“LOS MEDIOS NO HACEN UNA NARRACIÓN DE LA POLÍTICA, HACEN POLÍTICA”


Muy a menudo Constanza Moreira enfrenta la contradicción entre su condición de investigadora universitaria y docente, y su condición de legisladora, de política profesional. Muchas veces (probablemente la mayoría de las veces) la politóloga se impone sobre la política. Un ejemplo de ello fue su intervención en un evento sobre “Medios y Poder”, organizado por el grupo IR y realizado en la Asociación de la Prensa Uruguaya. Sus palabras fueron un testimonio  sobre la relación de los políticos con los periodistas; y un análisis sobre la información a través de la televisión, expuesto de forma descarnada, honesta y tremendamente valiente. Los periodistas, habituados a exponer el trabajo de los políticos, deberíamos reflexionar sobre la forma en que los políticos nos ven a nosotros. Lo que sigue es la transcripción de su intervención; los párrafos resaltados en negrita son responsabilidad de la edición.

Del poder político me voy a referir a la comunicación política que se hace de la actividad parlamentaria (que es la que puedo relatar más jugosamente).
Me esforcé por traer la mayor información posible de algo que a pesar de ser medios de comunicación masiva permanece bajo cierto secreto. Es una paradoja.
Me voy a referir al tema de los contenidos, en el entendido de que más allá de cualquier política que intentemos implementar en relación a la desconcentración de los medios, también podemos tener mil medios que dicen lo mismo.
¿Qué pensamos que pasa en la política cuando los medios nos lo trasmiten? ¿De qué hablamos cuando hablamos de política y qué recibimos de los grandes medios masivos de comunicación acerca de lo que sucede en la política?
Lo que los medios seleccionan y transmiten sobre lo que sucede en el mundo de la política, se transforma, eso mismo, en un hecho político. No son un instrumento para transmitir lo que pasa dentro del Parlamento o de la Torre Ejecutiva, sino que constituyen en sí mismos “hechos políticos”. Mi posición inicial es que los medios no hacen una narración de la política, sino que hacen política.
Por consiguiente, si los medios construyen políticamente la realidad todos los días, mi pregunta es: ¿Están sometidos al escrutinio democrático?
Mal que bien, el Parlamento, el Ejecutivo, los alcaldes, los intendentes, están sometidos a cierto escrutinio democrático; sin embargo los medios no.
Parece que los medios no deben estar sometidos al imperio de la ley, los derechos o las normas.
Ellos sostienen permanentemente que pertenecen a la actividad privada, pero en realidad son públicos y deberían estar sometidos al escrutinio público y democrático.
Voy a citar a Alexis de Tocqueville en “La Democracia en América” sobre la libertad de prensa de los Estados Unidos. Tocqueville era un aristócrata francés que miraba con admiración y desagrado el experimento democrático de Estados Unidos, porque a él no le gustaba nada la democracia. Ahora hay muchos a los que no les gusta la democracia pero no se animan a decirlo y en su momento Tocqueville sí se animaba. Decía que la soberanía del pueblo y la libertad de prensa son dos cosas totalmente correlativas: “La libertad de prensa influye poderosamente en la opinión pública y en general, sobre todas las opiniones de los hombres, modifica las leyes y las costumbres. La mayoría de las veces, las personas creen firmemente en las cosas porque las aceptan sin profundizar. Cuando se trata de cosas nuevas y desconocidas, las personas se adentran en uno de dos estados: o creerán sin saber por qué o no sabrán precisamente qué deben creer”.
Esto tiene más de un siglo y es absolutamente pertinente para definir lo que se cree que pasa hoy en la política. El rol de los medios tiene que ver exactamente con esto.
Si bien tenemos una definición académica de la política (nos referimos al conjunto de instituciones, comportamientos e ideas que refieren a la cosa en común), lo que sucede en la política se bifurca en una serie de cosas que suceden adentro de la política y el quehacer político cotidiano de la gente cuando vive (sin saber que hace política) y, en lo que los medios le dicen que pasa allá donde la gente cree que transcurre la vida política. Allá, en las altas esferas, el Parlamento, cumbres presidenciales, etc.
La cultura política de una sociedad se mide por lo que la gente cree que sucede en la política. Alguna vez entendimos que había una diferencia entre lo que la gente creía que sucedía y lo que pasaba en la realidad. Eso es lo que Julio María Sanguinetti llamaba “la diferencia entre sensación térmica y la temperatura”. La gente no percibe lo que realmente sucede…se la pasan quejando cuando el país anda de maravilla.
