La antropóloga comenzó haciendo una breve historia sobre el origen de las religiones afrocubanas y su presencia en las diferentes diásporas; realizó una descripción acompañada de una presentación fotográfica donde se podían distinguir, por un lado, la llamada Santería y por otro el Palo Monte, las cuales fueron el objeto de su investigación. Señaló que la Santería es la más extendida en la sociedad cubana, proviene de la cultura yoruba (de Nigeria) y la siguiente de la cultura bantú (de Camerún). Estas religiones se afincaron con la introducción de esclavos africanos en la época colonial; desde ahí comenzó una transferencia de ideas, de creencias que se mezclaron con el catolicismo.
Afirmó que, como pasa en la mayoría de los países latinoamericanos, gran parte de las investigaciones se realizan en las ciudades y poco se sabe del interior, del campo. Cuba no es la excepción, ya que está arraigado un fuerte centralismo en La Habana; fue por esto que ella orientó su práctica a las zonas rurales, en provincias como Baracoa, a 40 quilómetros de Santiago de Cuba. En estos lugares, no muy poblados, un número importante de habitantes forman parte o practican alguna religión.
Para este tipo de creencias, todo está basado en los orishás, a quienes ven como seres divinos que determinan la realidad; nada de lo que sucede es producto del azar sino por disposición de estos seres. Cipolletti plantea que si bien en sus comienzos estas religiones incluían sólo a afrodescendientes, en la actualidad también hay muchos blancos practicando estos cultos.
Señaló que en ambas, los sacerdotes tienen altares donde reciben ofrendas de todo tipo, realizan rituales en los cuales la música es un elemento muy importante, ya que ayuda a que el individuo entre en trance y alcance diferentes estados de conciencia. Se realizan sacrificios de animales con la finalidad de que su sangre alimente a los espíritus.
Si bien estas religiones tienen una raíz geográfica común, existen diferencias en cuanto a la finalidad por la cual las personas se acercan a ellas. El Palo Monte está más relacionado con lo salvaje, con la magia negra. Al contrario de lo que se podría creer, los sacerdotes y sacerdotisas con las cuales interactuó se mostraron con una actitud abierta. Algo muy importante para que este cambio se produjera fue la determinación, en 1990, por la que el Estado cubano pasó a ser laico.
“En Cuba la libertad religiosa es absoluta”, explicó Cipolletti, y afirmó que el estado no interviene en esta materia, funciona como algo paralelo donde los ciudadanos pueden adoptar el dogma que deseen. A diferencia de otros años, en el que un santero no podía ser miembro del partido Comunista, hoy no no se persigue ni se discrimiba a las religiones.
“Tengo que decir que me moví con la misma libertad con que lo hubiera hecho en el Uruguay para trabajar”. Debido a la no intervención del Estado, en los últimos años ha crecido la investigación en ese país; el único escollo para el desarrollo de su investigación fue falta absoluta de transporte público, por ser regiones muy alejadas de la urbe.
Planteó que si bien Cuba tiene una de las tasas de alfabetización más grande del mundo (un 97% sabe leer y escribir) en estas religiones la tradición oral es muy importante, el conocimiento se transmite de generación en generación y sobre todo a través de la experiencia misma.
Cipolletti culminó su conferencia con un diálogo entre los participantes, la mayoría estudiantes de antropología, centrado en las características de estos dogmas que, según lo concluido, en varios aspectos son similares a los que se define como religión umbanda en esta región de Latinoamérica.
Belén Mainé