Asistentes al foro. Foto: Presidencia




Litro de luz México es una iniciativa global que transforma botellas de plástico en lámparas que funcionan con energía solar. Esta solución funciona para comunidades que no tienen acceso adecuado a la electricidad y también nos ayuda a reducir la cantidad de plástico que hay en el lugar”, expresa Tere González, cofundadora de la iniciativa en un video que sirvió de apertura del evento: Iberoamérica y la Agenda 2030, miradas diferentemente iguales del desarrollo sostenible, el pasado miércoles en la Torre Ejecutiva.
El encuentro se desarrolló en dos días, el miércoles 29 y jueves 30, con el objetivo de contribuir a fortalecer el compromiso de Iberoamérica con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), favorecer el debate sobre el tema y apoyar las alianzas necesarias. A su vez, el segundo día se desarrolló un taller con agentes de organizaciones sociales, organismos internacionales y representantes de ministerios para intercambiar ideas y analizar cómo aplicar los ODS en diferentes áreas.
La Agenda 2030 aborda diversos desafíos mundiales: poner fin a la pobreza, proteger el planeta, reducir múltiples desigualdades y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad a través de 17 objetivos, 169 metas y 232 indicadores, elaborados en torno a tres dimensiones esenciales para el futuro del planeta: la económica, la social y la ambiental.
Es “un triunfo del multilateralismo y uno de los más ambiciosos esfuerzos que alguna vez se haya planteado la humanidad”. Así definió a la Agenda 2030 la titular de la Secretaria General Iberoamericana (Segib), Rebeca Grynspan. Además, resaltó que fue fruto del consenso entre los 193 Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y un proceso de consultas ciudadanas y nacionales inéditas.
Que no se deje a nadie atrás, que sea universal y adaptable a las posibilidades de las naciones, son algunas de las características de la agenda. A diferencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), aprobados en el año 2000 y que constaban de ocho objetivos -de los cuales siete eran para el mundo en desarrollo, según apuntó la secretaria general-, la Agenda 2030 propone una visión horizontal de los Estados puesto que “no hay ningún país del mundo que cumpla al mismo tiempo con todos los objetivos”.
Para lograr los ODS, la agenda propone la articulación entre los Estados, la sociedad y otros ámbitos a los efectos de que las metas puedan concretarse. Varios panelistas resaltaron el desafío que esto implica en un mundo que tiende a la “fragmentación” y “polarización”. La coordinadora residente de las Naciones Unidas en Uruguay, Mireia Villar, se refirió especialmente a este tema y planteó que “el consenso se nos antoja irrepetible en la coyuntura actual”. En ese sentido, “la aprobación de la agenda fue un acto político, colectivo y valiente que hay que proteger”, sostuvo, y agregó que nos interpela a redefinir el progreso, los procesos de agregación de valor de nuestras economías y los atributos de una economía competitiva. Así como nos ubica en un lugar distinto como sociedad”.
Ariel Bergamino, ministro interino de Relaciones Exteriores, definió a la agenda como “un formidable programa político” y la estrategia “más legítima, más sensata”. Legítima, porque es universal. Sensata, porque promover el crecimiento económico sostenido no es cuestión de izquierda o de derecha, es cuestión de sensatez y es especialmente valioso en estos tiempos en que nuestro planeta, por momentos y en ciertos aspectos, se parece tanto a un hospital psiquiátrico administrado por los pacientes”, añadió. La agenda deja atrás “viejos paradigmas” y expresa “un principio de responsabilidad” común para todos los actores sociales.
Por su parte, Ignacio Aguirre de Cárcer González Quevedo, encargado de negocios de Embajada de España en Uruguay, reafirmó el compromiso en la cooperación y su “rol de facilitador de procesos en el ámbito del espacio iberoamericano, para concertar, coordinar y estimular todo tipo de acciones y espacios de trabajo en el marco de la agenda global de desarrollo”. En el mismo sentido, el prosecretario de la Presidencia, Juan Andrés Roballo, reiteró el compromiso del gobierno de hacer “todo lo necesario para darle continuidad” al proyecto y señaló la necesidad de generar instancias de reflexión como esta en un mundo en el que “están en crisis otros espacios” y se requiere “articulación en torno a los valores de la comunidad internacional”.
