NI EL ALCOHOL NI LAS DROGAS SON DETERMINANTES

Escuela del barrio Flor de Maroñas. Foto: Anep

Habitualmente se atribuye el vandalismo protagonizado por menores de edad al efecto del alcohol y/o drogas. Pero no todo tiene que ver con las adicciones. La psicóloga Sandra González, en diálogo con Sala de Redacción, opinó acerca de estas problemáticas.
“Hoy en día es un atenuante declarar que están ebrios o drogados cuando cometieron el delito. El juez tiene la potestad de mandarlo a rehabilitación como pena”, opinó la psicóloga González, especializada en el área de la educación y adicciones.
Los casos de vandalismo en menores de edad que tienen como blanco las instituciones educativas, tales como destrucción de materiales, hurtos e incendios, han ido en aumento, al igual que la violencia de padres a educadores. En lo que va del año se registraron incidentes de este tipo en varios puntos del país que ponen en debate permanente las posibles causas y soluciones.
González aclaró que el alcohol puede ayudar a desinhibir, pero el vandalismo no es consecuencia directa de la sustancia, es sólo una excusa para hacerlo, que no es lo mismo psicológicamente. Mucha gente que consume tiene patologías psiquiátricas o trastornos psicopatológicos. “Con el alcohol -explica- el trastorno aumenta; por lo tanto, el problema no sería el consumo, que es sólo un elemento más. En cuanto a las demás drogas, ninguna trae como consecuencia el vandalismo. Es posible que el consumo incite al robo con el fin de volver a consumir. En este momento la delincuencia es un fenómeno social que actualmente se asocia al consumo, pero no es así. Tiene que ver con otras causas también”.
González agregó que “el vandalismo hay que leerlo más por el lado de la psicología de masas, de contagio. Hay que pensar en un fenómeno que se da en los adolescentes; y es totalmente normal, que para pertenecer a tal grupo tenés que hacer determinadas cosas, aunque sepas que no es lo mejor o que no lo hubieses hecho. Algunos actos de vandalismo se dan por ese motivo también, para pertenecer a un grupo, a una pandilla. Todo esto no se tiene en cuenta en el juzgado, y los chicos tampoco lo dicen. A veces es una forma de sobrevivir, no tienen otra opción;en algunos barrios se manejan esos códigos.”
Ejemplificó este tema con dos pacientes en tratamiento: “Yo estoy atendiendo un niño de 12 años que estuvo en el episodio de la muerte de un distribuidor de garrafas en el Cerro el año pasado, lo mataron tres menores. Uno tenía 11 años, otro 16 y uno más de 17. El más chico participó sin saber… en el sentido de que salió de su casa sin esa intención. Y ahora el chico tiene una experiencia de vida marcada por ese episodio en el cual se vio envuelto por muchas horas de calle y una mamá que no consultó a tiempo. En la comisaría lo amenazaron, lo agarraron, lo metieron incomunicado y hasta que no dijo quiénes fueron, no lo soltaron”.

Otro caso ocurrió en el barrio Maracaná. “Intentaron prender fuego la escuela y eran alumnos de 11 años, pacientes de la policlínica desde los 6, y sabíamos que el perfil que estaban empezando a tener era de delincuentes. Esos gurises tenían un trastorno psicopatológico, y no los quería nadie, ni la madre. Gurises que vivían en la calle, sólo iban a dormir a sus casas, y en la escuela no los podían tener adentro, no había forma, por su patología. Estaban más afuera que adentro de la escuela. Eran alumnos que nadie los quería tener ahí. Y esos chiquilines en algún momento van a consumir”.
Sobre las causas del vandalismo, González manifestó que otro de los motivos podría atribuirse a la desvalorización de la institución educativa; dejó de ser un referente de valores, en su opinión. “No se está educando en el tema de cuidar las cosas, en el sacrificio que cuestan las cosas. Crecer con esta concepción de la vida complica”, comentó la psicóloga.
Añadió que los valores cambiaron, y el estudio no es un valor en sí mismo como lo era antes cuando la gente no accedía a la educación pero tenía valores sociales que hoy no tiene. Relató el caso de una chica que reivindicaba que le tenían que pagar por ir a estudiar, a la que la psicóloga intentó hacerle entender que era un beneficio para ella, que debía valorar la escuela, cuidarla, que podía estudiar gratis y que todo lo que había ahí adentro era para que ella lo pudiera aprovechar. Pero todo esto no estaba en absoluto dentro de sus valores, era su concepción sobre el valor material de las cosas.
Todo esto se relaciona con la educación que se brinda desde la familia. Influye, según González, la cantidad de padres disconformes que incitan muchas veces a cometer actos de vandalismo, de forma directa o indirecta, a través de  la desvalorización que hacen de las instituciones educativas y el lugar en el que colocan a las maestras. Esto se refleja en la desautorización de la familia al rol del educador en general. Si éste pone un límite, el padre se queja por ponerle límites al niño, sin preguntar qué hizo y evaluar si fue o no justo.
Varios padres acuden directamente a la Inspección de Primaria en busca de respuestas ante determinados hechos, sin hablar previamente con la dirección del centro educativo. Como consecuencia, comúnmente sucede que las autoridades desaprueban las medidas adoptadas por la institución, sin investigar lo sucedido, dejando a la escuela sin herramientas.
“Hay una gran confusión en cuanto a lo que se puede hacer y lo que no. Además hay una gran dificultad de los adultos para poner límites. Queda como que todo vale, y entre las cosas que vale, también está el romper la escuela.” comentó la especialista.
Algunos maestros manifestaron su preocupación por el poco apoyo que tienen ante esta situación. La maestra Graciela Galietti declaró: “Si un padre va con alguna queja a Primaria, lo atienden de inmediato, y al otro día la inspectora está en la escuela; pero si un maestro denuncia algún caso, no se tiene una respuesta inmediata”.
Como consecuencia de esta tensa relación entre padres e instituciones educativas, han ocurrido diversos sucesos de agresión de padres a educadores. Sala de Redacción consultó a la inspectora de escuelas de práctica, Lisel Frugone, quien expresó que estos hechos de violencia “existen hace mucho tiempo desde las familias, desde docentes a niños, incluso llegan a inspección denuncias de padres hacia docentes”. Afirmó que hoy no quedan en el ámbito privado, sino que se socializan a través de los medios de comunicación. La escuela, para Frugone, reproduce fenómenos que se dan en toda la sociedad.
Por su parte, la socióloga y decana de la facultad de Ciencias Sociales, Susana Mallo, afirmó: “Siempre existió la violencia, tanto física como verbal; quizás ahora en vez de ser privada pasó a ser pública”. Considera que el sistema debe rever determinadas cosas, “un niño, con alteraciones en su conducta u otra índole, como drogadicción, no puede concurrir al aula durante 5 o 6 horas, porque los docentes no tienen las herramientas para poder cumplir un rol que debe partir desde el hogar. En esas condiciones difícilmente podrá aprender lengua o matemática”.
Concluyó que los chicos necesitan rutinas y muchas veces en medios carenciados no las hay. De esa manera se va formando una cultura que contrasta con la institución educativa. Ellos reproducen lo que viven en el hogar.
Diversos factores generan estos comportamientos; atribuir al consumo tanto el vandalismo hacia los centros escolares, como la violencia a educadores,  es totalmente reduccionista.
Carina Bóveda y Gabriela Gion

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