Las consecuencias de los mitos y las creencias que se construyen alrededor de las corporalidades gordas impactan directamente sobre el cuerpo y la salud mental: “el sistema en que vivimos está diseñado para que te odies si sos una mujer gorda”, afirma Norina Torres, educadora sexual y activista del Colectivo Diversa. Según estos movimientos, es la misma industria que se enriquece reproduciendo estereotipos de belleza “inalcanzables”, que se internalizan desde la niñez

Ninguna niña nace odiando su cuerpo

Norina cuenta a Sala de Redacción la vivencia de ser una niña gorda, una adolescente gorda y una mujer gorda. “Es lo que me ha marcado en lo más profundo, es la violencia que más sentí”, dice convencida y confiesa que la primera vez que tomó conciencia de una “burla” fue en el jardín: “sentí que alguien se reía de mí, y yo no entendía por qué”, recuerda.

Ella resalta la importancia de “abrazar” la palabra gorda, con sus amigas lo entienden como una forma de reivindicar emociones que tuvieron que bloquear como poner límites o enojarse. “Cuando sos chica querés que te vean y te quieran, y si te enojas podés perder amigas cuando ya de por sí tenés muy pocas”, reflexiona.

Por su lado Agustina Martínez, de 22 años, recuerda que si le preguntaban a los seis años qué quería ser de grande decía “flaca y linda”. Mientras otras niñas soñaban con ser actrices, bailarinas o cantantes, el sueño de Agustina era que su cuerpo cambie: “lloraba y le decía a mi mamá que yo era fea y gorda”.  Cuenta que dejó de ir a los cumpleaños porque cuando sos una niña gorda “evitan darte torta y nadie se anima a ser tu amiga”. 

“De niñas estábamos rodeadas de barbies y princesas, pero no existen las barbies gordas”, recuerda Agustina y agrega: “las niñas que encajaban en ese estereotipo de chicas (barbie) tenían novios y amigos, yo tuve que ser la graciosa”. También recuerda el deseo de “cortar” un pedazo de panza o de brazo. “Mi vida sería mucho más fácil si tuviera menos grasa”, se convencía Agustina y recuerda que de niña se realizó cortes en los rollos. 

Lo indecible    

—Estoy gorda— dijo Agustina.

—Na, estás rellenita, pero sos linda— respondió Claudia.

—Dije gorda, no fea.

No salir, dejar de ir a reuniones, ayunar todo el día previo o ir a la playa vestida aparecen como alternativas más cómodas para evitar enfrentarse al afuera que se vuelve amenazante. “Ya no espero que la sociedad cambie”, declara Agustina y lamenta: “antes que mujer, sé que soy gorda”.

Al igual que Agustina, Norina relata que pasó toda su vida intentando ocultarse para evitar que la insulten. “Todo el tiempo la sociedad te dice que no estés, que desaparezcas”, resume. También considera que en la adolescencia las mujeres gordas se enfrentan a la humillación de “no estar nunca dentro de lo deseado”, y que si deseabas era motivo de risa. Norina manifiesta que lo que más enferma a las personas gordas no es el cuerpo, sino la discriminación.

Victoria Marichal, psicóloga, feminista y activista afirma que a pesar de ser sobreviviente de violencia sexual, vivió más agresiones por hablar de “activismo gorde”. Según la psicóloga, ser mujer en esta sociedad es ser objeto de deseo, pero si sos mujer y gorda todo se reduce a la gordura y se anula la sexualidad y, por ende,  la categoría de mujer. “A nosotras nos arrancan el derecho a desear”, afirma Marichal y agrega: “hay que hackear el deseo, despatriarcalizarlo”.

El libro “Cuerpos sin patrones. Resistencias desde las geografías desmesuradas de la carne” (2016) de Laura Contrera y Nicolás Cuello, que además de contar experiencias da marco teórico a la violencia que viven los cuerpos gordos, sostiene que el discurso social anula la posibilidad de las personas gordas de vivir “experiencias afectivas”, tal como relatan nuestras entrevistadas.

