Se estima que alrededor de 500.000 personas en Uruguay tienen alguna discapacidad, cifra que equivale a casi una sexta parte de la población. Sin embargo, pese a estos números existe un consenso casi unánime entre los uruguayos a la hora de pensar a las personas con discapacidad como niños eternos o seres completamente asexuados. Si ya de por sí todas las discusiones vinculadas al sexo y la sexualidad son tabú para aquellas personas que no tienen una discapacidad, esto parece verse doblemente agravado en quienes sí la tienen.
“Siempre se piensa a la persona con discapacidad como a un sujeto de cuidados y no como alguien capaz de generar su propia autonomía o de cuidar a otros”, puntualiza Luciana Sosa, integrante del grupo Meta, que milita por los derechos de estas personas. “Ves a alguien en pareja y decís ‘ah, ¿pero cómo hacen para tener sexo?’. O recibimos miradas de desaprobación si, por ejemplo, yo digo que quiero ser madre: ‘¿pero cómo va a hacer, cómo lo va a cuidar?’. Y es a partir de ahí que se piensa que las personas con discapacidad somos asexuadas”, agrega.
En los últimos meses, desde la sociedad civil y la academia se han generado varias instancias de discusión en torno al tema. Dos de estos encuentros los organizó la Secretaría de Discapacidad del PIT CNT, que en su última convocatoria, titulada “sexualidad, sexo y discapacidad”, llegó a reunir a más de 100 personas. Xavier Enseñat, integrante de la secretaría, calificó a las experiencias como “muy positivas” y “movilizantes”. Recordó que desde el movimiento sindical ya se venían haciendo grandes esfuerzos para lograr la inserción laboral de personas en situación de discapacidad, y que ahora le tocaba el turno a una temática hasta el momento invisibilizada. Consultado acerca de cómo surgió la idea de llevar a cabo estos encuentros, Enseñat señaló como responsables de la iniciativa a María Noel Míguez, docente grado 5 en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar), y a un grupo de “compañeros y compañeras” con discapacidad: “María Noel veía que se estaba discutiendo el tema en algunos países de América Latina, y vio como positiva la situación en Uruguay para plantearlo”. Una de las propuestas de la docente es generar un marco normativo que permita a las personas con discapacidad severa acceder a un servicio de acompañamiento sexual. La idea es que se implemente mediante el Sistema Nacional Integrado de Cuidados, como una vía paralela al régimen de asistentes personales.
Una de las grandes barreras al momento de explorar la temática y sus implicancias parte del ámbito familiar. Si bien la vida sexual de las personas con discapacidad puede llegar a ser tan plena y gratificante como la del resto, muchas veces por culpa del miedo o del desconocimiento se las sobreprotege, e incluso se llega a restringir sus espacios de intimidad. Sabrina Martínez, comunicadora y educadora sexual, advierte que al incurrir en ello se los “anula” e “impermeabiliza” en relación al tema. Asimismo, la profesional explica que en algunos aspectos relacionados a, por ejemplo, la discapacidad intelectual, se suelen replicar prácticas vinculadas a la sexualidad en la infancia. Es así que de la misma forma que a un niño no se le habla de las relaciones sexuales –“¿por qué un niño no va a saber cómo llegó al mundo?”– lo mismo ocurre con las personas con discapacidad intelectual. Sobre esto, Martínez concluye: “Una disminución en el aprendizaje o en el desarrollo intelectual no te hace un niño, te hace un adulto o adulta con un descenso en la capacidad intelectual”.
Otro gran problema es que en las sociedades contemporáneas predomina una visión muy acotada de la sexualidad. Nunca se la discute como algo singular y subjetivo, sino exclusivamente desde lo coital: “Nuestra cultura está muy centrada en la genitalidad, entonces, frente a alguna disfuncionalidad lo que se hace es anular. Se llega a creer, incluso, que negarle a una persona el acceso al goce y al placer es una práctica de cuidado”, explica Martínez. Todas estas ideas preconcebidas en torno a la sexualidad hacen que se olvide que no son sólo los genitales los que participan de un encuentro sexual, sino también, como explica Martínez, “los sentidos, las pieles, los deseos, y todos los pensamientos; porque pensemos también que el cerebro es un órgano sexual muy fuerte”.
