Charla del colectivo Varones por la igualdad en Tacuarembó, en abril de 2017 / Foto: Varones por la igualdad

He escuchado a hombres hablar sobre la igualdad entre géneros y realizar algunas menciones generales al feminismo. Muchos de ellos estaban cómodos en sus privilegios y negados en su participación en la reproducción del machismo. Las opiniones masculinas que me rodeaban, y algunas de ellas todavía persisten, me hicieron sentir que la lucha por la equidad entre los sexos era una cuestión sólo de las mujeres. No fue hasta una charla con un amigo que cuestioné mi decisión de no hablar con hombres sobre el “ser mujer”. Él me dijo: “Hay hombres que queremos la igualdad, también existe un ‘ser hombre’ que nos perjudica”. Aunque mi perspectiva mantenga a las mujeres como protagonistas de esta lucha, porque es nuestro cometido desde hace más de tres siglos, pensé que mi amigo tenía razón; pero me pregunté: ¿pueden los hombres ser feministas? La unión de las palabras “hombre” y “feminista” parece a simple vista una contradicción. Pero si se analiza la definición de cada término, es posible que se constituyan como perífrasis.
“La teoría del género no se refiere sólo a las mujeres. De igual manera que el género femenino está construido socialmente y es una obligación para todo el sexo femenino, el género masculino también está edificado sobre mandatos exigidos para todos los varones. Es decir, todos los hombres deben comportarse según esté definida la masculinidad en su cultura”, escribió Nuria Varela en su libro Feminismo para principiantes y explica que esas características adjudicadas a los hombres no son innatas ni naturales.
Con colectivos feministas a favor y en contra, la implicación de los hombres en la lucha por la igualdad está creciendo en el mundo entero. La sociedad uruguaya, aunque de manera muy incipiente y minoritaria, no es ajena a la suma de los varones a los objetivos feministas. El movimiento Varones por la igualdad es un ejemplo de ello.
El colectivo

La sensación térmica marcaba ocho grados centígrados en la noche del miércoles 16 de mayo. En la esquina de 18 de julio y Tristán Narvaja aguardaba la llegada de Adrián D´Alessio y Alberto Curiel, miembros de Varones por la Igualdad. La entrevista estaba pautada a las 20 horas en el Bar Gran Sportman. Adrián llegó 20 minutos antes de lo acordado. Decidimos entrar al bar y tomarnos un café. Abrió la puerta de madera y me invitó a pasar. Por un segundo, entre nuestras miradas se estableció una duda compartida ante aquella escena. Una feminista y un “feministo”, como le gusta autodefinirse en tono de broma, que no sabían quién debía pasar primero. Finalmente pasé yo.
Nos dirigimos a la mesa del fondo. Alberto aún no llegaba, pero igual comenzamos la entrevista. Entre los tragos de café amargo y algunas anécdotas de introducción, la entrevista se tornó una conversación. Adrián dice que las muertes de mujeres o de personas trans lo emocionan mucho; “me pegan”, enfatiza. Se caracteriza como un hombre sensible y como “un llorón de porquería”. Ya quedaba atrás la extraña sensación de hablar sobre ideales feministas con un hombre.
Llegó Alberto. Hablaba como esas personas que saben escuchar, con un tono bajo y dulce. Quizás por mi experiencia, presentí que era psicólogo. Más tarde, Adrián confirmaría mi sospecha. Los dos hombres, canosos y sesentones, inundaron aquella esquina de conocimiento y sensibilidad. Cuestionaron sin limites el “deber ser” varón y demostraron la experiencia de una masculinidad diversa y más fiel a las emociones de los varones.
Alberto forma parte del colectivo desde su fundación, mientras que Adrián se unió después, en una de las reuniones realizadas en la Biblioteca Nacional (BIBNA). “Somos personas que tenemos un poco la obsesión de cambiar la sociedad”, adelanta Alberto sobre el motivo de formación del colectivo. “Nos duele el mundo, esto no es un tango, pero nos toca lo que sucede”, agregó Ardían. Ambos establecen la década del 60 como un antecedente que los marcó. En esa época, la revolución parecía emergente y los entonces jóvenes Alberto y Adrián, junto a otros y otras, creían que cambiarían el mundo y afirmaban la esperanza de crear el hombre nuevo. Cultivaron sus sentimientos “humanistas”, como dicen, y su ambición por un cambio social en aquellos años.
Hombres en movimiento
A través de una red común que comparten algunos de los miembros del colectivo desde antes de la conformación de Varones por la Igualdad, se generó indignación por la ola de asesinatos de mujeres que atravesaba la sociedad en ese momento, al igual que ocurre ahora. “Si hay algo que nos conmueve, nos tiene que mover”, expresó Alberto. Así fue que se propusieron reunirse a discutir sobre este tema.
