Prisionero en la ciudad de Tikrit, al norte de Irak, 13 de octubre de 2005. AFP PHOTO / MUSTAFA Tauseef

La historia tiene eso, es tozuda y obstinada. Se enamora de algunos hechos y cada pocas décadas le gusta revivir viejas relaciones. Quizá, por eso, los acontecimientos se repiten. Quizás sea por eso que, sentado frente a un vaso de cerveza -imagino- un periodista del periódico “The Independet” recibió la noticia más inesperada: hay un fusilado que vive.
Quizá, otra vez quizá, pidió para hablar con él, sin saber bien por qué, y le creyó al instante. Alí, un joven soldado iraquí de 23 años, que sobrevivió a un pelotón de fusilamiento del Estado Islámico (EI), merece que las palabras de Rodolfo Walsh, a pedido de la historia, sean repetidas:
No los ve pero sabe que le apuntan a la nuca. Esperan un movimiento. Tal vez ni eso. Tal vez le tiren lo mismo. Tal vez les extrañe justamente que no se mueva. Tal vez descubran lo que es evidente, que no está herido, que de ninguna parte le brota sangre. Una náusea espantosa le surge del estómago. Alcanza a estrangularla en los labios. Quisiera gritar. Una parte de su cuerpo -las muñecas apoyadas como palancas en el suelo, las rodillas, las puntas de los pies- quisiera escapar enloquecida. Otra -la cabeza, la nuca- le repite: no moverse, no respirar.
La historia se dio a conocer el 4 de setiembre. Alí fue capturado el 12 de junio mientras escapaba del cuartel de la ciudad de Tikrit, que estaba siendo atacado por las tropa del EI, por aquel entonces Estado Islámico de Irak y el Levante. Fue retenido en un container de metal junto a otros diez soldados que, ese mismo día, fueron llevados al paredón. Los verdugos apuntaron y dispararon, todos cayeron, incluso Alí. La bala que le habían destinado nunca impactó en su cuerpo pero supo, quizá por miedo, quizá por mimetismo, imitar la muerte.
Esperó hasta la noche, inmóvil, y escapó. Se escondió varios días entre las rocas hasta que pudo establecer contacto con las autoridades. Desde entonces, Alí ha colaborado como testigo de las masacres que el EI lleva adelante. La ONG Human Rigths Watch (con quien Alí ha estado trabajando, dijo que el joven soldado se encuentra seguro en zonas donde el EI no tiene influencia.
Se estima en 770 el número de personas, principalmente soldados, que el EI ha ejecutado tras la toma de Tikrit. Estos datos surgen del relevamiento que lleva a acabo la ONG con testimonios, análisis de grabaciones, fotografías e imágenes satelitales, que le permitieron identificar cinco puntos de ejecución cercanos a la ciudad.
Para Peter Bouckaert, director de la división de Emergencias de Human Rights Watch, “la barbarie del Estado Islámico resulta violatoria del derecho y constituye una afrenta absoluta a los valores”. Y agregó: “Se suma otra pieza a este macabro rompecabezas, ahora que se confirman muchas más ejecuciones ”.
Edward Braida

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