La Plaza Libertad se convirtió nuevamente en el escenario de una proclama social. En el marco del Día Mundial del Hábitat instaurado por las Naciones Unidas en 1986, más de 20 organizaciones sociales marcharon el lunes 7 de octubre hacia la Plaza 1° de Mayo para exigir el acceso a una vivienda digna y adecuada para las personas sin techo.
Al día siguiente se presentaron 17 propuestas en la sala Acuña de Figueroa del Palacio Legislativo. Fueron elaboradas en conjunto entre las organizaciones y la Universidad de la República (Udelar) y se entregó a los candidatos presidenciales. Entre los puntos principales de la proclama, se exige una mayor participación ciudadana en la elaboración de las políticas habitacionales, un incremento en la inversión pública destinada a vivienda social y que los recursos anuales del Fondo Nacional de Vivienda alcancen al menos el 2% de la masa salarial del país.
En diálogo con Sala de Redacción Humberto Aguilera, integrante de Ni Todo Está Perdido (NITEP) manifestó su descontento por el incumplimiento del derecho humano al acceso a la vivienda. “¿Por qué en Uruguay, teniendo tantas casas desocupadas, hay tanta gente en la calle? ¿Quién se cree alguien para decir que una persona no tiene derecho a tener una casa?”, cuestionó. Además, criticó que el acceso dependa de la capacidad de pagar un alquiler: “Si no tienes condiciones de hacerlo, no tienes derechos”.
Aguilera denunció que el sistema garantiza el derecho únicamente a quienes pueden generar ganancias en el mercado inmobiliario, mientras miles de personas continúan sin acceso a un hogar digno. Señaló que la vivienda debe ser considerada un derecho “no un negocio” y afirmó que el problema no se limita solo a esta falta sino que también a un sistema que margina a las personas más vulnerables. “¿Por qué las cooperativas tienen que cumplir con tantos requisitos, cuando hay gente que no tiene un empleo pero igual necesita una casa y tener a su familia bien?”, se preguntó, “y la situación es especialmente grave para los migrantes, que cada vez aumentan más y terminan durmiendo en la calle”.
A su vez, remarcó la precariedad laboral a la que se ven sometidas algunas personas en situación de vulnerabilidad: “¿A quién sacas de un refugio pagando una miseria para que lave un baño? ¿Por qué trabajos miserables y esclavos para los que no tienen recursos? ¿Por qué no darles un trabajo digno, con un salario que alcance para vivir de verdad?”, concluyó Aguilera.
Enrique Cal presidente de la Federación Uruguaya de Cooperativas por Ayuda Mutua (FUCVAM) subrayó a Sala de Redacción que el acceso a la vivienda se caracteriza por ser un aspecto fundante de las personas, vinculado a “su lugar en la vida y en el mundo”. En relación al déficit habitacional en Uruguay, enfatizó la urgencia de que el tema ocupe un lugar central en las políticas públicas, especialmente en el contexto electoral que atraviesa el país. “En un país con apenas tres millones y medio de habitantes, que haya 300.000 familias que no tienen vivienda o tienen una vivienda inadecuada para la habitación humana, es realmente un problema grave”.
Cal destacó que el principal problema es que la vivienda no se considere una prioridad en la agenda nacional. “Las 250.000 viviendas inadecuadas o de mala calidad que tenemos no son un problema de ayer para hoy, esto viene de muchos gobiernos”, afirmó. Para ilustrar la gravedad de la situación, recordó un momento de la pandemia, cuando se exhortaba a la población a quedarse en casa: “Es muy fácil decirlo, pero cuando tu casa se reduce a un metro cuadrado de cartón por arriba, un metro cuadrado por abajo, es ridículo pensar ese mensaje”, comentó.
Mientras los manifestantes llegaban, Santiago Martirena, quien recientemente dejó de vivir en situación de calle, se acercó al notar la cámara y entre rimas de freestyle, pidió la palabra y declaró: “Te juro que he sufrido por eso he aprendido / la calle a mi me ha enseñado a ser más positivo. Escuchen mis hermanos / peleen cada día / estamos en la lucha / encontremos la salida”.
En camino hacía la Plaza 1° de Mayo cientos de personas avanzaban detrás de un vehículo que llevaba en su carrocería la estructura de una pequeña casa como símbolo del reclamo.