Durante varias décadas de nuestras vidas, las mujeres natural e inevitablemente menstruamos todos los meses un promedio de cinco a siete días, Lo que hace que comprar productos de gestión menstrual como toallitas y tampones sea un gasto extra que no elegimos. Con esto en mente, el debate en contra de los denominados impuestos sexistas ha comenzado a ganar presencia alrededor del mundo. 

Quienes militan la causa sostienen que los productos de higiene menstrual deberían ser gratuitos, o en su defecto, no deberían estar gravados con impuestos basados en diferencias biológicas. En Uruguay se han impulsado diversos proyectos legislativos para atender el tema pero hasta ahora ninguno tuvo éxito.

Detrás del tabú

Menstruar en Calle es un grupo de mujeres activistas que desde hace tres años recorre el trecho de Ciudad Vieja a Tres Cruces entregando toallitas menstruales a mujeres en situación de calle. Andrea Vallejo, educadora sexual y vocera del grupo, comenta que encontrarlas es “a suerte y verdad”. A veces están y a veces no. Con los años han logrado identificar los lugares más frecuentados y con algunas mujeres coordinan por WhatsApp. El celular “es un bien que buscan pila tener” quienes están en situación de calle, cuenta Vallejo a Sala de Redacción. Menstruar en Calle se sustenta con la contribución de mujeres que se encuentran con la iniciativa por Instagram o a través de alguna noticia y se sienten suficientemente interpeladas como para donar paquetes o cajas enteras de toallitas menstruales. 

La presencia mensual de la menstruación para las mujeres en situación de calle se vive “como algo horrible”, explica Andrea. Para ellas solo es una complicación extra en su ya difícil día a día. No tienen fácil acceso a agua potable o a un baño para higienizarse y no siempre consiguen productos de higiene menstrual, por lo que suelen estar manchadas los días que les dura el periodo. Algo “doblemente estigmatizante”, señala la activista: primero, por ser mujer y estar manchada; segundo, por ser una mujer manchada en situación de calle.

Cuando tienen suerte, alguna vecina les compra toallitas, las consiguen en refugios o se encuentran con Menstruar en Calle. Se cambian a escondidas en una volqueta o esperan a que un guardia de seguridad se distraiga para poder entrar a baños públicos, en donde se higienizan llenando de agua alguna botella cortada a la mitad. Pero la mayoría no tiene suerte, y suele resolver el tema poniéndose trapos suaves, cartones de cajas de cigarrillos o esponjas que encuentran. Estas alternativas a los productos menstruales muchas veces generan infecciones vaginales, picazones o molestias, pero como el sistema de salud no suele recibirlas bien, quienes se ven afectadas no consultan a especialistas y, con el tiempo, empeoran. El uso de esponjas está principalmente relacionado con la prostitución. 

– A mi se me arruina todo porque son cuatro o cinco días que no puedo tener ingresos –le contaba una chica a Andrea. 

Por eso, algunas optan por partir a la mitad una esponja e introducírsela para que absorba la sangre y no les baje, para que los hombres que les pagan por sexo no se den cuenta. Esta forma de disimular la menstruación trae riesgos “importantísimos” y con frecuencia deriva en emergencias médicas por infecciones o porque la esponja “se les va para adentro” y no se la pueden quitar, relata Vallejo.

Menstruar es político

“Todas las mujeres deberían tener la libertad de vivir su menstruación sin preocupaciones ni limitaciones, en forma higiénica y digna. Sin embargo, en Uruguay, el acceso a estos productos sigue siendo un desafío. Muchas mujeres, adolescentes y niñas, especialmente aquellas en situaciones de pobreza o vulnerabilidad, no pueden comprar productos menstruales de calidad. Como resultado, pueden recurrir a soluciones improvisadas e insalubres, lo que aumenta el riesgo de infecciones y otros problemas de salud”, escribieron los diputados colorados María Eugenia Roselló y Felipe Schipani en la exposición de motivos del proyecto de resolución que presentaron ante la cámara baja.

El proyecto presentado el 15 de agosto busca que el Poder Legislativo solicite al Ejecutivo la exoneración de impuestos a las toallas femeninas y a los tampones por considerarlos productos básicos de gestión menstrual y, por tanto, productos de salud de primera necesidad. Actualmente, están gravados con el 22% del IVA –tarifa máxima del impuesto en Uruguay– por caer bajo la categoría de productos de perfumería y artículos de lujo.

Según la investigación de 2020, “Impuestos sexistas en América Latina”, Uruguay es el país con el impuesto más alto a los productos menstruales del continente. Le siguen Argentina (21%), Chile (19%), Perú y República Dominicana (18%). En el lado opuesto de la calle, 27 países en el mundo ya eliminaron los impuestos a estos productos. México, Ecuador y Colombia fueron los únicos países latinoamericanos en dar el paso. “La mayoría de los países de Latinoamérica se sigue financiando a través de políticas sexistas (…) No existe otro motivo por lo que las mujeres consumamos estos artículos más que por el hecho de ser mujeres y menstruar, por lo que grabarlos sería poner un impuesto a las mujeres por el hecho de ser mujeres”, expuso a la emisora estadounidense Voz de América Natalia Moreno, una de las investigadoras del estudio. 

