Tabaré Rivero y el coreógrafo Martin Inthamoussu en el Solís. Una asociación impensable durante la dictadura. Foto: Teatro Solís

No fue fácil para el rock durante la dictadura militar. No tuvo una continuidad, ni una historia seguida. El golpe de estado truncó brutalmente lo que se generó y desarrolló desde la década de los sesenta. Muchas bandas de rock no tuvieron otra alternativa que el exilio, como el power trío Días de Blues, que se subió al escenario por última vez el 30 de marzo de 1973 en el Cine Arizona, para despedir a su compañero, el “Flaco” Barral, o Psiglo, que tras grabar su segundo disco en Buenos Aires, en los estudios Music Hall, vio incendiarse sus mil vinilos por los militares de ese país, bajo sugerencia de sus pares uruguayos.
Al rock se lo atacó directamente y se le impidió desarrollarse al prohibir el derecho de reunión, lo que imposibilitaba formar una banda, o sencillamente juntarse a tocar. “Cuando yo ensayaba lo hacía en mi casa, en mi cuarto, con un parlante muy viejo, con frazadas para amortiguar el sonido”, rememora Tabaré Rivero, fundador y vocalista de La Tabaré. Cuenta que en la dictadura se podía escuchar rock pero no tocar, solamente lo hacían “los chicos ricos”, que podían tocar en sus casonas sin ser descubiertos. “El rock en la dictadura fue de malos músicos y pésimos letristas”.
Desde adentro
Juan Bervejillo, vocalista, guitarrista, y fundador de La Chancha, considera que el rock fue “una válvula de escape” y un vehículo para ideas nuevas, aunque en la dictadura estaba completamente abandonado. Muchos de los rockeros del momento “se tuvieron que ir o se acoplaron al `canto popu´, como Dino”.
Rivero recuerda que para poder ensayar en su casa tapaba los amplificadores con frazadas para que sus vecinos no se enteraran. “No había otra cosa a no ser que tu papi fuera rico y acomodado”. En su afán de tocar, pudo hacerlo en una sala del Liceo Alemán, la Alianza Francesa y en el club Unión Atlética, mediante el boca a boca, con amigos y afiches hechos a mimeógrafo “del tamaño de una hoja de cuaderno”, que no los autorizaron a colocar en el Liceo Miranda.
Alfredo “El Chole” Giannotti, vocalista y guitarrista de la Abuela Coca y guitarrista de El Congo, sostiene que “el rock uruguayo es un rock de garaje. Nos juntábamos casi siempre en la casa del batero, y traíamos las cosas de todas partes. En esa época cualquier lugar era bueno para tocar y componer”.
Se vivía acostumbrado al miedo y con una desconfianza total. Rivero rememora que para el orden público, eran sospechosos por su aspecto de “jóvenes descuidados, pelo largo, barba, championes, morrales. Toda la gente era sospechosa para nosotros, incluso entre compañeros del liceo nos mirábamos con desconfianza”.
Grabar era muy difícil, recién en 1984 se abrieron franquicias de Orfeo, pero a un precio inaccesible.“Un sueño casi irrealizable, editar era algo imposible”. Una vez retomada la democracia, Rivero considera que “los jóvenes continuamos siendo censurados por los mismo jóvenes”. La prepotencia era plato de todos los días, pero ya a fines de 1985 el Rock and Roll encontró el momento oportuno para explotar como volcán después de tantos años de represión y energía acumulada. “Y sí, prendimos los amplificadores y nos lanzamos con todo a molestar a una ciudad que parecía dormida, en coma”.
No te regales
No era sencillo, como puede ser hoy, ir a un toque de rock a mediados de 1980. Muchas veces ocurrían grandes conflictos con disturbios fuera de los locales. Al presentarse la fuerza pública, se generaban corridas y quien era detenido se llevaba una golpiza de regalo. “También pasó con artistas extranjeros, lo que me hizo pensar que quienes armaban los líos eran infiltrados que poco tenían que ver con el público del rock, pero que iban a alborotar para luego justificar las corridas y los palazos, y ahí ya no caímos tan en gracia como al principio, y los padres dejaron de permitir a sus hijos a que fueran a los toques. También se corrió la bola de que una ministra había prohibido el rock para menores de 18 años, aumentando así el miedo a concurrir. Fue una forma disimulada de censura”, confiesa Tabaré Rivero.
Bervejillo sostiene que La Chancha fue víctima de censura en su canción “El Presidente”. Expresa que “el sello le echó la culpa a las autoridades, pero nos quedan dudas de si realmente fue así”. Giannotti cree que la censura ha estado siempre, pero que a lo largo de los años “se hizo más blanda”, y recuerda la canción de El Cuarteto de Nos sobre Artigas fue censurada a mediados de los 90´.
Después de aquello
