Nació como respuesta al último plebiscito nacional del año pasado -“Vivir sin miedo”-, impulsado por el ahora Ministro del Interior Jorge Larrañaga. A raíz de una militancia muy grande que se llevó a cabo de parte de muchos jóvenes, el “No a la reforma” fue contrapartida al plebiscito que proponía un sistema con un enfoque punitivista para afrontar la violencia, el crimen y la delincuencia en la sociedad, relata Rodrigo Ayçaguer, creador del proyecto y estudiante de ciencias sociales. 

Si bien se entendía que la reforma no era la solución, porque militarizar a la policía no era viable y aumentar las penas no estaba bien, ni iba a provocar resultados favorables, había que construir esa otra alternativa a la que se hacía mención y que se creía posible. “Entendimos que lo que teníamos que hacer era construir ese otro camino al que hacíamos referencia”, explica Rodrigo.

En ese contexto nace Empatía, “en el entorno de entender y demostrar que tiene que existir otra manera para enfrentar la violencia y la delincuencia” agrega el joven. El equipo se formó a comienzos del 2020 por redes sociales: Ayçaguer convocó a distintos conocidos y conocidas a participar, los que aportaron ideas y propuestas. En el mes de marzo fue su primera reunión y luego a raíz de la aplicación de los protocolos sanitarios para enfrentar la Covid-19, comenzaron a reunirse por distintas plataformas web.

Como fruto de las reuniones comenzó a dirigirse el enfoque hacia un debate crítico, basándose en la situación actual e histórica del sistema carcelario en Uruguay. “El principal enfoque que tiene Empatía es poder dar un punto de vista crítico pero también reflexivo, que te lleve a cuestionarte qué es, qué fue y qué sigue siendo -si se mantiene así- el sistema carcelario”, expone Rodrigo.

Ayçaguer comenta que de manera muy rápida y con un proceso que requirió de mucha organización, coordinaron dos reuniones por Zoom con la coordinadora de “Nada crece a la sombra”, Denisse Legrand. El evento logró una convocatoria de casi cien personas interesadas en las propuestas del proyecto, su lema principal es que cuestionar y “repensar la cárcel es una tarea de todxs”. El uso del lenguaje inclusivo es con el fin de generar una mayor inserción al momento de incluir a la sociedad dentro del proyecto.

A través de las charlas con Denisse se comenzó a conformar la estructura del proyecto y también surgió un disparador para reinventar el enfoque, cuenta Rodrigo. Y agrega: “en un principio, cuando recién comenzamos, el propósito era intervenir directamente en el sistema carcelario, luego nos encontramos con un debate mucho más reflexivo y crítico desde el afuera. Entendimos que el camino que queríamos tomar era en el afuera, para construir un pensamiento crítico que iba a repercutir sí o sí en el adentro”.

“Entendemos que hay un rol del Estado que tiene que cumplirse, y hay una exigencia y una responsabilidad estatal que remarcamos”, dice Rodrigo, pero también como proyecto se plantean que para provocar cambios que duren en el tiempo es necesario generar un reconocimiento en la sociedad. A partir del rol de los ciudadanos es imprescindible entender cómo se construye, mediante el factor cultural y social, un sistema que legitima todo lo que ocurre dentro de las cárceles.

El nombre empatía comenzó a cobrar sentido junto con el proyecto; “nos interpela una idea que es fundamental como colectivo y que tiene que ver con comprender que quien está dentro del sistema carcelario no deja de ser persona”, señala el estudiante. Propone que más allá del estigma que se construye al hablar de un delincuente -y de lo incuestionable que es que si alguien cometió un crimen tiene que pagar una condena- es necesario cuestionarse si el precio que tiene que pagar es renunciar a sus derechos humanos y su identidad como persona.

“En primer lugar el proyecto tiene como fin expresar cuál es nuestro rol como ciudadanos y ciudadanas. Hay que tener en cuenta que somos parte de una realidad que se ha construido desde una lejanía -porque el sistema carcelario es una realidad que no se cuestiona o no se percibe cercana- y comprender que no estamos a salvo de ingresar a un sistema que provoca más violencia, más crimen y una pérdida de identidad brutal”, apunta el fundador del colectivo.

Actualmente el proyecto trabaja en dos intervenciones en simultáneo, una es artística y su fin es intervenir las calles y paredes de la ciudad con datos y frases que hagan referencia a la situación del sistema carcelario. La idea es generar un impacto visual que lleve a la reflexión o a la incomodidad con el fin de lograr que se cuestione de parte de la sociedad lo que realmente sucede en la cárcel. La otra intervención aún está en proceso de construcción, pero la idea es crear un mini documental donde se registre de manera audiovisual el incendio que tuvo lugar hace 10 años en la cárcel de Rocha, donde murieron 12 muchachos de entre 19 y 24 años. Hay un juicio civil que sigue abierto y donde figura un estado que no se hizo cargo, afirma Ayçaguer: “lo que buscamos con esta intervención es visualizar lo que ocurrió demostrando que hay una justicia que no se esclareció nunca”.

Proponen que el documental cuente con testimonios de los familiares de las víctimas, pero también planean agregar entrevistas a distintos expertos con el fin de exponer un paralelismo entre la situación del sistema penitenciario en ese entonces y la actualidad. “La cárcel vive una crisis sanitaria y de infraestructura que es histórica. Hace 10 años estaba en las mismas condiciones que ahora, o ahora son incluso peores. Lo que ocurrió hace 10 años puede pasar hoy, mañana o el mes que viene porque el sistema carcelario sigue en crisis”, aclara Rodrigo.

Empatía es un proyecto de puertas abiertas donde todo aquel que quiera participar es bienvenido. Se los puede encontrar en redes sociales: en Facebook como Proyecto Empatía, en Instagram @proyecto.empatia y en Twitter @p_empatia. Se organizan en distintas comisiones y equipos de trabajo para lograr una mejor logística e insisten en generar un pienso y compromiso para con el sistema carcelario.

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