Hace poco más de un siglo Uruguay no alcanzaba el millón de habitantes. Y si bien había menos mujeres su tasa de fecundidad era mucho más alta, con un promedio de seis hijos cada una. El año pasado se registraron 31.281 nacimientos, lo que constituye el mayor descenso registrado desde 2016 y la cifra más baja desde 1900 (30.589), según datos del Ministerio de Salud Pública (MSP).

La reducción de la natalidad se debe a la disminución de la fecundidad en casi todos los grupos de edad materna, excepto en las mujeres de 45 años o más, quienes representan un “aporte marginal” según el informe del MSP. El mayor aporte porcentual al descenso se observa en el grupo de 25 a 29 años (25,65%), seguido por los adolescentes (23,15%). Este hallazgo se correlaciona con el informe Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) 2013-2022, que indica que el 85% ocurrieron en mujeres mayores de 19 años, el 14% en adolescentes de 15 a 19 años y menos del 1% en niñas de 15 años. Desde 2015, se ha observado una reducción de IVE en adolescentes marcando una tendencia similar a la disminución de la fecundidad adolescente a nivel nacional.

Menos hijos y más tarde

No obstante, también es un hecho que la maternidad se retrasa cada vez más debido a diversos factores. Sala de Redacción dialogó con Virginia Chaquiriand, presidenta de la Sociedad Uruguaya de Reproducción Humana (SURH) y médica especialista en ginecología, fertilidad y medicina reproductiva. Chaquiriand explicó que los factores que afectan a la fertilidad femenina incluyen alteraciones en las
trompas de falopio, problemas uterinos y aquellos relacionados con la reserva de óvulos.

Además, subrayó que la edad es “uno de los grandes problemas que tenemos hoy en día” para quedar embarazadas. “Las mujeres nacemos con los óvulos que vamos a tener” y a medida que envejecemos “se va poniendo más difícil. Entonces, su capacidad para dar un embarazo viable va bajando”, explicó la especialista. Agregó que esta disminución se nota después de los 30 años y se acentúa después de los 35, reduciendo significativamente la fertilidad y la capacidad de tener un hijo con los propios óvulos e incluso con tratamientos, ya que deben usar óvulos específicos de esa edad y calidad.

El tiempo y la edad también afecta a su contraparte: los hombres. Según el Dr. Martin Attie, director de In Vitro Buenos Aires, aunque los hombres nunca dejan de producir esperma, la calidad de este puede verse afectada a medida que envejecen. El paso del tiempo puede producir cambios en el espermograma (estudio que evalúa la calidad del semen) y oxidación en los espermatozoides, reduciendo así su capacidad de fecundación. Es decir, cuanto mayor es el hombre más tiempo puede tomar concebir naturalmente, ya sea por el desarrollo de enfermedades crónicas o complicaciones relacionadas con la reproducción.

Las principales consecuencias de retrasar la maternidad, según explicó Chaquiriand, incluyen un mayor riesgo de pérdida del embarazo y más complicaciones durante el mismo, como hipertensión, diabetes y alteraciones cromosómicas. Recalcó que “cuanto mayor es la mujer, más se incrementan los riesgos”. 

Para “cuidar” la fertilidad es importante mantener una dieta equilibrada, hacer ejercicio, intentar tener un peso normal, dormir 8 horas y evitar tóxicos como el alcohol, cigarrillos y drogas. Sin embargo, estos cuidados “no combaten el efecto de la edad y el tiempo”. La prevención de complicaciones en los embarazos (sin relación con los óvulos) depende del estado general de salud de la mujer.

Al mismo tiempo, sobre el papel del ginecólogo de cabecera expresó que además de realizar los controles rutinarios y aconsejar sobre anticoncepción, es crucial que hablen con sus pacientes sobre los factores que pueden afectar la fertilidad. Con el tiempo, las mujeres van perdiendo fertilidad porque “la edad hace lo suyo” y “no es un hijo cuando quiero, sino cuando puedo”. “Es importante que las pacientes, al decidir formar una familia y planificar cuándo quieren tener hijos, estén informadas para elegir lo mejor para ellas. En esto el ginecólogo, que es el médico que ve a la mujer todos los años, juega un papel realmente importante”, declaró Chaquiriand.

Con relación a la ley 19.167 (sobre la Regulación de las Técnicas de Reproducción Humana Asistida, ver recuadro) afirmó que aunque hay aspectos que se pueden mejorar “realmente es muy buena”. “Contempla muchas cosas y ha abierto la posibilidad de realizar tratamientos, ser estudiados y tener hijos a muchas personas que antes no podían”. Uruguay tiene buenos resultados en tratamientos de reproducción, comparables con países desarrollados y lugares con más recursos. Sin embargo, considera que el “mayor debe” está en el área de investigación porque “somos muy pocos” y para estudios científicos se requiere un número alto de casos. Aun así, hizo hincapié que “realmente podemos estar muy orgullosos de lo que ofrecemos a los pacientes en este país.”

