Flores sobre la estrella de Joan Rivers en el Paseo de la Fama, en Hollywood. AFP PHOTO/Mark RALSTON

Allá por mediados de los 60`, una neoyorkina de unos treinta años pisaba por primera vez el plató del prestigioso programa The Ed Sullivan Show; escenario conquistado nada más y nada menos que por Elvis y los Beatles, y tiempo después por The Doors, Janis Joplin y los Stone, entre tantas otras celebridades. Una vez encendida la cámara, Joan Rivers explotó en gestos y palabras, en monólogos políticamente incorrectos que fueron subiendo de tono a medida que tanto ella, como el público, se fueron acostumbrando a la figura femenina humorista. En esa época y a esa hora en los hogares estadounidenses, sólo se mantenían de pie adultos desvelados, principalmente hombres, que eran el eje del hogar. La mujer era relegada a un segundo plano, básicamente el de cuidar a sus hijos y satisfacer las necesidades de su marido. En ese contexto Joan Rivers exclamaba en televisión abierta: “si eres una chica, tienes 30 años y no estás casada… eres una mucama vieja. Un hombre, él tiene 90 años y no está casado… es un buen partido”.
Construyó una carrera con altibajos, metiéndose con todo el mundo. Llevaba la bandera del humor hasta el límite, casi siempre sin pedir disculpas: “Triunfé por decir lo que todo el mundo está pensando”, dijo alguna vez. Guardaba cada uno de sus chistes en un gabinete, ordenados por temática y con la fecha y el lugar dónde lo dijo: “Tengo que admitir que me da miedo tener Alzheimer, una vez que lo tenga podría decir mi mejor chiste y nunca saberlo”.
Nació en Brooklyn en 1933, descendiente de una familia ruso-judía. Su carrera se inició a finales de los 50 en el off-Brodway –circuito de obras de Nueva York fuera del circuito Brodway– donde interpretaba a una lesbiana en la obra Seawood. A principios de los 60,participó como comediante en The Second City, uno de los clubes de comedia más importantes de Chicago. Posteriormente su humor giró por diversos bares y cafeterías de Nueva York.
Su imagen se popularizó en 1965 cuando fue invitada al programa Johnny Carson: Tonight Show de la prestigiosa cadena NBC.  Carson, quien era uno de los hombres más influyentes de la televisión estadounidense, estaba seguro de que Rivers iba a ser la mejor, y la elogiaba cada vez que ella aparecía en su programa. Hacia finales de la década debutó en cine con el drama The swimmer y obtuvo su propio programa titulado That Show With Joan Rivers.
En los 70 se integró al universo Brodway con la obra Fun City, hizo humor por Las Vegas y escribió, dirigió y actuó en la película Rabbit Test junto a Billy Cristal. La obra tuvo críticas mayoritariamente negativas. Finalmente se avocó a la televisión, con participaciones en diversos programas como The Ed Sullivan Show, The Sammy Davis Jr. Show, The Carol Burnett Show, The Merv Griffin Show, The Electric Company, Here’s Lucy, The Love Boat y Saturday Night Live, entre otros.
Hacia los 80, continuó su participación en el Tonight Show, incluso reemplazando al conductor cuando éste se ausentaba. Incursionó en la música humorística con el álbum What Becomes a Semi-Legend Most? En 1986, la cadena de televisión FOX Network, anunció que Rivers tendría su propio late night, que sería transmitido a la misma hora, compitiendo con su mentor Johnny Carson, quien se sintió muy defraudado, tildándola de “desagradecida”. Nunca más se volvieron a hablar.
Ya con un mal comienzo, el programa no pudo continuar peor. Tras una primera temporada, y la negativa de la directiva del programa de permitirle ser el productor, el esposo de Joan, Edgar Rosenberg, se quitó la vida. Como el show y la frivolidad debe continuar, el programa siguió, pero con anfitriones itinerantes.
Tras un impass, volvió a la televisión a hacer una participación en Pee-Wee’s Playhouse Christmas Special y a Brodway. Luego tuvo su programa diario de entrevistas The Joan Rivers Show, que estuvo al aire hasta 1993. Ya en los 90, hacía especiales de alfombra roja, entrevistando a algunas celebridades y publicó algunos libros de auto-ayuda.