Hay una asimetría entre sensación térmica y temperatura.
Pero la separación no es tan fácil. Un ejemplo claro lo da el autor Robert Dahl que analiza la política y la legitimidad del gobierno. ¿Qué es lo que hace que una política termine generando aceptación para un gobierno?
Depende que cause efectos sobre aquellos que necesitan de la política.
Pero, la creencia de la bondad de la política depende de que las personas que reciben el beneficio, lo perciban como tal y que no les resulte indiferente. Además que crean que el beneficio deriva de esa política y no de dios, ni de la suerte, etc. y que depende del gobierno. Por ejemplo, el Frente Amplio siempre se está quejando que en el Interior de país sus políticas a nivel nacional son apropiadas por las intendencias y luego la gente piensa que es la intendencia la que hizo. Por eso, los colorados le llevan una carrera larga a los frenteamplistas sobre cómo aprovechar las políticas para legitimar su gobierno. Para que la gente perciba a esa política como un beneficio, los medios son responsables de la relación entre las personas y la política.
Así que los medios son responsables por la mitad de la ecuación e impactan enormemente sobre la legitimidad democrática. Los medios le informan a la gente lo que sucede en la política y aunque las personas creen que lo que pasa es otra cosa, normalmente la actitud de alguien que no sabe mucho de política es una tendencia vergonzante.
Si se le pregunta a alguien sobre cuáles son los principales temas del país, quizás alguien le diría “la falta de amor”, pero eso no está en la encuesta.
La gente tiende a identificar como problema a aquello sobre lo que todo el mundo habla, porque sale en los medios. Entonces, actuamos repitiendo las cosas que creemos que son importantes y eso termina de cerrar el círculo. Las encuestas tienden a representar eso. Si le pregunto a la gente quién hace la política económica: el equipo económico o Mujica. La gente diría que la hace el equipo económico porque tenderán a pensar que eso es lo deben contestar. La locura es preguntarle a la gente cosas como esas.
O preguntarle ¿usted prefiere los derechos humanos o la soberanía popular? La gente respondía “la soberanía” y los medios decían que el 50 o el 60% de la gente no creía que debía pasarse por encima de la soberanía. Las encuestas son parte de este rol de mediación entre la gente y la política.
¿Qué sucede visto desde adentro? La intrapolítica, la política que viven los políticos.
Algunos ejemplos: mi primer día en el Parlamento pasaron cuatro cosas importantes. Cuando llego de noche a mi casa y prendo el informativo y la renuncia de Jorge Saravia (que era de mi mismo sector político) era algo central en la política, que yo, en diez horas en el Parlamento, no había tenido ocasión de vivir.
Esa sensación de alienación con respecto a lo que yo misma vivía en la política se produjo más o menos todos los días desde que empecé hasta ahora. Miro el informativo y veo lo que pasa en el Senado, donde trabajo, y no reconozco lo que los medios me dicen que pasó. Reconozco similitudes pero no el grado de importancia que los medios les dan.
En ese sentido, soy testigo privilegiado de la asimetría entre la intrapolítica -que es lo que los políticos hacen desde adentro- y lo que los medios dicen que sucede en la política.
De la misma manera, en una sesión larga en la que se trataron muchos temas, Couriel que se sienta al lado mío, le hizo un comentario a Pablo Álvarez -que estaba como suplente de Huidobro-: “No viniste de traje”.
De noche, todos los medios transmitieron eso y yo ni siquiera lo había registrado. Sin embargo, eso fue repetido incansablemente en los medios.
Virginia Martínez, directora del Televisión Nacional, fue llamada a la Comisión de Educación del Senado por Gustavo Penadés, por la emisión de la película “Crónica de un sueño” que narraba el triunfo político del Frente Amplio en 2005.
El Observador releva variadas opiniones sobre el documental. Todos despotrican contra el Canal 5 porque “está partidizado”, porque “no refleja la objetividad…”; hablan Gustavo Penadés, Larrañaga, Fernando Amado, Lacalle Pou.
No hay una sola opinión de alguien que verosímilmente represente a Canal 5 o al Ministerio de Educación y Cultural. Al día siguiente le preguntan a Virginia Martínez si algún medio la había entrevistado, y no la había entrevistado ningún medio, tampoco el Canal 5 del cual ella era directora.
