Manifestante a favor de la independencia escocesa, en marcha hacia la BBC, el 14 de setiembre de 2014. AFP PHOTO/ANDY BUCHANAN

Al prisionero -después de humillarlo golpeándolo y tirándole comida podrida camino al patíbulo- lo cuelgan hasta casi matarlo, lo descuelgan y lo desmiembran. Estoico, nunca suplica por piedad. Mientras una multitud enfervorizada clama por sangre, lo atan a una cruz para seguir torturándolo. Al mismo tiempo que le abren las tripas y cortan sus genitales, el juez le da la opción de implorar clemencia. Los espectadores, viendo la entereza del prisionero, se conmueven, tanto que empiezan desesperados a pedir piedad. El prisionero, que había permanecido callado hasta ese momento, junta sus últimas fuerzas y grita a todo pulmón: “¡Libertad!”. Es decapitado. Así muere el escocés más famoso, William Wallace, símbolo de la independencia y la nación escocesa, país que siempre se vio amenazado por el constante dominio inglés. Corazón Valiente (1995) marcaba a toda una generación de amantes de las películas épicas, y el apogeo de Mel Gibson como realizador, pero también sintetizaba un nuevo espíritu independentista que se empezaba a concretar en Escocia con la creación de un Parlamento propio en 1997.

El próximo 18 de setiembre Escocia tiene la posibilidad de hacer historia: se podría independizar del Reino Unido, contestando afirmativa o negativamente a la pregunta “¿Debería Escocia ser un país independiente?”. Por más de 300 años ha estado subyugada por el dominio británico, aunque este lapso haya sido aún mayor: la historia escocesa está signada por roces con sus vecinos.

Buenos vecinos. El Imperio Británico era conocido en el siglo XIX como aquel “donde nunca se ponía el sol”, porque tal era su poderío que tenía una bandera en todo rincón del mundo. Los siglos pasaron y la situación es otra: en declive, ya no hay imperio, perdió la mayor parte de sus colonias, fue reemplazado como juez y gendarme del mundo por el monstruo que creó, Estados Unidos, y en estos momentos atraviesa la crisis económica que asedia a Europa.

Las diferencias y similitudes entre escoceses e ingleses están dadas por la relación que tiene todo país limítrofe. Una historia de idas y venidas, encuentros y desencuentros. ¿Rivalidad con un vecino más grande, poderoso y vistoso? ¿Complejo de hermano menor? Ni que nosotros, como uruguayos, supiéramos de qué se trata.

Escocia es actualmente un país en el que predomina en amplia mayoría la ideología de izquierda. Es general el descontento con el actual partido de gobierno, los tories –como se llama a los miembros del Partido Conservador Británico y con quienes siempre se mantuvo una enemistad- y el gobierno de Westminster. Algunos analistas dicen que de ganar el Sí, es posible que no sea tanto un voto por la independencia, sino más bien un voto castigo al gobierno de turno. Es un hecho que en el Parlamento escocés es mayoría la izquierda, mientras que en el Parlamento Británico predomina el Partido Conservador, con David Cameron como primer ministro. El Partido Laborista tiene 49 de las 59 bancas reservadas para Escocia en el Parlamento del Reino Unido y sólo una de éstas pertenece al sector conservador. Las políticas públicas escocesas distan enormemente de las británicas. Esto hace que muchas de las decisiones que se toman en Westminster no coincidan con el modelo de Estado de bienestar preferido por el pueblo escocés.

Antes de que en 2012 se llegara al acuerdo para este referéndum, había una tercera opción: otorgarle más autonomía a Escocia. Como el gobierno británico desechó esto con la estrategia de que al ofrecerles una total independencia se asustarían y todo seguiría igual, a menos de una semana, se está en condiciones de decir que el plan no salió como se pensó. Por eso, en la recta final de la campaña, al mejor estilo manotazo de ahogado – después de apelar a las amenazas y luego a lágrimas- David Cameron aseguró a los escoceses que de ganar el No, les otorgaría esa autonomía que desechó al principio. Es que la carrera de Cameron está en juego, hasta sus propios compañeros de partido declararon que de ganar el Sí, pedirían su dimisión.

Divorcio británico. Alex Salmond es el Primer Ministro escocés y líder independentista, del otro lado está Alistair Darling, ex ministro de Economía del ex primer ministro británico Gordon Brown. Las últimas encuestas dan un 49 por ciento al Sí y 51 por ciento al No. Sin embargo, los sondeos son muy contradictorios, ya que otros dan el triunfo al Sí, lo cual contribuye a un clima de incertidumbre que rodea a esta votación e intensifica su carácter reñido.

La campaña por el No se basó principalmente en las terribles consecuencias que podía sufrir el país si se escindía del Reino Unido. Ya no contarán con pasaporte británico, ni la libra como moneda, ni las pensiones. Algunas empresas y bancos anunciaron su traslado a Inglaterra si Escocia se independizaba. Puede haber retirada de capital e inversiones, y al no pertenecer más al Reino Unido, y por lo tanto a la Unión Europea, se dificultarían las exportaciones.

El reingreso a la Unión Europea es otra de las discusiones. Una opción es que Escocia no tenga que esperar e ingrese automáticamente, la otra es que haga el proceso como todo país que pretende formar parte. Si Escocia se independiza, sería el primer Estado fundado desde que se creó la Unión Europea.