Hambruna voluntaria

“Creo que todas hemos querido despertar al otro día siendo flacas, o no querer despertar si seguís teniendo el cuerpo que tenés, porque es despertarte a un mundo que te detesta y te lo está diciendo”, afirma Norina y asegura que “todas las personas tienen miedo a engordar”. Para la activista “el sistema está diseñado para que te odies”. Resalta que la militancia le habilitó una relectura y reconocimiento de las vivencias de toda su vida en las que se sintió discriminada. 

Respecto a la búsqueda de la delgadez, Marichal habla del “patriarcado del consentimiento” que refiere a eso que aparece como un mandato pero disfrazado de deseo: “Nos hacen creer que nosotras mismas elegimos nuestra propia opresión”.

Gabriela Pasini, nutricionista con un enfoque “no peso centrista”, afirma que “no le debemos salud a nadie” y a su vez sostiene que las dietas no son saludables. “Si dejamos de naturalizar la dieta, deberíamos identificarlo como lo que es: un período de hambruna nutricional voluntario”.  Pasini dice que el único animal que se somete a esto es el humano y asegura que el hambre es uno de los “mayores estresores” para el humano.

La doctora cree que las dietas son el principal detonante de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) ya que la mayoría empieza con una dieta. Además sostiene que estas funcionan únicamente a corto plazo, pues al haber un déficit nutricional el cuerpo lo recibe como un período de hambruna y genera un “sistema de ahorro energético” como mecanismo de defensa. Cuando la dieta se termina -porque es un ciclo que finaliza muchas veces por la frustración que genera-, se da un “efecto rebote” en el que el cuerpo recupera su peso anterior y hasta más por si vuelve a sufrir esa carencia.

Al diagnosticar a una persona con obesidad o sobrepeso, se pierde el “hilo conductor” para dar un correcto tratamiento, según la perspectiva a la que la nutricionista adhiere. Esta forma de ver la nutrición supone que hay muchos factores que influyen en el cuerpo que no son únicamente alimenticios, así como la gordura no es necesariamente un problema de salud o de alimentación: “tener corporalidad gorda no significa que tengas que modificarla”, enfatizó Pasini.

Salutismo ¿o gordofobia?

Pasini destaca “la culpa” que viven las mujeres gordas a partir de la violencia médica. En una clínica se pesa, se calcula el IMC (Índice de Masa Corporal) y a partir de ahí aparece la etiqueta obesidad o sobrepeso. “Cambia la expresión del médico, su voz, cambia la textura de la consulta y aparecen recetas, dietas, consejos, opiniones que no pedís y la palabra muerte. Tu cuerpo automáticamente se vuelve sospechoso”, advierte la nutricionista. 

Vivimos en una cultura “salutista” -término utilizado por Robert Crawford-, que genera una persecución de un supuesto bienestar, construyendo estilos de vida y naturalizando prácticas autodestructivas. “Nadie por mirar un cuerpo puede decir si sos saludable o no”, afirma la doctora. “El peso no determina la salud ni la historia de vida”, agrega.

“Por un lado los cuerpos gordos son invisibilizados en el sistema de salud y por otro lado son extremadamente visibles”, asegura la psicóloga Marichal, que coincide con lo dicho por Pasini y agrega “te quieren convencer de que si no modificas tu cuerpo te vas a morir. Y además por tu culpa”.

No es novedad
En marzo de este año el diputado del Partido Colorado Walter Cervini propuso un “nuevo proyecto” relacionado a este tema: la “Ley de Incentivo de Ampliación de Talles”.
El colectivo Diversa que promueve la “Ley de Talles” anunció su disconformidad. Norina Torres, integrante del colectivo, manifestó a Sala de Redacción  que entienden que esta ley “no exige nada” y está planteado desde una perspectiva de “libre comercio”, que es el mismo sistema que no contempla los derechos que reclaman, enfatizó.
La diputada frenteamplista Betiana Díaz, que trabajó en conjunto con el colectivo en la Ley de Talles, manifestó en el debate de Comisión de Diputados que “interrumpir el derecho a la vestimenta interrumpe otros derechos”.

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