Aunque el país no cuente con aerolíneas comerciales propias, la aviación comienza a mostrarse como una carrera profesional dentro del territorio nacional, ya que existe una reglamentación que profesionaliza la oferta educativa. Esto motiva cada vez más a los aspirantes dedicarse al rubro. Varones y mujeres a partir de los 16 años (con permiso de los padres o tutor los menores de edad) ven como opción formarse para, en un futuro, ser pilotos comerciales.

Uno de ellos, Facundo Martínez, piloto privado y estudiante del Aero Club, contó a Sala de Redacción que empezó a volar en 2016, cuando tenía 20 años, y que fue en ese momento que comenzó a “cumplir su sueño de ser piloto”. Martínez hizo énfasis en que, a pesar de que Uruguay es un país chico y que la mayoría de los traslados se hacen por tierra y, por lo tanto, la aviación se mantiene bastante “cerrada”, el Aero Club “es un ambiente donde la gente pone toda la garra para poder mantener la cultura aeronáutica”. El piloto reconoció que el rubro “está complicado”, pero que tiene “la esperanza” de que prospere la aviación a nivel comercial, y, acotó que la hora de vuelo cuesta $4.600, lo que hizo que la carrera le llevara “bastante tiempo”.

De todas formas, nada de eso le impidió motivarse y seguirse formando. Para Martínez practicar en Melilla es “muy bueno” porque genera que los pilotos realmente le “agarren la mano” a volar y comparó la pista del Aero Club con las del aeropuerto de Carrasco, que son más angostas. “Uno realmente aprovecha y puede disponer más tiempo de la hora de vuelo para practicar maniobras, ya que no hay tránsito de aviones de líneas aéreas rodando o aterrizando”, agregó.

Uruguay cuenta con 25 escuelas de vuelos y 12 centros de instrucción de Aviación Civil, además del centro de adiestramiento aeronáutico que corresponde a la Dirección Nacional de Aviación Civil e Infraestructura Aeronáutica. Esto se relaciona a la cantidad de alumnos que quieren ser pilotos comerciales y posicionarse en el rubro, en un país que no cuenta con su propia aerolínea desde el quiebre de PLUNA (Primeras Líneas Uruguayas de Navegación Aérea) y el fracaso de Alas Uruguay. 

Los hermanos Wilbur y Orville Wright, dos pioneros de la aviación mundial, volaron con éxito el primer aeroplano en 1903. Apenas sucedió esto los uruguayos ya quisieron despegar los pies de la tierra y tan solo diez años después se fundó el Aero Club del Uruguay. La escuela sin fines de lucro de pilotos privados se ubica en el aeropuerto de Melilla, remodelado en el 2021. Jorge Radi, presidente y director del Aero Club del Uruguay, explicó con orgullo a SdR que el hangar fue de los “primeros” en construirse “en el mundo”.

Según la Fuerza Aérea, en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, se creó una ley que buscó fomentar la aviación civil, y ese fue el punto de partida de la creación de aeroclubes en todo el territorio nacional.

Demanda mundial en crecimiento

La industria aeronáutica proyecta que, en los próximos 17 años, se necesitarán alrededor de 635.000 pilotos nuevos en todo el mundo. Esta necesidad de personal capacitado ha llevado a Uruguay a regular la oferta educativa en la formación de pilotos comerciales. 

El Aero Club del Uruguay cuenta con tres aeronaves en operación: dos de ellas destinadas a vuelos de instrucción y una más grande a vuelos de paseo, pensada para que alumnos recién recibidos puedan acumular horas de vuelo y sacar su habilitación para piloto comercial. Antes, además de PLUNA, Alas Uruguay y BQB Líneas Aéreas había 2.000 aviones en aeroclubes para transportar pasajeros entre departamentos, lo que popularmente se conoce como taxis aéreos. “Hasta 1980 la calidad de las carreteras era pésima”, rememoró Radi, que actualmente acumula más de 5.000 horas de vuelo.

Los taxis aéreos, los vuelos privados, la instrucción, los agroaplicadores y la empresa boliviana Amazonas, que emplea a 20 pilotos uruguayos, son las fuentes de trabajo que quedan en el país. Los agroaplicadores, responsables de fumigar los cultivos,  tienen el que es considerado el “más peligroso” de los trabajos, debido a que los pilotos vuelan muy cerca del suelo, lo que reduce el espacio de maniobra.

Por otra parte, Diego Guerra, estudiante y aspirante a piloto del Aero Club contó a SdR que comenzó en el año 2015 a buscar dónde formarse, y le llamó la atención la escuela al ser pionera en la aviación uruguaya. “Creo que una de las cosas más lindas de hacerlo en un aeroclub es que termina siendo un club de amigos con el mismo fin: volar”, señaló.

Con respecto al cierre de PLUNA, Guerra mencionó que la salida laboral es “casi nula”. “Si uno se quiere dedicar a esto en Uruguay tiene que estar preparado para sufrirla ya que es un mercado muy chico”, opinó y agregó que cuando culmine el curso de piloto privado, se tomará un descanso y volará junto a amigos.

Tanto Martínez como Guerra coincidieron en que, por la falta de oportunidades, se plantean continuar sus carreras de pilotos comerciales en Chile, dónde hay más salida laboral. “Después de realizar el curso de instrumentos comenzaré un nuevo camino en otro país en el que se pueda seguir avanzando hacia la línea aérea”, redondeó Guerra.

FacebookTwitter