Tengo otras sensaciones recurrentes. Las sesiones parlamentarias se filman y se levanta muy poco por pereza periodística, porque lo único que importa son las primeras intervenciones, porque los periodistas vienen cuando están por salir los informativos. Las sesiones que duran doce horas por lo general no son reseñadas por nadie.
El Parlamento es una institución en la que se registra casi todo, para todo hay actas parlamentarias que casi no se leen. Me pregunto: ¿cómo se seleccionan, quién selecciona y con qué criterio, qué instrumentos usan?
Doy por descontado que cuanto menos informado está el periodista y más cosas tiene que cubrir del Parlamento o de una manifestación del Sunca, y gana $ 6.000 por eso… más tiende a reaccionar: o con el sello ideológico del medio o con su propia reacción visceral que en general es ideológica (y no quisiera pasarme de izquierdista diciendo que la ideología es siempre la de la clase dominante).
Entonces, para contrarrestar los impulsos viscerales, ideológicos de ese periodista que trabaja en ese medio o que le impone el editor, la única manera de vencer la tendencia que todo ser humano tiene a reproducir la ideología dominante es informarse un poco más.
Cuatro efectos violan el derecho a la información de los ciudadanos. Los llamo el efecto poder, el efecto manada que viene seguido del efecto cascada, el efecto sangre y el efecto simplificador.
Con el derecho a la información de los ciudadanos, me refiero a eso que aparece en el Código de Ética Periodística y que recoge los principios del Código de Ética Periodística que son: periodismo de calidad, rigor informativo y equilibrio periodístico.
En el principio 9 de actuación el Código de Ética dice que la cobertura de los hechos debe ser completa, equilibrada y contextualizada.
Primer efecto que distorsiona todas estas buenas pretensiones es el efecto poder o el efecto emisor.
Los periodistas filman a quien tiene poder, no importa lo que diga sino la posición que ocupa.
Larrañaga hablando de Venezuela… ¿Qué importa lo que Larrañaga diga de Venezuela? No fue a Venezuela ni siquiera participa en los debates sobre ese país. Se lo consulta porque es el jefe del partido y es importante lo que él diga sobre Venezuela.
En general, se recoge lo que dicen las autoridades. Es muy difícil que se recojan las voces alternativas y mucho menos los silenciados.
El efecto de que siempre se recoja la voz de los presidentes de los partidos es que se reproduce el poder de los que ya tienen poder y violan uno de los objetivos del Código de Ética, que es el pluralismo.

Obviamente, cuando se reproduce la voz solo de los que tienen poder, porque no hay tiempo para ponerlos a todos, entonces vemos a Bordaberry, Larrañaga o Lacalle decenas de veces. No le vamos a pedir a los medios una cobertura que sea análoga a lo que sucede. Con eso le reducimos a aquel que recibe la información, el contexto de lo que en realidad pasó. Entonces, el vehículo está sirviendo al emisor y no al mensaje.
El segundo es el efecto manada. Es que un periodista decide preguntarle a una persona y todos los demás periodistas deciden preguntarle a la misma persona con la consecuencia de que en todos los informativos sale lo mismo sobre esa persona.
Para hacer esta comprobación tienen que mirar en cada entrevista que se hace cuántos micrófonos hay. En general, hay montones de micrófonos sobre las mismas personas, cuando lo lógico sería que cumpliendo el principio de la pluralidad los canales entrevistaran a muchas personas y no siempre a las mismas.
Al efecto manada le sigue el efecto cascada. “Alguien dijo que…” y los otros lo repiten hasta el cansancio.
Las radios levantan lo que dicen los diarios de la mañana, los diarios levantan los informativos de la noche anterior entonces, se produce un efecto círculo y la noticia es siempre la misma y es muy difícil que aparezcan otras noticias vinculadas con eso, dejando sin efecto la contextualización que requiere el Código de Ética Periodística.
El efecto sangre: un ejemplo, había una larga discusión sobre el consentimiento tácito para la donación de órganos. Fue un proyecto que contó con mucha aceptación hasta que llegó al Parlamento. No sé por qué tropezó en el Partido Nacional y alguien no lo votó.
