Se puede ser más o menos nostálgico en la vida, de eso no hay dudas; las personas son diferentes y por consecuencia sus emociones. Sin embargo, por más que queramos escapar de ella, la nostalgia tarde o temprano ataca con algún recuerdo de aquello que fue y que hoy ya no está. Siempre fui bastante nostálgica, de hecho considero tener una especie de síndrome de algo que me gusta llamar nostalgia temprana. Es la sensación de extrañar algo antes de perderlo, por el simple hecho de saber que en algún momento ya no estará. 

La pandemia y el miedo a que nada volviera a ser como antes le dió su momento de oro a la nostalgia prematura. Entonces comencé a pensar en todo eso que mi primita de tres años podría llegar a no conocer de lo que era el mundo antes de la pausa y me entristeció pensar en que quizás no pudiese disfrutar de una feria del libro, de lo que se siente recorrer esos laberintos colmados de diversos mundos, diversas mentes, diversas lecciones, teorías y emociones. Comencé a pensar en todos los libros que se habrían quedado a medio hacer, en todas las primeras páginas esperando su prólogo o dedicatoria, en todas las librerías que estarían cerrando sus puertas, en las editoriales sin producir y en el aroma a libro nuevo que se mezcla con la ilusión de sumergirse en un universo paralelo comprendido entre sus páginas.

Afortunadamente, los escenarios de la nostalgia prematura no siempre coinciden con la realidad. Y la feria del libro no solo no se extinguió con la pandemia sino que volvió con su 43ª edición, organizada por la Cámara Uruguaya del Libro en coordinación con la Intendencia de Montevideo (IM).

De vuelta

Del 26 de octubre al 7 de noviembre en la explanada, atrio y entrepiso de la IM se desarrolló la Feria Internacional del Libro de Montevideo. Con la presencia de editoriales nacionales e internacionales, con gran variedad de libros, actividades culturales, presentaciones, encuentros con autores, charlas y conferencias, lecturas de poesía, eventos y premiaciones. 

Esta actividad siempre es gratuita, pero con el fin de controlar el aforo y respetar protocolos, en esta edición se solicitó la inscripción virtual previa a las presentaciones, eventos, conferencias, etc. Una vez la persona se agendaba obtenía un código QR que tendría que llevar en su teléfono o impreso para agilizar el ingreso a las actividades. Para ingresar a los stands de la carpa o del atrio no era necesario inscripción, solo tener en cuenta que muchas y muchos esperaban con ansias este clásico evento y que esta vez no se podía aglomerar la gente como años anteriores, dónde parecía que alguien había “pisado el hormiguero”. Por este motivo, si se arrimaban a la carpa en un momento muy concurrido, tendrían que armarse de paciencia y esperar un poquito más por esa Feria. 

Fui en calidad de periodista, por primera vez, sin embargo no podía abstraer a la niña que fui un día y recordar la primera vez que recorrí aquel lugar tan inmenso con tantos libros y autores por conocer. Entonces, me pareció interesante recorrer los stands de literatura infantil y juvenil, que por cierto, abundaban. 

Llegué al rincón de Psicolibros Waslala y me encontré con “La historia de todo”, un libro de una autora sanducera que conozco desde que era un borrador. Creo que en mi cara se podía ver cierta emoción de verlo concretado en esa estantería y a la venta. Se acercó a mí Lourdes Pérez, su editora. Esta editorial ha participado de la feria desde los inicios de la empresa hace unos treinta años: “hemos estado desde que se organizaba en el Latu, que era absolutamente otra época. Y se extrañaba mucho la verdad volver a la Intendencia. Se siente la alegría del retorno, el reencuentro del lector con el libro y de nuestra parte, el poder realizar las actividades académicas y las presentaciones de libros que son algo hermoso”, expresó Lourdes. Sobre la participación de la gente hizo un balance positivo y adjudicó un punto a favor a los medios de prensa que hicieron mucha difusión de esta edición de la feria. 

En coincidencia, el presidente de la Cámara Uruguaya del Libro, Álvaro Risso, destacó a Sala de Redacción que “durante casi dos semanas el libro ha estado instalado en la agenda mediática. Que aparezca en todos los canales, en todas las radios, en la prensa, genera para el libro un impacto que es único. Estamos muy contentos, conformes y felices de haber puesto otra vez el libro en el medio de la opinión pública”. 