Luego de la apertura del evento, tuvo lugar un panel político que debatió sobre los ODS y las alianzas necesarias para alcanzar las metas. En la segunda mesa participaron representantes del gobierno, el sector privado, la Universidad y las organizaciones sociales.
En Uruguay la aplicación de la agenda depende la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) en conjunto con el Instituto Nacional de Estadística (INE) y la Agencia Uruguaya de Cooperación Internacional (AUCI). En ese sentido, Santiago Soto, subdirector de OPP, explicó que se reclasificaron los programas presupuestales con el objetivo de establecer a qué ODS contribuye cada uno. “Las cinco grandes prioridades del esfuerzo del sector público son: educación, desigualdades, pobreza, paz, instituciones. Esas áreas concentran el 70 por ciento de nuestro esfuerzo”, agregó.
Para el subdirector, Uruguay “tiene el desafío de plantearse los objetivos de los países más desarrollados y de hacerlo desde una posición donde nos queda un largo trecho para llegar a construir un modelo que sea sustentable en lo económico, social y lo ambiental”. Acompañó la definición de las Naciones Unidas que une desarrollo y derechos, que posiciona a la agenda como “plataforma de promoción y ampliación de derechos, y ampliación de libertades” y así  “hay que entenderla”.
En su exposición, Ferdinando Cuturi, director ejecutivo de la asociación que promueve la responsabilidad social empresarial, Deres, introdujo la visión del sector privado y subrayó la necesidad de integración y compromiso de las empresas. Para ello, indicó que es necesario una “redefinición” de responsabilidad social empresarial desde el desarrollo integral. “Entendemos que es una agenda de un futuro necesario” que no puede alcanzarse sin la cooperación de todos los sectores.
El rector de la Universidad de la República, Roberto Markarian, también estuvo presente y basó su ponencia en el documento “Aportes a la tercera conferencia regional de educación superior de la asociación de Universidades del Grupo de Montevideo” que contempla la Agenda 2030. Algunos de ellos implican “estudiar y proponer modelos de desarrollo que promuevan el buen vivir, que eviten tanto los altos costos ambientales y el alto consumo de energía”, “promover el reciclaje de materias primas” y “el uso de fuentes alternativas de energía”.
El desarrollo sostenible no es solo el que nos pueden proveer las empresas al no contaminar el ambiente y favorecer el desarrollo de una economía verde, es también el desarrollo de las personas y el equilibrio que podemos tener en una sociedad que se dé a sí misma un proceso de equidad y de justicia social en el que todos nos sintamos incluidos y podamos desarrollar una vida plena”, sostuvo la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz.
Las necesidades que tenemos siempre son holísticas y transversales” y en ese sentido Muñoz remarcó que es necesaria una reforma institucional que tome en cuenta las necesidades de las personas para desarrollar las políticas públicas.
La ministra aseguró que desde el gobierno están muy satisfechos porque los uruguayos “hemos mejorado nuestros indicadores, pero también porque la Segib, como otras organizaciones multilaterales, nos dan la posibilidad de la cooperación entre países”.
La exposición más esperada por los panelistas y presentes fue la del contador y ex secretario general de la Segib, Enrique Iglesias, y justamente fue el último en participar, que planteó varias conclusiones a partir de las ponencias de quienes le precedieron. En primer lugar, remarcó la importancia de la cooperación e integración en la región y en toda Iberoamérica en la defensa del multilateralismo. Y luego se preguntó: ¿está realmente avanzando el mundo a un compromiso integral?”. “Tengo que dejar una semilla de duda preocupante. En los últimos tiempos hemos visto que el mundo está perdiendo capacidad de comprometerse, aparecen elementos que están dispersando el compromiso”. En el contexto de América Latina, “hay heridas de tipo divisionista” que resaltan la “necesidad de cooperar y conversar”.

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