (Director: David Stahl – Orquesta Sinfónica de Charleston – Piano: Enrique Graf y Nibya Marino)

—Además de su pasión por el piano y la docencia, también se ha interesado por la gestión cultural. ¿Qué te motivó a explorar esa faceta?

Mi madre trabajaba en OSE full time y el tiempo que le quedaba siempre lo dedicaba al voluntariado. Ella fundó una clínica para pobres en el barrio La Comercial. Mi padre era médico, y siempre estaba colaborando con algo. Y eso me quedó. Yo iba con ella de chiquito y la veía pedir colaboraciones y estas experiencias me marcaron profundamente. Aprendí a aceptar que te digan que sí o que no, para ayudar a alguien o para alguna causa.

¿Cómo nace la idea de crear un festival en Colonia del Sacramento?

La idea del Festival Internacional de Colonia me la había propuesto Mariano Arana cuando fue Intendente de Montevideo. Él estuvo en Charleston [Carolina del Sur, Estados Unidos] que es donde yo vivo; y en Charleston hay un festival internacional muy famoso que se llama Festival Spoleto. Es diferente en el sentido de que yo les estoy copiando un poco la idea del festival de allá, que no es solo música clásica. Tenemos jazz, tango, folclore, artes visuales, teatro y cine. Todas las artes. Cuando vino de visita Arana, le dije que fue el festival de arte lo que puso a la ciudad en el mapa y ayudó muchísimo al turismo. Y antes de irse [Arana] me dice: “Enrique, ¿no te animás a organizar algo así en Colonia del Sacramento, que es muy similar a Charleston?” En aquel momento no tenía tiempo, estaba enseñando en dos universidades. Pasaron 25 años, voy a pasar un fin de semana a Colonia y caminando por el casco histórico me acordé y dije “qué lindo para hacer un festival”. Me comuniqué con el Intendente y les encantó la idea.

—¿En qué festivales ha participado como organizador?
Yo fui uno de los fundadores del Music Fest en Perugia [Italia] donde trabajé varios años. También fundé uno de los festivales en Trujillo, España. En Charleston empecé dos series de conciertos, uno de pianistas y otro de jóvenes artistas de todo tipo que era parte del Festival de Spoleto.

“En general en todo el mundo la música clásica está descuidada en mi opinión, no le dan la importancia que debería tener” —Enrique Graf, pianista uruguayo

—Desde su perspectiva, ¿cómo ve el panorama musical en Uruguay? Comparado con otros países en los que ha estado

En comparación a otros países veo mucha gente joven asistiendo a los conciertos. También hay buenas radios como Clásica y Babel que pasan un poco de música académica. Pero en general en todo el mundo la música clásica está descuidada en mi opinión, no le dan la importancia que debería tener. 

—¿Por qué piensa que está ocurriendo eso?

Yo aprecio todo tipo de música, pero la música clásica no la podemos descuidar, por algo venimos escuchando a Johan Johann Sebastian Bach desde hace trescientos años y a Ludwig van Beethoven​ desde hace 250 años. Por algo quedaron los grandes compositores. Lamentablemente, hoy en día muchas radios pasan cualquier cosa, que cualquier loco escribió en tres minutos. En Asia, por ejemplo, son muy inteligentes. En China, Japón, Corea y Singapur le han prestado una atención a la música clásica que es impresionante. Construyen teatros de ópera a cada rato y los mejores pianistas son chinos y coreanos. Han entendido que a los niños que estudian música les va mejor en las otras materias. En occidente es como que no valoran la importancia de la música clásica.

El repertorio de Enrique Graf es extenso y comprende una amplia gama de compositores. Entre ellos se pueden destacar Johann Sebastian Bach, Franz Joseph Haydn, Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven, Johannes Brahms, Franz Liszt, Edvard Grieg, César Franck, Felix Mendelssohn, Piotr Ilich Chaikovski, Serguéi Rajmáninov, George Gershwin, Marcel Poulenc, Maurice Ravel, Dmitri Shostakóvich, entre otros

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