Simpatizante de Evo Morales durante los festejos por la reelección del candidato el 12 de octubre en la Paz. Foto: AFP / JORGE BERNAL.

Las elecciones en Bolivia, Brasil y Uruguay confirmaron la tendencia por un modelo económico con un estado intervencionista, que persiste en una distribución de la riqueza mediante la gravación de impuestos al sector productivo y políticas sociales destinadas a los desfavorecidos. El proceso neodesarrollista que se instauró hace más de diez años intenta alejarse del neoliberalismo de décadas anteriores, sin apostar a radicalismos que perjudiquen la aceptación lograda en la población. El dogma se transformó en pragmatismo y se construyó una política que ya no reivindica la justicia social sino la inclusión. Los logros del modelo, entre tantos, se traducen en millones de personas que salieron de la pobreza. La izquierda abandonó la utopía setentista de instaurar un sistema socialista y, aún más, de llevar como estandarte la revolución de octubre.
El Movimiento al Socialismo fue el primero en el mes de octubre en lograr la victoria. Con el sesenta por ciento de los votos, Evo Morales, consiguió su tercer mandato hasta el 2020 y existen posibilidades de que se apruebe durante esta legislatura la elección indefinida. Las nacionalizaciones de los hidrocarburos permitieron dinamizar la economía con un crecimiento sostenido durante todos sus mandatos, generó ingresos a las arcas al Estado y aplicó políticas sociales que redujeron a un 18% la pobreza. Los empresarios también se favorecieron, hasta los de Santa Cruz, que pasaron de reclamar la autonomía del departamento a apoyarlo en estas elecciones. Sin embargo, las críticas se reflejan en el desgaste de la soberanía de los pueblos indígenas y las ganancias que se llevan de las actividades extractivas empresas multinacionales como la brasileña Petrobras o la española Repsol.
Dilma Roussef fue reelecta en segunda vuelta con dos puntos porcentuales sobre Aécio Neves. El modelo petista apuesta a la industrialización con un papel preponderante de las empresas públicas, al tiempo que el Banco Central se ha encargado de estimular las inversiones con bajas tasas de interés en sus préstamos. Si bien en el balotaje se enfrentó con el proyecto neoliberal del Partido Social Demócrata, las críticas desde la izquierda son sobre el descuido medioambiental con la sojización y la corrupción denunciada desde el “mensalao” (coimas a parlamentarios y dirigentes) hasta los gastos en el mundial.
El Frente Amplio aún no ganó su tercer gobierno, pero es claro favorito para el balotaje, y con el 47,9% logró la mayoría parlamentaria. La reactivación de la economía basada en inversiones extranjeras y en la sojización ,junto con una reforma tributaria permitieron, entre otras cosas, financiar las políticas sociales para reducir un 25% la pobreza, bajar la desocupación a un 6% y encaminar al país hacia la modernización. Sin embargo, la crítica de sectores como Unidad Popular les advierte que continúan con el modelo neoliberal por la participación de las empresas multinacionales en la economía y la destrucción de los recursos naturales.
Monocultivos, inversiones extranjeras y casos de corrupción, se alejan de los pilares originarios de los movimientos de izquierda latinoamericanos, a lo que se suma la preocupación ecologista. Sin embargo, las políticas sociales y la prioridad de generar fuentes de trabajo vuelven a ser elementos elegidos por mayorías absolutas. Los tres gobiernos en el mes de octubre volvieron a legitimar su poder mediante elecciones democráticas para lograr su objetivo con un camino alternativo. Resta esperar que el camino no se transforme al fin y que lo construido durante estas gestiones no se derrumbe con un retorno del neoliberalismo, que sería como una perestroika regional.
Sebastián Bustamante

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