Durante el taller de títeres. Foto: Sofía Sánchez / SdR

Una casa blanca en la esquina de Paraguay y Canelones. Dos jóvenes sentados en la vereda. La puerta abierta deja ver una biblioteca y un sillón rojo al fondo del pasillo. Conversaciones indistintas se escuchan desde afuera. Los jóvenes entran, está por comenzar la exposición del taller de títeres.
Se trata del Espacio Cultural Urbano, gestionado por el área de Ciudadanía Cultural del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), que a través de la organización de distintas actividades y múltiples talleres semanales, aspira a democratizar la cultura. Estos espacios, dirigidos a personas en situación de calle, no excluyen a ninguna persona de la comunidad. Varios vecinos curiosos se acercan a disfrutar de las actividades. Se ofrecen talleres de literatura, cine, música y danza, entre otros.
Lo que ofrecemos es una política cultural, herramientas del arte y la cultura. Cuando las personas vienen, experimentan vivencias que van por el lado de generar subjetividad, ver cosas a nivel corporal para fortalecer la autoestima, para quererse a sí mismas, para convivir con otras personas en un entorno ya no de demanda o de satisfacciones básicas, sino de expresión y creación de arte”, cuenta a SdR el coordinador del proyecto, Walter Ferreira, quien integra el centro desde sus comienzos en 2009.
A la calle con potencia
Walter aclara que no se desconocen las situaciones problemáticas que atraviesan las personas que llegan al taller, en cuanto a la alimentación, la salud mental, la vivienda, las adicciones, la violencia. Todo se aborda de forma transversal.Lo que decimos (en Urbano) es que hay una red de servicios para tratar esas problemáticas. Hay organismos y personas especializadas en eso”. Su especialidad, en cambio, es la cultura. Y mantener ese compromiso cultural en medio de situaciones complejas es una actividad difícil, pero el equipo de trabajo se esmera por mantener siempre “con power” la propuesta cultural.

Urbano, sobre la calle Paraguay. Foto: Sofía Sánchez / SdR

Las actividades de Urbano no se limitan a las paredes de la casa. En su objetivo de expandir el derecho a la cultura organizan también eventos en el espacio público. “La casa es el primer círculo concéntrico, después hay otros que tiene que ver con el barrio, el territorio, otras instituciones que trabajan (con personas en situación de calle) y con la oferta cultural que hay en Montevideo”. Por ejemplo, realizan “talleres itinerantes” que acercan a los refugios diurnos y nocturnos propuestas de teatro, literarias y musicales. “Particularmente vamos a los que hay mujeres con hijos porque son las que no pueden venir a Urbano al tener que cuidarlos”, señala Walter.
Salir al espacio público tiene varios objetivos: manifestarse contra la exclusión social y trabajar la autoexclusión de los participantes. Pero también se persigue “visibilizar la situación de calle desde el lugar de la potencia, no tanto desde el problema y la tristeza”, señala Walter. En ese sentido se organiza cada año al comienzo del invierno la “Fanfarria invernal”, un desfile por la avenida 18 de Julio. “Se sale a la calle con alegría y se baila”, apunta el coordinador y agrega: “La última vez metimos 3 mil personas”. Además, hacen espectáculos en las plazas y participan de instancias como la Marcha de la Diversidad y eventos en promoción de derechos de salud mental.
En Urbano ofrecen, a través de convenios con organizaciones, entradas a teatros y a Cinemateca para que los participantes del taller puedan concurrir a otros espacios de promoción cultural y principalmente sentirse parte de una sociedad que muchas veces les ha limitado sus oportunidades y desarrollo. Una sociedad que les ha dado la espalda y cerrado puertas.
Una familia
Armando recibe a los espectadores en la puerta de la sala. Cuenta que hace cinco años participa de las actividades de Urbano. Tiene 70 años y a través de las propuestas culturales, en especial su taller preferido: teatro, descubrió su gusto por la actuación y por estar cerca de la gente. Una noche lluviosa, oyó en la calle la música de un baile y se acercó. Era una instancia del taller. “Cansado de estar en la calle” y con ganas de “alejarse de eso”, dice Armando, se aferró al espacio y viene todos los días.
Se despide rápidamente porque tiene que actuar, comienza el show de títeres. La sala es pequeña, pero hay espacio para todos. La tallerista comenta que la dinámica consiste en dos presentaciones que se alinean en una misma historia, escrita por los integrantes del taller. Los personajes y los títeres que los encarnan son tan diversos como los asistentes.
Gabriela tiene 22 años, llegó al taller por recomendación de una amiga hace tres. Su taller preferido es el Cine Foro, un espacio en que se comparte una película y una posterior reflexión. Lo más valioso de Urbano para Gabriela son los valores que se promueven: “Aprendemos a convivir con otras personas, tratar con personas de otras clases sociales. Los talleres involucran mucho el compañerismo y el respeto”. Armando se acerca y comenta que el Espacio Cultural es “como una familia”. “Nos miramos y nos entendemos. Roberto (uno de los talleristas) es como mi padre. Me dice: ‘¡qué química que tenemos que nos miramos y nos entendemos!’”.

Durante el taller de títeres. Foto: Sofía Sánchez / SdR

Tras la presentación de los personajes, se encendieron unas luces de colores y comenzó la música. Los propios integrantes elaboran los títeres pensando en su personaje y las emociones que quieren reflejar. Así, entre los personajes de esta historia denominada:“Títeres vivientes: historias de varios mundos”, estaba la enfermera Violeta , la bruja Sombra, el perro Pirulo, un hijo de Donald Trump, obsesionado con lanzar misiles. Al final, la tallerista entregó un papel en blanco a cada uno de los espectadores, donde escribieron qué emoción les produjo la obra. Luego esas emociones fueron representadas por compañeros con su títeres. Las repuestas fueron variadas: “alegría”, “diversión”, “satisfacción”, pero también las hubo negativas: “enojo”, “odio”.
Tengo herramientas que adquirí acá que las puedo volcar dentro y fuera de Urbano. Mi mente se ha abierto mucho a otras posibilidades”, comenta una mujer. Y es que más allá de promover la apropiación cultural, Urbano promueve la esperanza; la apuesta por el potencial del personas y a hacer uso de su talento; y sobre todo recordar que hay un lugar que no los olvida.
Lucía Gandioli

Propuesta abierta
La casa del Espacio Cultural Urbano (Paraguay 1190) está abierta de lunes a viernes a todo público. Los lunes a partir de las 14:30 se desarrolla Creadorxs, un espacio de trabajo corporal. Los encuentros literarios tienen lugar los martes a las 17:00 horas, luego del taller de títeres que inicia a las 14:30. La tarde de los miércoles inicia a las 14:30 con el espacio de cine seguido de clases de coro. Los jueves son los días de película y debate en el Cine Foro y a las 17:00 inicia la clase de tango. La semana cierra el viernes con los talleres de plástica a media tarde y el taller de teatro a las 17:00.
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