-¿En qué momento de tu carrera profesional y de tu vida personal te encontró la propuesta de dirigir la Comedia Nacional?

-En un primer momento la propuesta fue una invitación a presentar un proyecto y concursar. Ahí ya me dio para elegir si quería o no participar de ese proceso. Ese período me lo tomé para ir “masticando”,  “rumiando” la idea, y para crear lo que yo consideraba que eran las circunstancias en las que estaba dispuesto a ser director de la Comedia Nacional.  Eso también es muy bueno, porque vas hablando con el elenco, con el público y después también con las autoridades y quedás muy alineado. La Comedia hace diez obras por año, yo tenía claro que quería ser director de la Comedia para algo más que la elección de artistas o la elección de los títulos, quería serlo para soñar o para crear una Comedia Nacional que desafiara a Montevideo, que desafiara a Uruguay, que desafiara a las compañías del mundo. 

-¿Cuál es tu balance en este primer año al frente de la Comedia?

-Logramos en algunos aspectos, con gestos muy claros, pararnos de cara al futuro de una manera distinta. Por un lado tenemos la voluntad tanto de encontrar sorpresas en las obras como en los artistas a los que convocamos: llamamos a directoras y directores que nunca habían estado en la Comedia. Todo eso hay que trabajar para sostenerlo en el tiempo, para que sea más una política cultural que un episodio. Y por otro lado, que esa voluntad de pisar fuerte en el territorio, ya sea en la ciudad (de Montevideo) o en el resto del territorio nacional no vaya en desmedro de una mundialización, de un aspecto mundial de la comedia: se tiene que estar en diálogo con las compañías del mundo, se tiene que estar presente en los festivales internacionales…  eso también lo hicimos al estrenar en el Festival Internacional de Teatro Clásico en Almagro. Y tenemos planteada una gira internacional más grande de la propiedad de la Comedia Nacional, en eso estamos.

-¿Cuáles son los principales desafíos o problemas que enfrenta hoy la Comedia Nacional?

-Siempre hay un límite de presupuesto y de las posibilidades de -en este caso- la Intendencia, para poder sostener nuestra actividad en las salas que tenemos. Eso es como dar los límites en la mínima. Yo veo que cada límite es una posibilidad de salir y hacer otra cosa, decir “si no tenemos los actores y actrices necesarios, tendremos que contratarlos; si no tenemos los presupuestos tenemos que generar sinergias independientes, si no podemos ir a todos los festivales, haremos otra cosa”. Siempre aparece un límite, pero ahí aparece la posibilidad de hacer otra cosa y de no quedarse pequeño. Uno de los peligros es que las limitaciones -que son continuas- terminen pautando el tamaño de compañía que tenés y lo que pauta el tamaño de la Compañía es la aspiración de la ciudadanía y de los artistas.

¿Cuál es el rol de la Comedia Nacional para la sociedad?

-Es un diálogo. Nosotros no somos una compañía de mensajería donde queremos decir ciertas cosas y nada más. Para eso tendríamos otra cosa, como una compañía de marketing o de comunicación. Somos una compañía artística y eso quiere decir que entablamos diálogos con la sociedad, donde decimos ciertas cosas pero también escuchamos. Si no en un aspecto sería sencillo: yo tendría que poner encuestas en todas las funciones y enterarme de lo que la gente le gustó, lo que no le gustó y lo que quiere y de eso armar un combo para el año que viene. Ahora, eso se parece más a un algoritmo de una plataforma que a algo que hace una compañía artística, que es entablar un diálogo. Está lo que la gente quiere ver, está lo que dice que necesita, lo que dice que le gusta pero también está lo que los artistas quieren decir, que a veces es distinto a lo que la gente quiere escuchar. Y después está la propia Compañía con su elenco que tiene aspiraciones a trabajar ciertos autores o ciertos temas: entonces ahí está ese diálogo.

Lo que pasó este año es que la ciudadanía dio un gran respaldo a la Comedia Nacional. Eso lo sentimos porque tuvimos doce espectáculos de los cuales ocho estuvieron agotados y los otros cuatro tuvieron un gran respaldo. Sin embargo, no me caso con la idea de que la manera de medir el respaldo de la sociedad sea esa. Siempre estoy guiándome por esa imagen que nos pauta, la propia “Esperando la Carroza”, que hoy la llevamos al Teatro de Verano y agota, la llevamos a la Verdi y agota, sea cual sea el teatro donde la llevamos agota. Pero cuando la estrenó la Comedia Nacional hace sesenta años, no fue así. Entonces siempre hay que mantener en la cabeza que esas ecuaciones son más complejas que el “me gusta – no me gusta”. 