Si gana el Sí, comenzaría un proceso de intrincadas negociaciones entre los dos gobiernos en diversos temas –económicos, políticos, legales- , y el plazo definido para declarar la independencia escocesa sería el 24 de marzo de 2016. Los detractores dicen que es un tiempo muy corto, y que por esto no se dará la atención minuciosa que requieren estos temas, lo que generaría resultados catastróficos.

En el plan del Scottish National Party (Partido Nacional Escocés, SNP), del que Alex Salmond es parte, Escocia debería entrar en un desarme nuclear, reducir su ejército, conservar a la Reina Isabel II como jefa de Estado –la reina decidió ser neutral en el conflicto-, seguir manteniendo la libra como moneda y escribir una Constitución. En discusión está la forma de pagar la deuda británica. El SNP propone que se divida en relación a la población de cada país. Salmond pretende que se mantengan abiertas las fronteras, como ocurre con Irlanda. El gobierno británico advierte que de ganar el Sí, podrían volver los controles migratorios y las cercas en las fronteras.

Partidarios por el No temen que Escocia no pueda sustentarse económicamente por sí sola. Como la identidad escocesa es tan férrea y marcada, que todos estos años de dominación inglesa no han podido socavar las costumbres que los diferencian, los escoceses partidarios del No ven como innecesaria la independencia, “si así estamos bien, ¿por qué arriesgarlo?”. La campaña, que comenzó centrándose en un debate sobre los costos políticos y económicos de una separación, dio un giro hacia un terreno emocional: cuáles serían las razones para seguir juntos o separarse, como si se tratara de un divorcio político.

Malditos escoceses, arruinaron a Escocia. Hay celebridades en contra, como la autora de Harry Potter JK Rowling, que donó un millón de libras a la campaña por el No denominada “Better Together”, declarando que si bien está en contra de Cameron y Westminster, “las consecuencias de la independencia se sentirán mucho después de que Cameron se haya ido”. También lo están los músicos Mick Jagger, Sting, Paul McCartney, las actrices Judi Dench y Helena Bonham Carter y el científico Stephen Hawkings, entre otras 200 figuras públicas británicas que firmaron una carta apoyando al No.

Con el hashtag #LetsStayTogether (“Sigamos juntos”) se inició una campaña viral que muestra lo mucho que importa a los ingleses que sus “hermanos escoceses” permanezcan en el Reino Unido. Esto fue contraproducente, ya que se tomó como una presión de los “hermanos británicos” para decirles lo que tienen que hacer.

En el frente contrario, se destaca Sean Connery: “Creo que la oportunidad de independencia es demasiado buena para dejarla pasar”, dijo, secundado por el actor Gerard Butler, el cantante Morrisey, el autor de Trainspotting Irvine Welsh y el director Ken Loach.

Hasta Willie, el estereotípico jardinero de Los Simpsons, es protagonista de un video en el que defiende la secesión. Vestido con ropas tradicionales y parado frente a la bandera escocesa exclama que el debate en cuestión se divide entre “los herederos amantes de la libertad de la tradición montañesa escocesa, y aquellos que disfrutan de arrastrarse como gusanos bajo las botas británicas”. Willie se ofrece como líder de la futura Escocia independiente y finaliza el video arrancándose su traje, dejando ver un tatuaje azul en el pecho que reza “Aye! Or die” (“¡Si! O muere”), y aclara que es “¡Una marca de nacimiento, no un tatuaje!”.

Pero Willie, por residir en Springfield, no podrá votar. Solo están habilitados los residentes de Escocia mayores de 16 años. Esto excluye a los escoceses que viven en Inglaterra. Sin embargo, sí pueden votar los ingleses que viven en Escocia ya que, después de mucho debate, ambas partes decidieron que esta era la forma más justa.

Mirando de reojo. Si de conflictos en los últimos dos siglos hablamos, hay una razón que parece ser constante. “Nótese como en los países ricos en petróleo ningún hombre usa pantalones”, dice Willie en el video. Escocia es el mayor productor de petróleo de la Unión Europea. Sorprendente, países peleándose por petróleo. La industria escocesa además de beneficiarse de sus reservas en el Mar del Norte, también se apoya en el turismo, la exportación de whisky, la pesca -es el mayor productor de salmón de la Unión Europea-, el gas y las energías renovables. Escocia aporta un 8 por ciento al PBI del Reino Unido. Partidarios del Sí afirman que con estas industrias el país está en condiciones de independizarse sin mayores problemas económicos.

El impacto de la independencia escocesa impacienta a países como España, Bélgica o Italia, porque sienta un precedente que puede influir a la hora de las pujas por la independencia de la propia Irlanda del Norte, Cataluña, el País Vasco, Flandes o el norte italiano. Estos movimientos independentistas miran como ejemplo lo que está ocurriendo en Escocia. A diferencia de David Cameron, Mariano Rajoy nunca aceptó el referéndum que se realizará en noviembre en Cataluña. La Unión Europea teme que se dé una especie de efecto dominó, y por lo tanto en manera de represalia, entre otras medidas, a una Escocia independiente no se la reintegraría tan fácilmente. Por tanto, preocupa el impacto negativo que puede acarrear la carencia del apoyo de la Unión Europea.

La decisión de este referéndum está cada vez más vista como un asunto de “corazón versus cerebro”: Escocia se encuentra pasando por un buen momento económico; lo que está en juego es arriesgar esa estabilidad por oficializar la independencia cultural y social que históricamente los diferenció del resto del Reino Unido. La Reina Isabel II, David Cameron y hasta David Beckham coinciden en recomendarles a sus hermanos escoceses que “piensen en el futuro con mucho cuidado”. Justamente es lo que están haciendo.

Rocío Castillo

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