Un par de mesas conjuntas en el bar Las Flores dieron la bienvenida a un grupo de once amigos. Quizás desde otros ángulos del bar y detrás de los vidrios de las ventanas, la escena parecía un reencuentro de un equipo de fútbol con algunos años y kilos de más, pero en realidad se trataba de unos pocos varones consternados ante la situación de violencia que sufren las mujeres cotidianamente y ese era el tema de conversación. A partir de allí, sus reuniones serían con comida de por medio, porque “nos aflojamos el cinturón”, bromea Adrián. Alberto agrega: “cuando tomamos alguna copita la lengua se afloja. En las comidas en la medida en qué se van generando lazos de amistad, la gente se confiesa”. Así, con algún asado o lentejada de por medio, surgieron confesiones como la de un compañero que se propuso estudiar fútbol “solo para no quedar mal”, o la de un padre que contó que su hijo es homosexual.
En el bar había un sentimiento flotando en el aire: la necesidad de tomar cartas en el asunto. Los hombres se plantearon como objetivo “salir frente al machismo avasallante”, recuerda Adrián. En aquella conversación surgió la idea de organizarse como colectivo, se discutió cuál sería el nombre bajo el que agruparse y se planteó la necesidad de ir a a impartir charlas a instituciones “especialmente patriarcales”, como las define Alberto. Clubes futbolísticos, el ejército, las cárceles o la policía fueron algunos de los lugares que se manejaron.
“Sentimos que éramos poderosos porque tuvimos muchos seguidores en ese momento, después hubo un reflujo y quedamos una decena de compañeros habituales. Hay una cantidad de gente que funciona alrededor comunicándose y hablando, pero no están permanentemente. Sí apoyan y dan ideas”, cuenta Alberto.
“Nos hacemos cargo”
El 23 de febrero de 2017, reunidos en la BIBNA para “hacerse cargo” de su responsabilidad, como género que ejerce el machismo y la violencia sobre las mujeres, el colectivo emitió una proclama en la que se declara como un grupo de hombres uruguayos, “ni peores ni mejores”, que decidieron apoyar a sus parejas, hijas, madres, amigas, compañeras de trabajo y a todas las mujeres en la lucha por la igualdad. En la reunión también plantearon la necesidad de dirigirse a otros varones para visualizar su responsabilidad en la reproducción de prácticas que sostienen sus privilegios y decirle basta a la violencia ante la sucesión de femicidios. “Somos parte fundamental del problema y tenemos que serlo de la solución. No habrá igualdad de género ni erradicaremos la violencia hacia las mujeres y las niñas si no tomamos medidas comprometidas, especialmente de carácter cultural”, establecieron en unos de los puntos de la proclama.
Desde Varones por la igualdad consideran que los hombres deben acompañar a las mujeres “en lo que ellas entiendan que podemos aportar”. “Ellas son las que organizan, nosotros no vamos a tomar ningún protagonismo ni nada por el estilo, la idea es apoyar”, comenta Adrián. Además, considera que lo más difícil es hablar de hombre a hombre y decirle: Mirá que a las mujeres las hemos embromado, las hemos menospreciado. Dirigirse a los hombres para hablar de la vida cotidiana y de marcar las situaciones de machismo es una de las tareas consideradas fundamentales por el colectivo.
El vínculo que mantienen con organizaciones feministas es bueno. “Hay compañeros que se dicen feministas, hay otros que decimos que somos feministos. Una de las cosas que plantean las mujeres es la igualdad entre los géneros y nosotros somos Varones por la Igualdad, la consigna ya tiene como una definición feminista. Si tenes dos dedos de frente no podés dejar de reconocer por lo menos lo que es el feminismo”, agrega Adrián.
Posturas diversas
Mariana González Guyer, investigadora del área de género de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, plantea que ante la participación masculina en la lucha por la igualdad entre los sexos hay un gradiente de posturas muy amplio dentro del feminismo. “Mi sensación es que hay una tendencia hacia una mirada cada vez más cómplice y de más alianza, pero no hay una respuesta única”, contó a SdR.
En Uruguay, la situación se repite: no hay una respuesta única. Los movimientos feministas en el país se nuclean en dos grandes paradigmas: la autonomía y la institucionalidad, con diferencias ideológicas y operativas.  “No son bloques monolíticos”, explica González Guyer, y agrega que por eso se dificulta establecer una posición definida de cada paradigma.
“Me parece que lo que pasó el 8 de marzo es bastante ilustrativo en ese sentido. Había algunos sectores que pedían los hombres que fueran atrás y acompañando, pero desde otro lugar, pero otras convocatorias pedían a los hombres juntos. No hubo ninguna muestra ni de oposición ni de disgusto cuando los hombres estaban marchando junto a las mujeres”, comenta la académica.
