“Me avergüenzo de ser parte de esta farsa. De esta elección indirecta dirigida por un ladrón, urdida por un traidor conspirador y apoyada por torturadores, cobardes, analfabetos políticos y vendidos. Es una farsa sexista, yo voto ‘no’ al golpe, ¡y duerman con eso, canallas!”, exclamó Jean Wyllys mientras el congreso brasileño se le caía encima, en una mezcla de abucheos y vítores. Era el domingo 17 de abril de 2016 y la cámara baja daba el primer paso en la destitución de la presidenta Dilma Rousseff.

Luego de un período de crecimiento económico, en el que la popularidad de Rousseff llegó al 77 por ciento en agosto de 2012, sobrevino una recesión. En su discurso del día del trabajador en 2013, Rousseff responsabilizó de la crisis “a banqueros, ricos y rentistas”. La presidenta no sabía entonces que era el principio del fin. Un proceso más que largo -además de complejo- que terminó con su destitución tres años después y el encarcelamiento del ex presidente y líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva. 

En ese contexto de ruptura de la sociedad brasileña, con una democracia cada vez más débil, se dieron las elecciones presidenciales de 2018. Jair Bolsonaro, un diputado que defendió en más de una ocasión la tortura y el “disparar primero, preguntar después” por parte de la policía, además de tener posturas misóginas y homófobas, tuvo un ascenso meteórico durante la carrera electoral.

Es en esta época que una gran parte de los 120 millones de brasileños que usan WhatsApp -según datos de la empresa estadounidense- comenzaron a recibir en sus celulares noticias que iban desde supuestas agresiones a partidarios de Bolsonaro a la aparición de un libro escrito por Fernando Haddad -candidato del PT- en el que justificaba el “incesto y el comunismo”

Agência Lupa, la principal plataforma de verificación de datos de Brasil, tomó las 50 fotos más difundidas en WhatsApp de una muestra de 100 mil. De ese análisis, extrajo que ocho de esas 50 imágenes eran totalmente falsas; cuatro eran afirmaciones sin fuentes confiables y 16 eran verdaderas pero sacadas de contexto. La agencia calculó que sólo el 8 por ciento de las imágenes eran reales y comprobables.

Una de las principales víctimas de la desinformación y catalizador del odio de los bolsonaristas fue el mismo Jean Wyllys. Diputado por el Partido Social Liberal (PSOL), abiertamente homosexual y una de las principales figuras de resistencia ante el avance de la derecha en Brasil junto a su correligionaria Marielle Franco, asesinada -o, mejor dicho, ejecutada- en 2018 en las calles de Río de Janeiro. 

Electo para integrar la cámara baja en 2010 y reelecto en 2014, Wyllys participó en la redacción de una ley que reconocía el matrimonio entre personas del mismo sexo y otra que regulaba las condiciones laborales de trabajadores sexuales. En el Congreso se encontró con una bancada reaccionaria llamada “BBB”: del buey, “los ruralistas antiambientalistas y a favor del exterminio de pueblos originarios”; de la bala, “los armamentistas que impulsan las milicias y los encarcelamientos en masa”; y de la Biblia, “los evangélicos antilaicidad, contrarios a la comunidad LGBTI y a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres”. 

Según Wyllys, la bancada BBB estaba dormida, rezagada ante la mayoría. Hasta que encontraron en Bolsonaro al “representante de todos esos movimientos, un idiota hecho a medida para ser el portavoz, porque además tenía esta característica jocosa y burlesca que parecía seducir a idiotas de todos los tipos”. Los medios comenzaron a darle cada vez más lugar, lanzaba un discurso que fue naturalizado y de a poco generó una ola fascista en Brasil. “Salía en programas dirigidos a una juventud que además no lee libros, afectada por la ausencia de políticas públicas que permitan el acceso a la cultura y manipulada por pastores evangelistas. Por eso Bolsonaro se convirtió para ellos en un ‘mito’”, explicó Wyllys.

Para Wyllys, que la derecha se centrara en su persona no fue una novedad. Según dijo a Sala de Redacción, Brasil siempre “fue un país con índices de violencia alarmantes hacia personas LGBTI”. En los gobiernos petistas, más que nada en lo que llama la “Era Lula”, “hubo un freno en la violencia porque de alguna manera empoderaron a la población LGBTI e hicieron políticas públicas en pro de los derechos de la comunidad”. De todas formas la homofobia siempre tuvo una presencia más o menos implícita en la sociedad brasileña, y Bolsonaro “se posicionó como una voz que insultaba a la comunidad LGBTI, una voz de violencia, particularmente hacia mí como representante de esa comunidad”.

En plena campaña, la violencia empeoró. Brasil comenzaba a desangrarse y los crímenes de odio hacia personas LGBTI aumentaron su alevosía, según Wyllys: “hubo una pareja que fue asesinada en São Paulo en plena avenida paulista, una chica trans que fue asesinada y otros tantos asesinatos y otros tipos de violencia”

Entonces, la candidatura de Bolsonaro se basó en dos cosas: desinformación y discursos de odio. Según Wyllys, para que estos últimos fueran justificados “tenía que haber fake news que los ampararan. Yo estaba casi en el 90 por ciento de las fake news, porque la mayoría tenían que ver con la sexualidad. Lo mismo pasó en el proceso del acuerdo de paz en Colombia y en el Brexit”.

Su aparición en la mayoría de los rumores e información falsa le acarreó amenazas, insultos y situaciones que lo llevaron a vivir con miedo. “A mí me cuesta mucho hablar de este hombre. Hizo una campaña en mi contra que casi destruyó mi vida. Si me quedaba en Brasil, moría. O me matarían o moriría de depresión”, contó. Lo que sucedió con Jean Wyllys es un ejemplo paradigmático del efecto que tiene el acoso a través de la difusión masiva de falsedades sobre las personas y cómo puede llegar a “destruir vidas”.

Aunque renovó su banca, ante el triunfo de Bolsonaro decidió renunciar y marchar al exilio. “Esto me hirió profundamente, no tenía otra salida que irme y buscar la vida desde otro sitio y hacer política desde aquí”, contó, y dijo además que desde Europa consiguió hacer “muchas más cosas que lo que podría hacer en Brasil. Ahora tengo una voz ampliada, una nueva trinchera y puedo defender la democracia brasileña desde aquí”.

De todas formas, en Europa intenta mantener un perfil bajo, porque quiere “tener una vida”, y no despertar el odio de los fascistas del antiguo continente. El discurso que lo expulsó de Brasil no es propio del país norteño, se ha intensificado en todo el mundo con el ascenso de los populismos de derecha y generó “una especie de histeria antigénero y antisexualidad, que es como un fantasma, promueve un pánico general. Sobre la comunidad LGBTI recaen todos los problemas. Desde la culpa de los problemas económicos hasta la culpa de que los hombres no puedan disponer del cuerpo de las mujeres a su gusto”. Además, se rememoran pasados “gloriosos”, se reivindican dictaduras y regímenes autoritarios y se habla de “poner la casa en orden”. En palabras de Wyllys, “no hay nada nuevo bajo el sol”.

Desde Berlín, Jean Wyllys decidió terminar esta entrevista con un llamado a la resistencia: “Nosotros, los pueblos colonizados, nosotros los negros, nosotras las mujeres, nosotros los LGBTI, no vamos a volver atrás. Ellos pueden estar venciendo en este momento, pero no vamos a volver atrás. Nosotros somos una resistencia y vamos a permanecer como una resistencia. Si miramos el mundo desde un espejo, vamos a ver que es mejor gracias a nosotros”.

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