Sosa coincide con esa idea y destaca que existen otras necesidades: desde una simple caricia, un beso, o el acto de darse la mano. También comenta que el momento de salir con su pareja puede llegar a ser “bastante complejo”, debido a que tienen que pensar a qué lugar van a ir, el costo del traslado en el caso de que sea demasiado lejos, o si el lugar tiene o no escaleras. Es que el tema de la accesibilidad en Montevideo es todavía un debe, y en el interior del país es peor aun.
Una punta del tema que nunca aparece en las discusiones es la que refiere a la diversidad sexual: “Imaginate, estás en situación de discapacidad severa y encima planteás que tu orientación sexual va para un lado que no es el heteronormativo”, refelxiona Míguez. Esto se ve mucho más claro en las experiencias de acompañamiento sexual en Europa, donde, de acuerdo con la especialista, 90% de los que solicitan el servicio son varones heterosexuales. “Hay que hacer un trabajo enorme para que puedan llegar las mujeres también”, señala, y destaca que cuando se presente un proyecto de acompañamiento sexual todos estos aspectos estarán entre “lo primero que se contempla”.
Acompañamiento sexual
La propuesta de generar el rol y la figura del acompañante sexual para personas con discapacidad severa surge, en principio, del trabajo de grado de dos estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales. Luego, junto con el Grupo de Estudios sobre Discapacidad (GEDIS), se constató la necesidad de abordar una cuestión que antes sólo se dirimía en el ámbito de lo privado. Míguez, impulsora de esta figura, advierte que no debe confundirse el rol del acompañante sexual con el de la trabajadora sexual, ya que el primero requiere una formación y un abordaje integral específicos: “En el trabajo sexual lo fundamental es lo coital, y que la gente se vuelva dependiente de ese servicio, porque cuantos más van, más rápido se los despacha y más dinero se gana. El acompañamiento sexual no tiene por propósito ser el trabajo por el que la persona reciba sus ingresos para vivir”. A su vez, subrayó que, como todo proceso terapéutico, su objetivo es el de generar autonomía en el otro. “Cuantas menos veces la persona solicite el servicio, mayor autonomía estará adquiriendo. Por eso es importante no focalizar esto en lo coital, porque hay otras formas de llegar al orgasmo que generan placer sin ser la penetración”, concluye la especialista.
Karina Núñez, portavoz de la Organización de Trabajadoras Sexuales, relata una experiencia de este tipo con un varón con discapacidad severa. Según asegura, al no haber podido entablar una relación de tipo coital, llegó al orgasmo a través de una serie de caricias en la mejilla. El resultado de estas sesiones fue, de acuerdo con su enfermero, sumamente positivo, y se registró una disminución en la carga de ansiolíticos que se le administraba. Además, se notó una mayor predisposición al momento de realizar los ejercicios de recuperación de masa muscular y un crecimiento en el vínculo familiar.
En la medida en que el GEDIS investigó el tema, se llegaron a conocer prácticas no deseables, pero avaladas desde la medicina. “Por lo general, lo que se hace para bajar la libido y que no exterioricen su deseo sexual es medicarlos con psicofármacos. Y también se han llegado a practicar ligaduras de trompas sin el consentimiento de la persona”, explica Míguez.
Acerca de las próximas instancias que la sociedad civil está organizando, Sosa destaca que es “fundamental” que las mujeres con discapacidad se armen de una identidad propia: “Como colectivo estamos muy desvalorizadas, con el autoestima muy baja. Tenemos que reivindicar todo esto que estamos generando, porque muchas veces se pierde nuestra voz y otros terminan hablando por nosotras. Es importantísimo que seamos nosotras. Si seguimos mandando gente para hablar por nosotros, estamos perdidos”.