EL URUGUAY NO BAJA

Federico Barreto, coordinador No a la Baja. Foto: youtube.com

El triunfo del NO a la Baja el domingo 26, cuando se confirmó que el proyecto de reforma constitucional para modificar la imputabilidad penal de menores de edad no alcanzó el mínimo requerido en el plebiscito,  es quizás el fenómeno de organización y movilización social más importante de los últimos tiempos.A partir de un sentimiento de rechazo, se logró articular un movimiento que fue policlasista, inter y supra partidario y que convocó a gente de todas las edades bajo una conducción juvenil. SdR conversó con uno de los coordinadores del movimiento.
La comisión “No a la baja” surgió en 2011 cuando el Partido Colorado y el Partido Nacional comenzaron a juntar firmas para plebiscitar la baja de la edad de imputabilidad, épocas en que organizaciones, movimientos sociales y algunos sectores del Frente Amplio se juntaron para decir “Yo no firmo”. En una segunda etapa nació el colibrí y se sumaron grupos de la iglesia católica y la evangélica , además de jóvenes de todos los partidos.
Federico Barreto se sumó a la comisión entre marzo y abril de 2013. Al cierre de esta campaña fue uno de sus principales voceros. Sala de Redacción conversó con él sobre la evolución de la campaña y las expectativas para el futuro.
-¿Cómo fue el proceso de la Comisión?
-La etapa inicial fue un momento de muchísimo compromiso por parte de muchas organizaciones pero tal vez un poco desorganizada. Fue dificultoso establecer puntos en común entre tantas organizaciones. En 2011 la ley tenía un 70 por ciento de aprobación y parecía una causa perdida. Por ese entonces hubo altibajos en la campaña. Muchos habían militado para el Sí rosado -propuesta para anular la ley de caducidad que no prosperó- y tras la derrota plebiscitaria veían con cierto temor o algo de desesperanza este plebiscito. Costaba embanderarse con lo que se anunciaba como otra derrota.
A mediados de 2013 empezamos a entender que necesitábamos legitimarnos como movimiento social y alejarnos de la idea de que el “No a la baja” era del Frente Amplio, sobre todo porque efectivamente no era así. Entonces fuimos en búsqueda de compañeros de otros partidos que sabíamos que estaban en contra de la baja.
Uno de los primeros objetivos que nos trazamos fue poder romper la tendencia, ese techo de hierro, del 65 – 66 por ciento de intención de voto, antes de que las internas y la campaña de octubre tomara más revuelo. Precisamos que nuestros mensajes fueran potentes ya en la primera parte de 2014 y eso fue una decisión súper acertada. De hecho nos sorprendimos de la capacidad que teníamos de lograr objetivos tan ambiciosos. Cuando bajamos al 57 por ciento fue una llamada de atención para el espectro político y las encuestadoras, que identificaron que algo se estaba moviendo.
Me acuerdo que había compañeros que decían: el próximo objetivo tiene que ser estar debajo del 50 por ciento. Fue increíble cuando en agosto-setiembre una encuesta de Factum dio 49. A partir de ahí pensamos: “hay chance”.
-¿Podrías identificar mojones o momentos clave para llegar a este triunfo?
-La campaña se empezó a pensar fuerte en agosto o setiembre de 2013 pero el salto se pegó en diciembre con el “Amanecer amarillo”. Generamos un movimiento grande que permitió visibilidad y organización territorial. Se realizaron intervenciones urbanas en prácticamente todos los departamentos del país. Con esto, además, logramos un objetivo, que era salir de la defensiva. Antes, lo que hacíamos era estar permanentemente contestando a lo que se planteaba desde el “Sí a la baja”. Nosotros necesitábamos marcar nuestra propia agenda y el “Amanecer amarillo” fue el primer puntapié.

El No a la Baja captó atención internacional. Esta foto fue difundida por El Heraldo de Honduras.

