La ciencia ha avanzado a pasos agigantados en las últimas décadas. Mucho de lo que hace tiempo se creía imposible de saber, hoy en día ya ha sido descubierto. Basta con pensar en el océano o en el universo para darse cuenta todo lo que no se sabe y lo que aún queda por saber. Cuando se mira al cielo se pueden identificar muchos de los cuerpos celestes que aparecen gracias a la astronomía, sin embargo, esto no siempre fue así.

Es conocido que en muchas sociedades como la romana, la egipcia o la griega, históricamente, el cielo y todo lo que hay en él, han cumplido un rol importante, ya sea en mitos y leyendas, como en historias sobre las constelaciones, por ejemplo: Orión, La Osa Mayor o Andrómeda. Los astros también han servido de otras maneras; hasta hoy se utilizan como referencias a la hora de encontrar una orientación ya sea en el hemisferio norte o sur. Si nos encontramos en el norte, bastará con encontrar la estrella Polar (Polaris) para tener identificado el norte. De la misma forma el otro hemisferio tiene su propia referencia, la Cruz del Sur.

El valor astronómico cultural que ha tenido el cielo para la población originaria de nuestro territorio ha sido importante. En 2018 un grupo de investigadores del Centro Universitario Regional del Este (CURE) y el Laboratorio de Arqueología del Paisaje y Patrimonio del Uruguay (LAPPU), en conjunto con un astrofísico español Cesar González García, publican un estudio en el que entre varios puntos, manifiestan que los cerritos de indios -elevaciones de tierra construidas para distintas funciones tales como cultivo, funerarias y vivencial, entre otros- no se encuentran ubicados de manera azarosa sino que tienen una conexión y demarcan una vinculación astronómica. 

Cesar González (arqueoastrónomo) en Los Talitas. En el fondo, un cerrito de indio.

El horizonte será tu guía

Los conocimientos del cielo no solo ayudan a saber más sobre el paso del tiempo, las estaciones, la descripción y del sistema solar, sino que también que permite conocer el origen de mitos que explican cómo nacen estas culturas.

Camila Gianotti, arqueóloga, profesora asistente del CURE y directora del LAPPU, explicó a Sala de Redacción que para muchos pueblos originarios, el cielo, la tierra y el inframundo es “un todo, un conjunto”. Gianotti señala que “en cada uno de esos planos hay seres que habitan y con los que mantienen relaciones estrechas”, y que “tienen un diálogo, una comunicación”. Estos seres “condicionan” la vida de los pueblos en la Tierra, y según la arqueóloga, algunos de ellos poseen un poder importante, y con algunos se debe mantener una distancia. “La vinculación que hay entre los pueblos indígenas y el cielo es estrechísima”, explica.

Algunos de los cerritos que hay en Uruguay están orientados a la Cruz del Sur y la Vía Láctea. Esto se presenta cuando la Cruz del Sur está más cerca del horizonte, es decir cuando se acerca el solsticio de invierno. 

Una figura importante

Para muchos pueblos sudamericanos, esta posición de La Cruz del Sur en la Vía Láctea está asociada a la de un ñandú. El ñandú es un animal de poder para poblaciones como la charrúa y es recurrente en muchos mitos y leyendas de pueblos originarios, así como en narraciones y relatos. El ñandú cuenta con una carga simbólica “muy fuerte”, alrededor de este animal hay muchos tabúes. Por ejemplo, en algunas de estas culturas está prohibido consumir su carne, comentó Gianotti.

Cuando en nuestro territorio se analizaron los cerritos, se decidió estudiar los restos óseos que se encontraban allí. Para la sorpresa de los arqueólogos, los restos de ñandú eran mínimos incluso ausentes en muchos de ellos. Gianotti explica lo extraño del suceso para ella y sostiene: “Si vos lo ves, es un animal que tiene un montón de carne, muy interesante desde el punto de vista económico para ellos para cazarlo. Sin embargo, no se encuentran restos de los mismos y los huesos que se encuentran siempre son los mismos, los de las patas y las extremidades”.

Partiendo de esto, para el estudio se consultó a los países vecinos y se notó que esta peculiaridad se repetía en otros territorios desde la Patagonia hasta Brasil. Muchos trabajos arqueológicos advierten que es llamativo que no se registren pruebas óseas del animal. Por alguna razón el animal no era cazado de forma masiva a diferencia del ciervo por ejemplo. Algunas personas sostienen que es por la dificultad de cazar uno de ellos, no obstante, para Gianotti esta no es una explicación convincente, ya que siempre hubo estrategias que los indígenas idearon para cazar animales, por lo que desde su punto de vista, esa teoría estaría descartada.

Un animal que comparte una historia similar es el carpincho, al igual que el ñandú casi no se tiene registro óseo en los cerritos de este animal. Sin embargo, no se sabe qué significó y qué peso puede tener este animal en la cultura de los pueblos del territorio uruguayo.

Actualmente en Uruguay solo se tiene conocimiento de la figura del ñandú en el cielo. Esta realidad es diferente en los demás países del continente. En la zona andina se encuentran diferencias con las poblaciones que se encontraban cerca del atlántico. Por ejemplo, para las poblaciones de la zona andina la llama era un animal que se presentaba en la bóveda celeste junto a otras figuras geométricas. En Brasil se pueden encontrar animales representados en distintas constelaciones en el cielo como, por ejemplo, tortugas y peces. 

Reacomodando las piezas

“En Uruguay no se han hecho estudios de arqueo astronómicos de los conocimientos del cielo”, afirma Camila para resaltar la importancia y el valor de los resultados de esta investigación. Si bien en el continente se han llevado a cabo estudios etnográficos, estos se concentran en Centroamérica y a medida que descendemos hacia el sur comienzan a disminuir. “Para nosotros era lógico que este vínculo existiera en las sociedades que estudiamos arqueológicamente, la cuestión era cómo llegar a los conocimientos”, señaló. En ese momento fue que se plantearon dar ese abordaje arqueoastronómico a partir de los cerritos de indios.

Un nuevo camino

La investigación permitió reafirmar cosas que se sabía que sucedían en otras partes del continente. Para la arqueóloga sería ilógico pensar que los pueblos indígenas de Uruguay no tuvieron alguna relación con conocimientos relacionados al cielo. A veces desde la arqueología es más complicado acceder a esa cuestión intangible del conocimiento y mediante la arqueoastronomía se obtiene una vía para alcanzar esa búsqueda. Según Gianotti, “una vez que ves el ñandú en el cielo, no podes dejar de verlo y eso genera un vínculo con esos pueblos originarios”.

Este estudio abre todo un campo nuevo de investigación, dice la arqueóloga. “Ya se ha visto que hay elementos a analizar, y la intención es abrir la línea de investigación que previamente no existía en el Uruguay y empezar a trabajar de manera más sistemática con otro tipo de sitios, con más cerritos en otras zonas, para ver si surgen nuevas constelaciones y fenómenos astronómicos con los que están relacionados los sitios arqueológicos”, finaliza.

Para continuar investigando se presentó un proyecto al Fondo Clemente Estable y se encuentra en evaluación. Si fuese aprobado, se contaría con fondos, lo que permitiría que las investigaciones puedan ser llevadas a cabo de mejor manera.

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