A lo largo del tiempo, el fútbol centroamericano ha recibido a muchos futbolistas y entrenadores uruguayos, que llegan y marcan diferencias en sus equipos. Para algunos este paso no representa un avance a nivel deportivo, pero sí en lo económico, ya que se pagan contratos más elevados que en el fútbol uruguayo.
Después de que en marzo se expandiera la covid 19 en el continente americano, los campeonatos de fútbol se vieron afectados y en su gran mayoría suspendieron actividades para evitar contagios. Esta situación implicó que muchos futbolistas y entrenadores quedaran varados en los países en los que trabajan. Sala de Redacción habló con algunos de ellos, que a la distancia contaron su experiencia y sus preocupaciones.
Desde El Salvador
Oriundo del departamento de Maldonado y criado futbolísticamente en Atenas de San Carlos, Rafael García dejó una huella en el fútbol salvadoreño, concretamente en el Alianza Fútbol Club. En ese equipo consiguió tres títulos locales, fue galardonado como el mejor golero de la liga en dos ocasiones y los hinchas locales pidieron su llegada al arco de la selección de El Salvador, previa nacionalización.
Consultado sobre cómo vivió el avance de la pandemia en el país presidido por el empresario Nayib Bukele, comentó que en un principio valoró positivamente a “las primeras restricciones del gobierno de cerrar el país para disminuir los casos”. “Con el tiempo se tomaron medidas más drásticas y decidieron poner al ejército y la policía a patrullar las calles, lo que generó tensión”, agregó.
Su familia está compuesta por su esposa y sus dos hijos, y es García quien se ocupaba de realizar los mandados necesarios para subsistir: “Ciertos días se podía salir al súper, dependiendo de cómo terminaba tu número de documento”, contó. Por su parte, consideró que “el problema más grande del país es el sistema de salud, que es precario y caro para los extranjeros, y eso nos generaba miedo en caso de dar positivo al virus”.
El torneo salvadoreño se dio por finalizado el 20 de marzo y esta situación afectó directamente los intereses de los jugadores, a casusa de cómo se manejan los contratos. “Al no haber competencia, los jugadores quedan desamparados, acá los contratos se rigen por tiempo de entrenamiento y de competencia, mientras no juegas o no entrenas, no te pagan”, contó, y detalló que la última vez que cobró una remuneración fue el 20 de marzo. “Si bien hay seguros sociales, el jugador de fútbol no es tomado como un trabajador normal, cosa que sí pasa en Uruguay”, relató el deportista.
En las últimas horas, García decidió cambiar de aires y arregló con el CSD Municipal, uno de los equipos grandes de Guatemala, y ya logró trasladarse hacia ese país por vía terrestre con su familia. “La decisión la tomé más que nada por la estabilidad, averigüé los trámites necesarios para poder trasladarme y pudimos venirnos en familia, incluidos los perros”, sostuvo. Además, el trato recibido desde que el virus llegó a El Salvador también incidió en la decisión de salir de Alianza Fútbol Club: “Durante estos meses, desde la parte humana sentí que nos dejaron de lado, no hubo preocupación del club por saber si necesitábamos algo”. “La incertidumbre sobre si se jugaba o no en lo que resta del año también jugaba a favor del cambio, ya que sin actividad no íbamos a tener ingresos”, agregó.
De Tacuarembó a Guatemala
Wilinton Techera, o Willy, como lo llaman sus amigos, tiene un largo recorrido por el fútbol uruguayo y varias experiencias en Centroamérica. Defendió a clubes como Rampla Juniors, Peñarol y Fénix, entre otros, pero también jugo en Honduras y el Deportivo Siquinala fue su tercer equipo en el fútbol guatemalteco.
Hoy es jugador libre, ya que acabó contrato con su antiguo equipo en el último mes y su plan más inmediato es volver a Uruguay. Consultado sobre cómo está viviendo esta pandemia, consideró que “cambió todo: de estar practicando deporte al aire libre casi todo el día a estar encerrado desde hace casi cuatro meses”. “El último partido, a mediados de marzo, ya lo jugamos a puertas cerradas; si bien el torneo no se canceló, no se volvió a jugar y a mí me quedaban tres meses más de contrato”, añadió.
Su decisión y la de su esposa es volver a Uruguay, si bien sostiene que “no le molestaría quedarse si se reanudara el campeonato y hubiera algún equipo interesado” en contratarlo. De todas formas, indicó que le preocupa la situación sanitaria de Guatemala, porque “al ser extranjeros no tenemos una cobertura médica definitiva y da miedo llegar a enfermarse”.
Consultado por la posibilidad real de volver, Techera respondió: “Hemos realizado gestiones con el gobierno para encontrar la forma de volvernos, pero no hemos tenido respuestas claras. Con otros uruguayos varados tenemos un grupo de Whatsapp y estamos permanentemente en contacto con la embajada acá en Guatemala, pero todavía sin soluciones”.
Por su parte, contó que actualmente está viviendo en el mismo apartamento que cuando tenía contrato y aseguró que desde su ex club se portaron muy bien e incluso le pagaron un mes más de alquiler. Si bien durante los últimos meses no se abonó la totalidad de los sueldos, se fueron pagando en partes.
Técnico en Honduras
Hace no mucho tiempo, el Palomo Julio Rodríguez dejó de calzarse los botines para pasar a ocupar un lugar detrás de la línea de cal y ser técnico principal. Dueño de una extensa y exitosa carrera como jugador, se convirtió en ídolo del Real España de Honduras, lo que posibilitó que su primera experiencia a cargo de un plantel principal se esté desarrollando en ese país.
“A fines de febrero volamos con mi asistente para Honduras, porque llegamos a un acuerdo con el club Honduras Progreso por un lapso de dos meses, hasta que finalizara el campeonato”, recordó Rodríguez, que agregó que cuando el 18 de marzo se suspendió el torneo llevaban cuatro partidos dirigidos. Consultado sobre cómo recibió la noticia y cuáles fueron sus planes a partir de ese momento, respondió que, “como se manejaba la posibilidad de que sea una suspensión por un tiempo corto, decidimos quedarnos y esperar, pero al mes se decidió la cancelación total del torneo y eso modificó los planes”. “Se hace difícil estar acá, vinimos por dos meses, con pasajes de retorno para los primeros días de mayo y estamos hace cuatro meses”, sostuvo, y se mostró preocupado porque los recursos se agotan. “El club nos dio casa y comida, pero necesitamos volver a Uruguay para estar con nuestras familias”, planteó.
Consultado sobre la posibilidad de volver en alguno de los vuelos humanitarios que hubo en los últimos meses, aclaró que en su momento el pasaje tenía un valor de 1.900 dólares, precio que consideró “demasiado caro, ya que un vuelo normal a Honduras anda en el entorno de los 650 dólares”. “Se maneja la posibilidad de un vuelo desde Ecuador en los primeros días de julio, pero todavía no está confirmado, ojalá se pueda dar porque realmente necesitamos volver a Uruguay”, comentó.