La reducción a 0% del IVA para todas las mujeres es una de las diversas proclamas de Menstruar en Calle y, aunque la iniciativa “no es suficiente” para las mujeres en situación de calle, lo ven como un avance y una contribución positiva para ellas. “Nuestro proyecto busca politizar el tema de la menstruación y elevarlo a la agenda pública. Sabemos que las realidades de las mujeres en situación de calle no van a ser atendidas como nosotras esperamos, porque en realidad los productos menstruales deberían ser de acceso gratuito, pero ahora al menos se está hablando de menstruación”, reflexiona Vallejo. 

Palos en la rueda

Hasta el momento, el proyecto presentado por Roselló y Schipani fue aprobado de forma unánime por la Comisión Especial de Equidad y Género “con las correcciones correspondientes”, según informa el acta de la sesión realizada el 12 de setiembre. Sin embargo, esta no es la primera vez que el tema se pone sobre la mesa en el Parlamento. 

En 2019 la diputada frenteamplista Cristina Lustemberg lanzó la propuesta de reducir a la mitad el 22% actual de IVA en los productos de higiene menstrual. Un año después, Roselló presentó un proyecto de ley que proponía crear una canasta higiénica menstrual para las beneficiarias de la Tarjeta Uruguay Social (TUS) del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). En junio de este año, Amanda Della Ventura, senadora por el Frente Amplio (FA), propuso una iniciativa similar a la canasta de higiene menstrual de Roselló que además incluiría a personas en situación de calle, mujeres privadas de libertad, usuarias de salud pública y estudiantes de educación primaria y media públicas. Ninguno de esos proyectos avanzó.

“No hemos tenido suerte en el tratamiento parlamentario. Si bien se empezó a estudiar en la Comisión Especial de Población y Desarrollo, quedó allí, durmiendo el sueño de los justos”, declaró Roselló sobre el estancamiento de su proyecto previo en Desayunos Informales. El 12 de setiembre la Comisión Especial de Equidad y Género –que la diputada colorada integra– solicitó encargarse del tratamiento del proyecto sobre la canasta higiénica menstrual, que actualmente está en la Comisión Especial de Población y Desarrollo.

Menstruar en Calle ha sido citada por la Cámara de Diputados como una de las organizaciones referentes y calificadas para tratar el tema. No obstante, para la organización los diferentes proyectos “se están presentando de forma muy tímida” y, aunque confiaban en una mayor agilidad en los procesos, estos “se trancaron”.

En diálogo con Sala de Redacción, Della Ventura dijo que su iniciativa fue destinada a la Comisión de Salud Pública y Asistencia Social del Senado, pero “el tema es que no se ha tratado”. Para Vallejo, las políticas públicas referidas a la menstruación se estancan por una cuestión de falta de voluntad política por tratarse de un tema de mujeres. “¿Si los varones menstruaran, sería tratado así el tema?”, cuestionó.

La educadora sexual sostuvo que si bien “la responsabilidad es estatal” los proyectos se logran cuando los movimientos sociales ponen en agenda los temas y su masividad genera presión. En este caso, “el tabú sigue jugando en contra”. Vallejo recuerda una entrevista en la que se sorprendieron porque los parlamentarios “no estaban informados para nada” y “las realidades que les planteamos las desconocían”. “El feminismo uruguayo es un feminismo muy institucionalizado que aborda ciertas temáticas y otras no. Las mujeres pobres no están dentro de la agenda. Pero yo creo que a la brevedad se va a tomar el tema para la campaña electoral”, concluyó.

Consultada por el tratamiento que se le ha dado al tema, Della Ventura señaló que, aunque desde la bancada del FA y del Partido Colorado hay voluntad y los proyectos “deberían salir”, los asuntos relacionados a la menstruación son relegados porque se los trata como “un tema de segunda, como siempre han sido los temas de las mujeres, porque a los hombres no les afecta. No hay una mayoría o una presencia igualitaria de mujeres en el parlamento, y quienes abordan el tema no le dan la importancia que requiere, pero para las mujeres pobres es un gasto de todos los meses que no debería cargarse”, apuntó la senadora.

A su vez, dio a conocer que el 27 de setiembre, en medio de la votación de la Rendición de Cuentas en el Senado, desde la bancada del FA propusieron que se guarde una partida de 10 millones de pesos para la canasta higiénica menstrual. Esta alternativa, comentó, no sería “tan abarcativa” como el proyecto de la canasta de higiene menstrual “pero sí incluiría a las personas que menstrúan en situación de calle, las privadas de libertad y las que tienen tarjeta MIDES”. Sin embargo, la propuesta no fue apoyada en la rendición.

El Proyecto de Resolución de Roselló y Schipani será abordado el 4 de octubre en el plenario de la Cámara de Representantes.

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