Durante la manifestación anti Monsanto. Foto: SdR/Lucía Da Fonte

Por tercer año consecutivo, y como desde el comienzo, Uruguay se adhirió al día mundial anti Monsanto. Este 23 de mayo, cerca de 38 países y 428 ciudades expresaron su repudio a esta empresa química que se ha vuelto tan impopular.
Los reclamos coincidieron alrededor del globo: el etiquetado de transgénicos y el fin del uso de herbicidas y pesticidas cancerígenos. Denuncian además el amiguismo entre los gobiernos y la corporación, la extinción de flora y fauna debido al uso de estos químicos y el daño causado al medio ambiente. Promueven como alternativa el consumo orgánico de productores locales y la protección del medio ambiente y los ecosistemas.
Uruguay se adhirió de varias maneras en Montevideo y el Interior. En Plaza Independencia cinco activistas independientes, el colectivo Antropología Nutrición, el Sindicato Uruguayo de Nutrición 5 de Agosto, el Centro de Estudiantes de Nutrición,  las asociaciones Comando Guerrilla y Soluciones Vegan y el programa de periodismo ambiental La Hora Verde convocaron a una jornada informativa con diversas alternativas.
A las cuatro en punto, hora fijada para el comienzo de la actividad, el público es escaso. Mientras transcurre el sábado más frío en semanas, lentamente van llegando activistas y curiosos a la Plaza Independencia. Habiendo pasado una hora el público supera las 50 personas, entre ellos militantes con pancartas, un joven que con una máscara antigas sostiene la inscripción “Monsanto go home”, tres apicultores vestidos con sus trajes típicos portan carteles que dicen “salvemos a las abejas” y de fondo a ritmo de rap se escucha una y otra vez “te lo digo, te lo canto, fuera Monsanto”.
Guillermo supera los 60 años, es apicultor hace varias décadas y relata su preocupación por el daño que los herbicidas utilizados provocan a las abejas. Indignado, explica cómo los paquetes tecnológicos promovidos por estas multinacionales afectan los ecosistemas y particularmente la continuidad vital de esta especie. Para remarcar lo expresado, cita a Albert Einstein con la frase: “Si las abejas desaparecieran la especie humana no duraría más de 4 años”. El apicultor subraya cómo este insecto es el encargado del 80 por ciento de la polinización, es decir que de ellas depende la reproducción del reino vegetal, sin su labor no se producirían alimentos.

Stand de alimentos orgánicos durante la actividad. Foto: SdR/Lucía Da Fonte

El evento trascurre a pesar de que la lluvia parece estar cada vez más cerca. Una mesa montada a metros del monumento a José Artigas ofrece alimentos orgánicos, a su lado un bollón con un letrero que dice “a voluntad” que pocas monedas ha visto caer en su interior.
Junto a la degustación orgánica un altoparlante alterna entre música e información. Cada tanto se siente un grito de algún manifestante que proclama “fuera Monsanto”, el que inmediatamente se gana los aplausos de los presentes y la repetición de la frase como un grito de guerra. Mientras varios militantes reparten folletería a los peatones que por allí transitan, van conquistando la curiosidad de algunos que se quedan a escuchar.
Federico Nova, uno de los cinco activistas jóvenes que convocó a la jornada, explica que la idea es informar sobre los transgénicos y herbicidas, promoviendo alternativas de alimentación. Es por eso, detalla, que se armó la mesa con alimentos. Sabe que difícilmente se acerquen al lugar más de los 50 que ya están presentes, pero coincide con Gabriel Laborde, integrante de la Hora Verde, en que eso no es lo más importante y afirma que “si hay alguien que no sabía lo que era un transgénico y se va de acá con ese conocimiento, estamos satisfechos”.
Entre tantas, una gran pancarta que dice “Monsanto fuera de Uruguay” y a su lado, difícil de leer, un pequeño cartel interpela al presidente: “¿Contra este cáncer no lucha Vázquez?”.
Ya con los platos vacíos y sin nada que probar, se realiza una foto con todos los presentes y empiezan a hablar los oradores. Entre ellos Adriana Pascual, una de las vecinas afectadas por las fumigaciones con herbicidas en Canelones, y Patricia Sartori, quien vivió lo mismo en San José. Ellas relatan la dificultad y la burocracia a la que se han enfrentado al denunciar, pero celebran que la semana pasada se estableció en Canelones el primer perímetro de exclusión rural. Hasta entonces los habitantes de padrones rurales no estaban amparados por ninguna normativa que estableciera una distancia mínima entre sus predios y las fumigaciones.
Adriana cierra su intervención invitando a la gente a participar y a denunciar, mientras lee de una cuadernola malherida el segmento de una canción de Alfredo Zitarrosa titulada “Triunfo Agrario”: “hay que dar vuelta el tiempo como la taba, quien no cambia todo no cambia nada”.