Sobre el impacto de la pandemia en términos de producción y ventas, Lourdes de Psicolibros Waslala resumió: “nosotros estamos muy vinculados a psicología, psicomotricidad, psicopedagogía y en lo referido a educación, a la formación docente. Hay que tener en cuenta que en la educación en un momento todo se tornó absolutamente virtual, lo que llevó a qué la lectura también se tornara virtual. En un momento el libro en papel sintió el golpe, pero fue inicialmente”. Y agregó: “nosotros ya veníamos trabajando con envíos a domicilio, entonces estábamos muy preparados -sin quererlo- para enfrentar la situación sanitaria de otra manera. Fue genial porque también nos pasó mucho que gente del interior quería hacer un obsequio a alguien de Montevideo al que no podía venir a ver y a través nuestro pudo concretar ese acercamiento afectivo por medio de un libro”. 

Del mismo modo, la editorial HUM compartió el balance positivo de estas semanas de feria y destacó la concurrencia de público, sobre todo en los últimos días. Sus vendedoras también comentaron a Sala de Redacción que, si bien hubo mucha gente visitando los stands, no se vendió tanto en comparación con otros años quizás por el hecho de que la primera semana de feria coincidiera con el fin de mes. Respecto a cómo atravesaron particularmente la pandemia, en cierto punto se vieron beneficiados ya que al cerrarse las librerías de los shoppings, la gente comenzó a conocer y acercarse a las librerías “de barrio”, que quizás tenían a dos cuadras y no se habían percatado. 

Por su parte, Risso consideró que esta edición de la feria fue “excelente”: “a pesar de que no teníamos posibilidad de incluir en las actividades culturales trabajos del exterior por obvias razones, entre fronteras cerradas y demás, todas las actividades culturales tuvieron mucha gente, con mucho entusiasmo, con mucha participación”. Y puso especial énfasis en la felicidad de los autores nacionales que tuvieron la oportunidad de estar nuevamente en contacto con sus lectores: “la feria es esa oportunidad de contacto, de reencuentro entre lo que son las dos puntas clave que tiene el libro: el que crea y el que lee. Y después en el medio venimos todos los que trabajamos por y para el libro”.  

La presentación de libros de autores nacionales fue masiva. “Durante muchos meses no se pudieron hacer presentaciones. Quedaron muchos libros muy buenos, cuyos autores y editores querían presentar al público y tener ese intercambio, que es insustituible entre la gente que escribe y lee”, sostuvo Risso y agregó que los expositores fueron 37, representando al menos 100 editoriales: “la variedad fue increíble, y con la calidad no solo del libro extranjero -que ya sabemos que vienen importados libros de calidad-. Lo que se está produciendo en Uruguay es imponente”.

Justamente, Risso consideró que el fuerte de la Feria fue la cantidad de presentaciones de libros nacionales, incluso post pandemia. Y destacó como el punto más alto el poder concretar la entrega del Premio Bartolomé Hidalgo -en el que se pudieron premiar las obras del 2020 y 2021- y reconoció el trabajo enorme de la Cámara del Libro y del jurado que en menos tiempo tuvo que juzgar el doble de libros. “Creo que fue un punto altísimo y que genera además una promoción para los premiados que es muy importante, además de los Premios Onetti, que siempre vienen a ser como un agregado a los cimientos de la feria y son muy relevantes”.

En términos de los desafíos que enfrentaron tanto la Cámara Uruguaya del Libro como la IM a la hora de gestionar la feria, Risso consideró que la mayor adversidad fue el poco tiempo que tuvieron para concretarla. “Tuvimos que acompañar lo que sucedió en el país desde el punto de vista sanitario y recién a fines de agosto se fueron dando las circunstancias para que una organización pública que tiene muchas responsabilidades -como es la Intendencia-, nos diera la autorización para traer y armar todo esto, que es muy grande y recibe a mucha gente”, resumió. 

A su vez, el entrevistado reflexionó sobre todo lo que sucede en esas dos semanas en que miles de personas transitan por ese lugar, entre quienes trabajan, recorren, quienes hacen trámites, entre otros: se estima que durante la feria pasan alrededor de 100 mil personas. Entre la carpa y el atrio, la Intendencia dedicó una superficie de 1000 metros al evento. 

“El mundo de la cultura estuvo y está aquí en la feria, pero no solamente: también estuvo el público en general, el mundo de la política, el mundo de la ciencia… Creo que durante estas dos semanas hemos logrado concentrar a toda esa gente en este ámbito y creo que es bueno para todos. Probablemente el año que viene, si la situación sanitaria lo permite, vamos a tener una feria más internacional. Pero a pesar de ello, el saldo de esta edición es sumamente positivo”, concluyó el presidente de la Cámara Uruguaya del Libro.

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