Tumbas sin lápida

Los integrantes de Familiares se reúnen en la calle Nicaragua, donde está ubicada su sede. Se aprietan en las tres camionetas que Presidencia les prestó, se pelean por el mate, se preguntan por los nietos, se ríen. Charlan de los ‘60, como si fuera un recuerdo más, simples anécdotas de la juventud.

Resulta paradójico que sobre la fachada de la calle Instrucciones brille tanto el sol. Los periodistas se mezclan con los militares de custodia, las cámaras vuelan a buscar el mejor plano, los micrófonos buscan hambrientos voces. Los familiares esperan que les levanten la barrera, como hace más de 40 años.

Después de casi dos horas, la jueza Isaura Tórtora se presenta en la sede militar y los deja ingresar. Se les revuelven en el estómago mil y una emociones que se habían dispersado con los minutos y un agente militar los enlista como a escolares.

Son 12 los desaparecidos que podrían estar en el Batallón 13: Eduardo Bleier, Elena Quinteros, Otermín Montes de Oca, María Claudia García de Gelman, Amelia Sanjurjo, Julio Correa Rodríguez, Julio Escudero, Óscar Tassino, Juan Manuel Brieba, Carlos Arévalo, Óscar Baliñas, Luis Eduardo González. Uno los espera con la tierra descubierta. Falta encontrar a 196.

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Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos se consolidó en 1983 con el fin de obtener el paradero de sus familiares desaparecidos durante la dictadura cívico-militar. No es la primera vez que el colectivo se acerca a un cuartel militar para dar con un amigo, un familiar, un compañero que los años y el barro taparon.

En el Batallón de Infantería Blindado N° 13 de la calle Instrucciones funcionó el centro clandestino conocido como “300 Carlos”, a cargo del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas del Servicio de Información y Defensa. El predio fue investigado reiteradas veces desde la vuelta a la democracia, y en 2005 se encontraron allí los restos de Fernando Miranda, padre de Javier Miranda, actual presidente del Frente Amplio. Las indagaciones se retomaron en 2013 en el marco del caso de María Claudia García de Gelman, y desde 2011 se disponía de una zona cautelada judicialmente donde remover la tierra.

Durante este año se ha barrido aproximadamente el 85 por ciento del terreno, especificó a radio El Espectador en julio el coordinador del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia, Felipe Michelini. Es dentro de esa sección de tierra que en la noche del martes el Grupo de Investigación en Arqueología Forense del Uruguay (GIAF) descubrió un cráneo y una clavícula humana. Michelini le avisó rápidamente a Familiares, que realizó la respectiva coordinación para ingresar hoy al predio.

Por suerte no se quedaron con la última palabra del ex coordinador del GIAF, el antropólogo José María López Mazz, de que allí no había que buscar más.

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Las camionetas rodean el predio militar, pasan los estacionamientos, los murales dedicados a Gervasio Artigas, las canchas de paddel y fútbol: los familiares zigzaguean para llegar al lugar del hallazgo. Entre barro y árboles caídos, hombres y mujeres que no se dejan caer.

La retroexcavadora espera apagada, el grupo de antropólogos desplegó un campamento de resistencia a la noche, donde pasaron extrayendo tierra y huesos.

En la mañana, el fiscal especializado en delitos de lesa humanidad, Ricardo Perciballe, confirmó a la prensa que se trataba de un cuerpo completo. Las partes serán extraídas con cuidado en el fin de la jornada, ya que es necesario evitar las lluvias. Las estacas con cinta roja marcan las trincheras donde se ha ido extrayendo la tierra.

-Allá, ves, ahí estaba Miranda, indica un familiar a otro.

-¿No estaba más cerca?, le responde.  

-No, no, allá donde está el auto, ¿viste? Un poco más adelante.

-Ah, pero sacaron el árbol…

Los árboles se fueron tirando con el fin de indagar debajo de ellos. A sólo 90 metros del lugar donde Miranda fue encontrado ocurrió este nuevo descubrimiento.

De costado, con las manos cerca del pecho y la camisa a un lado, este cuerpo espera ser identificado. Los familiares saludan al grupo de investigadores y repartidos en grupos se acercan a la zona de trabajo para visualizar lo que los medios han contado toda la noche, lo que están buscando hace décadas.

La antropóloga y coordinadora del GIAF, Alicia Luisardo, aclaró que se trata de un enterramiento de tipo primario, aislado y tapado con cal. Al estar sobre la barranca, el trabajo fue el doble: los técnicos debieron colgarse de la pared del arroyo para tener mayor acceso. Por qué no se encontró antes, se preguntan todos. “Decisiones metodológicas de cuando López Mazz estaba a cargo”, responden los antropólogos a Sala de Redacción. Retomada la investigación, resultó pertinente volver a indagar en el terreno por la cercanía con el cuerpo anterior y porque el área había sido excavada parcialmente. Por eso se lo presentaron a la jueza Marcela Vargas, a cargo en ese momento, quien autorizó y permitió ampliar el área de cautela. Ahora se seguirá excavando el resto del borde del arroyo, porque podría haber más cuerpos.

El esqueleto será llevado al laboratorio para posteriores análisis y una muestra de ADN será enviada a Córdoba, donde reside la mayor parte del banco de datos de detenidos y desaparecidos. La semana entrante, cuenta la jueza Tórtora, se reunirán con los técnicos para coordinar el trabajo a seguir. Habla con su secretaria, se para con cuidado con los tacos sobre el barro y, cuando sale el último familiar, da la orden: “ahora sí, que pase la prensa”. 

La marcha de regreso a las camionetas y al centro de la ciudad es silenciosa. Ya no hay risas, sólo chistes irónicos, de esos que en verdad tapan las verdades. Con este hallazgo serían sólo seis cuerpos de desaparecidos encontrados en los últimos 15 años. En la próxima Marcha del Silencio habrá un cartel menos.