En la década de 2000 volvió al cine con The Intern (2000) y Hip! Edgy! Quirky! (2002), y a la televisión en la cadena BBC con The Joan Rivers Position, que se emitió hasta 2006. Giró por Estados Unidos y Reino Unido con el unipersonal Joan Rivers: A Work In Progress By A Life In Progress donde contaba los entretelones de una larga carrera.
Su vocabulario, además de su amor a la moda y a las joyas, le fueron importantes a la hora de criticar los atuendos de la farándula en el programa Fashion Police del canal E! Entertainment Television. A pesar de su edad, su trayectoria y lucidez parecieron concederle la impunidad de decir lo que se le cruzaba por la mente, como cuando la actriz Cate Blanchett se presentó a una premiere con un vestido blanco y largo, que Rivers criticó porque lucía “como Elton John desnudo: pliegues pálidos al frente y un agujero enorme atrás”.
Hasta que le dio la garganta. Falleció con 81 años, tras un análisis de rutina luego de una intervención en las cuerdas vocales. Su funeral fue al mejor estilo Hollywood: lleno de celebridades del cine y la moda, fotógrafos, camarógrafos y fanáticos. Su cuerpo fue cremado y posteriormente se realizó una ceremonia, en la que diversos artistas como el coro Gay Men, la actriz y cantante Audra Mc Donald, el actor Hugh Jackman y la banda de gaiteros de la Policía de Nueva York, interpretaron odas a la ciudad y clásicos del cancionero de Brodway. De alguna forma ya lo tenía planificado; tiempo antes de morir había dejado las instrucciones para su funeral ideal en su libro publicado en 2012, I Hate Everyone… Starting With Me, en el cual aclara que desea “un gran escenario con luces, cámara, acción” y “ciento por ciento Hollywood”. No quería rabino: pidió “el llanto de Meryl Streep en cinco tonos distintos” y “un ventilador para que incluso en el féretro mi pelo se mueva como el de Beyonce”.
Rivers hizo lo que quiso. Nunca paró de hablar. Cuando ninguna mujer se animaba a hacer humor, ella lo hizo. Hoy muchos quieren hacer reír y hacen cursos express de stand up, pero no todos tienen lo que a la humorista le sobraba: la capacidad de reírse de ella misma. Uno de sus puntos fuertes a tratar eran sus matrimonios; el primero duró seis semanas y el segundo, del que nació su única hija, la “intento de actriz” Melissa Rivers, terminó de forma trágica. Pronunciaba frases como: “Culpo a mi madre por mi pobre vida sexual. Todo lo que me dijo fue ‘el hombre va arriba y la mujer abajo’. Por tres años mi esposo y yo dormimos en cuchetas” o “Antes de amar a mi esposo, tomé un analgésico”.
Tenía una fuerte adicción a las cirugías plásticas y obviamente no quedaban fuera de sus humoradas: “Me gustaría tener una gemela para saber cómo me vería sin cirugía plástica”, “Mi cuerpo es mi templo y mi templo necesita una re decoración” o “Me he hecho tanta cirugía plástica que cuando me muera van a donar mi cuerpo a Tupperware”.
Vivió en un piso en el Upper East Side de Nueva York, con una vida ostentosa y extravagante. Tenía asistentes para todo; vestuario, maquillaje, agenda, y consejeros de todo tipo: “Si dios hubiera querido que me inclinara, habría puesto los diamantes en el suelo”. Trabajó duro para mantener a su hija y a su único nieto Cooper: “La gente dice que el dinero no es la llave de la felicidad, pero siempre he pensado que si tienes suficiente dinero puedes tener una llave hecha”. Su gran miedo era desaparecer del circuito cómico y logró mantenerse a pesar de que en los últimos años no tantos levantaban el teléfono para contratarla.
Hizo de su vida un reality show donde se animó a todo. Apareció en cámara sin maquillaje, sentó a los invitados en su falda, abandonó entrevistas al aire, y hasta ordeñó una vaca en televisión, algo que no sería particular si ella no fuese todo cirugías, joyas y glamour. En una de sus últimas apariciones televisivas se la vio junto a la actriz Tara Reid, aceptando el desafío del Ice Bucket Challenge, no conformándose con un solo balde de agua helada, sino que se arrojó tres por encima.
Su filosofía de vida se veía reflejada en una de sus tantas frases memorables: “Disfruto la vida cuando están pasando cosas. No me importa si son cosas buenas o cosas malas. Significa que estás vivo. Están pasando cosas”.
Cecilia García
 

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