Con el financiamiento del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de la mano de la ONG Manos Veneguayas, 20 emprendedores provenientes de Brasil, Colombia, Chile y Venezuela residentes en Uruguay fundaron el Club de Emprendedores el pasado sábado 12 de noviembre en el auditorio de la Universidad Católica. Su labor consistirá en integrar a otros emprendedores (migrantes o no) y oficiar de referentes. Deberán realizar reuniones mensuales y organizar instancias con el objetivo de brindar herramientas para guiar a las próximas generaciones del club en el desarrollo de sus negocios. El proyecto busca establecer una red de aprendizaje colectivo, con instancias de aprendizaje continuo, apoyo e intercambio de experiencias entre los emprendedores. 

La ceremonia consistió de dos etapas; en la primera los emprendedores realizaron una presentación oficial de su emprendimiento (pitch) a un jurado, constituido por varios profesionales de distintas áreas relacionadas al emprendedurismo. Divididos por tipo de negocio en cuatro bloques, los 20 emprendedores pasaron por el escenario y recibieron una crítica constructiva de los jurados o “mentores”.  

El contador Yamandú Delgado, egresado de la Universidad de la República, ofició como uno de los mentores voluntarios en el evento y dialogó con Sala de Redacción señalando la importancia del proyecto que brinda un apoyo a la población migrante, la cual tiene “un doble desafío” al momento de emprender en Uruguay. También destacó que, al buscar empoderar a los emprendedores migrantes y generar vínculos con el ecosistema emprendedor uruguayo, la iniciativa “aumenta las posibilidades de éxito” de los negocios.

La segunda etapa del evento consistió en la inauguración formal del Club de Emprendedores, con la primera charla inspiradora de un emprendedor consolidado en nuestro país y finalmente la firma del acta fundacional por parte de la primera generación del proyecto, un acto que “hace que los emprendedores sientan el compromiso y la responsabilidad que tienen ante otros emprendedores, ante sus pares y ante ellos mismos”, según dijo Samanta Parra, coordinadora del proyecto e integrante de Manos Veneguayas en la oratoria final. 

Camino al club

La población migrante en nuestro país ha crecido en los últimos años: según un informe de ACNUR la población venezolana Uruguay ha aumentado consistentemente en los últimos años y en 2022 el saldo migratorio de personas provenientes de ese país caribeño se disparó a más de 4.500, superando el pico de 3.800 de 2018. Ante el aumento de población extranjera en necesidad de ingresar al mercado laboral se lanzó el proyecto Emprender Sin Fronteras, predecesor del Club de Emprendedores, y que fue llevado a cabo por la Fundación Da Vinci en colaboración con YOUHUB Cowork, Manos Veneguayas y financiado por la Agencia Nacional de Desarrollo. Este primer proyecto se enmarcó en la convocatoria de Fomento a la Cultura del Emprendimiento realizada por la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE). Allí se realizaban talleres informativos para acercar a los migrantes al ecosistema emprendedor nacional. 

Vanessa Sarmiento, presidenta de Manos Veneguayas comentó a Sala de Redacción que si bien este proyecto fue una gran ayuda, se dieron cuenta de que el migrante necesita “alguien que lo acompañe, algo más que solo darle la información”, porque si bien Uruguay ofrece muchos recursos para emprender “tampoco es tan fácil para un migrante emprender inmediatamente” debido a los distintos procesos que deben atravesar al momento de instalarse. Por un lado, un proceso para conocer al país, su cultura, sus leyes, las oportunidades que brinda y cómo aprovecharlas; por otro, un proceso “mental y real” que se debe afrontar para consolidar el negocio y comprender el compromiso que implica formalizar el emprendimiento. Y también un proceso personal, en el que cada migrante vive su “duelo migratorio”, algo que es “inevitable” según Sarmiento incluso si la persona que emigra “no está huyendo” de su país. El Club de Emprendedores busca atender todos estos aspectos. En palabras de la presidenta de Manos Veneguayas el proyecto “es para la persona y el emprendedor, busca prepararlo para que realmente pueda aprovechar esta nueva dimensión que vive como una persona que está en un nuevo país y quiere reinventarse, pero también para que lo haga con más felicidad, aliviando un poco la tristeza inevitable que significa haberlo dejado todo”.