En lo que concierne desde 1985 a nuestros días, Bervejillo señala que Uruguay es una fábrica de buenos músicos. En cuanto al rock, dice que se encuentra “más asimilado al sistema, más pacífico y familiar, menos transgresor, y mucho más profesional por otro lado”. Para Giannotti la evolución del rock nacional es notoria y el músico de hoy es más profesional y “las producciones son espectaculares”, señala que el negocio de la música también cambió y que hoy existe un rock uruguayo conocido a nivel mundial que es respetado. Sin dejar de lado las subidas y bajadas el rock se ha mantenido y es pulso vital de nuestra cultura. Para Rivero también hubo una evolución en muchas cosas, como el sonido, y si bien cree que como músicos dejaban que desear “no tuvimos otra que ir aprendiendo”. Para él lo que se perdió fue las ganas de gritar las cosas que molestan, esa rabia rockera, las ganas de transgredir y de “faltarle el respeto a la autoridad. Todo se volvió más light, más fácil de consumir”.
A fines de 1999 el rock nacional tuvo un auge muy importante que duró hasta 2006. Además de los inolvidables festivales “Pilsen Rock”, en el Parque de la Hispanidad en la ciudad de Durazno. En ese período surgieron muchas bandas que en su mayoría ya no existen. Para Giannotti esa época fue marcada por la dura crisis que vivió el país, y el ingenio apeló a la cultura como sano hilo conductor a través de la música, siendo un vehículo para llevar expresar los sentimientos y pensamientos. “El rock es la voz de la juventud rebelde y así se convierte en el parlante de esa gente apedreada por la crisis, que al tiempo se vuelve a encauzar y dejar pasar otra ola y otra propuesta cíclicamente. Lo bueno es que de cada vuelta se aprende, y el rock madura día a día”.
Rivero comparte la idea de que fue un auge bastante inexplicable, que además coincidió con el cierre de las dos radios de rock que había hasta el momento. Señala que la crisis generada por Batlle y los gobiernos anteriores hicieron que los jóvenes tuvieran la necesidad de escuchar a alguien que les cantara en su mismo idioma de la problemática que se vivía. Para Bervejillo esa época fue una moda, “la publicidad y los sponsors, además del Pilsen estaban los concursos de Pepsi también”.
Frank Lampariello, vocalista de Hermanos Brother y ex bajista de la recordada Hereford, sostiene que el rock era una formar de concepto de vida “hoy a la gente le chupa un huevo”, y que el auge del rock a comienzos de siglo fue totalmente algo de moda, ya que hoy no siempre se compone en son de lo que a uno le gusta, sino de lo que pueda llegar a ser. Considera que hay un problema del músico uruguayo que mira hacia atrás y piensa que no estaba bien, lo que ha muchos los lleva a volcarse al pop. “A mi me dijeron hace unos años, Frank, el rock ya fue, lo de ahora es el pop. Y no, si hacés una mezcla de rock y pop llegarás a un público más amplio, y tenés que ser creíble. Es como que el “Fata” Delgado se ponga a hacer metal”. También sostiene que existe una idealización de bandas, lo que no permite lugar a nuevas generaciones de rockeros y bandas jóvenes. “Hay proyectos nuevos de rockeros de 40, 45 años. No hay ninguna banda nueva que la esté rompiendo, en los festivales son siempre las mismas bandas que tocan”, y señala, además, que no se está interesado en una música profunda, de letras de contenido social “que hagan pensar”.
¿Vivir del rock?
Consultados sobre la complejidad de ser rockero en Uruguay y si se vive del rock, Giannotti considera que es difícil poder mantenerse viviendo de los sueños, “pero no imposible, porque querer es poder (risas)”. Alfredo Giannotti hace 25 años que trabaja en la música, pero además es docente y productor. Bervejillo cree que es difícil, pero que se puede vivir del rock si se vive con poco. ”Es como el fútbol, algunos se forran y otros apenas sobreviven”, concluye.
Por su parte Tabaré Rivero señala que hay muy pocos países del mundo en los que se pueda vivir de la música, y menos del Rock. “Acá somos solo tres millones, y para colmo no creo que a todos le guste demasiado este tipo de música. Es como ser cualquier otra cosa. No creo que sea fácil ser panadero o carnicero o abajar en la construcción. No es más difícil ser rockero que ser bailarín de ballet, ni actor, ni poeta. Quizá no hagas dinero, pero tampoco hacen dinero los otros que acabo de nombrar”.
“Además: ¿qué es ser rockero? ¿Una profesión o un modo de ver y sentir la vida? Entonces, si lo sentís en las entrañas es fácil. Lo difícil y hasta doloroso es adaptarse al mundillo del ‘rock-entertaiment’ del mundo, que también lamentablemente hizo mella por acá.
El electo Intendente de Durazno, Carmelo Vidalin, señaló a SdR que en sus planes se encuentra hacer un nuevo “Pilsen Rock” en el departamento. “No te puedo decir cuándo o en qué momento va a ser, pero tenemos todas las intenciones de hacerlo”.
Federico Correa
 
 

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