En 2019 Luca estaba acostado en el sillón de su casa pensando qué quería hacer con su vida hasta que una idea se le cruzó por la cabeza. Abrió un documento de Word y se puso a escribir las bases de un proyecto que años más tarde lo tendría recorriendo Uruguay y lo llevaría a conocer lugares, personas y realidades inimaginables para él en aquel entonces.
Tenía claro que le gustaban los libros, los viajes y que quería tener una combi. Se dio cuenta de que había una forma posible de unir esos intereses y la dejó plasmada y guardada en un archivo. Pasaron un par de años hasta que compró la combi convencido de que quería tener una librería rodante pero habiéndose olvidado por completo de aquel documento y de la idea que se le había ocurrido. Tal es así que llegó a pensar que era una idea nueva que le “había caído” de un instante a otro. Tiempo después encontraría ese archivo y recordaría el momento puntual en que nació Noctiluca Libros, al que siempre diferencia de su verdadero origen.
Luca Caro tiene 27 años y se presenta como “combilibrero”. En diciembre de 2021 prendió el motor de una Volkswagen Kombi Panorámica del año 1993 y partió rumbo al este de Uruguay sin saber muy bien qué le depararía el camino. De la incertidumbre inicial, de su vínculo con los libros y los viajes, de la importancia de los scouts en su vida y en el armado del proyecto, de lo bueno y de lo no tan bueno del oficio, de los aprendizajes, de las adversidades, del descubrimiento de una multiplicidad de realidades, del empezar el viaje solo y de continuarlo acompañado, de entregar a un niño su primer libro, de haber visitado 100 localidades y del futuro del proyecto, habla en esta entrevista con Sala de Redacción.
—¿Cuál fue tu primer contacto con los libros?
—Afortunadamente en mi casa siempre hubo una biblioteca y eso ayudó a darme cuenta de que el hecho tan simple de tener o no un libro al alcance de la mano influye bastante después en si uno es o no lector. Además, mi familia podía tomarse el tiempo de vez en cuando de leerme un cuento antes de ir a dormir. También tengo el recuerdo de que me llevaran de niño a la feria del libro y de tener los viernes en la escuela una hora de lectura en la que cada uno leía su libro y después se lo llevaba para su casa para leerlo durante el fin de semana y devolverlo el lunes con una breve reseña.
—¿Y con los viajes?
—Soy scout desde los diez años y una de las cosas que más disfrutamos es irnos de campamento a cualquier parte del país. Eso poco a poco me fue generando unas ganas de viajar, conocer y vivir la aventura, y creo que ahí está un poco el germen y el verdadero origen de Noctiluca, junto con otras cosas que también aportan los scouts, como herramientas para armar un proyecto, llevarlo a cabo y evaluarlo. También se adquieren herramientas sociales que son muy importantes para un proyecto de este estilo porque requiere estar en contacto con mucha gente.
—Y además de esas herramientas, ¿qué otras habilidades se necesitan para ser un “combilibrero”?
—Creo que va de la mano con lo que se necesita para ser un emprendedor. Uno puede tener una pasión, o dos pasiones como los libros y los viajes, y decir “quiero tener un emprendimiento de esto” y está genial, pero cuando emprende se da cuenta de que necesita un montón de conocimientos que solemos no tener. Desde saber de números, qué es BPS, qué es DGI, qué es una factura, hasta saber cómo promocionar y comunicar el emprendimiento en sí, porque si yo no logro comunicarlo y hacer puente con las direcciones de cultura y con los centros educativos, por ejemplo, queda simplemente en una expresión de deseo. Todo el tema de las redes sociales también es importante porque ahí hay otro mundo que es súper cambiante, cada vez hay más y eso hace que a la hora de pensar y diseñar los contenidos sea necesario conocer a los públicos que están en cada una de ellas. Ahora me abrí TikTok, por ejemplo, que estaba súper negado pero quería estar ahí también.
—¿Cómo fue el proceso de acondicionar la combi para convertirla en una librería rodante?
—Duró cuatro meses, lo cual es poco tiempo para lo que suele ser la preparación de un motorhome, pero al tener la ayuda y el apoyo de muchos amigos y familiares, fue todo bastante rápido. Implicó salir a preguntar a gente que tenía conocimiento sobre chapa, pintura y mecánica, y mirar videos de viajeros en YouTube también.
—El hecho de emprender el viaje solo, ¿te hizo evaluar antes de salir la necesidad de contar con otra persona para que te acompañe?
—En un inicio no tenía esa necesidad ni tampoco pensaba que para que el proyecto existiera precisaba salir y estar con alguien más. Se terminó dando luego de estar prácticamente un año disfrutando de viajar solo, aunque por momentos también padeciendo esa soledad. Transcurrido ese tiempo empecé a estar abierto a compartir esta experiencia con alguien más, y ahí fue que conocí a mi compañera, Mar, en Florida. Estuve tres días en la ciudad y al tercero se acercó con su hermana y se compraron tres libros. Le di un sticker de Noctiluca como le doy a todos los lectores y esa misma tarde nos pusimos a conversar por celular y a la noche nos juntamos a guitarrear y leer unos libros. A las dos semanas ya estábamos viajando juntos.