La iniciativa del Club de Emprendedores se consolidó a partir de la llegada de Samanta Parra a la organización de Manos Veneguayas. Parra contó que el formato del proyecto nace a partir de una experiencia que ella tuvo en su país: Venezuela. En 2014 participó en un proyecto de la asociación civil Fedecámaras, titulado Aprendiendo a Emprender, donde se otorgaban herramientas para la construcción de modelos de negocios. Recordó Parra que este proyecto tuvo un gran crecimiento en poco tiempo, en primer lugar porque “era un momento del país en donde necesitábamos desarrollar un autosustento”, pero sobre todo por el acompañamiento personalizado de un coach: “esto fue un factor diferencial que hizo que en dos años se multiplicaran de cinco a 36 los clubes”, aseguró. Luego de siete años participando del proyecto como emprendedora y coach, Parra llegó a Uruguay y encontró que el trabajo de Manos Veneguayas con los emprendedores migrantes carecía de esta personalización, por lo que llevó la idea a la organización y de ahí “empezamos a darle figura a este proyecto que hoy se cristaliza”. 

Para llegar a estampar su firma, los emprendedores debieron atravesar primero por el proceso de selección (de cien inscriptos fueron seleccionados veinte) realizado por las autoridades de la ONG siguiendo los lineamientos de ACNUR. Luego por un programa de ocho semanas en donde participaron de tres instancias para realizar un reconocimiento de su situación, revisar su modelo de negocios, su conexión con los clientes, el valor de sus propuestas y las oportunidades de mejora. También se les enseñaron “metodologías” para “escuchar mejor al cliente” e “innovar su propuesta en base a ese conocimiento” afirmó Parra, y agregó que estas instancias fueron “muy enriquecedoras”.

Soraya Zapata es una de las emprendedoras que puso la firma en ese evento de noviembre. Dueña de un negocio de belleza, Zapata comentó en diálogo con Sala de Redacción que en las primeras instancias del proyecto recibió herramientas sobre “cómo emprender” y “cómo monetizar” pero también apoyo sobre “cómo seguir adelante y no caer en el vacío”. Soraya, como varios otros emprendedores, se había involucrado con Manos Veneguayas previo al proyecto del Club de Emprendedores; comentó que cuando llegó a Uruguay su hijo ya estaba involucrado en la organización y ella fue a “aportar donaciones a los más vulnerables”.

Manos a la obra

Alrededor del 2016, cuando vio el aumento de sus compatriotas llegando al país, Sarmiento abrió en Facebook una página llamada “Clasificados Veneguayos” donde publicaba avisos de empleo para que los migrantes y todos quienes siguieran la página pudieran aplicar.  

En un principio fue ayuda asistencial, brindando ropa y comida a quienes lo necesitaban. Para 2017 gracias al apoyo de otra ONG, el grupo denominado Manos Veneguayas comenzó a organizar jornadas semanales de entrega de abrigo y alimento. Sarmiento recordó que en la primera jornada se acercaron 440 personas, por lo que la ayuda que prestaban “se convirtió en una necesidad”. Las instancias de compartir con recién llegados les demostró que se necesitaba apoyo de otro tipo, por lo que empezaron a realizar charlas de asesoría migratoria, asesoría laboral, armado de currículums, asesoría en trámites en general y también charlas con autoridades.

Pasaron los años y el proyecto continuó creciendo, incluso con la pandemia se mantuvieron vías de apoyo. Para 2021 la organización tuvo la posibilidad de solicitar el apoyo de la Inter American Foundation, un organismo autónomo del gobierno de Estados Unidos que tiene como misión apoyar actividades para la generación de ingresos y mejorar las condiciones de vida de grupos marginados en Latinoamérica. Aprobada la donación, Manos Veneguayas pudo cumplir el sueño de la casa propia: la Casa Veneguaya. Dicho local está equipado con salas multiuso destinadas al alquiler para actividades, de manera que la organización pueda generar ingresos y ser sostenible, una de las metas fijadas por la IAF, ya que si no se puede mantener financieramente la organización “está condenada a desaparecer”, dijo Sarmiento. En la Casa Veneguaya se dan clases de salsa, karate e incluso decoración de globos. Este espacio es la piedra angular del proyecto de Manos Veneguayas, que deberá encontrar otras formas de mantenerse financieramente estable.

FacebookTwitter