Para la investigadora, la existencia de hombres feministas no es un oxímoron. Si bien admite que hace unos años su postura hubiera sido otra, hoy sostiene que sí es posible que los hombres se consideren feministas. “Creo que los hombres pueden ser feministas en el sentido de compartir, apoyar y sostener la causa, pero me parece que es una cuestión donde las protagonistas son las mujeres. La presencia de los varones me parece súper importante porque cambiar el sistema requiere de todas las partes”, opina.
“Las mujeres son el sujeto fundamental cuando se piensa en feminismo”, por eso es crucial que las principales demandas y reivindicaciones que tiene el feminismo sean sostenidas y llevadas adelante por ellas, agrega González Guyer.
Nosotros hombres
En la medida en que Varones por la igualdad se fue organizando y realizando diversas actividades, los objetivos del colectivo se ampliaron y comenzaron a plantearse la necesidad de un proceso de introspección que pasa por un cuestionamiento de la masculinidad y un particular descubrimiento personal.
“Al principio pensamos solo salir con esta idea de ir contra la violencia, pero nos empezamos a dar cuenta que no alcanzaba con eso. Teníamos que movilizarnos a nosotros mismos, mirar hacia dentro y cambiar interiormente. Nos interesa eso conjugado con salir hacia afuera” , dice Alberto. Al respecto, agrega que los hombres están mandatados a ser rudos y a no expresar emociones, y que por eso pierden posibilidades de vida.
Mirándolo, Alberto respondió: “Hay mandatos no escritos pero muchas veces dichos o expresados a través del comportamiento. Uno se hace varón, no nace varón. Esa es una de las bases del pensamiento feminista de Simone de Beauvoir. Uno se hace y ¿cómo se hace? Mirando los modelos familiares. Los hombres ideales que hay en la familia: el padre, el tío, el hermano mayor. Son cargas pesadas”.
Las mujeres somos las principales víctimas del sistema machista, pero no las únicas. “El patriarcado nos complica la vida a todos, porque de alguna manera no nos permite libertad”, considera González Guyer. La definición del deber ser hombre tiene grandes repercusiones en ellos, nosotras y en la sociedad en general. El machismo repercute en la dificultad para expresar sentimientos, conduce a sufrir depresión, adicciones e incluso suicidios.
Mayoría silenciosa
Sin embargo, la mayoría de los varones se mantienen al margen del cuestionamiento de su propia masculinidad y su implicancia en la lucha por la equidad de género, y delegan esta tarea a las mujeres. ¿Por qué tantos varones permanecen inmóviles? ¿Por qué toman pocas iniciativas? El “vínculo cultural entre masculinidad y poder” es la respuesta que plantea Nuria Varela en su libro. En otras palabras, la mayoría de los hombres no quiere renunciar a sus privilegios y prefieren mantenerse bajo los constructos sociales hegemónicos.
No es tarea fácil para todos los hombres aceptar a las mujeres como sujetos sociales en situación de equidad y su empoderamiento. “No sólo implica renunciar a derechos adquiridos sino también poner en cuestión los hábitos propios, la identidad, la imagen que se tiene de las mujeres y la base del sentido masculino de la autoestima”, escribe Varela, y agrega: “Lo analizable, lo que había que definir y estudiar era lo ‘femenino’ puesto que lo ‘masculino’ se consideraba normal, la norma, lo no cuestionable”.
Hoy se cuestiona la masculinidad y se ha establecido que no existe una única forma de ser hombre. Como la define el psicólogo y educador sexual Rubén Campero, existe una “masculinidad hegemónica” que genera una serie de masculinidades subalternas. La masculinidad hegemónica tiene que ver una serie “de discursos: frases, actitudes, gestos, símbolos, rituales, que construyen un ideal de cómo un ser humano que nace con pene debe ser, tener y expresar”, dijo el psicólogo en entrevista al semanario Brecha. Las otras masculinidades serían, por ejemplo, todas aquellas que no son fuertes ni aguerridas, que están más conectadas con la sensibilidad. Otro masculino subalterno es la homosexualidad o cualquier hombre que tenga una dificultad de erección, planteó Campero.
Alberto, que además de psicólogo es vendedor de libros, contó que hay libros que la gente pide mucho últimamente. Por ejemplo: Viva la diferencia, de Pilar Sordo, y Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, de John Gray. La idea de este último es que “somos seres de distintos planetas, somos de distinta naturaleza y en el fondo no podemos tener más que vínculos fugaces o no muy profundos porque nunca nos vamos a poder entender totalmente”, resume Alberto, y agrega que en el libro se plantea que “somos esencialmente diferentes”. A los varones por la igualdad ese esencialismo no los convence. Consideran que, si bien se nace dotado de una determinada anatomía, eso no implica un destino predeterminado. “No te condena”, comenta Alberto, y agrega: “Tenemos que tender a la libertad. después con eso veo lo que hago con esto de lo que estoy dotado. Tratar de seguir a mi deseo, eso es conocerse a uno mismo. Preguntarse: ¿qué es lo que yo quiero de la vida?”.

Lucía Gandioli

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