A principios de 2014 hicimos talleres con los mejores publicistas del Uruguay, que se prestaron de forma honoraria. Nosotros sabíamos que teníamos que trabajar mucho el tema de la comunicación y el lenguaje. Teníamos libros y libros de argumentos, pero si íbamos a hacer una campaña política, teníamos que resumirlo en ideas fuertes.
Por ese entonces desarrollamos varios instrumentos. Hicimos una encuesta para saber qué argumentos llegan mejor a la población y a qué población teníamos que hablarle; básicamente era: qué decir, cómo decirlo y a quién decirlo. También hicimos un focus group (grupo de discusión), con una consultora que lo realizó de forma honoraria y con ayuda de Ciencias Sociales. En estos grupos surgía permanentemente la idea de que algo había que hacer. Nos sorprendimos, porque mucha gente reconocía que la ley no era la solución pero querían dar una señal política. Todo esto nos permitió pensar una campaña por nosotros mismos, no basándonos en lo que salía en los medios.
-¿Estos estudios modificaron la campaña?
-Cambió sustancialmente. En las discusiones con los publicistas quedó claro que solo con el discurso de los derechos humanos no iba a alcanzar, teníamos que hablar de seguridad pública y de alguna forma teníamos que alertar a la población de que esta medida iba a empeorar la inseguridad. Entonces discutimos cómo decir eso pero sin caer en el discurso terrorista y del miedo, que criticábamos; creo que logramos un buen equilibrio.
-¿Cómo vivieron la militancia de blancos y colorados al “No a la baja”?
-Siempre hubo blancos y colorados involucrados, aunque tal vez, no de tanta referencia con el partido. Hicimos un esfuerzo para que quienes hablaran fueran referentes del partido. La organización de “Blancos por no a la baja” fue una gran incorporación. Gente de distintos sectores, incluso de algunos que acompañaban a Lacalle Pou decidieron formar esa coordinación; tuvieron un gran coraje para revelarse contra las dirigencias de sus partidos.
Por otra parte, con la juventud del Partido Independiente siempre tuvimos buen vínculo y ellos estuvieron trabajando desde un principio. La iniciativa de “Batllistas por no a la baja”, si bien no estaba integrada por caras muy visibles, eran personas que estaban en comisiones, que militaban y tenían lugar claro dentro del partido. Esto sin dudas fue un salto en legitimidad del movimiento. Ya nadie podía cuestionar que era un movimiento social y que se había logrado una base de acuerdos muy importantes. Teníamos en una misma mesa al PIT CNT, a la FEUU, a varios sectores de todos los partidos, también había organizaciones sociales como Un Techo, organizaciones de colectividades judías y se pronunciaron la iglesia católica e iglesias evangelistas; había un arco de organizaciones enorme. Esto no surge ahora, tiene antecedentes en el plebiscito verde en los ochenta. Uruguay tiene una tradición del trabajo de la unidad, desde la diversidad.
-¿Sorprendió la cantidad de papeletas del Sí que salieron junto a listas del Frente Amplio?
-A mí no. Cuando las encuestas fijaban un 65 – 60 por ciento de aprobación implicaba que muchos frenteamplistas estaban de acuerdo con la baja de la edad de imputabilidad. Era lo esperado, demostró que los ciudadanos tenían una posición independiente de la intención de cada partido político. Nunca sabremos efectivamente qué porcentaje de listas del FA fueron acompañadas del Sí, pero sabemos por los delegados de mesa, que hubo muchas.
-¿Entonces no saben cuántos votantes del Frente Amplio votaron el Sí?
-No. Se habla de un 20 por ciento, pero sinceramente no sé de dónde salió ese número. Es más o menos lo que se venía manejando con las encuestas.
-¿Qué más se podría haber hecho?
-Muchísimo. Por ejemplo trabajar más en el interior, porque aunque en el interior hay menos episodios de violencia e inseguridad, en lo que hace al menos a la adolescencia, paradójicamente fue donde más votos tuvo la baja. No puede ser que lugares que son pacíficos terminen acompañando este tipo de medidas por lo que ven en la tele que pasa en Montevideo.
Igualmente hubo un despliegue inmenso, con 35 comisiones territoriales y un montón de jóvenes que dejaron la vida en esta campaña, estudiaron, fueron a canales de televisión, a radios y dieron pelea. Otro esfuerzo podría haberse enfocado en hablar más con la gente que estaba a favor y no tanto con nosotros mismos. Sobre todo con esa gente que votaba para dar una señal.
-¿Cómo fue el vínculo con los medios?
-Nosotros teníamos muy claro que nuestro principal aliado era la prensa. No podíamos pagar publicidad y lo que podíamos hacer era generar hechos políticos para salir en los medios y a través de ellos llegar a una mayor parte de la población. Eso nos llevó a hacer un montón de actividades donde convocamos a la prensa. Creo que fue una gran decisión porque en los hechos la campaña por el No a la baja tuvo gran visibilidad.
-¿Sienten que los medios trataron bien el tema?

