Durante la marcha en Canelones. Foto: SdR / Manuel Franco

La rotonda del cementerio, que después de rodearla de un lado a otro expulsa hacia Canelones, albergó alrededor de 40 deportistas amateurs del ciclismo una noche de un otoño, cada vez más invernal. Esperaban a sus colegas que venían pedaleando de Santa Lucía, a 15 quilómetros de la capital canaria, para luego partir juntos por la ruta 5 hacia Progreso. Iban a demandar su derecho a circular de manera segura por las calles y rutas de nuestro territorio. Mojón a mitad de camino entre Canelones y la capital del país, el kilómetro 32, fue el punto de reunión para los corajudos ciclistas que, bajo calzas, cascos y mallas, parecían no tener frío alguno.

El pelotón, no muy numeroso pero homogéneo, salió en una tranquila marcha por la ruta 5. Desde bicis de montaña hasta de competición, escoltados por un par de autos, el grupo de Canelones “Von Drais” (apellido del inventor de la “dresina”, la predecesora de la bicicleta), y “Los amigos del pedal de Santa Lucia”, dejaron atrás la ciudad, a la que retornarían acompañados por el “Ciclogrupo Progreso” y el grupo “Oeste MTB (Mountain Bike) Montevideo”.

Los cien ciclistas, ahora sí congregados, retomaron reclamos y recuerdos en tono de homenaje a las víctimas de los accidentes recientes, sin olvidar los pasados, que atestiguaron las rutas y calles de nuestro mapa vial. Bajo el lema “Hacernos visibles”, la consigna de la jornada del pasado viernes proclamaba: “nuestras casas también nos esperan amigo conductor, dejanos volver a salvo, un segundo tuyo puede costar nuestra vida”. Mientras, en una de las columnas se colocaba una bici pintada de blanco, código usual en el ámbito ciclístico de la parafernalia simbólica de la muerte.

A la par de la marcha realizada el miércoles en Montevideo, donde participaron alrededor de 400 personas, Ana Silva, miembro del grupo“Von Drais”, leyó una proclama con los puntos clave en torno a la seguridad del ciclista y a la vulnerabilidad en que se encuentra frente a los otros actores del tránsito. En ambas manifestaciones se hizo hincapié en impulsar un diseño de infraestructura nacional en ciclovías y en la creación de una “ley del metro y medio”, para que un vehículo motorizado pueda adelantar con seguridad a un ciclista teniendo en cuenta esa distancia. En referencia a esto, miembros del grupo “Oeste MTB Montevideo” declararon al programa radial Viva la Tarde en Sarandí 690 que“el casco, los reflectores, la ropa clara, nada de esto te salva de un choque”, aludiendo a la muerte del ciclista de montaña (Pablo Fischer) de 23 años que murió en la mañana del domingo 7 de junio, al ser embestido en el quilómetro 26 de la ruta 101 por un conductor alcoholizado y que ya tenía en su haber un antecedente de 2007 “por atropello con resultado de muerte y espirometría positiva”. En la misma dirección, generalizaba la situación: “un auto en un impacto llega a tener un peso de una tonelada y un ómnibus de 10; si hay un choque las chances de sobrevivir son muy pocas”.

 

Un metro y medio de respeto. Foto: SdR / Manuel Franco

Uno de los organizadores comentó a SdR que “la Unasev está trabajando, informando y difundiendo los derechos del ciclista”. La autoridad del ente, bajo la órbita del Poder Ejecutivo, Gerardo Barrios, ya lo había dicho después de una reunión con algunos referentes de la marcha en la capital: “la estrategia del metro y medio la vamos a reforzar por reglamentación, sino por decreto o por ley. El año pasado fallecieron 23 ciclistas”, sostuvo y agregó que “hemos avanzado pero hay que hacerlo más rápido, el compromiso ya lo asumimos”.

De vuelta en la ruta 5, a la altura de Progreso, los ciclistas procuraban partir rumbo a la capital. Pero, paradójicamente, la policía caminera informó a los que velaban por los derechos del ciclista que “por orden de la jueza, no se podía hacer la marcha”, ya que “interferían en la normal circulación de la ruta”. Medida improvisada, que según manifestaban los allí presentes, iba en contra de la reglamentación vigente en las rutas nacionales: “se puede circular yendo por la derecha, en fila de a dos, y sobre la banquina”, además “tenemos todo, casco, luces, kit de pinchaduras, chalecos, que no vengan a joder”, decían entre molestos y sorprendidos. Después de negociaciones entre los organizadores y las autoridades, se acordó que la marcha continuara; los policías se quedaron en sus camionetas y los ciclistas salieron en fila, mientras brindaban un espectáculo de luces entre los reflejos de los chalecos, los ojos de gato y las propias luces traseras (y obligatorias) de las chivas.

El viejo pabellón nacional, que recuerda a la ciudad como la cuna de la bandera, los esperaba en la rotonda que empalma a la ruta 5 con la 11. La masa se aproximaba pedaleando, siempre en tren de paseo, e ingresaba al casi desolado pueblo para finalizar la procesión. Registrados por el canal local, dieron vuelta a la plaza y estacionaron frente a la intendencia bajo la mirada de algún curioso que se encontraba en el club social. El viernes, que en breve sería sábado, se iba como cada ciclista a su pago. Los colegas de la bicicleta se despedían y acordaban futuros encuentros.

Manuel Franco

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