“Todos somos hijos del tiempo que nos toca vivir: si los docentes no conocen [a la corriente de Nacionalismo Musical] es muy difícil que la hagan conocer a los estudiantes” explicó a Sala de Redacción Martín García, director titular de la Orquesta Filarmónica de Montevideo (OFM) y docente de la cátedra de dirección orquestal en la Escuela Universitaria de Música (EUM) . “Uno no puede pretender que todas las expresiones culturales gocen de la misma difusión que las expresiones más masivas de la cultura”, agregó.
García opinó que parte del problema yace en que no se ha “aprovechado” el potencial integrador del sistema educativo para la enseñanza musical. “Las dimensiones de nuestro país tampoco se han hecho valer para eso. Por lo general, el ambiente musical en muchos aspectos, pero también el educativo, y el que refiere específicamente a nuestra música está sumamente atomizado y compartimentado”, afirmó.
Consultado por la difusión de las obras académicas durante la temporada principal en el Teatro Solís, García opinó que, en parte, el rol de la OFM es “difundir y amplificar” la tarea que realizan los compositores uruguayos, así como “reconocer” dónde se encuentra el impulso creativo y estimularlo. “Es una orquesta uruguaya, integrada mayoritariamente por uruguayos, con un sentido de difusión de la música nacional a continuar y a seguir”, sostuvo. El director también destacó la labor de la Banda Sinfónica, que funciona desde antes de 1910, y de la Orquesta del Sodre, que lo hace desde los años 30 del siglo pasado.
¿Qué es el Nacionalismo Musical?
El Nacionalismo Musical fue una corriente que se inició en Rusia a mediados del siglo XIX con el compositor Mijaíl Glinka como principal exponente, junto al “grupo de los cinco” compositores más importantes de ese país, quienes proclamaban la necesidad de impulsar una música con raíces puramente nacionales. Se extendió por toda Europa y llegó de forma tardía a Latinoamérica. En el caso uruguayo este movimiento fue impulsado por compositores como Eduardo Fabini, Luis Cluzeau Mortet y Alfonso Brocua, que representaban el paisaje rural a través de sus obras, y Jaurés Lamarque Pons, que integraba ritmos urbanos como el candombe a las composiciones académicas. A pesar de su importancia, no tiene la misma difusión que otros géneros musicales en los programas de estudio de educación musical tanto en los liceos como en las escuelas públicas.
García explicó que no cree que en Uruguay se pueda hablar de nacionalismo en “términos absolutos”. En cambio, detalló que se suele asociar con un lenguaje “nacionalista” a la “evocación” de una música de origen sobre todo rural llevada al plano de la música instrumental, académica y, en el caso uruguayo, al plano del sinfonismo. García se refirió específicamente al compositor Eduardo Fabini y destacó que su obra se basa en una construcción que surge a partir de “gestos, sonidos y evocaciones de nuestra música y los paisajes [de Uruguay]”.
“Fabini creó Tristes, específicamente compuestos para el piano. Campo (1922), su primera obra sinfónica, está construida a partir de pequeños fragmentos que él fue escribiendo y coleccionado a lo largo de los años”, recordó. A diferencia de otros compositores del nacionalismo musical, Fabini utiliza elementos como el canto de los pájaros, las corrientes de agua y el sonido del viento para representar ese paisaje en su poema sinfónico.
El director sostuvo que esta estética musical dio lugar a una “cantidad de compositores” que se sumaron a esta corriente con “mayor o menor éxito”. Si bien Fabini tomó un rumbo un poco distinto después de su obra Isla de los Ceibos (1924), aún se puede apreciar la evocación del paisaje sonoro que le era familiar, y su diálogo con “estéticas propias de los impresionistas franceses, sobre todo, Achille Claude Debussy y el sinfonismo de Europa Central, especialmente de Antonín Leopold Dvořák”.
Con respecto a la apreciación de la música clásica, García sostuvo que la experiencia es “insustituible”, tanto desde el lugar de oyente como de músico, pero que, más allá de eso, es fundamental lograr espacios colectivos donde las personas puedan reunirse a tocar, experimentar y hacer música juntos. A futuro, planteó que es importante darle libertad a los elencos y a los organismos para que desarrollen sus tareas, como ya lo hace la OFM: llevar la música académica a los barrios, mediante la realización de conciertos descentralizados, con el objetivo de acercarla a un público que frecuentemente carece de la oportunidad de asistir a un teatro.
La música académica y su futuro incierto
Para el ex director del Conservatorio Musical de Montevideo, Gustavo Britos Zunín, en las escuelas de enseñanza primaria se hace muy poco en términos de educación musical, a pesar de “algunas experiencias estimulantes” realizadas en el pasado, como las visitas de músicos de la OFM y de cantantes líricos a las escuelas. “En la EUM, ahí sí se le enseña a los jóvenes; se les da un conocimiento mayor, pero es solamente a ese grupo de jóvenes y nada más. Si lo que se busca es un alcance masivo, hay que pensar en todos los centros de enseñanza y no olvidar tampoco al interior del país.” valoró.
En la opinión de Zunín, la situación actual de la música clásica es “pésima” y es necesaria una “política de sensibilización”. Según el ex director , la “diversificación malinterpretada” que se ha llevado a cabo en los últimos diez años no es adecuada y, para ilustrar su punto, citó el ejemplo del Sodre: “El año pasado Stefan Lano renunció por segunda vez a la titularidad de la Orquesta Sinfónica del Sodre y dijo en las redes sociales que estaba destinado a la mediocridad. Fue una expresión muy dura, pero eso lo dice un músico de prestigio internacional”.
A su vez, señaló que incluir “de vez en cuando” obras de compositores uruguayos no es suficiente y que en 2015 intentaron cambiar esta situación sin éxito junto a un grupo de colegas. En su opinión, entre el incendio del Sodre, en 1971, y la apertura de la Sala Adela Reta, en 2009, pasaron una cantidad de años “tan grande” que el público de la música clásica “envejeció” y los jóvenes de hoy tienen pocas oportunidades de escuchar música académica. “Es más, y es duro decirlo, pero posiblemente ya ni siquiera haya quien sepa elegir adecuadamente a las autoridades de la cultura musical y ahí están los resultados”, sentenció.