Nadie cubría nada sobre la donación, el consentimiento tácito, el derecho a la vida, el problema que tenemos con los órganos, hasta que Sergio Abreu (que trabajó mucho en el proyecto y se sintió muy mortificado) le dijo una mala palabra a Jorge Larrañaga y éste le contestó en voz alta. Los medios recogieron eso, pero nadie más dijo nada sobre la donación de órganos. No fue nada pero lo transformaron en “la gran escena de pugilato del Parlamento”. En ese momento, todos los canales de televisión filmaron eso y eso se reprodujo hasta el cansancio.
El efecto sangre es que toda pelea que haya en el Parlamento va a ser filmada y amplificada.
El efecto sangre actúa también de otra manera. Normalmente a los políticos les preguntan sobre lo que dijo otro político y muchas veces no tenemos la menor idea de lo que dijo el otro. Los medios hablan sobre sí mismos. Los periodistas hacen artículos sobre lo que dijo otro periodista.
El efecto de repreguntar sobre lo que alguien dijo es raro y es un efecto que busca la sangre. Cualquier otra reflexión que no sea la respuesta sangrienta a una provocación (de la cual, además, los medios forman parte) es desechada.
Por supuesto que el efecto sangre está en todos los medios en otro lado, tiene que ver con la cultura necrofílica que va mucho más allá de los medios de comunicación.
La cultura necrofílica ha impactado sobre la legitimidad del gobierno, por ejemplo en las políticas de seguridad; ha habido una cierta discusión que ha hecho que en el Código de Ética Periodística haya tres artículos destinados a esto.
Finalmente, el efecto simplificador. Nos dicen: “Tenés que hablar tres segundos”. Puedo decir algo como “Dios no existe”, o “Proletarios del mundo uníos”, en menos de tres segundos en tres minutos, pero el periodista también tiene que poder hacer su trabajo y poder decir en tres minutos algo importante, por ejemplo, sobre la donación de órganos.
En este país tenemos bastante diversificación en materia de radios, y mucha en materia de prensa escrita, pero lo verdaderamente universal es la televisión.
El 100% de las personas miran televisión, el 51% dice que lee libros, el 37% consume diarios, publicaciones, etc.
La diversidad es inversamente proporcional a la masividad. Esto quiere decir que aquello que es verdaderamente masivo (la televisión), es lo menos diverso.
Lo que es diverso, es lo que llega a un público más selecto.
Si lo único realmente universal que es la televisión se vuelve hegemónico, no tenemos ni democracia, ni pluralismo, ni libertad de prensa. Tenemos hegemonía.
Yo soy de las que creen que hay que regular los contenidos de lo que se transmite. Primero, porque los medios son públicos; tendrán gestión privada, pero son públicos. Y como todo lo público, tiene que estar sometido a una política de derechos.
Las políticas de derecho no violan la libertad de expresión. En todo caso, la libertad de expresión termina donde empieza la política de los derechos.
Si las mujeres queremos imponer normas y regulaciones que acaben con el lenguaje sexista, con la incitación a la violencia, es porque estamos defendiendo nuestro derecho como colectivo. Eso no viola la libertad de expresión.
Violará la libertad de mercado, que es una libertad que vale la pena violar.
¿Cómo hemos conseguido que el crimen pasional se transforme en violencia doméstica?
Por un esfuerzo permanente, continuo, de denuncia, no se dice “crimen pasional”, se dice “violencia doméstica”, porque la enorme mayoría de las leyes tienen un efecto disuasorio, pedagógico y finalmente, normativo.
La regulación de los medios debería ir en línea con el sistema de justicia del país y con las leyes del país. No puedo estimular el asesinato a través de los medios y por otro lado las leyes lo consideran uno de los mayores crímenes de la humanidad.
¿Es posible regular contenidos sin redistribuir propiedad?
No sé… hacemos cosas y cosas tibias, pero algo hacemos.

¿Qué cosas hay positivas?
Según la encuesta, la inmensa mayoría de los periodistas son bastante jóvenes, casi el 40% tienen menos de 35 años.
Finalmente, como parece que va a haber apagón analógico en el 2016, en octubre se termina toda posibilidad de conceder nuevas frecuencias, espacios y canales. Parecería que tenemos un dead line.
Efectivamente, si no se abre el llamado ahora, no vamos a tener posibilidades de que se presenten interesados antes de octubre, fecha que el propio sistema político se impuso para privarse a sí mismos de la posibilidad de conceder frecuencias a sus amigos.
El momento es ahora, la presión es ahora y la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual que está por entrar al Parlamento, llegará en el primer semestre. El decreto está a la espera de ser ratificado en la Torre Ejecutiva.
 
 

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