—¿Cómo llegaste al nombre Noctiluca?
El nombre nace cuando estaba en el auto de un amigo con el que había sido socio en un emprendimiento anterior que nada tenía que ver con los libros. Ambos teníamos ganas de volver a emprender y había empezado a rondar la idea de poner una librería-cafetería juntos. Fue en ese momento en el que empezamos a pensar nombres hasta que salió Noctiluca, por muchos motivos. Por un lado porque las noctilucas son una especie de bicho medio mágico, sobre todo la primera vez que lo ves vivís una experiencia mágica. Además, hacía no tanto tiempo que había tenido una librería en Cabo Polonio donde está lleno de noctilucas y la palabra contenía mi nombre, entonces no me desagradaba que fuera ese. Hasta que la posibilidad de tener una librería-cafetería juntos se fue alejando porque yo le planteé que no quería quedarme quieto y que tenía ganas de viajar. De todas maneras, la combi-librería mantuvo el nombre y la pinté de turquesa por el color de las noctilucas y por una película y un libro que me gustan mucho que se llaman “Hacia rutas salvajes”, basados en la historia real de un pibe que vive en Estados Unidos, termina la universidad, agarra la mochila y se va a recorrer el país. En un momento llega a un bosque y encuentra un ómnibus abandonado y pintado de los mismos colores de la combi y se queda para usarlo como casa.
—¿Te acordás de cómo fue la primera vez que abriste la combi al público?
—Sí, el primer lugar fue Valizas. Abrí por primera vez como a las tres de la tarde y a eso de las ocho la Intendencia de Rocha vino a dejarme una especie de intimación para que me retirara porque sino me iban a sacar la mercadería y multar. De ahí me fui a La Paloma y allí me pasó algo bastante similar. Me pidieron que me moviera a un lugar en el que prácticamente no había gente. El siguiente destino fue José Ignacio y cuando llego me dicen “mirá flaco, acá casas rodantes no pueden entrar y mucho menos se te ocurra vender algo, no lo hagas porque te voy a sacar”. Y ahí yo dije: “guau, no sabía que en Uruguay era tan complicado poner una mesa y vender” y la verdad que desconocía completamente todo el tema burocrático. Ya llevaba diez días seguidos rebotando y siendo expulsado hasta que llegué a Manantiales. Ese fue el primer lugar en el que pude empezar a trabajar realmente con la combi sin que tuviera estas situaciones y por eso me quedé todo el verano.
—Ahí recién estabas arrancando y por ende el proyecto todavía no era conocido, lo que podía significar una desventaja. Una vez que fue creciendo y ganando visibilidad, ¿cómo era el recibimiento cuando llegabas a las localidades?
—Fue cambiando mucho al dejar de viajar por la costa y empezar a recorrer más localidades del interior del país, en las que el acceso al libro es bastante limitado. Eso hizo que el proyecto de por sí ya tuviera una mejor receptividad en ese tipo de lugares. Además el aumento de la visibilidad empezó a generar que la gente al llegar me reconociera y me dijera “ah, vos sos el de la combi Noctiluca”. Eso me parecía una locura y me sigue pareciendo hasta al día de hoy. Esa exposición se dio a través de las redes sociales y de los medios de comunicación que muchas veces apoyaron.
—Cuando empezaste, ¿tenías el objetivo de llegar a todas las localidades del país o eso fue algo que apareció después?
—Primero fue arrancar y ver, sobre todo con la idea de tomarme un año para conocer Uruguay porque al ser un país muy chico pensaba que en un año me daba y sobraba para conocerlo. A partir del sexto o séptimo mes de viaje, me di cuenta que esto podía ser algo más y superar la idea de ser un pibe al que le gusta viajar y vende libros para poder hacerlo. Sentía que el proyecto podía tener algo nuevo y lo fui descubriendo al escuchar a la gente y al irme enterando de que el acceso a los libros no es tan sencillo en todo el país como uno piensa. En Uruguay las librerías están en las ciudades grandes, en las capitales departamentales y después hay cientos de lugares que no tienen y en muchas ocasiones tampoco tienen una biblioteca municipal. La gente me empezó a decir: “pah, qué demás que estés acá porque yo le quiero fomentar la lectura a mi hijo y para comprar un libro tengo que ir a la capital departamental o comprar por internet y pagar el envío, pero no es lo mismo”.
—¿Ese fue el clic?
Sí, ese fue el clic y de a poquito se fue transformando en un proyecto que aporta a la descentralización de la cultura. Eso hizo que me empezara a llenar desde otro lado también porque obviamente disfrutaba mucho viajar y conocer pero ahora podía hacerlo siendo útil para la sociedad, algo que vuelve a conectarse con los scouts porque allí uno aprende a ser consciente de que puede ser un ciudadano activo de la construcción de una sociedad mejor. Yo lo encontré desde el lado de acercar libros a lugares donde no llegan y eso es lo que me reconforta cuando estoy cansado, porque también vivir viajando cansa. Pero cada vez que llegamos a una escuela, digo: “¡wau!, esto vale la pena”.
