Como quien busca en una biblioteca y recorre con la mirada el lomo de un libro, un grupo de personas movidas meramente por la curiosidad, dispusieron parte de su día a formar parte de la primera experiencia de Biblioteca Humana Reflexiva. La reunión tenía como objetivo generar un espacio de intercambio sobre los desafíos a los que se enfrentaron los estudiantes universitarios que migraron del interior hacia la capital montevideana. La Biblioteca Humana es una organización a nivel mundial fundada en Dinamarca en el año 2000. Fue creada por el grupo de trabajo “Human Library” y surgió como una forma de combatir prejuicios para promover la comprensión intercultural mediante conversaciones personales.
La actividad estuvo enmarcada dentro del eje del área de cultura de la Universidad de la República (Udelar) y la cita fue en la cafetería de Bienestar Café, que convocó a un grupo reducido de estudiantes y exestudiantes de diversas edades. En este encuentro los participantes se sentaron cara a cara con los “libros humanos” — expositores y expositoras — que compartieron sus vivencias en conversaciones íntimas, guiadas por preguntas que –entre mates y café– ayudaron al descubrimiento de todo lo que tenían en común mientras charlaban. En cada mesa se encontraba un o una estudiante con una actitud abierta, acompañada de su libro artesanal, que retrataba las palabras que eligieron para presentar sus experiencias en un índice que luego desarrollarían.
En diálogo con Sala de Redacción la neuropsicoeducadora Lourdes Velázquez, quien moderó y coordinó este proyecto, explicó que implica un proceso mediante el que se “estimulan” interacciones emocionales, la metacognición, la reflexión y el pensamiento crítico, lo que posibilita el “autoconocimiento”. Velázquez expresó que en este contexto las personas son “narraciones” y que la intención de encontrarse es “resignificar” la mirada que habilita una narrativa propia que se construye con el otro.
El libro sobre la mesa
Bajo esta propuesta las y los estudiantes y exestudiantes de la Udelar Valeria Armandón, Ignacio Fernández, Macarena Vázquez y Rita Grisolia, se sentaron a esperar a que llegaran quienes quisieran escuchar e intercambiar sobre sus trayectorias académicas, atravesadas a su vez, por las personales. Lo que unía a este grupo de cuatro libros era el carácter de estudiante o exestudiante y, más específicamente, su migración desde el interior.
Armandón es estudiante de la Licenciatura en Relaciones Internacionales y tenía sobre la mesa el libro titulado “Perdiendo el miedo de hablar en público”. Contó a los allí presentes que nació en Mercedes, Soriano, y su mayor miedo al mudarse a la ciudad era tener que comunicarse. Además, dijo que su localidad natal cumple con el estigma de “pueblo chico, infierno grande” debido a su población envejecida y resignificó la importancia de mudarse a Montevideo como un cambio necesario en su vida.
Fernández, por su parte, llevó el libro “Ignore el título”. Es oriundo de la ciudad de Rocha y compañero de estudio de Armandón. Expresó que es necesario “desestigmatizar” a las personas que vienen de afuera, tanto del exterior del país como del interior. Contó que, por ejemplo, en Montevideo fue donde se subió a un ómnibus por primera vez. Actualmente participa de la militancia estudiantil; destacó la diversidad de personas que conoció al ser estudiante universitario y la vida social y cultural “agitada” con la que se encontró. Sin embargo, manifestó que le “pesa” vivir lejos de su familia.
Por otra parte, Vázquez, estudiante de psicología, tituló su libro “Descubriendo la vida a través de mis ojos”. Manifestó que es clave “atravesar el proceso” más allá de la estructura curricular e invitó a “quitarle peso al reloj y a lo estipulado”, ya que en el proceso “pasan otras cosas que nutren”. Señaló, entre otras cosas, que las oportunidades extracurriculares hacen crecer tanto como las obligatorias.
Grisolia inició su pasaje por la facultad en 1981 donde descubrió su “amor” por las bibliotecas y decidió estudiar bibliotecología. Nombró su vivencia como “Memoria: camino recorrido”. Según relató a quienes la escuchaban con atención, migró desde Salto con 18 años y recordó que fue la primera vez que vio tanta gente en toda su vida. Señaló que la Udelar fue un espacio de crecimiento y la facultad, su otra casa. Hoy en día trabaja como bibliotecóloga en la Biblioteca de Ciencias Económicas y actualmente está por jubilarse.
Velázquez caminó entre los pasillos que separaban las mesas y por momentos se dispuso a participar de las conversaciones que se daban en simultáneo. Cerca de finalizar, la moderadora se sentó en la mesa de Vázquez, donde la estudiante filosofaba junto con una funcionaria de la Udelar sobre la importancia de generar espacios de reflexión. El sol de las cuatro de la tarde alumbró la mesa donde las tres mujeres acordaron que “trabajar en red” es esencial para el autoconocimiento.