¿Cómo se toman las decisiones respecto a por qué propuesta apostar? 

-Son muchas variables. Lo principal que yo he querido proponer es que nosotros no hacemos obras sino que hacemos teatro y eso es más complejo. “Las criadas”, de Jean Genet, que lo pongo de ejemplo porque no lo vamos a hacer, es un título que me encanta. Pero eso no me alcanza para programar, tengo que pensar a qué artista vamos a invitar para llevar adelante esa propuesta, y toda esa conversación se da con el consejo artístico. Se va tratando de armar una propuesta, lo más amplia posible, para que ningún espectador se sienta excluido de la programación de la Comedia Nacional. 

-¿Cuál fue la apuesta, la búsqueda o el objetivo a la hora de definir la programación de la Comedia en este año? 

-La principal búsqueda para aparecer en el diálogo social fue de las y los ciudadanos como un actor cultural fuerte, y me parece que lo conseguimos. Para lograr eso quisimos estar en boca de los espectadores, no sólo a través de obras de teatro sino de todas las conversaciones que pudiéramos tener haciendo exposiciones, invitando a Alessandro Baricco (escritor y pensador italiano), cambiando la comunicación de la Comedia de carteles a neones, dando entrevistas a los medios de prensa… Son distintas herramientas, algunas más culturales y otras más de comunicación, para introducirnos en la mente del ciudadano como un lugar atractivo en donde sucede arte. Por un lado, aquel ciudadano o ciudadana a quien le guste el arte, debería identificar a la Comedia Nacional como un lugar donde eso sucede. Por otro lado, lograr que aquellos y aquellas que no saben si les gusta el arte, se sientan atraídos por las experiencias que está haciendo la Comedia y tal vez descubran que el arte sí les gusta.

-¿Qué reflexión te merecen estos 75 años de la Comedia Nacional? 

-Son varias. La primera es que es un prestigio y es un honor para Uruguay y para Montevideo tener una compañía de este calibre, no sólo por su calidad actual sino por su calidad histórica. Por ejemplo, China Zorrilla decía una y otra vez que los mejores once años de su vida los pasó en la Comedia Nacional y que ella era consciente mientras los estaba viviendo, que esos eran los mejores. Eso te carga una responsabilidad. Es una responsabilidad internacional también en estos momentos, porque en todo Latinoamérica no hay otro elenco y otro público de estas características, sólo en México y tiene 14 años. Tener un elenco tan estable en lengua española denota una gran tradición y eso te llena de responsabilidad. Yo estoy más obsesivo con los setenta y cinco años que vienen que con los que pasaron. Tengo que dejar esta compañía, conjuntamente con el elenco, perfilándose y mirando hacia unos setenta y cinco años impresionantes y no simplemente ser un ferrocarril que transporta vagones pesados de tradición y de cultura. Hay que estar mucho más enfocado en lo que va a venir. Para pensar en el futuro hay que apoyarse mucho en el pasado, y ese pasado no es que te carga un peso sino que es una plataforma, un trampolín para tomar desafíos. Tenemos que pensar en los éxitos del futuro y no en los éxitos del momento. 

-2023 año de clásicos: ¿qué se puede adelantar? 

-Este año decidimos no hacer ningún clásico. Entendíamos que en la mente de la gente estaba la idea de que hacíamos textos clásicos entonces el primer año no hubo ninguno. Lo más clásico fue Esperando la Carroza pero después no hicimos nada más. También me parece que la renovación que queremos de la Comedia no pasa por hacer o no clásicos, entonces esto lo hablamos en el consejo y dijimos: “vamos a demostrar que podemos volver a hacer lo que hicimos este año o hacerlo mejor incluso, pero haciendo clásicos”. No importa si hacés un Shakespeare, un Chejov o un Moliere, lo que importa es cómo lo hacés: tenés que ser profundamente contemporáneo. Y en esa discusión estamos.

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