—¿Cómo reciben los niños la visita de Noctiluca?
—Viajan, por lo general viajan. O sea, cuando ven que hay una combi que está entrando al patio de la escuela ya quedan atónitos y cuando la abrimos y ven que está llena de libros y que pueden entrar, quedan alucinados. Después de ese shock inicial les contamos sobre el proyecto, leemos algún cuento y hacemos una especie de trivia literaria sobre cuentos y autores que habitualmente se leen en las escuelas. Los libros que donamos a estos centros educativos son en su gran mayoría producto de donaciones que vamos recibiendo de gente a lo largo del camino. Al momento de donar me doy cuenta y digo “está bueno porque acá estoy aportando”. No se cómo puede llegar a impactar esto en un futuro, pero hay muchísimos niños que recibieron su primer libro a raíz de que la combi estuvo en su localidad. Muchas veces la maestra es la que le compra el primer libro a un niño y eso me hace ver la importancia de su rol porque se acercan y nos dicen: “mirá, yo quiero para tal niño porque se que su familia no lo puede afrontar o no lo ve importante pero a este niño le encanta leer, todos los libros que tenemos en la biblioteca de la escuela se los devora pero no tiene libro propio”.
—Por el lugar preponderante que ocupan hoy los dispositivos electrónicos en la sociedad y sobre todo en las nuevas generaciones se ha instalado esa idea de que la juventud no lee y que vive prendida todo el tiempo a la pantalla, ¿esto es así o se trata de un mero prejuicio?
—Está bastante instaurado ese pensamiento y es un poco loco porque cuando se acercan adultos a felicitarnos por el proyecto, al mismo tiempo se lamentan diciendo que “los niños y los jóvenes hoy no leen porque están todo el día con el celular”. Pero no se dan cuenta de que en realidad han sido criados por ellos y que si hay un hábito que tienen o no tienen es en gran parte debido a su crianza. Es como que hay una especie de desconexión, pero más allá de ese comentario poco afortunado que suelen repetir, yo creo que no es cierto porque son muchísimos los que leen, y en muchas ocasiones se da que un día a la combi van más adolescentes que adultos. Los celulares son herramientas y como toda herramienta cada uno le da la utilidad que quiere o puede. En muchos casos hemos comprobado que el celular es una fuente que tienen los adolescentes para conocer autores nuevos, descubrir nuevos títulos y ver reseñas. De hecho, muchas veces leen en plataformas digitales gratuitas y a pesar de haber leído el libro allí, cuando lo ven en papel, suelen comprarlo y volverlo a leer. Los niños dependen más del incentivo que tengan por parte de la familia y se nota muy rápidamente cuándo ese estímulo por la lectura está y cuándo no.
—Hace poco llegaron a las 100 localidades visitadas, ¿qué significó alcanzar ese número?
—Fue un montón porque no sabía que en Uruguay teníamos 100 localidades -se ríe- y no pensé que me tomaría tres años recorrer esa cantidad. Se sintió lindo decir: “bueno, che, acercamos libros a 100 lugares del Uruguay” y ver que realmente estamos aportando a la descentralización de la cultura en nuestro país, porque no son diez lugares, son 100 y ubicados en los 19 departamentos. De estos, la gran mayoría son localidades medianas y pequeñas en las que viven desde 5000 personas hasta pueblitos en los que solamente viven 100. Eso te hace reafirmar que es un proyecto viable y que estamos aportando un granito o más bien un grano de arena. Obviamente, muchas veces siento que nos quedamos cortos y que se podría hacer muchas más cosas. He tenido la idea, por ejemplo, de hacer una gira con autores que se suban a la combi y lleguen a las localidades para dar a conocer su obra y generar al mismo tiempo que estos lugares reciban una propuesta cultural.
—¿El objetivo es llegar a todas?
—Consultamos a una persona que trabajó en este último censo por el total de localidades, incluyendo ciudades, villas y pueblos, y nos dijo que hay un total de 654. La aspiración en algún momento es llegar a todas. Sabemos que no es muy realista querer hacerlo ya porque nos tomó tres años visitar 100, pero ahora podemos decir que la meta es llegar a las 200.
—En un video que publicaste cuando se cumplieron dos años de iniciado el viaje dijiste: “si bien lentamente voy levantando mi pie del acelerador de esta combi-librería, a la Noctiluca le quedan hoy muchísimos kilómetros por recorrer”, ¿a qué te referías concretamente con esto?
—Hace tiempo tengo la idea de encontrar la forma para que otra gente viva la experiencia de vivir en una combi viajando por Uruguay. Todavía no he encontrado cuál es la fórmula pero es algo que quiero que suceda porque es muy enriquecedor y desde muchísimos aspectos, que tienen que ver con conocerse a uno mismo pero por sobre todo conocer la realidad del Uruguay, de la que creo que en Montevideo somos muy ajenos. Las distintas realidades, formas y ritmos de vida que vas conociendo realmente te vuelan la cabeza.