La periodista de Brecha Mariana Contreras cuestionó a la Universidad por la “falta de investigación sobre los ricos, sus prácticas sociales, gustos y relaciones”, en una charla con los estudiantes de Sala de Redacción con motivo de su informe, sobre explotación laboral a ciudadanas bolivianas.
La periodista, egresada de Liccom, compartió con los estudiantes de Sala de Redacción su experiencia en la preparación y redacción de la nota “Carrasco Feudal”, donde recogió para Brecha los testimonios de las trabajadoras domésticas bolivianas que trabajaban en condiciones de sometimiento para la familia Manhard. Destacó que en líneas generales no definía este trabajo como una investigación periodística, ya que la información estaba a la vista y era de fácil acceso: “No había nada escondido, hubo un comunicado, una llamada telefónica y tres mujeres dispuestas a hablar”. La fuerza de los propios testimonios y la historia en sí se encargaron de hacer el resto. Diversas denuncias, sospechas y hasta una nota que ella misma había escrito en 2011 sobre la explotación a los trabajadores en las tiendas pertenecientes a esta familia fueron algunos de sus apoyos. Más allá de la nota en particular, la interesante conversación derivó por otros caminos. La periodista de Brecha deslizó una frase que abrió una nueva conversación. A partir de la pregunta “¿quién estudia a los ricos?” se estableció el contacto entre su experiencia particular con “Carrasco Feudal” y su tarea como periodista. En la preparación de otras entrevistas, a Mariana le había llamado la atención ciertos detalles, informaciones que no estaban, prácticas sociales poco estudiadas, datos sobre comportamientos y gustos que no eran tomados en cuenta o directamente no existían. Recordó una experiencia, que casualmente también se situó en Carrasco. Fue en ocasión de un plan de integración social para la cuenca del Arroyo homónimo, en la que el coordinador que dialogó con ella le explicó la realidad social y la adaptación del plan“únicamente desde el lado de los pobres”. Agregó que al consultar sobre los datos de los ricos recibió como respuesta que no se manejaban. Con este ejemplo introdujo sus cuestionamientos a la academia y el Estado, ya que visualiza una carencia de estudios acerca de los ricos y sus prácticas sociales. “No hay una intención de generar un mapeo sobre los ricos, el Estado no se siente en el deber, ni cree (que es lo peor) tener derecho a hacerlo”. En esta línea, comentó que en el caso de los pobres, es normal que el Estado vaya a sus casas a obtener su información, ya que establece un sentimiento de obligación recíproco, algo que no se da en el caso de las familias acomodadas. En cambio, “los ricos construyen sus casas como un bunker y hacen que sea imposible saber qué pasa allí adentro”, sostuvo. La información sobre estos sectores, sus relaciones de parentesco, sus vínculos empresariales y políticos, sus prácticas sociales y gustos “me interesan mucho también, y me gustaría que fuesen focalizados desde la academia, estudiadas y diagnosticadas”.  De todos modos, “no propongo que estudien Carrasco, sino que estudien a los ricos donde sea que estén”, concluyó con una leve sonrisa. Queda abierto así el debate.

Marcelo Aguilar

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