Con la asistencia de la ley
En 2013 el Poder Ejecutivo promulgó la Ley No. 19.167, que regula las técnicas de reproducción humana asistida y establece los requisitos que deben cumplir las instituciones públicas y privadas que las realicen. La reglamentación de esta ley por parte del MSP y el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) data de 2015. 

En la normativa se contemplan muchas indicaciones médicas y otros requerimientos por las cuales el Fondo Nacional de Recursos (FRN) cubre total o parcialmente los financiamientos de los procedimientos. Por ejemplo, la mujer debe ser mayor de 18 y menor de 40 años, y cumplir con los requisitos establecidos en la normativa (tres inseminaciones fallidas, baja reserva ovárica, factor masculino severo, entre otros)

Sin el FRN, por ejemplo, cada ciclo completo (FIV/ICSI/Ovodonación, incluyendo medicación, una transferencia embrionaria en fresco y criopreservación de embriones hasta 2 años), valdría $313.497.

Las técnicas de reproducción humana asistida incluyen un conjunto de tratamientos o procedimientos que manipulan gametos o embriones humanos para lograr un embarazo. La ley distingue entre técnicas de baja y alta complejidad, según si la unión del óvulo y el espermatozoide se realiza dentro o fuera del aparato genital femenino.

Ser o no ser madre

Con relación a las medidas que podrían implementarse para apoyar a las mujeres que desean ser madres, Chaquiriand afirmó que lo principal es “ayudarlas mientras son jóvenes, estudian, trabajan y quieren desarrollarse profesionalmente, dándoles las herramientas para que logren todos sus objetivos, puedan formar una familia y tener hijos sin sacrificar lo demás”.

Añadió que esto es crucial porque muchas mujeres priorizan su carrera profesional y estudios, lo que puede complicar la maternidad más adelante. Por ello, considera que es fundamental “ayudar a las mujeres a tener hijos sin que sea una complicación en el trabajo”. Por ejemplo, las grandes empresas podrían ofrecer guarderías y el Estado podría ayudar a las mujeres que trabajan y tienen niños pequeños.

Muchas mujeres se oponen a tener hijos porque quieren crecer en su profesión y sienten que la maternidad les retrasará. Además, señaló que para los empleadores contratar a una mujer en edad reproductiva no debería ser visto como un problema. “Hay que pensar en estrategias para ayudar tanto a las mujeres que quieren tener hijos y seguir trabajando, como a las empresas que las contraten sin sancionarlas ni obligarlas a asumir todas las responsabilidades”, puntualizó.

Del estancamiento a la gran caída 

Para profundizar en este fenómeno, Sala de Redacción conversó con dos expertas en población: Gabriela Pedetti y María Fernández Soto, integrantes del único programa académico de Uruguay dedicado exclusivamente a la investigación y la enseñanza en Demografía y Estudios de Población (Facultad de Ciencias Sociales, Udelar).

En lugar de preguntarse por qué preocupa la baja natalidad, las expertas sugieren que debemos indagar en quiénes están preocupados y por qué. En el caso de Uruguay, la inquietud está profundamente arraigada en su historia como país poco poblado. Este factor, sumado al envejecimiento acelerado de la población, genera una preocupación generalizada sobre el futuro del país y la sostenibilidad de sus sistemas sociales. 


En un estudio que han realizado con los investigadores Wanda Cabella e Ignacio Pardo, identificaron tres fases claves en la evolución de la natalidad entre 1996 y 2021. La primera corresponde al declive (1996-2005), seguida por una fase de estabilización (2006-2015) y, finalmente “la gran caída” (2016-2021), en la que los nacimientos disminuyeron un 33% en sólo seis años. En este último periodo, la tasa global de fecundidad (TGF) se redujo de 2,0 a 1,27 hijos por mujer, con 31.385 nacimientos en 2023.

Si bien Uruguay fue pionero en la región en reducir su tasa de fecundidad durante gran parte del siglo XX, esta tendencia se ha generalizado en América Latina desde la década del 90. Como resultado, la diferencia entre Uruguay y otros países de la región se ha reducido significativamente y hoy en día la mayoría de los países latinoamericanos presentan tasas de fecundidad por debajo de los dos hijos por mujer.

Los investigadores uruguayos identificaron tres mecanismos clave que explican la caída de la natalidad: la decisión de no tener más hijos una vez alcanzada la familia deseada (stopping), la postergación de la maternidad a edades más avanzadas y finalmente la elección de no tener hijos en absoluto (nuliparidad). Estudios como el de Cabella muestran que, en Uruguay, la postergación de la maternidad ha sido un factor determinante, especialmente entre las mujeres jóvenes. Además, se observa una disminución significativa en los nacimientos del “tercer hijo y sucesivos”, lo que indica que muchas parejas están optando por familias más pequeñas. Para estudiar la nuliparidad es necesario analizar a mujeres al final de su vida reproductiva —a partir de los 45 años—, información que será mejor evaluada con los resultados del Censo 2023.