Encuesta de Cifra, tres días antes del plebiscito. Foto: cifra.com.uy

-Los medios de comunicación explican en gran parte la preocupación de los uruguayos por la inseguridad, sobre todo esa noción falsa de que los adolescentes son culpables de los problemas de inseguridad, la crónica policial de adolescentes en conflicto con la ley explotó en un 200 por ciento en los últimos años. Sin embargo encontramos muchos periodistas dispuestos a estudiar el tema y a plantearlo en su complejidad. Incluso en varios medios hubo cierto conflicto entre lo que pensaban los periodistas y las líneas editoriales, pero encontramos muchos periodistas responsables y logramos entrar en la agenda pública.
-¿Cómo surgió la idea de convocar al maestro Tabares?
-Sabíamos que él estaba en contra y pensaba que esta propuesta era un mamarracho. Se manejó con la prudencia obvia porque estaba el mundial y aún no se había renovado su contrato, pero hacia el final entendimos que era muy importante que él se pronunciara, no solo como referente para los uruguayos sino por todo lo que significó su confianza en el proceso y en los jóvenes. Recuerdo que con la sanción de Luis Suarez él planteaba cosas que eran extrapolables al No a la baja. Ideas relacionadas a que no se puede usar a las personas como chivos expiatorios de problemas más complejos, y que si se quiere realmente solucionar un problema hay que trabajar con las personas y no simplemente condenarlas con penas duras que no vayan a cambiar nada.
-Han declarado que la idea es continuar con la comisión…
-En realidad lo que hemos declarado es que nos merecemos una instancia de evaluación y de proyección a futuro. La comisión se formó para la campaña en particular. Hasta que no tengamos esa instancia no podemos adelantar promesas ni comprometernos con nada. Sin duda hay muchísimas alternativas de medidas de seguridad y para mejorar la convivencia, de hecho muchas organizaciones sociales las vienen planteando desde antes de 2011. Nuestra intención es seguir trabajando para un Uruguay de convivencia pacífica pero justamente hay que ser responsable, prudentes y humildes desde nuestro lugar de voceros. Creo que lo que corresponde es no adelantarse e ir cumpliendo las determinadas etapas y hoy estamos en etapa de celebrar y de reconocer el enorme trabajo.
-¿Para cuándo tienen pautada la instancia de evaluación y proyección?
-Quizás las próximas semanas. Se abre una etapa más compleja, la de fortalecer el trabajo de las organizaciones sociales vinculadas al tema y poder establecer sinergia con aquellas que hasta el día de hoy no estaban vinculadas pero que les gustaría sumar. Además quisiéramos mantener este abanico de participación de todos los partidos políticos. Implica un trabajo complejo y si lo queremos hacer, la única forma para que tenga un resultado positivo es hacerlo con prudencia, humildad y respeto.
Algo que no podemos hacer es creernos dirigentes ni piezas históricas, tenemos que reconocer que se creó un movimiento muy importante con una clave generacional, que debería ser orgullo y motivo de esperanza para todo el Uruguay, pero que, si reconocemos lo que se logróm tenemos que ser responsables en nuestra forma de proceder.
-¿Este proceso generó alguna idea de proyecto de ley?
-Tal vez no proyecto de ley, pero sí de cómo encarar estructuralmente el tema. Una reflexión que nosotros hicimos es que el agravamiento de penas no es una respuesta para el problema de la inseguridad. El Uruguay de los noventa a esta parte ha tenido un crecimiento exponencial de su población carcelaria pero también la preocupación por la inseguridad, o sea que más presos no garantizan más seguridad. Hoy somos el segundo país de Latinoamérica con más población carcelaria por habitante.
Lo que ha dado resultados son las medidas alternativas y trabajar en las vías de salida. ¿Cómo ese adolescente o adulto que cometió un delito grave puede reinsertarse en la comunidad, afianzar los lazos con su familia a través del estudio o del trabajo? No se trata de cuántos años le vamos a dar sino de cómo esa persona va a volver a insertarse en la sociedad para que su identidad se reconstruya a partir de una intención real de ser parte de la comunidad y no en la asociación con el delito. Hay estudios hechos por el INJU que dicen que los jóvenes son la población más vulnerable para acceder al trabajo y sumado a eso, los primeros empleos de los jóvenes se dan a través de los contactos. ¿Qué les puede exigir Uruguay a estos jóvenes de contexto crítico que no tienen oportunidades ni contactos?
Si no pensamos este tema desde el abanico de la integralidad seguiremos proponiendo soluciones rengas, como renga era la baja de la edad de imputabilidad. Si algo aportó la campaña por el “No a la baja” fue insumos científicos. Consultamos a neurocientíficos, pediatras, psicólogos, psiquiatras y realmente estudiamos a fondo el cerebro adolescente. La tendencia de los países más desarrollados más que a bajar tienden a subir la edad de imputabilidad para algunas cuestiones. La nueva evidencia científica más que decir que los adolescentes maduran antes, plantean que tal vez sea todo lo contrario o que por lo menos la adolescencia ha cambiado significativamente.
Se abre una discusión que tiene que ser integral en todo sentido, que no puede ser llevada adelante por simplismo como hemos visto en esta campaña, con frases hechas que provienen del sentido común, pero que de ninguna forma provienen de la experiencia científica y de los avances académicos: como “los adolescentes saben lo que hacen” o “los adolescentes maduran antes”.
Lucía Santos

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