En tiempos de pandemia, virus y nuevas cepas, los casos de covid-19 no son lo único que se multiplica por el país y el mundo. Por necesidad o ambición, comenzar con el negocio propio se ha vuelto un camino transitado por muchas personas, ya sea como medio para ganarse la vida o para volcarse a sus aficiones. El emprendimiento es parte activa de la economía de la gran mayoría de los países y en el caso de Uruguay viene en alza en los últimos años.

“Ser emprendedor es un estilo de vida, un espíritu y un hábito que tienen las personas de forma innata de ver oportunidades donde hay problemas”, explicó Damián Gutiérrez a Sala de Redacción. Gutiérrez es licenciado en Administración de Empresas y asesora múltiples emprendimientos con poco o nulo grado de formación. “Por mi experiencia en el trabajo con este público, la mayoría de las personas que emprenden en estos momentos no se ven como tales, son autoempleados que buscan llevar a su casa ‘los pesos que han perdido’”, comentó.

La ley Nº 18.632, sancionada en 2008, establece la creación del Programa de Contratación Pública para el Desarrollo, que apoya la contratación de bienes, servicios u obras nacionales de micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes). Esta política desencadenó un impulso que fomentó la aparición y el desarrollo de estas Mipymes en los últimos años. La pandemia generó una coyuntura en la caída de los ingresos y el aumento del desempleo derivó en un crecimiento aún más exponencial de las Mipymes y negocios informales.

El índice de desempleo de marzo registró 9% de desocupación, porcentaje inferior a 11%, pico alcanzado en ciertos períodos de la pandemia, según recogió la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística. “Si los ingresos bajan y los egresos se mantienen, eso da un saldo negativo. Por este motivo, las personas buscan generar ingresos marginales extra por sus propios medios”, acotó Gutiérrez.

Emprendimientos

Ante la situación de confinamiento y la suspensión de la presencialidad en la educación terciaria, Mariana Blanco y Antonella Cellada, estudiantes universitarias de Fisioterapia y Diseño y Comunicación Visual, utilizaron el tiempo extra que ganaron por no tener que trasladarse para iniciar su camino como emprendedoras. El emprendimiento de Cellada se llama Tonne y le permite poner en práctica lo que estudia en su carrera, ya que trabaja en el diseño y comunicación visual de marcas que buscan sus servicios. “Lo que hago es identidad para marcas, hago que crezcan. Me gusta mucho decir que identifico las miradas que ellas tienen y las hago realidad”, explicó. Por su parte, junto con su hermana, Blanco abrió Marivi Delicias, un emprendimiento de repostería. Todo comenzó en una fiesta familiar en la que se propusieron elaborar una torta en vez de adquirir una ya pronta: “Para lo que nos había costado a nosotros hacer la torta y los precios que había en la web, veíamos que sacábamos un montón de ganancia”, contó sobre el origen de su emprendimiento.

Son muchas las familias que acuden a un asesoramiento para comenzar su propio negocio y así obtener sus ingresos de forma autónoma. Existen múltiples organismos, tanto nacionales como departamentales, que ayudan en este tipo de situaciones. Uno de ellos es Maldonado Emprendedor, que “es una red de instituciones que brindan apoyos a emprendimientos en proceso o en vísperas de formalización”, explicó la coordinadora Ana Inés Sánchez. Maldonado Emprendedor diseñó su plan estratégico en 2019, antes de la llegada de la pandemia, que se implementó en 2020.

El programa cuenta con el apoyo de empresas privadas y organismos públicos como la Agencia Nacional de Desarrollo (Ande), que pretende impulsar la actividad emprendedora en distintas regiones del país. “Maldonado es uno de esos territorios en el que ser empresario no es una mala palabra. Hay una cultura emprendedora que se transmite de generación en generación, un ADN emprendedor que te vuelve más resiliente”, aseguró Sánchez.

En el caso de Maldonado, la mayoría de los emprendimientos apuntan al sector turístico por ser la mayor fuente de ingresos del departamento y, en particular, se enmarcan dentro del sector gastronómico. Este es el caso de Cocina de Aiguá, un emprendimiento iniciado por Andrés Rodríguez en la localidad que le da nombre, ubicada al norte del departamento. El negocio está basado en el reparto a domicilio y la venta a almacenes de la localidad; algunos de los productos que ofrecen son pizzetas, ravioles y pastas. El negocio es de carácter colectivo y se encuentra en pleno proceso de expansión. “Ahora estamos agregando cerveza artesanal, vino, estamos tratando de invertir en otras cosas que complementan y ayudan a sostener el lugar”, explicó Rodríguez.

Además de la apuesta gastronómica, el equipo de la Cocina de Aiguá gestiona un centro cultural en la localidad. A causa de las medidas impuestas para evitar contagios de covid-19, la cultura fue uno de los sectores más afectados. “Siempre hablo con compañeros del rubro de la cultura, que como no estamos pudiendo sostenernos con eso nos vemos obligados a incursionar en otras áreas y a veces son demasiadas cosas para cubrir lo que uno hacía”, analizó Rodríguez. Los objetivos son tres: sostener el emprendimiento, mantener en pie el centro cultural, y convertirse en una fuente de ingresos más para todos los que participan en él.

Emprender nunca es tarea fácil, pero las redes sociales son una herramienta que facilita mucho la tarea para mostrar los productos y lograr mayor alcance. Los tres emprendimientos utilizan Instagram como medio para publicitarse y la Cocina de Aiguá también visibiliza su comida a través de Facebook.

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