"No al nuevo orden mundial". Foto: SdR/Lucía Da Fonte

La jornada culmina con la lectura de la proclama en la que se explicitan las mismas demandas que en las otras 427 ciudades, y con la puntual exigencia de la pronta aplicación del decreto 34.901 que versa acerca del etiquetado obligatorio de transgénicos. Mientras el rap sigue sonando, la cantidad de público se va diluyendo entre conversaciones de quienes conocen del tema y de quienes empiezan a informarse.
La jornada de la Plaza Independencia fue una de las tantas maneras en que los uruguayos manifestaron el sábado su repudio a la empresa Monsanto. Además, en Montevideo casi 400 personas marcharon desde Rivera y Socca al canto de “no se vende, la tierra se defiende” hasta el Montevideo Shopping, donde leyeron la proclama.
El Interior no se quedó atrás. En Maldonado varios activistas se concentraron en la Plaza San Fernando donde repartieron volantes y pintaron pancartas. En Paysandú se manifestaron en la Plaza Terra donde se vendieron alimentos orgánicos y se informó a través de folletos y cartelería. Por último, en Durazno, Antonio, de 17 años, junto a sus compañeros del Liceo Miguel Rubino, adhirieron a la causa convocando en una transitada esquina del departamento a los manifestantes, donde instalaron pancartas, repartieron volantes e informaron oralmente a los peatones que pasaban.
Daiana García

¿Por qué no me quieren?

Durante la manifestación anti Monsanto. Foto: SdR/Lucía Da Fonte

Monsanto es una empresa química que existe desde principios del siglo XX. En sus comienzos se dedicó a la elaboración de sacarina, luego a los plásticos y a mediados de siglo comercializó el PCB utilizado en motores y transformadores en plantas industriales y el transporte colectivo, hasta que en 1970 el PCB es prohibido por ser considerado un agente contaminante.

En los años 60, fue contratada junto a otras empresas por el gobierno de Estados Unidos para crear el Agente Naranja, un herbicida que fue rociado en Vietnam y que causó la muerte de 400.000 personas. Hasta hoy siguen naciendo vietnamitas con múltiples malformaciones, cuatro generaciones después de haber ocurrido el atentado.

La empresa además posee la patente de una hormona de crecimiento bovina. La leche de las vacas tratadas con esta hormona, a pesar de ser defendida como inocua, está prohibida en la Unión Europea y Canadá.

Monsanto fue multada en Indonesia por sobornar autoridades que evaluarían el impacto ambiental de sus productos transgénicos, condenado en Francia por publicidad engañosa y sentenciada a pagar 1.700 indemnizaciones por violaciones a normas de seguridad en Estados Unidos.

Esta empresa, que abarca el mercado mundial de herbicidas, pesticidas y semillas transgénicas, ha sido muy cuestionada a nivel mundial y posee múltiples causas abiertas por afectaciones a la salud. Años atrás fue expulsada de la Unión Europea, a excepción de Portugal y España, cuando se declararon “zonas libres de transgénicos”.

Actualmente son varios los activistas y afectados en el mundo que sueñan con una resolución como la de la Unión Europea. Confiados en que estos logros son el fruto de la expresión popular, por tercer año consecutivo millones de manifestantes exigieron la abolición de Monsanto en todo el globo.

DG

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