En referencia a los factores que subyacen a la decisión de las mujeres de no tener más hijos, aclararon que merecen un análisis particular. Explicaron que Uruguay experimentó en la última década debates públicos importantes sobre los derechos de salud sexual y reproductiva, y la implementación de políticas asociadas. Años después, se introdujeron los programas oficiales de educación sexual y la Estrategia Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en Adolescentes. Estos cambios se reflejan en la disminución de la natalidad, especialmente entre las adolescentes.

El futuro uruguayo

Soto y Pedetti advirtieron que las consecuencias a largo plazo de una tasa global de fecundidad tan baja están directamente vinculadas al envejecimiento de la población, lo cual “genera desafíos desde múltiples perspectivas”. Por ejemplo, en el ámbito político suele considerarse un problema para la sostenibilidad de las finanzas públicas y los sistemas de salud, como en parte se está viendo en el debate en torno a la seguridad social. Preguntas como el rol de la familia en el cuidado de los adultos mayores y la posibilidad de retrasar la jubilación están en el centro del debate público, generando interrogantes sobre el futuro de la sociedad uruguaya.

Además, no existen instrumentos precisos para proyectar los nacimientos totales con exactitud, pero “podemos analizar las características de la caída en la fecundidad” que “nos ofrecen pistas para hacer suposiciones sobre el futuro”.

“La información disponible sugiere que muchas adolescentes y mujeres jóvenes están postergando su maternidad, lo que podría aumentar la natalidad en el futuro, aunque quizás no a los niveles anteriores”, explicó Soto. Los datos actuales indican que las mujeres de entre 25 y 40 años tienden a tener un solo hijo, lo que sugiere una estabilización de la tasa de fecundidad a niveles más bajos. Sin embargo, estas proyecciones son preliminares y podrían modificarse a medida que las mujeres completan su etapa reproductiva.

Además, Soto destacó la complejidad de los factores que influyen en la decisión de tener hijos. Si bien la postergación de la maternidad entre las adolescentes podría sugerir un aumento futuro de la natalidad, otros datos indican una tendencia hacia familias más pequeñas. Los contextos sociales y económicos, aunque influyentes, no explican por completo la caída de la fecundidad en la región. Cambios en la valoración del tiempo, la conciliación trabajo-familia y las nuevas aspiraciones individuales parecen jugar un papel crucial. En el contexto latinoamericano, en específico en el Cono Sur, identifica una tendencia global de caída de la fecundidad en contextos de diversas situaciones económicas.

Cabe destacar que en el terreno de las normas sociales sí existió un cambio acelerado: el de la visibilidad de las perspectivas y movimientos feministas en el espacio público. “Se trata de una hipótesis de especial relevancia a trabajar, en la medida que la normatividad asociada a la maternidad es uno de los nudos centrales de la discusión en torno a las cambiantes normas de género del contexto actual”, finalizó Soto. 

¿Y qué sucede con las políticas públicas?

Las expertas explicaron que las políticas públicas implementadas a nivel internacional para revertir la caída en la natalidad han sido diversas. Aclararon que estas medidas no siempre estuvieron orientadas exclusivamente a aumentar los niveles de fecundidad o ajustarlos a los deseos de las personas, sino que en muchos casos se vincularon con objetivos de bienestar y desarrollo tanto para los niños como para los padres y madres 

Desde la conferencia de El Cairo de 1994, las políticas de natalidad han evolucionado hacia un enfoque basado en derechos reproductivos y la conciliación trabajo-familia, abriendo debates sobre modelos familiares y equidad de género.

En el estudio de Pardo y otros autores publicado en 2024 se analizan diversas políticas aplicadas en países europeos y de Europa occidental y se encuentra una gran variedad de estrategias y resultados poco concluyentes respecto a los resultados. Medidas como las licencias parentales, la flexibilidad laboral, las transferencias monetarias han sido utilizadas en diferentes combinaciones y resultaron eficientes para frenar la caída pero no para impulsar la fecundidad. Es importante señalar que pocas de estas medidas han tenido efectos significativos en los niveles de fecundidad. Para que las políticas sean efectivas, además de ser coherentes, consistentes y sostenibles a largo plazo, deben tener en cuenta los cambios recientes, incluida la diversidad familiar, la paternidad y maternidad más tardías, las redes de apoyo fuera del hogar y las aspiraciones laborales o de ocio de las personas con hijos.

“En países como Uruguay y en América Latina en general, el contexto de incertidumbre económica, acceso a la vivienda y relaciones interpersonales cuestiona la validez de la efectividad de estas políticas”, concluyó Pedetti. 

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